Cambio de gentes: nuestros checos sólo habían contratado 3 días en Mara y hoy se vuelven para Nairobi con Opain. Así que ayer tuvimos que asegurarnos de que todo iba a quedar organizado. Aunque al principio parecía que no, finalmente todo prosiguió con normalidad africana. Como cuando no tienes ni idea pero sale bien porque los dioses lo han querido y te atribuyes los méritos.
Montamos en otra furgoneta que ya nos llevará hasta el final del safari. Vamos con Julius (alias el nuevo conductor), un par de francesas y una pareja nipona. Hoy también es día completo. Sin embargo, las sensaciones son opuestas. Llegamos al río de nuevo, pero tras ver la décima parte de animales que ayer y sólo un par de gatitos tumbados. No sabemos si atribuirlo al conductor o a la mala suerte, sin más.
Cuando nos disponemos a comer el picnic, vemos que un grupazo de ñus se empieza a mover hacia el río bastante decididos. Ummm, puede ser que vayamos a tener esa suerte? Julius dice que es posible, que el grupo va rápido, que va acompañado de cebras (parece que son ellas las que tienen que dar el primer paso para que los ñus les sigan a lo loco)... y que montemos echando leches a la furgo, que ya comemos dentro si eso. Montamos de nuevo y les seguimos. Nos escondemos tras unos arbustos mientras vemos que el grupo está casi tocando el agua. FLIPAMOS! Pero no se acaban de decidir, hacen el Ricki Martin (“un pasito palante María, un pasito patrás”), y finalmente el grupo se retira y se vuelve a pastar un rato más. Mala suerte compañero!!! Le decimos a Julius que esperemos un rato, horas incluso, pero que si nos quedamos seguro que les vemos cruzar. Dice que nasti de plasti, que han entrado en modo panic y que ya hoy no cruzan. Plofff.
La vuelta no es mucho mejor: caminos con poca animalada y pistas principales. Sólo se salva porque nos cruzamos con un ranger que nos informa de una pareja de guepardos a la sombra. Encima no salimos de la reserva por la puerta principal (por algún oscuro motivo que desconocemos), así que damos un rodeo de cojones por pistas africanas.
Para terminar el día pretendemos dar una vuelta por los alrededores del campamento, pero el masai de turno nos dice que es peligroso, que no vayamos, que no podemos hacer fotos... ¿? Nos resistimos a convertirnos en prisioneros del lujo turístico y salimos en dirección al poblado (pero sin entrar, que si no hay que apoquinar). De vuelta, vemos que el propio masai salía a buscarnos porque estaba preocupado… Alucino en colores!
Ale, hasta mañana!







