Esperábamos aquel día con muchas ganas, pero nunca pudimos imaginar que las sensaciones fueran a ser tan indescriptibles. Teníamos reserva para ir a Woody Elephant Training, una reserva donde los elefantes viven en semi libertad y donde es el visitante quien se pone al servicio del animal. Contacté con ellos por mail meses atrás para reservar un curso de un día en la fecha seleccionada y me confirmaron con un informal “OK. Confirmed”. Cuando les pregunté si era necesario algo más o había algún número de confirmación, me dijeron que todo estaba correcto y que nos recogerían en el hotel la fecha indicada. Semanas antes, volví a escribirles para preguntarles la posibilidad de realizar el curso de medio día, algo que no ofrecen en la web pero que había visto a algunos hacer y que me interesó para poder aprovechar más el día con alguna otra actividad.
No me contestaron hasta días antes, informándome del precio y de que las actividades eran las mismas pero más reducidas… les pedí entonces el cambio a un curso de medio día y no se volvió a saber. Aparecieron en el hotel a las 8:30, la hora prevista para las excursiones de día completo y una más tarde que para las de medio, pero ya me temía que iba a pasar eso así que le enseñé una captura del mail en el que les había solicitado la modificación 3 días antes (y no fue aún antes porque ellos habían tardado más en darme la información). Afortunadamente asumieron su error y la capacidad de reacción fue buena y a los pocos minutos, un chofer vino a buscarnos en coche privado para llevarnos a la granja a toda velocidad.
No obstante, resulta que este error fue lo mejor que nos pudo pasar. El resto del grupo ya había comenzado y nosotros pudimos hacer toda la actividad SOLOS, con nuestro elefante y dos guías muy amables para nosotros. Una gozada.

Llegamos al recinto, nos dieron ropa para cambiarnos y nos presentaron a Mae, nuestra nueva amiga. ¡Qué impresión tener a aquel enorme animal delante! Comenzamos a acariciar su dura y gruesa piel, fuimos dándole de comer cañas y nos enseñaron palabras básicas para interactuar con él.
Llegó la hora del paseo. El elefante dobló su pierna a modo de escalera y nosotros fuimos escalando temerosos por si le hacíamos daño. El guía inisistía en que no nos preocupáramos, tenía la piel muy gruesa. Y arriba.
Es una absoluta gozada ir subida directamente sobre su espalda, sentir sus movimientos lentos y sus pasos firmes. Una sensación indescriptible. El animal a veces aceleraba el paso y teníamos que decirle “bao bao” para que fuera más despacio. Yo iba sobre su cuello, con las manos firmes sobre su cabeza como me había indicado el guía, y mi novio sobre su espalda agarrado a una cuerda.
Bajamos una cuesta y nos cruzamos con el grupo que ya volvía del río. El guía nos indicó que íbamos a cambiar de elefante porque el nuestro no se mostraba del todo receptivo. Nos gustó mucho que tuvieran en cuenta el estado anímico del animal y cambiamos por otro simpático gigante que estaba encantado de volver al río. La verdad es que ambos teníamos nuestras reservas para meternos, o al menos eso era lo que habíamos hablado siempre, pero una vez allí, mi novio no dudó en zambullirse y yo, aunque dudé al principio porque el agua parecía muy turbia y quién sabía lo que podía esconder, me terminé animando. Era muy corriente y no tenía ni tan siquiera una mísera paja.

Comenzamos a cepillar a nuestro amigo con fuerza. Él se tumbó y se dejaba hacer, de vez en cuando se daba la vuelta y escupía agua por la trompa. Tenemos unas fotos preciosas de esos instantes, bueno, lo cierto es que de todo el recorrido porque los guías te hacen con tu propia cámara tantas como quieras y nosotros, al tener dos en exclusiva, pudimos tener muchísimas imágenes para enmarcar, solos los dos con nuestro elefante.
La hora del baño terminó y volvimos al campamento pero esta vez cambiamos nuestra posición sobre el elefante. La subida fue más dura porque había que agarrarse con fuerza cuesta arriba y cuando bajamos le quitaron automáticamente la cuerda, algo que nos gustó mucho también.
Jugamos algo más con él y nos echamos unas últimas fotos antes de despedirnos. Había sido una experiencia fantástica. Impagable.
Para terminar, nos ofrecieron comida casera que venía incluida con la entrada. El estómago nos había hecho algún extraño esa mañana y estábamos un poco cautelosos, pero finalmente nos animamos con la tortilla, arroz y un suave massaman curry con patata y carne. Habíamos hecho muy buenas migas con nuestro guía así que comió con nosotros. Les agradecimos infinitamente su atención y pagamos los 1800 THB por persona con una colaboración extra para la granja.
Antes de marcharnos, nos ofrecieron ver al bebé elefante, una monada, aunque éste sí estaba en un recinto vallado con su madre.

Regresamos a Chiang Mai con parte del grupo esta vez en furgoneta. Descansamos un poco en el hotel mientras amainaba la lluvia que había comenzado nada más llegar y algo antes de las 16:00 nos lanzamos en busca de Tony’s Bikes para alquilar una moto. Elegimos este lugar porque lo habíamos visto recomendado pero no tenían disponibilidad y fuimos al de enfrente, Moto Pop.Alquilamos una scooter de 125cc (se puede conducir con carnet de coche) durante 1 día por 200 THB dejando 3000 THB de fianza. Nos iba permitir ahorrar tiempo y dinero en taxis para el recorrido que teníamos pensado para la tarde y el día siguiente. El dueño nos marcó los desperfectos y nosotros tomamos unas fotos para dejar constancia del estado.
Con moto, mapa y capturas de google maps en mano, nos dirigimos a Tiger Kingdom, situado a unos 25 km de Chiang Mai. Mi novio conducía con muchísima soltura entre el tráfico, que ya empezaba a ser más intenso a esas horas y yo le iba dando indicaciones. No tuvimos ningún problema para llegar con la información que habíamos buscado, pero el camino no viene señalizado hasta que prácticamente estás en la puerta y muy sutilmente.
Compramos la entrada combinada para ver a los pequeños y medianos, 1000 THB en total por persona y nos indicaron a donde nos teníamos que dirigir. Antes de entrar al recinto me entró un cosquilleo…. Me encantan los tigres, de hecho, es mi animal favorito pero impone muchísimo estar tan cerca incluso de los “pequeños”. Tenían menos de un año y ya eran enormes.
Entramos los dos acompañados de unos 4 cuidadores y nos dijeron que nos colocáramos detrás de los tigres y que les acariciáramos con firmeza, nada de flojo porque les hace cosquillas. ¡Qué sensación!

Ellos mientras seguían a lo suyo. Tras unos minutos, nos cambiamos de recinto y fuimos a ver a los medianos, ejemplares de más de 1 año y aún más grandes que los anteriores. Seguimos el mismo patrón y después vimos como los cuidadores se pusieron a jugar con ellos en su piscina, ofreciéndonos unos espectaculares saltos.
Nos comentaron que estaban algo más inquietos porque la lluvia les alteraba pero en ningún momento tuvimos sensación de inseguridad aunque sí de cierto respeto.
Terminamos la experiencia y antes de marcharnos nos pasamos a ver a lo gigantes, que no paraban de gruñir y dar vueltas en sus jaulas, y también a los cachorros, que estaban en la enfermería. Vimos como daban de comer a los grandes pollos enteros. Impresionaba mucho oir como crujían todos los huesos entre las mandíbulas de los tigres.
Nos marchamos de Tiger Kingdom con una sensación extraña. Es cierto que les vimos algo más activos de lo que nos esperábamos y que los cuidadores parecían atenderles y jugar mucho con ellos, pero no dejan de estar en cautividad y de ser encerrados en jaulas a la hora del cierre. Nos aferramos a la idea de que pocas o ninguna vez más en la vida íbamos a tener la oportunidad de estar tan cerca de un animal como ese y es por eso por lo que lo hicimos a pesar de contribuir a algo que no nos gusta. Da mucho que pensar.
De vuelta nos pilló una lluvia fina pero que calaba hasta los huesos. Llevábamos chubasquero pero con la velocidad de la moto tuvimos que pasar por el hotel a cambiarnos para ir cómodos.
Ya de noche, fuimos en moto al mercado nocturno de Chiang Mai. Nos pareció muy fácil orientarnos por la ciudad tan solo con el mapa. Recorrimos todos los puestos, donde encontramos los mejores precios de souvenirs que habíamos visto hasta el momento.

Después de más de un par de horas, regresamos al hotel y compramos la cena en 7/Eleven. El estómago había tolerado bien la comida, pero no quisimos adelantarnos y nos conformamos con un par de sandwiches tostados de jamón y queso y Aquarius. Compramos también unas pastillas para que nos sirvieran de ayuda, todo por 153 THB.
Nos dormimos cansados pero muy felices por todas las experiencias de aquel día. Estaba siendo un viaje de sorpresas constantes.
GASTOS DEL DÍA PARA 2 PERSONAS
Curso de ½ día en Woody Elephant Farm: 3600 THB
Alquiler de moto: 200 THB
Entradas “Small + Medium” en Tiger Kingdom: 2000 THB
Cena: 153 THB
TOTAL: 5953 THB
(Souvenirs aparte)