El despertador sonó demasiado pronto pero no había tiempo que perder. Íbamos a descubrir un nuevo país. Hicimos el check-out, recogimos en recepción el desayuno para llevar que había encargado el día anterior, y fuimos a la puerta de la agencia. El chico seguía dormido en el mostrador.
Lo bueno de levantarte a esas horas es que ves cosas como esta.

Esperamos un buen rato a que pasara la furgoneta y finalmente nos recogió cargada de otros turistas. Afortunadamente aún no había tráfico y llegamos al aeropuerto a la hora estimada. Facturamos el equipaje e hicimos tiempo comiéndonos los deliciosos sandwiches del hotel hasta las 10:10. En una hora, aterrizamos en el minúsuclo aeropuerto de Siem Reap, todo desierto y paseando por la pista.
Hicimos poca cola para obtener el visado. Se puede tramitar desde España por 5$ más, pero entre unas cosas y otras no lo hicimos, así que llevábamos preparados los dólares y una foto de carnet. Por 30$, en pocos minutos lo teníamos en nuestras manos. Recogimos las maletas y fuimos en busca de Bunrat Chan, que nos esperaba en el hall con un cartel de mi nombre.
Conseguí los datos de Bunrat en las sugerencias de conductores de tuk tuk en Camboya de Los Viajeros. Contacté con varios conductores antes, pero me costaba bastante que se ajustaran al itinerario de templos que ya llevaba diseñado con ayuda del forero Joamra, al que desde aquí mando miles de agradecimientos. Todos los conductores me ponían trabas e intentaban imponerme su itinerario hasta que di con Bunrat, que fue todo amabilidad y flexibilidad desde el primer momento. Respuestas rápidas y comunicación muy fluida por mail y Whatsapp y en no más de un mail cerramos el trato por 80$. Fue tal su predisposición que ni siquiera regateé y no me equivoqué. La magnífica impresión que nos llevamos de Camboya fue en gran parte gracias a Bunrat.
Montamos en nuestro tuk tuk y nos dirigimos al hotel, que por cierto, incluía traslado gratuito que declinamos por contar ya con Bunrat. El impacto nada más salir del aeropuerto fue brutal. Habíamos pasado de un entorno urbanizado a uno completamente rural. Palmeras, campos verdes e infinitos arrozales era todo lo que veían nuestros ojos. Ni un solo edificio. Para nosotros, este paisaje era completamente nuevo y nos fascinó desde el minuto uno.

Bunrat se paró un momento en la carretera para comprar un impermeable en un puesto. Amenazaba lluvia. Nosotros mientras seguíamos disfrutando del paisaje y del ir y venir de los colegiales en bici.
Dejamos el equipaje en el hotel y justo cuando llegamos se desató el diluvio universal. El monzón en estado puro ¡Qué manera de caer! Temimos por nuestra excursión, que además este día comprendía un trayecto de 60 km, y consultamos con Bunrat. Él estaba de lo más despreocupado, bajo las lonas del tuk tuk y nos dijo que todo estaba OK y que en el norte no llovía. Con cierto escepticismo subimos al vehículo y vimos como para los camboyanos aquello era el pan de cada día. A pesar del aguacero, iban descalzos y seguían su vida con total normalidad.
Salimos de la ciudad en dirección Beng Mealea, circulando por pistas de tierra. Nos estaba dando muchísimo apuro por Bunrat, pero él, descalzo y cubierto con su impermeable insistía en que estaba bien.
El trayecto hasta Beng Mealea fue puro deleite. Muchos insistieron en que me centrara en los templos de Angkor teniendo en cuenta el poco tiempo que tenía. Hoy puedo asegurar que no pudimos tomar mejor decisión no sólo por el templo, que nos pareció impresionante, sino porque por el camino pudimos ver la verdadera vida cotidiana de los camboyanos: poblados de casas de madera con gente humilde que se asomaba a nuestro paso, niños felices jugando a tirarse en plancha a los charcos que había dejado la tormenta, infinitos campos de arroz… Eso para mí es impagable además de suponer quizá el mayor choque cultural que haya experimentado hasta hoy.

Al filo de las 3 de la tarde paramos a comer en Beng Mealea Kitchen. Le dijimos a Bunrat que comiera con nosotros pero declinó amablemente la oferta. Éramos los únicos en el restaurante y pedimos agua, unos noodles de pollo al estilo khmer y Amok, el plato tradicional de Camboya y que yo estaba deseando probar.

No me defraudó en absoluto. Se trata de una especie de curry suave, con mucha leche de coco, acompañado de verduras. Delicioso, de verdad.
Pagamos la cuenta de 17.50$ y seguimos unos minutos más hasta la entrada de Beng Mealea. Pagamos 5$ cada uno (recordad que esta entrada no entra dentro de la que se obtiene para los templos de Angkor) y recorrimos el camino de acceso presidido por dos serpientes o “nagas”.

Hacía bastante rato que ya no llovía y pudimos disfrutar más así de la visita. Dede el inicio, nos acompañó un local que en pocas palabras en inglés nos iba guiando y explicando las partes del templo. Le dejamos hacer.

Beng Mealea es un lugar con un encanto especial. El templo está derruído pero precisamente es ahí donde reside su encanto. Para nosotros era una maravillosa locura estar en medio de la selva en un templo antiquísimo engullido por la naturaleza.
Había leído que bajo las piedras había serpientes y yo tengo autentica fobia, por lo que le iba diciendo al guía antes de pasar que comprobara si había alguna. Por suerte, no hubo sustos durante todo el recorrido.
Cuando dimos media vuelta al templo, el guía nos dejó. Le dimos una propina de 5$ y continuamos explorando los alrededores con calma por nuestra cuenta hasta que comenzó de nuevo una ligera lluvia.

Nos llevamos una magnífica sensación de este templo. La magia que desprendía no la sentimos en ningún otro y eso, creedme, es mucho decir. Sentir aquella soledad, aquel silencio sólo interrumpido por el sonido de la lluvia y el repentino zumbido de las cigarras es una sensación digna de ser experimentada.
Nos rencontramos con Bunrat y en el camino de vuelta paró un segundo a mirar algo de la moto. En ese momento nos miraban varios niños desde una casa de madera y le preguntamos a Bunrat si estaría bien que les diéramos unos caramelos. Nos dijo que sin problema, avisó a la madre y animó a los niños a que se acercaran. Les dimos unos chupa chups que mi novio había comprado en España y al más rezagado le tocó un pompero. Parecía no saber qué era eso, así que le mostré cómo se hacían las pompas… el niño abrió los ojos como platos al tiempo que entonaba un ¡GUAUU! Creo que nosotros estábamos mucho más emocionados que él.
Seguimos el camino y cuando vimos otro grupo de niños jugando al lado de otras casas le pedimos a Bunrat que parara. Cuando vieron que llevábamos chupa chups salieron en tromba a por nosotros y agotamos todas las existencias. A la última niña también le tocó un pompero así que directamente fui a enseñarles cómo funcionaba aquello. Gritos y saltos de alegría, caras llenas de felicidad… de ellos y de nosotros.
Se me pone la carne de gallina al recordarlo. Qué gran cura de humildad y qué gran enseñanza para nosotros. Aquellos niños nos mostraron aquello que todos parecemos saber pero que no tenemos tan presente como debiéramos: La felicidad reside en las pequeñas cosas. Lo que para nosotros no es nada, para otros puede ser todo un mundo.
Antes de llegar a Siem Reap, Bunrat nos llevó por iniciativa propia a Preah Koh, un pequeño templo gratuito que recorrimos en solitario y que nos sirvió para ir abriendo boca para todo lo que nos esperaba al día siguiente.

Ya de noche, le pedimos a Bunrat que nos dejara en Pub Street. Recorrimos el mercado local y también el nocturno comprando algunos souvenirs entre los que destacaba la camiseta de la Selección Camboyana de Futbol, con un diseño precioso. Muchas veces pagábamos en dólares y nos devolvían el cambio en rieles camboyanos, es algo común.

Pasamos por la siempre animada Pub Street y cenamos en Khmer Kitchen. Pedimos un curry de pollo y unos dumplings, ambos al estilo khmer.

Los dumplings no nos hicieron mucha gracia, demasiada masa para nuestro gusto. Pagamos 10.50$ por la cena y fuimos en busca de la versión camboyana de los pancakes. Aquí se elaboraban de la misma forma que en Tailandia pero los presentaban enrollados. Dos nos costaron 2$.
Compramos desayuno en un 24h para el día siguiente por 3,20$ y nos retiramos a descansar en un tuk tuk que nos dejó en el hotel por 2$. Teníamos un día larguísimo por delante y no veíamos la hora de seguir descubriendo Camboya. El primer día en estas tierras había sido de 10.
GASTOS DEL DÍA PARA 2 PERSONAS
Visado para Camboya: 60 $
Comida: 17,50$
Entradas a Beng Mealea: 10$ (+ 5 $ propina al guía)
Cena: 10,50$
Postre: 2$
Desayuno para el día siguiente: 3,20$
Tuk Tuk: 2$
TOTAL: 105,20 $
(Souvenirs aparte)