![]() ![]() EL AÑO DE LAS DOS PRIMAVERAS: 4 MESES VIVIENDO CHILE ✏️ Blogs de Chile
Del desierto a los hielos milenarios sin olvidarse de ese gran desconocido: uno mismoAutor: ChemaChile Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (2 Votos) Índice del Diario: EL AÑO DE LAS DOS PRIMAVERAS: 4 MESES VIVIENDO CHILE
01: ¡Nos vamos a Chile! ¿Te apuntas a la aventura? No te arrepentirás...
02: Pateando el centro de Santiago de Chile
03: Y tu, ¿pides o exiges? El barrio Bellavista y poetas, Maturana y Neruda
04: ¡Que Dios bendiga a Napoleón Bonaparte! Fiestas Patrias en septiembre.
05: Sincronicidad doble. La Magia está en Chile.
06: La pana del tonto: hacia el epicentro del gran terremoto. Visita a Concepción
07: Valle del Elqui, La Serena y Cochiguaz. Paleta de infinitos colores
08: De pingüinos y otros animales simpáticos. Reserva del pingüino de Humboldt
09: La tristeza vaga por Santiago. Perros abandonados en la capital.
10: Confieso que he vivido
11: Rumbo al Norte, rumbo al Sur. Torres del Paine y lago Grey.
12: El glaciar Perito Moreno en Argentina. Esculturas en el hielo
13: La Ciudad de los Césares. Navegando por el fiordo Última Esperanza
14: Elogio a la tristeza. Inteligencia emocional en el lago Esmeralda.
15: Expectativas, compromisos y pan amasado en Puerto Varas. Buscando el alerce.
16: Veo, veo ¿tu qué ves? Formas imposibles de la naturaleza chilena
17: Buscar trabajo en Chile, ¿decisión conservadora o aventurera?
18: Receta de filete de res magallánica, relleno de centolla en salsa de vino Merlot
19: ¿Cómo es el clima en Santiago? Observaciones, juicios y opiniones
20: Nacer o morir un 11 de septiembre. Recuerdo a Salvador Allende.
21: La última gota de lluvia de Quillagua. El lugar más seco del planeta.
22: San Pedro de Atacama. Un oasis en medio del desierto
23: El salar de Atacama y las lagunas altiplánicas
24: Geiseres del Tatio y Valle de la Luna. Poco tiempo para tanta belleza.
25: 5 cosas que no te puedes olvidar si vas a Chile en busca de una nueva vida
26: ¿Puede ser el miedo una elección? Chile y los terremotos
27: 7 hábitos de la gente feliz. Un camino en su búsqueda.
28: El sabor de los sueños. De Santiago a Mendoza.
29: El viaje de Darwin en Chile.
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Hace muchos días ya que la nieve adorna con abundancia las cumbres de la cordillera.
El invierno está instalado en el hemisferio sur. Los días empiezan a ser más largos y la contaminación se ha apoderado del valle donde se asienta la gran capital. ![]() Una de las conversaciones más corrientes es hablar sobre el clima. ¡Qué frio hace! ¡Es insoportable! Otra persona que está a su lado, comenta ¿Pero cómo puedes decir eso? Hace un día precioso, agradable y sentado al sol se está de maravilla. Pero, de verdad, ¿cómo es el clima de Santiago? ![]() Niños bañándose en una pileta en el parque Quinta Normal en octubre Una opción es daros datos, observaciones. Os paso el enlace a la Dirección Meteorológica de Chile (www.meteochile.gob.cl/reg05m.php) donde podéis encontrar mucha información. Cuando redacto estas letras, en Santiago son las cinco horas y cincuenta y siete minutos de la mañana del 13 de julio y la temperatura es de 3,1°C. A lo largo del día está previsto llegar hasta los 22°C con poco viento y el cielo estará despejado. Otra alternativa es daros mi opinión. Aunque se contradiga con el título de mi blog, yo llegué a Chile en invierno, pasé toda la primavera y regresé a España en el verano austral. A mi me resultó un clima muy agradable. A lo largo de esos meses, puedo deciros que durante el invierno es un clima templado, en el que no son muy habituales las temperaturas bajo cero por la noche y, si está despejado, se alcanzan temperaturas en el entorno de los veinte grados en las horas centrales del día. En el verano, las temperaturas extremas no suelen superar los 34°C (estarían sobre los 30°C) y refresca por la noche. Para alguien que haya vivido en Madrid, el clima es muy similar, aunque menos extremo y con menos lluvia. Otra cosa distinta es cómo se puede percibir allá. No hay muchas casas con calefacción central, y el frío en los hogares hay que combatirlo con estufas o con bombas de calor, por lo que la sensación de frío que sientes puede ser mayor. Uno de los problemas fundamentales de la comunicación humana es no distinguir entre hechos y opiniones. ¿Os habéis fijado la cantidad de personas que defienden sus opiniones como si fueran la única verdad, como si fueran hechos medibles, como si fueran la verdad? Los hechos están fundamentados en evidencias, en hechos medibles, constatables. “Ahora en Santiago estamos a cinco grados Celsius”. Con ellos construimos la realidad. Las opiniones, o los juicios que son lo mismo, son la proyección de cómo percibimos lo que nos sucede, como lo sentimos, como despierta nuestras emociones, si nos gusta o no y el valor que le damos. Ufff, ¡qué frio hace hoy en Santiago! “La mayor fuente de infelicidad del ser humano son los juicios que emitimos, tanto sobre nosotros, como sobre las cosas que nos rodean”. Creo que se puede entender mejor con un ejemplo: Carlos se levanta a las seis de la mañana para llegar a las ocho a su trabajo en el que pasa diez horas sirviendo mesas en un restaurante. Su amigo Juan siempre le dice que trabaja demasiado. Pero él es feliz, porque libra día y medio a la semana y recuerda con horror un periodo de su vida en la que vivió en China y trabajaba de sol a sol los siete días de la semana. Las mismas condiciones de un hecho, para una persona son una desgracia y para otras una oportunidad. Detente a repasar en un minuto cuáles son las cosas que te hacen sufrir. Qué cosas te causan miedo. ¿Son hechos? ¿Son juicios? La ventaja fundamental es que podemos cambiar la forma que tenemos de ver las cosas. Tenemos capacidad de actuar sobre nuestros juicios. Una situación que estés viviendo no es buena ni mala en sí misma. Depende de cómo la vivas. Y es muy importante como hablamos, con nosotros mismos o con los demás. Fijaos como presentan la previsión del tiempo en Santiago. La foto no es de hoy, aclaro. ![]() “Parcialmente despejado”, en vez de como se suele decir en España “parcialmente nuboso”. Una misma realidad, según se comunique, invita más al optimismo o al pesimismo. El hombre no puede decidir lo que le pasa, pero si puede decidir cómo vivir lo que le pasa, como ya introduje en un anterior comentario. El ser humano puede cambiar sus juicios sobre lo que le acontece. No digo que sea fácil, pero muchas veces no sabemos siquiera que tenemos esa posibilidad. En muchas circunstancias no se puede actuar sobre los hechos, pero si en cómo te afectan los hechos y lo que puedes hacer para que la realidad que vives, cambie. ![]() Cerros nevados el 29 de mayo. Foto de Patricia Pérez Alguien muerto de frio en su departamento sin calefacción de alguna comuna de Santiago, y que está maldiciendo el clima de Santiago, puede buscar otro con mejor orientación, abrigarse más en casa o decidir en que prefiere gastar sus recursos económicos, si en tener un móvil con conexión a internet o comprarse un par de estufas y tener una temperatura más agradable en su hogar, por decir algo. Pero la culpa no es del clima en Santiago. Pero ahí entramos en algo muy profundo. Si siempre que llego tarde al trabajo en Santiago digo, es que había un gran taco (atasco), para que llegue a mi hora tendrá que cambiar el tráfico en la ciudad, y eso no está en mi mano. Pero si digo, he llegado tarde porque no preví un lunes de lluvia en la ciudad, sólo tendré que despertarme un rato antes para llegar puntual a mis citas. Pero entonces, habré perdido la inocencia de mi victimismo, y descubriré que yo soy responsable de las cosas que me pasan y no podré echarle la culpa al tráfico. Tendré que asumir mi responsabilidad, y eso no es nada agradable. Por el contrario, seré consciente del precio que hay que pagar por ser un individuo libre y querer llevar las riendas de mi propia vida. Os deseo que tengáis un día espléndido. Podrá llover, que esté el cielo despejado todo el día o que el viento alcance los cincuenta kilómetros por hora, pero en vuestra mano está que sea agradable, cálido o un día magnífico para navegar a vela. Etapas 19 a 21, total 29
(Entrada que fue escrita el 11 de septiembre de 2012)
Hoy es el día de mi 49° cumpleaños y tengo sentimientos encontrados. Este día siempre ha sido una jornada alegre, en la que hablo con amigos con los que hace tiempo que no me comunico, con mi familia, y siempre te sorprende alguien con una llamada. Pero este año es distinto. El once de septiembre es una fecha muy señalada en el calendario. ![]() ![]() Ya cuando tanteé el asunto aquí en Santiago, me dijeron que lo de hacer celebraciones ese día, no iba a estar muy bien visto, cosa que entiendo. Hoy mismo en la comida conversábamos sobre el lugar donde se va a celebrar el partido de clasificación para el mundial de Brasil, que se juega hoy contra Colombia y se planteaba la mala suerte que el estado nacional traía a su selección. En ese lugar fue donde murió torturado Víctor Jara inseparable cantautor de varias generaciones de los que peinamos canas. Siguiendo el sabio consejo de una experta, he intentado buscar alguna efeméride que reivindique la fecha, y no hay ninguna noticia que permita alegrar el calendario. Me ahorro las referencias porque si llegamos al santoral, ya te puede dar un pasmo, Diodor, Didimio y Pafnucio!, si creedlo, existe, ¡Chiquito! Vente a Santiago, que sacas un chiste magistral, seguro. Visto lo que hay, ¿por qué no cambio la fecha de celebración de mi cumpleaños? ¿Qué importancia tiene buscar esas referencias? ¿Rutinas? ¿Ciclos anuales de renovación o putrefacción? No lo sé y me da igual. Yo que estaba tan contento de haber nacido a las once de un día once cuando faltan ciento once días para que termine el año… se acabó. A partir de ahora celebro mi cumpleaños cuando me dé la gana, y si nadie me felicita, aprovecho y llamo a los amigo con los que hace tiempo que no hablo, me hago un regalito, invito a mi chica y a mis chicos a comer fuera… Por cierto, ¿cuándo es tu cumpleaños? P.D. Felicita el santo a los Pafnucios que conozcas de mi parte (y dales el pésame por el mismo precio). ![]() Os mando un regalo el día de mi cumpleaños. La inolvidable voz de Víctor Jara. www.youtube.com/watch?v=LiHjDZIvkYg Etapas 19 a 21, total 29
Martina miraba a través del gran ventanal que le separaba del agua. El lago Esmeralda se advertía en todo su esplendor, y tras la intensa lluvia de las últimas horas, el volcán Picudo emergía entre las brumas mostrando su penacho de nieve, henchido de agua helada, que parecían llegar hasta su misma base. Tras los cristales, la suave pendiente de una pradera alfombrada del césped más tierno, corría a fundirse con el azul verdoso de las aguas del lago en una especie de imposible matrimonio, pero de una riqueza cromática sin igual.
![]() Lago Todos los Santos o Esmeralda ![]() Volcán Picudo Ella salió al jardín y una bocanada de aire húmedo y perfumado con la esencia de las innumerables plantas del jardín, inundó sus pulmones hasta el fondo, hasta ese lugar a donde sólo llega el aire cuando la tristeza es infinita. Amaba esta tierra con todo su corazón, con toda su alma y con toda su fuerza. No podría vivir sin ella y todas las mañanas, recién levantada, repetía la liturgia de pasear por la pradera dejándose empapar de agua y que ésta recorriera su cuerpo, llevándose los fantasmas de la noche, para regresar al interior de su hogar renacida, como una venus de agua dulce lista para vivir en tierra firme. Pero no siempre fue así. No era así en Quillagua. ![]() Quillagua es una pequeña aldea de unas docenas de habitantes, a medio camino entre Antofagasta e Iquique, al norte del desierto de Atacama. Su nombre, en lengua aymara es “agua de luna”. Ostenta el incierto privilegio de ser el lugar más seco del planeta según el National Geographic. Rodeada de cerros polvorientos, tenía la estampa de un pueblo en medio del planeta Marte si no fuera por el cauce del río Loa que trazaba una dorsal de vida entre tanta desolación. Estaba en el lugar más seco, del desierto más seco del planeta. Jamás llovía y sólo los más ancianos, recordaban la última lluvia, hace más de cuarenta años, que se dejó caer por allá. Pero hoy podía ser distinto. Corría el 28 de agosto de 1983 y la televisión había dicho que podría volver a llover, mientras no paraba de sacar a un dirigente negro americano que había pronunciado un discurso veinte años atrás en el que decía que tenía un sueño. ![]() “Y a mi qué más me da. Lluvia y sueños, qué emoción…”, pensó con asco Martina para sus adentros. Martina no era feliz. Cerca de cumplir los diez y ocho, la vida no era lo que había aprendido en el colegio de la mano de los grandes poetas chilenos. Su vida languidecía ayudando en las tareas domésticas a su madre, que a su vez cuidaba del padre, enfermo por trabajar media vida en la mina. Así había sido y así debía ser, le recordaba ella. Los hombres trabajaban la mina y las mujeres cuidaban de ellos después. A Martina sólo le quedaba encontrar un varón y repetir el ritual que había acompañado a su familia en las últimas generaciones. Pero ella sueña con una vida muy distinta. Una vida en la que fuera dueña de su destino, en la que pudiera decidir lo que quiere hacer, lo que quiere vivir y con quién quiere vivir. Pero, siente que está atrapada en un compromiso que no asumió, que la obliga y al que no puede renunciar. No pude liberarse de la tradición atávica que, como una maldición, le persigue. Así es y así debe ser. Y día tras día renuncia a su identidad. Quillagua era un oasis es medio del desierto (maps.google.es/ ...amp;tab=il) . Bendecido por el río Loa y las aguas subterráneas, durante siglos se había cultivado lo suficiente para dar de comer a toda la comunidad, a los animales de carga que trabajan en la mina, y además, poder sobrevivir con el comercio. Estaba en el camino del inca y cuenta la leyenda que hasta Pedro de Valdivia pasó por allí. ![]() Pero Chuquicamata, la mina, lo cambió todo. Con sus necesidades de agua dulce para la explotación industrial, el acuífero cada vez tenía menos agua, a más profundidad y más salina. Posiblemente, ya contaminada de forma irreversible. La aldea moría a la misma velocidad que el río. Martina también moría, aunque no lo supiera. ![]() De nada servía que Quillagua tuviera unos cráteres espectaculares testigos de una lluvia de meteoritos que pudo traer la vida a la tierra, ni que contara con una colección precolombina de cadáveres momificados de forma natural por la inmensa sequedad del aire. Nadie se paraba a conocer el oasis. Los jóvenes que podían se iban. Los mayores, simplemente morían. ![]() Momia en el museo de Quillagua ¡Ya llega! ¡Está aquí! Las voces se escuchaban por toda la aldea. A Martina le retumbaban en los oídos. Odiaba esas voces como odiaba el silencio. Odiaba todo. Odiaba. De pronto, una fragancia inundó su nariz, su boca, su garganta, todos sus pulmones. Era algo desconocido, pero contenía la esencia de los algarrobos que daban sombra a la aldea y que tantas veces había disfrutado desde que era niña. Pero no sólo de los algarrobos, sino de la hierba que crecía en el borde del río y que disfrutaba en soledad cuando terminaba su tarea. Y olía al mismísimo polvo que cubría todo a su alrededor y que por algún extraño motivo, hasta resultaba agradable su aroma. Salió al exterior y las sensaciones se multiplicaron. La temperatura había descendido varios grados y sintió la humedad sobre su cara. Ciertamente, era lluvia. ![]() Y se quedó inmóvil en mitad de la calle, dejando que las gotas de agua acariciaran su piel y suavemente, como el mejor amante, erizaran su vello allá por donde rozaban. El agua resbalaba sobre su cara y recogió con su lengua unas gotas. Para su sorpresa, el agua no sabía a nada, pero sabía a todo. No tenía ese sabor metálico que percibías cuando en la ducha tragabas un poco, ni el gusto pastoso cuando calmabas la sed con la que se conocía como potable. En ese momento, no escuchaba nada, sólo sentía. Como nunca en su vida. Como cuando soñaba con él y le venía ese placer que devoraba sus entrañas. Fue notando como la humedad desaparecía y el sol volvía a calentar. Cuando abrió los ojos, las placas de metal que cubrían algunos tejados, liberadas del polvo que las había acompañado hacía décadas, brillaban con más intensidad que el sol mismo, impidiéndole abrir los ojos por completo. Se veían lindas, majestuosas, como si con metal noble hubieran sido forjadas. Martina nunca supo cuanto tiempo duró. Pero sí, que ella nunca volvió a ser igual. Sabía lo que quería. Y no estaba en Quillagua. No sabía dónde, pero iba a ir a buscarlo. Entendió que nadie es dueño de tu destino. Que la vida la tienes que escribir con tu pluma, no con el lápiz de los demás. Que quería volver a sentirse viva, sintiendo, viviendo, quizás amando, pero lejos de allá. Porque Quillagua había desaparecido. De hecho a duras penas recordaba su existencia. Y tuvo una visión. Sólo quería salir a un jardín y dar una bocanada de aire húmedo, perfumado con la esencia de sus innumerables plantas, y que inundara sus pulmones hasta el fondo, hasta ese lugar a donde sólo llega el aire cuando la tristeza es infinita… Etapas 19 a 21, total 29
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