Miércoles 16 Noviembre 2011
A pesar de no tener ventana en nuestro camarote, uno de los canales de la televisión estaba conectado a una webcam situada en la proa del barco, y nada más despertarnos lo pusimos para ver si ya se veía tierra y nuestra sorpresa fue que ya estábamos casi llegando. Por lo menos en esta ocasión el desembarco iba a ser mucho más fluido y rápido que el caos vivido el día anterior.
Primer vistazo desde el barco
Lo único que nos preocupaba era que había llovido un poco, y el cielo estaba bastante negro, aunque la temperatura era estupenda.
Bajamos los cuatro del barco y caminamos unos 200 metros hasta pasar una especie de control policial, donde un hombre muy serio me dijo que allí no se podía fumar. Yo, puse cara de no haber roto un plato en mi vida, apagué el cigarro y continué el camino.
Estábamos en una calle larga. A nuestra izquierda había un montón de puestos de recuerdos para guiris, y a nuestra derecha estaban aparcadas todas las camionetas esperando a turistas para llevárselos a dar un paseo por la isla. Nosotros tardamos un rato en subirnos, porque primero queríamos alejarnos un poco de la zona más “turística”, pero al final acabamos sucumbiendo. Nos salió por 15 dólares por cabeza, y era un paseo de dos horas por la isla con un par de paradas para hacer fotos y media horita para tirarnos en la playa.
El tiempo de sol no le pareció suficiente a nadie (bueno, para mí era más que suficiente jejejejeje), pero no había muchas alternativas. Prácticamente todos los que estaban allí ofrecían lo mismo.
Nuestro medio de transporte
Parada con vistas
El puerto con nuestro barquito de fondo
El viaje estuvo entretenido aunque algo ajetreado, pero lo que me llamó la atención fue el intenso olor a marihuana que había por allí. En un principio pensé que era el conductor que iba fumándose algo raro, pero por más que miraba no conseguí ver nada. A lo mejor era yo, pero fue algo curioso.
El guía nos fue explicando durante todo el recorrido curiosidades de la zona y contestando a todas nuestras preguntas.
La playa que visitamos hace honor a las playas del caribe, aunque apenas tuvimos tiempo de darnos un rápido chapuzón, un par de fotos y Manu y yo probamos la cerveza local (Carib), aunque no nos gustó demasiado. Por lo menos tenían wifi gratis, así que aproveché para subir nuestra primera foto a internet.
Lo bueno, si breve...
Yo llegué roto al barco, así que mientras el resto se iba de jacuzzi y más sol, yo preferí echarme una reparadora siesta para coger algo de energías para la tarde.
Ellos conocieron a dos parejas mayores de Bilbao que debían de ser los únicos españoles en el barco junto a nosotros, y a las 19:30 fuimos al teatro a ver que había esa tarde.
Vino una tal Jeri Sager, que actuaba en el musical de Cats de Broadway, y básicamente fue todo de música. Después del malabarista y el mago, ese número quedó bastante por debajo de nuestras expectativas, pero no todo podía ser de nuestro gusto.
Para esa noche, probamos el último restaurante que teníamos incluido en nuestro paquete, el Aqua, que tenía básicamente el mismo menú que el Venetian, pero con los platos cambiados de nombre. Lo que en un lado eran tortillas de queso y champiñones o sopa de cebolla francesa, en el otro eran quesadillas de champiñones o sopa de cebolla clásica. El servicio era algo más informal en este restaurante, pero la decoración era chula.
Esa noche en la discoteca se nos ocurrió pedir una Fosters, y cuando llegaron con ese pedazo de barril con forma de lata, casi nos da algo. Cuando acabamos con aquello, nos fuimos todos directos a la camita.
Tan agustito que nos quedamos