Nos levantamos temprano. Tras el desayuno mini buffet nos dirigimos en nuestro autocar con avispas al centro de la ciudad, para hacer la visita panorámica. Fundamentalmente íbamos a ver iglesias y más iglesias, católicas la mayoría y alguna que otra también ortodoxa, y a pasear por el casco histórico de aire renacentista y barroco fundamentalmente. Lo primero que vimos fue la Catedral de St. Stanislaus y St. Vladislav, el principal lugar de culto para los católicos en Lituania. El aspecto actual de la catedral es del siglo XVIII y tuvo que se reconstruida varias veces debido a todas las guerras que tuvo que soportar. Decir que me impresionó más el exterior que el interior, quizás por el uso que debió tener la iglesia en los últimos tiempos de su historia. Junto a la catedral había un campanario de planta circular del siglo XIX, que no pude fotografiar al estar llena de andamios. Una pena porque el conjunto era curioso.
De ahí nos dirigimos a la Colina de las Tres Cruces, donde se erigieron varias cruces en honor a unos monjes que fueron asesinados en el siglo XIV. El emplazamiento actual de las cruces sustituyó al que los soviéticos eliminaron. Lo mejor del lugar sin duda alguna las vistas panorámicas de la ciudad. Cerca de la colina se podía observar el casco histórico, rodeado de vegetación (En Lituania el 50 % del territorio al menos son bosques) y al fondo la torre de comunicaciones y los típicos edificios comunistas de los suburbios.
Después de contemplar la panorámica continuamos con nuestro periplo religioso por la ciudad. Nuestro siguiente destino era la Iglesia de San Pedro y San Pablo, del siglo XVII. Lo más destacado de la iglesia era el interior, con los cientos de figuras realizadas en estuco. Según la leyenda antes de esta iglesia hubo un templo pagano, y es que Lituania fue el último país de Europa en convertirse del paganismo al cristianismo. A continuación nos fuimos a visitar la Iglesia de St. Francis y St. Bernardino, iglesia por lo visto construida por motivos no sólo sacerdotales sino también de defensa. Durante la época soviética también se convirtió en mero almacén o bodega; la Iglesia de St. Anne, de arquitectura gótica, y que según la leyenda Napoleón la consideró tan bella que se la quería llevar tal cual a París en la palma de la mano, aunque más bien parece que la utilizó para alojar a las tropas de la caballería.
Continuando el itinerario entramos al recinto antiguo por una de las puertas de la ciudad del siglo XVI, famosa en todo el mundo por tener en la capilla una pintura de la Virgen María llamada “Vilnius Madonna”. Estábamos ya recorriendo las calles de aire barroco. Vimos el Orthodox Church of the Holly Spirit, iglesia ortodoxa de estilo rococó, que me gustó bastante, por tratarse de la primera iglesia de esta religión que veía. Destacaba especialmente el iconostasio, las imágenes de santos con las lámparas de incienso. Tenía un aire diferente a lo que había visto hasta el momento. Tras hacer un paréntesis en una pastelería para tomar un cafecito y un rico pastel nos dirigimos a ver la Universidad de la ciudad, fundada por la orden Jesuita que se estableció en la ciudad para luchar contra la Reforma. La Universidad estaba formada por un conjunto de edificios de diferentes estilos (gótico, renacentista, barroco, etc...) en torno a varios patios interiores. Nos centramos en el Gran Patio, donde lo que destacaba era la Iglesia de San Juan Bautista y San Juan Evangelista y su campanario, uno de los edificios más altos de la ciudad antigua. Esta iglesia ha acogido representaciones teatrales y recepciones de reyes. Además, tuvo el placer de ser utilizada como almacén durante la época soviética (como todas las iglesias). Paseamos por las calles Pilies (Calle del Castillo) y Didzioji, de las más antiguas de la ciudad, que igualmente están repletas de cafés, boutiques, tiendas de souvenirs, etc...
Finalizada la visita buscamos un supermercado para comprar unas cosillas para comer y nos fuimos a un parque cercano a la catedral. Por supuesto no estábamos solos, ya que fue sentarse y sacar la comida y aparecer más avispas y/o abejas a darnos el rato. Paramos a tomarnos un cafecillo y después nos fuimos a pasear por otra calle a orillas del río Neris, el río que atraviesa la ciudad. Tras dejar al resto del grupo me fui a ver el Bastión de Vilnius, fortificación renacentista compuesto por un torreón emplazado en la muralla de la ciudad. De allí me fui a la Torre de Gediminas (monarca del siglo XIII bajo el cual el Gran Ducado de Lituania alcanzó su máximo esplendor) del antiguo castillo, con una exposición del proceso de reconstrucción que sufrió. Lo más interesante de la torre no obstante eran las vistas panorámicas que ofrecía desde arriba, con un primer plano del río Neris y del casco histórico, si bien me costó sudores y lágrimas llegar hasta arriba, ya que con las escaleras estrechas en espiral y la considerable caída que había por el interior, el continuo ir y venir de gente, y el vértigo que tengo, no lo pasé precisamente bien, pero bueno, todo sea por ver el paisaje. Por último quise visitar de nuevo el conjunto de las iglesias de St Anne y St Francis, pues fue de lo que más me gustó del día. Menudo recorrido por las iglesias. Creo que no quedó una que no viéramos.
A eso de las 8 nos reunimos todos de nuevo y nos fuimos a cenar por la calle Pilies a una taberna típica así muy rústica, con sus mesas, toneles y carros de madera, etc... Estuvimos sentados en el patio degustando los productos típicos (sopas, carnes, etc...) a muy buen precio. Cuando ya nos echaron a eso de las 10 nos fuimos a pasear por el río Neris y a coger el autobús que nos llevara hasta el hotel. Al día siguiente teníamos que madrugar porque empezábamos el circuito.