Ese día íbamos a conocer otra cara de Lituania, fuera de los pueblos o ciudades más turísticas. Visitaríamos el parque nacional de Dzukija, un territorio bastante extenso de lagos, bosques y campo. Nuestro objetivo era ir hasta Marcinkonys , de donde salía la ruta y donde estaba la oficina de información del parque. El principal escollo era que no teníamos coche, así que nos tocaba negociar con el taxi para que nos llevara. Decidimos ir a desayunar y luego ver lo que hacíamos.
En el desayuno conocimos a una pareja y empezamos a hablar con ellos. Eran de Vilnius y se quedaban hasta ese lunes en la ciudad balneario. El chico nos hizo las preguntas de rigor "¿Cuántos días os quedáis? ¿Os gusta el país? etc etc", y también estuvimos hablando con él y su novia un rato. Después, nos preguntaron que qué plan teníamos para pasar el día. Mi pareja y yo le expusimos la situación y él se encargó de organizarlo todo, dado que era consciente de que los taxistas en general no saben ingles.
Le dimos un número de taxis que teníamos de Druskininkai, y empezó la conversación. Antes de hacer el trato con el taxista, el chico nos comentó el precio que ponía por llevarnos ida y vuelta, yéndonos a buscar a la hora pactada. En total,80 euros. Caro, pensamos, pero ¿Qué opción quedaba?. Finalmente accedimos, y la pareja nos acompañó en la espera. Al llegar al taxi nos dimos un apretón de manos y nos despedimos.
Desde la ciudad hasta el pueblo, no hay muchos kilómetros pero tardamos más de media hora en llegar. El taxista nos dejó en la caseta de información y quedamos a eso de las 17h para volver a nuestro hotel. En razón de la verdad, no sé que tipo de información miré en la web oficial de parque, pero ese lunes, 14 de octubre, el centro estaba cerrado. Bueno, por suerte teníamos la ruta que queríamos hacer estudiada y guardada en el móvil, así que comenzamos a andar.
Hacía un día precioso, como haría toda la semana. El cielo brillaba con el sol y jirones blancos surcaban el cielo. Los bosques por donde pasábamos eran verdes, no amarillos, de gran frondosidad. Fue una ruta variada por bosques, praderas, y campos donde se reflejaban los surcos del arado en la tierra y las bolas de paja se distribuían aquí y allá. A eso de las cuatro de la tarde, terminamos la ruta. Una ruta que nos duró 5 horas. Ese último rato que nos quedaba, dimos una vuelta por el pueblo de Marcinkonys, donde solo lo habíamos bordeado a lo largo de la ruta, viendo algunas aldeas.
Nada reseñable en cuanto a monumentos. Pero si quiero destacar lo cuidadas que estaban las casas, siendo algunas más humildes que otras. Los jardines estaban mimados , con figuritas decorativas. Algunas familias rubias volvían en bicicleta de la compra, y otros chiquillos jugaban en los columpios de la casa. Un ambiente que debe ser radicalmente distinto en pleno invierno pero que en ese bucólico día de otoño, casi me pareció conmovedor.
Se acabó el sueño y volvimos a la realidad. El taxi nos esperaba para llevarnos al hotel, coger las maletas y que nos llevara a la estación de autobuses. A la 19h cogimos el bus a Vilnius, en un trayecto cómodo de 2 horas. Ese día me empecé a sentir mal. Ya por la mañana estaba muy cansada, y tenía muchas ganas de dormir. Y esa noche, estaba congestionada. Para colmo, se me rompió la maleta.
Nos alojamos en unos apartamentos (Vilnius apartments), en la entrada del casco antiguo. Aquí nos alojaríamos durante 6 noches e iríamos haciendo excursiones desde la capital. Nos costó 42e por noche, y el apartamento era muy cómodo con un check in fácil y rápido y la que nos atendió era muy amable.
En verdad me encontraba fatal. Por suerte tenía a mis amigos ibuprofeno y Paracetamol. Aún así, debía cuidarme. Decidimos dejar caer el día de la ruta en Aukstautija, un parque nacional con numerosos lagos, y estar un día más en Vilnius. Cosa que al final del viaje creo que fue lo mejor que podíamos hacer.
No obstante, antes de conocer más a fondo la ciudad,nos tocaban tres días de excursiones cercanas. Por suerte no había que madrugar y podríamos levantarnos más tarde para que pudiese descansar.
Ese día no cené, y tampoco me acuerdo muy bien que hizo mi pareja. Solo recuerdo que pegado al apartamento estaba el mismo restaurante que fuimos el primer día (Snekutis) y que el pobre camarero cuando preguntamos si estaba abierta la cocina, dijo que estaban cerrando pero que aún podríamos tomar algo, le bufé y nos fuimos
