DÍA 9: De barrio en barrio: Marais, Arts et Métiers, St. George y Montmartre.
Paseando hasta Le Marais.
Cogimos el metro (línea 1) hasta Bastille. Las estaciones de metro de París no están demasiado cuidadas, más bien lo contrario, pero esta de la Bastille tiene una panelería de azulejos sobre la Revolución Francesa que, al menos, se deja ver. Es una de las pocas estaciones exteriores que hay dentro de la ciudad y se ve desde ella el inicio del Canal San Martín.
Paseando hasta Le Marais.
Cogimos el metro (línea 1) hasta Bastille. Las estaciones de metro de París no están demasiado cuidadas, más bien lo contrario, pero esta de la Bastille tiene una panelería de azulejos sobre la Revolución Francesa que, al menos, se deja ver. Es una de las pocas estaciones exteriores que hay dentro de la ciudad y se ve desde ella el inicio del Canal San Martín.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
La plaza de la Bastilla inspira soledad y tristeza a pesar del brillo dorado del espíritu alado que corona la alta columna que hay en el centro. Sin embargo, el barrio es bastante agradable y resulta bonito el paseo hasta entrar en la majestuosa y alegre plaza de los Vosgues, con sus simétricos edificios y sus enormes árboles (y su parquecito de columpios, que también visitamos).
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Desde allí anduvimos hasta el Museo Picasso. Este museo está instalado, como el de Rodin, en un antiguo Hôtel, por lo que sólo la visita al lugar en sí merece la pena, pero es que además Picasso es para verlo en directo. Llega a inspirar sentimientos que impactan, aunque no esté dentro de tus corrientes de pintura preferidas.
Abre todos los días, menos los martes, de 9:30 a 18:30. La entrada es de 6,5 € (niños gratis). La Museum Pass es válida.
Están restaurando el edifico, pero le han colocado un ingenioso sistema de espejos que permite que los andamios no estropeen la vista del palacete.
El recorrido interior lo han cambiado respecto a la última vez que fui, creo que estaba más lioso y quizás faltasen algunos cuadros, aunque supongo que las obras de restauración, que también afectan al interior, tienen algo que ver. De cualquier modo, no deja de ser un museo de los que no habría que perderse.
Abre todos los días, menos los martes, de 9:30 a 18:30. La entrada es de 6,5 € (niños gratis). La Museum Pass es válida.
Están restaurando el edifico, pero le han colocado un ingenioso sistema de espejos que permite que los andamios no estropeen la vista del palacete.
El recorrido interior lo han cambiado respecto a la última vez que fui, creo que estaba más lioso y quizás faltasen algunos cuadros, aunque supongo que las obras de restauración, que también afectan al interior, tienen algo que ver. De cualquier modo, no deja de ser un museo de los que no habría que perderse.
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Después de la visita (es un museo pequeño) callejeamos un rato por el barrio judío. Todo está demasiado tranquilo, y de pronto caemos en la cuenta ¡claro! ¡es sabbath!.
El curioso museo de Artes y Oficios.
Después de los paseos por los antiguos barrios y del Museo Picasso, pensamos que a los niños les vendría bien entretenerse viendo otras cosas. En fotos había visto algo relacionado con coches y aviones antiguos en el Musée des Arts et Métiers, así que cogimos el metro hasta la parada del mismo nombre (líneas 3 y 11) y allí fuimos.
Este museo está entre Le Marais y la zona del Pompidou. Abre todos los días de 10:00 a 18:00, excepto los lunes (los jueves tiene horario hasta las 21:30). No sé el precio de la entrada, porque lo hicimos a través de la Museum Pass.
Tiene audioguías para adultos y también audioguías para niños a partir de los ocho años
El museo está instalado entre una antigua iglesia, la de Saint Martin des Champs, y el edificio contiguo.
Entramos con la idea de pasar un rato, pero es un museo grandísimo, al menos merece dos o tres horas de visita porque además, si sois mínimamente aficionados a la ciencia y los inventos, es el no va más. Curiosísimo. Están todos los inventos con explicaciones sobre su funcionamiento. No es el típico museo interactivo, tipo ciudad de las ciencias, sino que está todo tratado con mayor rigurosidad y resulta realmente instructivo e interesante, que no aburrido. Me llamó la atención especialmente la zona dedicada a la medición del tiempo, y la de la construcción ¡qué curioso! Bueno, y también la de las comunicaciones (radios, televisores, teléfonos, ordenadores… algunas cosas las había utilizado yo y ya estaban en un museo ¡qué vieja!).
A los niños les resultaba muy curioso, aunque quizás a niños un poco mayores les llamaría más la atención. Los míos empezaron a disfrutar de verdad cuando llegamos a la maquinaria para investigar en la luna, la parte de las primeras bicis y los primeros coches y, sobre todo, la gran atracción del museo: las avionetas antiguas. ¡Parece mentira que esos aparatos pudiesen volar! además su disposición, colgados de la cúpula de la antigua iglesia lo hacen realmente impresionante.
El curioso museo de Artes y Oficios.
Después de los paseos por los antiguos barrios y del Museo Picasso, pensamos que a los niños les vendría bien entretenerse viendo otras cosas. En fotos había visto algo relacionado con coches y aviones antiguos en el Musée des Arts et Métiers, así que cogimos el metro hasta la parada del mismo nombre (líneas 3 y 11) y allí fuimos.
Este museo está entre Le Marais y la zona del Pompidou. Abre todos los días de 10:00 a 18:00, excepto los lunes (los jueves tiene horario hasta las 21:30). No sé el precio de la entrada, porque lo hicimos a través de la Museum Pass.
Tiene audioguías para adultos y también audioguías para niños a partir de los ocho años
El museo está instalado entre una antigua iglesia, la de Saint Martin des Champs, y el edificio contiguo.
Entramos con la idea de pasar un rato, pero es un museo grandísimo, al menos merece dos o tres horas de visita porque además, si sois mínimamente aficionados a la ciencia y los inventos, es el no va más. Curiosísimo. Están todos los inventos con explicaciones sobre su funcionamiento. No es el típico museo interactivo, tipo ciudad de las ciencias, sino que está todo tratado con mayor rigurosidad y resulta realmente instructivo e interesante, que no aburrido. Me llamó la atención especialmente la zona dedicada a la medición del tiempo, y la de la construcción ¡qué curioso! Bueno, y también la de las comunicaciones (radios, televisores, teléfonos, ordenadores… algunas cosas las había utilizado yo y ya estaban en un museo ¡qué vieja!).
A los niños les resultaba muy curioso, aunque quizás a niños un poco mayores les llamaría más la atención. Los míos empezaron a disfrutar de verdad cuando llegamos a la maquinaria para investigar en la luna, la parte de las primeras bicis y los primeros coches y, sobre todo, la gran atracción del museo: las avionetas antiguas. ¡Parece mentira que esos aparatos pudiesen volar! además su disposición, colgados de la cúpula de la antigua iglesia lo hacen realmente impresionante.
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Salimos y, nada, para no perder la costumbre, deliciosa comida en el parquecito contiguo y… preparados para continuar.
La elegancia de St. Georges.
Camino de Montmartre, y yendo bien de tiempo como íbamos, pensamos en visitar un pequeño museo que teníamos muchas ganas de ver: el Museo de Gustave Moureau, uno de los mejores pintores simbolistas.
Cogimos el metro hasta St. Georges (línea 12), y no me podía esperar que el barrio fuera así: inspiraba una elegancia y una serenidad, se trataba realmente de un barrio señorial, suponemos que de principios del siglo XX.
El pequeño museo sentimental de Gustave Moureau es fabuloso. Sus pinturas, los miles de detalles, en los dibujos se palpa el proceso de creación. La casa, antigua, de madera, la preciosa escalera… fue todo un descubrimiento.
La elegancia de St. Georges.
Camino de Montmartre, y yendo bien de tiempo como íbamos, pensamos en visitar un pequeño museo que teníamos muchas ganas de ver: el Museo de Gustave Moureau, uno de los mejores pintores simbolistas.
Cogimos el metro hasta St. Georges (línea 12), y no me podía esperar que el barrio fuera así: inspiraba una elegancia y una serenidad, se trataba realmente de un barrio señorial, suponemos que de principios del siglo XX.
El pequeño museo sentimental de Gustave Moureau es fabuloso. Sus pinturas, los miles de detalles, en los dibujos se palpa el proceso de creación. La casa, antigua, de madera, la preciosa escalera… fue todo un descubrimiento.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
El museo abre de 10 am a 12:45 y de 14h-17h15 (espacios cerrados 15 minutos antes) y cierra los martes. La tarifa para adultos es de 5 € (niños gratis) y la Museum Pass es válida.
El museo se encuentra en la rue de Rochefoucault, 14. Muy cerca la iglesia de la Trinidad (0,2 km.), preciosa. Y también la iglesia de Notre Dame de Lorette (0,5 km.) con una vista muy bonita del Sacre Coeur. Cerca de las Galerías Lafayette (0,5 km.) e igualmente cerca de la Ópera Garnier (nos hubiera gustado acercarnos hasta alguna de las iglesias, pero ya estaban los niños algo cansados, así que no puedo hablar de primera mano, pero las vistas tienen que ser muy bonitas).
El museo se encuentra en la rue de Rochefoucault, 14. Muy cerca la iglesia de la Trinidad (0,2 km.), preciosa. Y también la iglesia de Notre Dame de Lorette (0,5 km.) con una vista muy bonita del Sacre Coeur. Cerca de las Galerías Lafayette (0,5 km.) e igualmente cerca de la Ópera Garnier (nos hubiera gustado acercarnos hasta alguna de las iglesias, pero ya estaban los niños algo cansados, así que no puedo hablar de primera mano, pero las vistas tienen que ser muy bonitas).
El barrio de Montmartre: artistas y vividores.
Vuelta al metro hasta Abesses (línea 12), en Montmartre. Es la parada de metro más profunda, y desde luego los millones de escalones hasta la superficie lo atestiguan.
Al salir del metro en Abesses, antes de empezar a subir las escaleras, hay un ascensor no demasiado bien indicado ¡buscadlo y cogedlo!
Aterrizamos, en un barrio tremendamente bullicioso, nada que ver con los anteriores. No encontramos la subida al funicular y, como siempre, no buscamos mucho, total, una pequeña subida… Así que llegamos al Sacré Coeur en plan peregrinos auténticos, porque ni siquiera fue por las cómodas escaleras centrales, sino por las empinadísimas que llegan a la Plaza del Tertre.
¿Y qué decir de la Plaza del Tertre? El primer adjetivo que se viene a la cabeza es ruidosa: millones de pintores falsos se pelean por los millones de turistas que ¿buscan? el retrato en el barrio de los pintores. Pero, mirando más despacio, también se encuentran pintores auténticos que, con total amabilidad, te enseñan orgullosamente sus pinturas, conscientes de que no son obras inmortales pero contentos con su trabajo.
Vuelta al metro hasta Abesses (línea 12), en Montmartre. Es la parada de metro más profunda, y desde luego los millones de escalones hasta la superficie lo atestiguan.
Al salir del metro en Abesses, antes de empezar a subir las escaleras, hay un ascensor no demasiado bien indicado ¡buscadlo y cogedlo!
Aterrizamos, en un barrio tremendamente bullicioso, nada que ver con los anteriores. No encontramos la subida al funicular y, como siempre, no buscamos mucho, total, una pequeña subida… Así que llegamos al Sacré Coeur en plan peregrinos auténticos, porque ni siquiera fue por las cómodas escaleras centrales, sino por las empinadísimas que llegan a la Plaza del Tertre.
¿Y qué decir de la Plaza del Tertre? El primer adjetivo que se viene a la cabeza es ruidosa: millones de pintores falsos se pelean por los millones de turistas que ¿buscan? el retrato en el barrio de los pintores. Pero, mirando más despacio, también se encuentran pintores auténticos que, con total amabilidad, te enseñan orgullosamente sus pinturas, conscientes de que no son obras inmortales pero contentos con su trabajo.
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Subimos un poquito más, hasta llegar a la parte de atrás del Sacré Coeur. El santuario relumbra en blanco, en lo alto de la colina, ofreciendo una bonita estampa y buenas vistas de toda la ciudad.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Cerca de la basílica vimos un trenecito turístico que recorre Montmartre. No llegamos a cogerlo porque ya se nos hacía un poco tarde, pero yendo con niños, puede ser una buena forma de recorrer un barrio que ofrece rincones muy pintorescos, pero que agota por sus cuestas y, a veces, llega a echar un poco para atrás por la sordidez de algunos rincones.
Descansamos un buen rato en las abarrotadas escaleras del Sacré-Coeur, viendo como los artistas callejeros intentaban seducir al mayor público posible. A nosotros nos conquistó el alucinante bailarín-futbolista.
Descansamos un buen rato en las abarrotadas escaleras del Sacré-Coeur, viendo como los artistas callejeros intentaban seducir al mayor público posible. A nosotros nos conquistó el alucinante bailarín-futbolista.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Terminamos de vuelta al metro, con una paradita para ver de cerca el Arco del Triunfo “que está ahí mismo”.
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