A eso de las 12 llegamos, por fin, a la estación de Hiroshima, después de deshacer el camino del día anterior de ferry y tren. En la estación lo primero que hicimos fue buscar una taquilla donde dejar la mochila mientras veíamos la ciudad. Fue fácil, y luego veríamos que todas las estaciones tienen táquillas fácilmente localizables y de tres tamaños; la pequeña era lo suficientemente grande para nuestra mochila, que era bastante voluminosa, y costaba ¥300 (la más grande eran ¥600 creo y era más bien para maletas).
Ya liberados de la mochila, el primer destino del día era, por supuesto, el Peace Park y el museo. Para llegar allí desde la estación cogimos un tranvía (¥150 por persona) hasta Genbaku-Domu, justo frente al A-Bomb Dome, el edificio que todos hemos visto miles de veces en fotos. Es uno de los pocos que quedó en pie tras la bomba, y eso que estaba muy cerquita del hipocentro (donde ahora hay un hospital, y si tenéis interés por verlo hay carteles indicando el camino). El impacto que causa ver el edificio tal y como quedó después de la bomba es algo que no os puedo contar aquí.
Desde ahí cruzamos el puente que te lleva al Peace Park, una zona donde hay varios puntos conmemorativos: el monumento de los niños, el cenotafio, la llama de la paz, el museo…
El Museo es parada obligatoria, aunque no es precisamente agradable. Vimos a varios japoneses emocionados, y eso que no es gente que suela mostrar mucho sus sentimientos. Hay videos, fotos, objetos… nos pareció muy interesante. Además, intenta ser imparcial, te cuenta toda la historia cruel y sangrienta de Japón desde mucho antes de la bomba (no nos engañemos, los japoneses siempre han sido algo bélicos, que les pregunten a sus vecinos chinos y coreanos si no, y quizás el hecho de que el verano pasado visitáramos Pearl Harbor nos hizo ver las cosas en Hiroshima desde otro ángulo). Cuando llegas a la parte de la exposición con historias y testimonios reales la verdad es que es conmovedor.
Al salir del museo teníamos ya un hambre de morirnos, así que nos fuimos andando hacia la zona de “arcades” cubiertos buscando un sitio para comer. Llegamos hasta el final de la calle comercial, al Okonomi-mura o barrio del Okonomiyaki, donde nos metimos el primero del viaje. El okonomiyaki es un plato muy típico japonés, casi considerado como el “fast food” japonés, que consiste en una mezcla de harina, agua, huevo, verduras (normalmente col) y los ingredientes que uno elija (carne, pescado, pulpo…), y que se hace en una plancha en forma de tortilla o tortita, y luego se decora con una salsa especial, mayonesa, escamas de atún y alga nori. A veces lo puedes hacer tú mismo, según el restaurante. El caso es que hay distintas modalidades según la zona, y el okonomiyaki de Hiroshima incluye fideos soba así que es más gordito que los demás, y los ingredientes no se mezclan sino que se ponen por capas. Total, que nos metimos dos señores okonomiyaki de queso que estaban de muerte por ¥1950. Al terminar de comer pasamos por la puerta del Starbucks y no pudimos evitar la tentación… el matcha (té verde) latte que hacen me pierde!! Eso sí, barato no es (unos ¥400-500 el café/té según el tamaño…), pero la verdad es que las cafeterías en general no son baratas en Japón.
La última parada del día en Hiroshima era el castillo, de camino a la estación de tren. Es un paseo, pero hacía bueno y no nos importaba. Obviamente, el castillo fue destruido durante la guerra y lo que hay es una reconstrucción, pero está tan bien hecha que merece la pena acercarse. Además, está situado en un parque con santuario shinto incluido, y puedes acercarte hasta la misma puerta del castillo gratis, y pagar sólo para ver la exhibición que hay dentro (nosotros no entramos). El santuario, Gonkoku Shrine, tenía un montón de carpas en la entrada, pero no estoy segura de si celebraban algo o siempre está así. Y por si alguna vez os habéis preguntado cómo rastrillan los jardines de piedras, aquí un ejemplo:
Durante casi todo el viaje tuvimos la suerte de ir en dirección norte, con lo cual fuimos pillando el sakura en casi todos los sitios que visitamos. El castillo de Hiroshima no podía ser menos:
Con eso dábamos por terminado el día en Hiroshima. De camino a la estación para coger nuestro shinkansen a Kyoto pasamos por la puerta del jardín Shukkeien, al que no teníamos pensado entrar porque luego iríamos al Kenrokuen en Kanazawa. Pero se me ocurrió consultar el librillo de horarios de trenes que nos habían dado al sacar el JRP (qué maravilla…) y vimos que nos iba a tocar esperar una horita en la estación, así que cambio de planes y para dentro! (¥250 cada uno). Todo un acierto, porque luego en Kanazawa no tuvimos tan buena suerte con el tiempo, y aunque este de Hiroshima era mucho más pequeño y humilde, nos gustó mucho. Tiene un lago centrar con varios puentes, y muuuuchos cerezos!
Ahora ya sí, con muy buena sensación de nuestro día en Hiroshima nos despedimos de la ciudad y nos fuimos a la estación con la mente puesta ya en nuestro sigiuente destino: Kyoto!