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Después de dos semanas sobre territorio yanki y de haber desfasado en Las Vegas, haber explorado los senderos de los más famosos parques nacionales, haber atravesado el desierto del Death Valley y haber formado parte de la meca del cine, con más de 2000 millas a nuestras espaldas, habíamos llegado a nuestro último destino: San Francisco.
La ciudad más europeizada del Oeste de EEUU con sus calles empinadas, sus tranvías antiguos, su puente sobre la bahía y una de las prisiones más famosas del mundo estaba ante nuestros ojos dispuesta a ser descubierta con todo detalle. Y de ese detalle me había ocupado yo, como ya lo hicieron mis dos compañeros antes. Ahora era mi turno.
Este primer día allí amanecería cubierto de nubes (como en realidad amanecieron los otros dos) y no levantaría en todo el día, lloviendo también a ratos. Lo cierto es que una continua llamémosle “bruma espectral” se había adueñado de la ciudad en esos días y era tan extraña que en los barrios cercanos a la ciudad (Sausalito por ejemplo) radiaba un sol en todo lo alto, cosa que era difícil de explicar.
La ciudad, al estar situada en una bahía actúa de remanso para las nubes, y hay altas posibilidades de encontrarse la ciudad cubierta, y en especial, el puente del Golden Gate, que en nuestro caso supuso una gran decepción, como veréis más adelante.
En los foros dice que para ver la ciudad completamente, y con garantías de no dejaros nada de lo destacable, son necesarios 7 días, y con eso podéis ir sin prisas. Yo me armé de la guía de TOP 10 San Francisco, una guía muy simple pero de buen tamaño para llevarla en la mochila y que destaca lo principal de cada ciudad acompañado de mapas y de itinerarios para hacer andando. La guía nos fue muy útil no sólo para movernos por allí, sino para preparar los tres días que pasaríamos por la zona.
Sabiendo que aún podríamos contar con nuestro Sonata este último día antes de devolverlo en las oficinas de Dollar en el Aeropuerto, planifiqué para hoy los viajes más largos que haríamos por la ciudad y alrededores, de manera que los dos días siguientes serían para ‘patear’ y movernos en el transporte público (Muni) con el City Pass, que os recomiendo sacar dependiendo de los días que estéis (1, 3 ó 7 días), y que os vale para la mayoría de transportes de la ciudad y que rentabilizaréis en nada.
Así que, estudiado de sobra el plano de la ciudad, me decidí por un plan que consistía en empezar la visita a la ciudad por todo lo alto, subiendo a los Twin Peaks, y moviéndonos entre barrios para por la media mañana y tarde, llegar a la zona de Presidio y atravesar el Golden Gate bien en coche o en bici, volver en un ferry a Fisherman’s Wharf y de ahí al Aeropuerto a devolver el Sonata, pero todo esto se fue al traste justo después de bajar la persiana al levantarnos y ver que no se veía ni la acera de enfrente.
No teníamos otra que recalcular el plan y aprovechar para visitar los barrios más conocidos de la ciudad y esperar a que en algún momento levantara la niebla y nos permitiera continuar con lo planeado.
Pero antes de nada, nos metimos en un bar de estilo vanguardista y a la vez, algo bohemio, ya cerca del barrio latino de Mission. Ya íbamos empapándonos del ambiente tan desenfadado de la ciudad y de la libertad de expresión que ya se veía reflejada en las calles. Una ciudad donde la forma de vestir o de pensar pasan completamente desapercibidas a los ojos de cualquiera porque aquí todo vale.
Ya con el desayuno menos americano de todo el viaje en nuestros estómagos, empezamos visitando este barrio latino, donde se erigió la primera iglesia evangelizadora (Mission Dolores) por el hermano franciscano Fray Junípero Serra, a finales del siglo XVIII.
Esta capilla es el edificio más antiguo de la ciudad de San Francisco y la única intacta de las 21 fundadas por este fraile.
El edificio central conserva sus vigas de secuoya originales y en el fondo de la basílica hay unas delicadas vidrieras que muestran escenas de la vida de San Francisco de Asís, el revolucionario santo patrón de la orden franciscana,y que dio nombre a la ciudad.
Desde aquí y callejeando un poco por este curioso barrio, no dejáis de oír hablar en español latino y todos los comercios de la zona exponen sus mejores productos con letreros en castellano. En este barrio conviven diferentes culturas centro y sudamericanas, que han llegado a formar un barrio casi amoldado a sus costumbres en pleno centro de la ciudad.
Las calles de este barrio y en general de San Francisco muestran todo tipo de arte gráfico por las fachadas de los edificios, como veréis en estas fotos que vienen.
Muchas de las calles ya están preparadas para recibir el arte de los graffiti, que está muy extendido en la ciudad:
Podéis ver auténticas obras de arte de buen gusto, y es que parece un museo al aire libre:
Muchas de las casas típicas de este barrio están pintadas de colores llamativos, quizás para contrastar con el cielo gris con el que la ciudad se presenta a veces:
Y luego están los edificios llenos de escaleras de emergencia y con cables por doquier:
Ya vista la zona del barrio latino y viendo que las nubes no levantaban, decidimos trasladarnos al siguiente: el barrio gay de Castro, que queda a pocas manzanas de allí.
Enseguida os dais cuenta de que habéis llegado por la infinidad de banderas multicolor:
Todos los comercios de este barrio están orientados para la clientela homosexual:
Ya empezamos a experimentar la inclinación de las calles empinadas de la ciudad:
Nos parecía curioso ver todo lleno de cables: ya fueran de tranvía o telefónicos, y la vida que se movía en el barrio incluso a esas horas tan tempranas de la mañana:
Aquí tenéis un cine de Castro con una fachada de las clásicas antiguas:
Castro District está situado sobre una colina y el barrio declaró abiertamente su vinculación con la comunidad homosexual en la década de 1970, convirtiéndose en lugar de peregrinaje de homosexuales y lesbianas de todas partes del país y del mundo.
Al contrario que en otras ciudades, donde los homosexuales se tenían que esconder en bares anónimos, los locales de Castro tienen grandes ventanales abiertos a la calle y suelen estar llenos a todas horas del día.
Volviendo al coche, atravesamos el Dolores Park por un puente abovedado que había salido en alguna que otra película hollywoodiense y empezamos a subir calles para buscar nuestro próximo destino, pero en uno de los giros nos vimos sorprendidos por un final de calle un tanto peculiar, porque detrás de la señal de END no había más que una buena caída hacia el barrio de Castro.
Una vez volvimos a reubicarnos, pusimos rumbo a Pacific Heights, una zona más residencial y exclusiva con un acentuado estilo clásico en las construcciones.
Aquí se respira poder y riqueza y desde la zona más alta con buen día, se ve la bahía.
Algunas mansiones parecen auténticos palacios de cuento de colores claros:
Uno de los atractivos de la zona son las “Painted Ladies”, unas casitas muy coquetas con el mismo modelo y de colores distintos que han salido en series y alguna película:
Y cada una con una verja muy particular:
Volvimos a dar otro giro de barrio y fuimos directos a Haight-Ashbury, el barrio hippie.
Este barrio, algo anárquico, es uno de los más vibrantes y poco convencionales de la ciudad y vivió sus días de gloria durante el movimiento Flower Power de los años 60.
En sus tiendas se respira aún el ambiente hippie, pero ya enfocado al comercio:
Se pueden contemplar casas curiosas donde se reúnen los nuevos hippies de la ciudad:
El día no sólo no levantaba, sino que además empezaban a caer unas cuantas gotas, así que la visita que habíamos pensado al Golden Gate Park debía posponerse para otro día, aunque al final no llegamos a verlo en ningún momento.
Era la hora del tentempié, que hoy se había retrasado algo más por ese estilo europeo que se estilaba por la zona, y que decidimos aprovechar.
Por cuestiones de comodidad, teníamos que aprovechar la tarde en visitar el famoso Golden Gate, que en una primera idea habíamos pensado atravesar en bici, pero que visto cómo estaba el día, ya quedaba descartado. Así que cogeríamos el Sonata y entrando desde Presidio, atravesaríamos el puente rojo en coche hasta Sausalito, donde haríamos nuestra parada para visitar este pueblecito, y ya más tarde ir al Aeropuerto a devolver a nuestro amigo automovilístico.
Presidio es un bonito rincón boscoso de la ciudad, con bonitas vistas sobre el puente de San Francisco siempre y cuando te lo permitan las condiciones atmosféricas. Fue un puesto militar entre 1776 y 1994 pasando de manos de los españoles a mejicanos y finalmente a estadounidenses. Ahora se trata de un parque lleno de senderos naturales, riachuelos, bosques, carreteras y edificios antiguos.
Y por fin habíamos llegado: estábamos en la base del Golden Gate con nuestro coche enfilando para cruzarlo, pero con un ligero problemilla: NO HABÍA PUENTE!! O bueno, al menos no se veía una &$%!.
Dentro de nuestra desilusión al cruzarlo, surgió la ironía y cayeron fotos y vídeos muy graciosos que quedarán grabados en nuestra memoria, pero por lo menos para una muestra de lo que realmente vimos al cruzarlo, os dejo esta foto y ya me entenderéis:
Hay que decir que no fue el único intento de verlo en los tres días, como más adelante podréis ver en las fotos, aunque en ninguna ocasión lo vimos completamente despejado.
Curiosamente, al cruzarlo, llegamos a Sausalito, que debía ser: “sal, Solecito”. Mirad:
Sausalito es una pequeña ciudad, antigua comunidad de pescadores y casas sobre el mar:
Aquí vimos los típicos buzones de la casas norteamericanas de toda la vida:
Desde el paseo del Bridgeway Avenue, se pueden ver bonitas vistas de San Francisco:
Toda la zona está inundada de gaviotas y multitud de tiendas de souvenirs.
El tiempo apremiaba y tocaba ir hacia el Aeropuerto para devolver el coche, pero antes volvimos a pasar por el Golden Gate, y bueno, las vistas mejoraron algo más:
Pasamos a la vuelta por el Marina District, con buenas vistas de las calles empinadas:
El barrio de Marina es un barrio agradable y lujoso con numerosos bares y boutiques de moda a lo largo de Chestnut Street. Aquí sacamos una foto representativa de la niebla:
De camino al Aeropuerto, conseguimos esta panorámica de la zona de negocios:
Llegar al Aeropuerto no resultó nada complicado, y encontrar las oficinas de Dollar tampoco, pero era el momento de abandonar al que ya para nosotros era un compañero más del viaje y que había soportado todo tipo de pruebas y prestaciones. Sayonara, Sonata!
Desde el Aeropuerto, cogimos un metro-tren ligero hasta el centro, donde ya compramos nuestro City Pass de 3 días con el que nos manejaríamos a partir de ahora.
Lo primero que hicimos fue tomar el tranvía Powell&Hyde, también conocido como el tranvía histórico de San Francisco, con todos los ingredientes que lo hacen especial.
Desde el sonido de la campana, usada a modo de bocina por el operario para los cruces en las subidas y bajadas de colinas hasta las firmes manivelas de enganche y mecanismos de freno, o el sistema del cobrador en todos los trayectos, se ha respetado la tradición con que se inauguró este sistema de transportes.
Viajando se puede ir en el interior (compartimento acristalado), o en el exterior, sentado sobre unos bancos de madera o agarrado a las barras y de pie sobre la plataforma, y aunque no se pueda subir y bajar en marcha, este atractivo de aventura sigue siendo practicado por oriundos y turistas.
Sin duda, una de las cosas más curiosas de los tranvías es el sistema de giro a través de las plataformas giratorias. El operario y el cobrador hacen girar el vagón con su propio peso para emprender la vuelta.
Podéis ver estos curiosos sistemas de giro en las calles Powell y Market, en pleno centro de la ciudad.
Volvimos al hotel y nos cambiamos para salir un rato por la noche y ver el ambiente de los locales de la ciudad yendo a la zona de South of Market, que es donde la guía nos aconsejaba ir, aunque luego no cumpliera con las expectativas.
De nuevo, exhaustos y con otros casi dos días completos por delante para terminar de conocer la ciudad de las cuestas y los tranvías, nos recogimos a descansar y a esperar que la niebla finalmente nos abandonara para poder seguir buscando el puente perdido.
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