TITICACA
A nuestro regreso a La Paz descansamos un día para retomar fuerzas porque nos quedaba la excursión hasta el lago Titicaca. Aunque Copacabana, nuestro primer destino, está cerca de La Paz, a unos 150 km., el viaje dura alrededor de cuatro horas, pero no se hace pesado porque enseguida aparece el lago y vas viendo el paisaje. Hicimos el viaje en un autobús turístico que sale del Hotel Rosario del Lago, en La Paz. Cuesta 10 dólares persona ida y vuelta. Copacabana es la población más importante de la parte boliviana del lago (que también baña Perú). Se trata de un pueblón grande sin demasiado interés, salvo el observatorio de la Horca del Inca, un sitio arqueológico precolombino o la iglesia blanca del siglo XVI, de estilo colonial, donde está la Virgen de Copacabana -la Virgen Morena- que goza de mucha veneración popular. Copacabana en realidad es más bien un lugar de paso para tomar un barco e ir hasta la Isla del Sol que es verdaderamente interesante.

Nosotros llegamos a medio día, visitamos el pueblo, la iglesia, la playa que sería bonita si estuviese limpia, pero no está nada cuidada. El ambiente es muy curioso, son todo indígenas y jóvenes mochileros, estilo hippie, algunos tocando música mientras esperan para a ir a la Isla del Sol o ya volvieron y esperan un autobús para irse. Nosotros, ni mochileros, ni hippies, ni jóvenes, éramos el elemento exótico. Nos quedamos en el Hostal Las Olas (www.hostallasolas.com/), un original conjunto de bungalows diseñados por un escultor alemán, donde por 35 dólares nos alojamos en un duplex precioso, con un ventanal ocupando todo el frente con vistas sobre el Titicaca. Un sitio fenomenal. Y para comer o cenar hay que ir al Hotel La Cúpula (www.hotelcupula.com/), que está justo al lado (inicialmente eran el mismo negocio). Conviene reservar porque está llenísimo. Se come bien y, naturalmente, barato.


Al día siguiente a las 8h.30 salía el barco hacia la Isla de Sol. Habíamos comprado los tickets en el hotel, 2€ por persona ida y otros tantos vuelta. Íbamos naturalmente rodeados de gente joven. Una pareja con la que hablamos llevaban dos meses viajando por Chile, Perú y Bolivia. Eran estudiantes suizos. Nos dijeron que viajaban con un presupuesto pequeñísimo porque, aparte del vuelo, durante el viaje no estaban gastando casi nada: dormían en albergues o de camping, viajaban en transporte público y comían en los comedores que hay en todos los mercados donde suelen comer las gentes de allí. O sea que si se quiere se puede hacer un viaje especial por muy poco dinero. Por ejemplo, desde Copacabana hay la posibilidad de coger un autobús hasta Puno y desde allí continuar en tren hasta Cuzco. Es una forma mucho más barata de visitar Machu Picchu.

El lago Titicaca, a 3.800 metros de altura, es el lago navegable más alto del mundo. Más que un lago parece un mar por su enorme extensión, con la particularidad de que está rodeado de las cumbres de la Cordillera de los Andes, algunas de ellas, como las de la Cordillera Real, con nieves perpetuas. Venerado por los Incas, sigue siendo un sitio de culto para los miles de turistas que lo visitan. Sus aguas tranquilas son de un azul intenso como el cielo que lo cubre, y el aire es tan puro y transparente que el paisaje parece estar en relieve. Tiene varias islas, entre ellas las llamadas Isla de la Luna y la Isla del Sol, que es el lugar de culto por excelencia en el lago.
El viaje en barco desde Copacabana hasta la Isla del Sol dura 1h30, hasta el sur de la isla y otra media hora más hasta el norte. Normalmente la gente continúa hasta el norte, visitan la ruinas y hacen la travesía de la isla, unos 8km. a pie, para llegar al sur y alojarse en el pueblo de Yumani. Nosotros no lo hicimos así. Por prudencia nos quedamos en la parte sur porque nos dio un poco de miedo hacer la caminata con nuestras mochilas (pequeñas, sólo con lo indispensable), con un sol que quema durante el día, sin una sombra, subiendo y bajando pequeñas colinas y sin una población a la que acudir en caso de algún percance. Porque a esas alturas a veces se nota la falta de oxígeno y se respira mal. Fue una lástima porque eso es lo bonito y quizás lo hubiéramos podido hacer, pero no quisimos correr riesgos, así que bajamos en el sur, en el puerto y después de hacer unas fotos a la asamblea de vecinos que estaban debatiendo en quechua o en aymara problemas de la comunidad (los hombres con sus sombreros por un lado y las mujeres con sus largas coletas por otro), tuvimos que enfrentarnos a la subida de las escaleras incas que llevan hasta el pueblo de Yumani. Las escaleras se las traen. Afortunadamente nuestro hotel estaba en la parte baja del pueblo. Si hubiéramos tenido que subir hasta la parte alta habríamos llegado extenuados.
El viaje en barco desde Copacabana hasta la Isla del Sol dura 1h30, hasta el sur de la isla y otra media hora más hasta el norte. Normalmente la gente continúa hasta el norte, visitan la ruinas y hacen la travesía de la isla, unos 8km. a pie, para llegar al sur y alojarse en el pueblo de Yumani. Nosotros no lo hicimos así. Por prudencia nos quedamos en la parte sur porque nos dio un poco de miedo hacer la caminata con nuestras mochilas (pequeñas, sólo con lo indispensable), con un sol que quema durante el día, sin una sombra, subiendo y bajando pequeñas colinas y sin una población a la que acudir en caso de algún percance. Porque a esas alturas a veces se nota la falta de oxígeno y se respira mal. Fue una lástima porque eso es lo bonito y quizás lo hubiéramos podido hacer, pero no quisimos correr riesgos, así que bajamos en el sur, en el puerto y después de hacer unas fotos a la asamblea de vecinos que estaban debatiendo en quechua o en aymara problemas de la comunidad (los hombres con sus sombreros por un lado y las mujeres con sus largas coletas por otro), tuvimos que enfrentarnos a la subida de las escaleras incas que llevan hasta el pueblo de Yumani. Las escaleras se las traen. Afortunadamente nuestro hotel estaba en la parte baja del pueblo. Si hubiéramos tenido que subir hasta la parte alta habríamos llegado extenuados.

Habíamos reservado habitación en el hotel La Posada del Inca por Internet, a través de un mayorista. Era el mejor hotel de Yumani, o casi el único porque lo que hay son albergues y hostales. Sólo éste tenía calefacción y manta eléctrica. Era muy bonito y estaba en un sitio estupendo con unas vistas sobre el lago y la Cordillera Real impresionantes. Pero el precio también fue muy caro: 119 dólares alojamiento y desayuno, frente a los 35 de Copacabana. Estoy segura de que si lo hubiéramos cogido allí el precio sería más barato porque estábamos prácticamente solos. No había por ningún lado una lista de precios o sea que el precio debe ser arbitrario. No creo que sea necesario reservar porque te están preguntando cada poco en el pueblo si tienes alojamiento. Todo el mundo vive del turismo.

Hicimos una ruta paralela al lago y a la Cordillera Real para ir a visitar las ruinas del Templo del Sol. El paisaje es espectacular, un azul profundo tanto en el agua como en el cielo y las montañas coronadas por la nieve. Precioso. Yo también hice un pequeño tramo del camino hacia el norte porque me apetecía llegar a la cima y ver las dos vertientes. Desde lo alto ves el Titicaca por los dos lados. Son imágenes inolvidables.
Hay otros dos ritos que se hacen en la isla: ver la puesta de sol y ver las estrellas. El sol se pone en la vertiente opuesta a la Cordillera Real, se oculta detrás de una montaña y en ese momento empieza a hacer frío. Y ya cuando se hace completamente de noche hay que ver las estrellas que, como en el salar de Uyuni, están cerquísima y se distingue una inmensa Via Lactea con millones de estrellas. Hay que buscar un buen sitio para que no haya contaminación lumínica de las casas del pueblo. Lo mejor es justo en la parte alta, a la salida del pueblo porque no hay nada que te moleste la vista y el espectáculo es inmejorable.
Hay otros dos ritos que se hacen en la isla: ver la puesta de sol y ver las estrellas. El sol se pone en la vertiente opuesta a la Cordillera Real, se oculta detrás de una montaña y en ese momento empieza a hacer frío. Y ya cuando se hace completamente de noche hay que ver las estrellas que, como en el salar de Uyuni, están cerquísima y se distingue una inmensa Via Lactea con millones de estrellas. Hay que buscar un buen sitio para que no haya contaminación lumínica de las casas del pueblo. Lo mejor es justo en la parte alta, a la salida del pueblo porque no hay nada que te moleste la vista y el espectáculo es inmejorable.

Después ya vuelta a La Paz, un día para hacer compras en la calle Sagárnaga y vuelta a Buenos Aires vía Santa Cruz de la Sierra con Aerosur. Al llegar a Santa Cruz nos encontramos con que el avión para Buenos Aires tenía un retraso de 12 horas. Nos llevaron a un hotel de la ciudad, nos dieron de comer y de cenar y tuvimos la oportunidad de conocer Santa Cruz. No tiene nada que ver con La Paz, parece otro país. Es una ciudad moderna, con vegetación tropical y buen nivel de vida, muy extensa y con más población que La Paz, 1.300.000 habitantes. Conociéndolas entiendes los conflictos que existen entre las dos zonas: una rica y otra pobre. El hotel estaba en la parte antigua así que conocimos la parte histórica de la ciudad que recuerda un poco las ciudades caribeñas de calles con soportales y casas coloniales. La gente es diferente, vestida moderna, de aspecto más europeo (sólo vimos una “cholita”), comercios de buenas marcas, menos turismo, un mayor nivel de vida, pero con menos color y menos gracia que La Paz.
Después de los dos días que habíamos reservado en Buenos Aires, regresamos a Madrid y vuelta a casa.
Después de los dos días que habíamos reservado en Buenos Aires, regresamos a Madrid y vuelta a casa.
Haciendo este relato me estoy dando cuenta de lo interesante que fue el viaje. Me gustó conocer esos países con una cultura tan diferente a la nuestra y además tan rica. Me encantó el color local, los trajes de Bolivia y más todavía los que vimos en Cuzco, más variados aún, los murales de las calles de Buenos Aires y los decorados de los bares y otros establecimientos con el fileteado argentino, las iglesias bolivianas y cuzqueñas con esa mezcla de culturas, el descubrimiento de la escuela de pintura cuzqueña y los elementos pictóricos que incorpora, los paisajes inolvidables del Salar de Uyuni, de Titicaca y por supuesto de Machu Picchu. Un montón de buenos recuerdos. Además, al haber llevado como lectura para el viaje el libro de Eduardo Galeano “Las Venas Abiertas de América Latina”, sin duda este hecho me hizo ver las cosas de otra manera, tener más interés en lo que estaba conociendo e interesarme tanto en el pasado como en el presente de esos países. Por último tengo que decir que me parece una delicia poder viajar por diferentes países sin tener que cambiar de lengua. Todo un lujo.
