Desayunamos en el hotel y nos acercamos a la estación central para comprar en una oficina de la OBB los billetes de tren para ir al día siguiente a Bratislava. Cada billete de ida y vuelta nos costó 16 euros y con él se puede coger todo el transporte público en esta ciudad.
Desde allí fuimos en metro hasta el palacio de Schönbrunn, que era la residencia de verano de los Habsburgo. A la entrada del palacio había un mercado navideño. Paseamos tranquilamente por los extensos jardines viendo sus bonitas fuentes y estatuas y subimos hasta la Glorieta, desde donde se tienen unas magníficas vistas del palacio con la ciudad de Viena al fondo.
Dimos una vuelta por los puestos del mercadillo y nos fuimos en metro al Prater, que es un popular espacio de recreo en el que se sitúa el parque de atracciones más antiguo del mundo y uno de los emblemas de la ciudad, la Noria Gigante de Viena inaugurada en 1897. La entrada al parque es gratuita y se paga por montar en las atracciones. La zona estaba muy triste, sin apenas gente y sólo estaban abiertas muy pocas atracciones, entre ellas la famosa noria, pero en verano tiene pinta de ser una zona bastante entretenida. Había un pequeño mercadillo de navidad con muy pocos puestos.
Después volvimos al metro para acercarnos a las Hundertwasserhaus, que es un complejo residencial, construido por el artista Hundertwasser, con un aspecto y diseño muy original que parece un colorido puzle con piezas de distintas formas y colores en la que los suelos no son rectos, sino ondulados, y donde en el interior de las habitaciones crecen árboles cuyas ramas asoman por las ventanas.
Junto a los edificios hay un pequeño y coqueto centro comercial realizado en el mismo estilo (Hundertwasser Village), además del Museo Hundertwasser donde se exponen las obras del original artista.
Eran las 4 de la tarde y ya estaba anocheciendo, por lo que fuimos en metro a unos de las más famosos cafeterías de Viena, el Café Central, que está situado en la planta baja de un bonito edificio. Después de esperar unos 20 minutos de cola pasamos y nos asignaron una mesa. Su interior es muy elegante y acogedor. Tienen un amplio surtido de tartas y pasteles en varias estanterías en el centro. Tomamos un café melange, una infusión, un apple strudel y un pastel de chocolate y avellanas, que estaban muy ricos. Además a partir de las 5 de la tarde un pianista ameniza la estancia con música en directo. Estuvimos tan a gusto que volvimos el último día.
A pocos metros encontramos el mercado de Navidad más antiguo de Viena, Altwiener Christkindlmarkt, situado en la plaza Freyung. Es un mercadillo más pequeño y coqueto, mucho más íntimo y menos turístico.
Después fuimos al restaurante Kolar, situado en un callejón algo escondido, pero con un ambiente muy juvenil y agradable. Tienen una variada carta de pitas hechas al momento en un horno de piedra y cervezas artesanales muy buenas. El sitio merece mucho la pena.
Cenamos y a poca distancia, cerca de Freyung, entramos al palacio Schonborn, donde en un salón muy bien decorado y con capacidad para unas 150 personas asistimos al concierto de música clásica para el que habíamos comprado las entradas el día anterior. La orquesta la componían tres violinistas, un pianista, dos contrabajos y en algunas canciones salían un tenor y una soprano. Nos gustó mucho porque teníamos a los músicos muy cerca, sonó muy bien y el repertorio era de piezas musicales clásicas conocidas de distintos compositores famosos.
Terminado el concierto fuimos hasta la estación del metro de Stephans Platz para ir al hotel y vimos la catedral con una iluminación muy chula.
Desde allí fuimos en metro hasta el palacio de Schönbrunn, que era la residencia de verano de los Habsburgo. A la entrada del palacio había un mercado navideño. Paseamos tranquilamente por los extensos jardines viendo sus bonitas fuentes y estatuas y subimos hasta la Glorieta, desde donde se tienen unas magníficas vistas del palacio con la ciudad de Viena al fondo.
Dimos una vuelta por los puestos del mercadillo y nos fuimos en metro al Prater, que es un popular espacio de recreo en el que se sitúa el parque de atracciones más antiguo del mundo y uno de los emblemas de la ciudad, la Noria Gigante de Viena inaugurada en 1897. La entrada al parque es gratuita y se paga por montar en las atracciones. La zona estaba muy triste, sin apenas gente y sólo estaban abiertas muy pocas atracciones, entre ellas la famosa noria, pero en verano tiene pinta de ser una zona bastante entretenida. Había un pequeño mercadillo de navidad con muy pocos puestos.
Después volvimos al metro para acercarnos a las Hundertwasserhaus, que es un complejo residencial, construido por el artista Hundertwasser, con un aspecto y diseño muy original que parece un colorido puzle con piezas de distintas formas y colores en la que los suelos no son rectos, sino ondulados, y donde en el interior de las habitaciones crecen árboles cuyas ramas asoman por las ventanas.
Junto a los edificios hay un pequeño y coqueto centro comercial realizado en el mismo estilo (Hundertwasser Village), además del Museo Hundertwasser donde se exponen las obras del original artista.
Eran las 4 de la tarde y ya estaba anocheciendo, por lo que fuimos en metro a unos de las más famosos cafeterías de Viena, el Café Central, que está situado en la planta baja de un bonito edificio. Después de esperar unos 20 minutos de cola pasamos y nos asignaron una mesa. Su interior es muy elegante y acogedor. Tienen un amplio surtido de tartas y pasteles en varias estanterías en el centro. Tomamos un café melange, una infusión, un apple strudel y un pastel de chocolate y avellanas, que estaban muy ricos. Además a partir de las 5 de la tarde un pianista ameniza la estancia con música en directo. Estuvimos tan a gusto que volvimos el último día.
A pocos metros encontramos el mercado de Navidad más antiguo de Viena, Altwiener Christkindlmarkt, situado en la plaza Freyung. Es un mercadillo más pequeño y coqueto, mucho más íntimo y menos turístico.
Después fuimos al restaurante Kolar, situado en un callejón algo escondido, pero con un ambiente muy juvenil y agradable. Tienen una variada carta de pitas hechas al momento en un horno de piedra y cervezas artesanales muy buenas. El sitio merece mucho la pena.
Cenamos y a poca distancia, cerca de Freyung, entramos al palacio Schonborn, donde en un salón muy bien decorado y con capacidad para unas 150 personas asistimos al concierto de música clásica para el que habíamos comprado las entradas el día anterior. La orquesta la componían tres violinistas, un pianista, dos contrabajos y en algunas canciones salían un tenor y una soprano. Nos gustó mucho porque teníamos a los músicos muy cerca, sonó muy bien y el repertorio era de piezas musicales clásicas conocidas de distintos compositores famosos.
Terminado el concierto fuimos hasta la estación del metro de Stephans Platz para ir al hotel y vimos la catedral con una iluminación muy chula.