Sábado 19 Noviembre 2011
Visita a la tierra de Rihanna.
El día no había amanecido especialmente soleado, pero la temperatura era agradable y nuestros ánimos estaban en todo lo alto.
Para llegar a la terminal del puerto, cogimos un autobús gratuito de NCL. No es que estuviera demasiado lejos, pero era de agradecer no tener que darnos ese paseo.
Por las tiendas del puerto se empezaba a respirar ambiente navideño e incluso había un árbol con todos sus adornos y era una sensación curiosa con todo aquel calor. Cogimos algunos mapas en el mostrador de información y preguntamos por algún sitio chulo donde ir. Podíamos acercarnos al centro, o bien ir directamente a la playa, y esta segunda opción enseguida ganó fuerza. Nada más salir de la terminal, había una parada de taxis y en unos minutos estábamos en la arena.

Continuaba algo nublado y, cuando estábamos dándonos un baño comenzó a chispear. No llovía con demasiada intensidad, pero tuvimos que salir a poner las cosas a cubierto bajo un puesto de socorrista.
Tras unos minutos y, en vistas de que aquello no tenía mucha pinta de parar, caminamos hasta un pequeño chiringuito que había en la entrada de la playa e hicimos un pequeño descanso para tomarnos una cervecita.


Encima de la barra había una especie de pez globo con una cerveza en la boca que nos hizo mucha gracia y le echamos un par de fotos. Cuando nosotros llegamos allí apenas había gente, pero como la lluvia no paraba, poco a poco aquello se fue llenando.

Estuvimos allí sentados cerca de una hora hasta que por fin dejó de caer agua y regresamos a la playa.

Yo me fui a dar un paseo por la arena para hacer alguna foto mientras los demás se quedaban en la toalla y así, poco a poco, se fue consumiendo el día en nuestro penúltimo destino.






Habíamos quedado con el taxista de la ida a las 16:30 para que nos llevase de vuelta al barco, pero al final decidimos marcharnos un poco antes de lo previsto. Como casi en cada destino, aquello estaba lleno de taxistas buscando a gente para volver al puerto, y uno de ellos prácticamente nos llevó de la mano hasta su coche.
Esa fue la noche que elegimos Asun y yo para ir a cenar al restaurante francés al que nos habían invitado por ser nuestra luna de miel.
A pesar de no tener mucha hambre (ya era costumbre comer más por inercia que por otra cosa), la comida estuvo de maravilla, y el servicio fue excelente. Nos tomamos unos mejillones, solomillo para mí y pato para Asun. Con el postre ya no pudimos, así se ofrecieron a dejárnolo en el camarote.
Esa noche vimos un espectáculo de Second City, un grupo teatral de Chicago especializados en la improvisación que se lo curraron mucho. La gente del público iba diciendo palabras, y tenían que montar una escena con ellas. Además, para mayor dificultad, tenían que ser divertidas, y no fallaron.