El viaje acababa de empezar y lo había hecho a lo grande y poco sabíamos acerca de que este nuevo día iba a traer una pequeña palicilla más que sin ser comparable a la de Zion, ya era la segunda seguida.
Bien, amanecimos en aquel motel de carretera y ya con la luz del día vimos dónde habíamos caído la noche anterior. Aquí podéis ver una foto del motel, que lo cierto es que es perfectamente aconsejable puesto que pagamos 54$ la habitación y estaba muy limpio y silencioso, muy cera de Zion y a camino de Bryce, que sería nuestro destino de hoy.

Entonces emprendimos camino a Bryce Canyon N.P., otro de los grandes parques al sur del estado de Utah. La grandeza del parque está en que tiene unas formaciones rocosas con diferentes aspectos y colores, predominando el rojo, y componen formas curiosas como un puente natural, un martillo o lo que llaman “chimeneas de hadas” (en inglés, hoodos) que lo hacen único en el mundo. Mucha gente acude a ver los atardeceres o amaneceres y por supuesto hay quien repite y observa ambos, porque según dicen, no se parecen nada el uno al otro y los dos son especiales.
De camino hicimos una nueva parada técnica en una cafetería típica americana donde no faltaban los moteros de viaje, el aire acondicionado al máximo, la camarera sirviendo sus jarras de café y por supuesto, nuestro potente American breakfast, basado esta vez en tortilla o huevo, patatas, bacon o embutido, vaso de zumo y jarrón de café con sus mini-porciones de leche y sus infinitos sobres de azúcar para endulzarlo.
Habiendo repuesto fuerzas, ya nos dirigimos directos al parque pero por el camino vimos muchas granjas y paisaje que cada vez más iba pareciéndose al de las pelis del Western… en una de esas granjas pudimos ver hasta bisontes.
Llegando ya al parque y según sabíamos, debes atravesar parte del Dixie National Forest y el Red Canyon, que, tal y como veis en la foto, es alucinante. La roca se vuelve roja y parece que estás en mitad de cualquier decorado de cine o de un parque temático, sólo que esta vez no tienes cartón piedra precisamente. Pudimos recorrer varias millas por el Red Canyon en coche y sirvió de aperitivo para lo que nos esperaba.

Y por fin, tras otro rato más en coche llegamos al cartel de bienvenida al parque, que pertenece al National Park Service y por lo tanto, es válido el pase anual que pillamos el día anterior en Zion.

Este parque, a diferencia de Zion, sí permite la entrada de vehículos personales por todo su recorrido, y la visita se hace desde la parte superior del cañón, por lo que deben hacerse paradas en los miradores que se quiera y contemplar el paisaje. La recomendación que nos dieron y que seguimos fue la de ir con el coche hasta el mirador más lejano, donde haríamos la primera parada y luego ir volviendo a la entrada parando en los miradores que quisiéramos, aunque al final vimos todos. De esta forma, y ya que los miradores pillan todos a la izquierda, es más cómodo para evitar más vueltas.
El paisaje se repite en muchos de los miradores, pero en cada uno puedes observar formas y colores raros de la roca, que varían drásticamente con la luz del día. Algunas fotos las podéis ver aquí:



Una de las formaciones más famosas es el Natural Bridge, que lo veis abajo. De hecho, no es la más famosa del estado, ya que hay muchas más en el parque de Arches, que ya sabéis es el que promociona la matrícula de Utah.

La vista más conocida de este parque se consigue desde el mirador de Bryce Point (qué casualidad) y es exactamente esta:


Cuando llegamos al último punto de nuestra visita (Sunset Point) y viendo que aún quedaba día por delante, no pudimos resistirnos a la tentación de bajar por un ‘trail’ (ruta) como los del día anterior, y escogimos uno llamado Navajo Loop (2h). Descartando bajar en caballo o mula, y con nuestras rodillas listas para una nueva prueba, nos vimos descendiendo por un camino bastante empinado de bajada.

Según bajábamos, vimos otra de las grandes atracciones del parque: el Martillo de Thor, que es ciertamente curioso, como podéis ver.

Pero no era la única de las sorpresas en nuestra ruta, sino que según bajábamos, nos íbamos adentrando en un cañón muy estrecho, en el que con la falta de luz, se volvía de un color rojo intenso.



La subida fue algo durilla, pero según llegamos arriba, dimos gracias de habernos decidido a bajar, o nos hubiéramos perdido la mitad del parque, así que, en caso de que vayáis, por favor, no dejéis de hacer una bajada a un cañón, y si podéis, justamente la que hicimos nosotros: Navajo Loop, muy recomendable.
Ya algo cansados y con muchas millas por delante para hacer en el día, nos subimos al Sonata y salimos del parque. Justo a la salida muy cerca hay un pequeño poblado ambientado en el Oeste, pero más comercial y preparado al turismo que nada, así que, sólo si no conseguís ver otro ‘más logrado’, podéis deteneros un poco a verlo. Se llama Old Bryce Town.

Esa noche debíamos llegar a Page (Arizona), donde teníamos la reserva de habitación en el Quality Holiday Inn at Lake Powell y desde Bryce aún teníamos algo más de dos horas en coche, así que sólo decidimos hacer una parada para cenar, y acabamos en una ciudad a medio camino llamada Kanab. Dimos con un restaurante de costillas con 800 salsas y lo gracioso fue que al pedir Pablo una cerveza, le pidieron el carnet de identidad y lo apuntaron en alguna especie de ‘lista negra’… jajaja… cosas del estado mormón de Utah!
Llegamos ya de noche a Page, que está al lado del Lago Powell, pero no vimos un pimiento (menos mal que nuestro amigo Garmin nos salió a la ayuda de nuevo), y el caso fue que fuimos a dar en la recepción del hotel con nuestra primera india navaja. Inocentemente nos pareció muy agradable, idea que cambió radicalmente al día siguiente cuando nos viéramos asediados por indios navajos en todas sus clases y comprobáramos que el verbo ‘ser navajeados’ (económicamente hablando) iba a cobrar todo el sentido del mundo.