Nos levantamos temprano y salimos caminando al puerto sin desayunar para evitar riesgos en el viaje. Recién salimos a las 8 hs. porque primero salen las lanchas a San Cristóbal y después las de Isabela. Además como no había tanta gente las empresas se pasan pasajeros para evitar viajar con lanchas semivacías. Para nosotros molesto e incómodo porque nos mandaban para un lado y después a otro pero desde el sentido común estaba perfecto.
El barco se llamaba “Splendid”, era más largo que el anterior pero con menos mantenimiento y más incómodo. Nos ubicamos bastante atrás pero no lo óptimo y nos equivocamos de lado. Tuve un fuerte sol durante las dos horas apoyado sobre un panel de fibra de vidrio opacado (sin vista posible), a los saltos como ayer y con una butaca de plástico duro muy incómoda. Con pastilla para el mareo tomada antes de embarcar, llegué bastante descompuesto.
Desde Puerto Ayora a Isabela por la mañana elegir lado derecho a la ida y por la tarde izquierdo. Para viajes de regreso al revés.
Nos habían dicho que Isabela era más cara y lo vimos al bajar de la lancha. El botecito que nos lleva al muelle (menos de 5 minutos) cobra $ 1, el doble que en Puerto Ayora, al entrar revisión de equipaje y $ 10 por persona por tasa municipal. Desde hace algunos años cada isla descentralizó su administración y cada uno cobra lo que quiere.

En Isabela quisimos reservar un hostal (octubre) pero nos dijeron que estaba ocupado para enero; a cambio nos ofrecían un departamento completo por $ 5 más. ($ 35). Eran solo 3 días y aceptamos. Fue un éxito la elección. Tomamos un taxi ($ 1) hasta las oficinas de la empresa porque no estaba el taxi que supuestamente nos buscaría. Allí mismo estaba el departamento en el primer piso. Grande, con balcón, sillones, cocina, microondas, tostadora, baño en suite, aire acondicionado, ventilador móvil, etc. Estábamos cansados y con hambre; nos cruzamos a uno de los varios mercados que había a menos de 50 metros y compramos algunas cosas, comimos algo y nos acostamos a dormir.
Salimos a caminar a la tarde y llegamos a playas muy grandes y largas con poca gente y muchas iguanas; las calles son arenosas, los “lomos de burro” para disminuir la velocidad son sogas de barcos viejas, hay bicisendas amplias, cordones de la vereda que se cortan para no molestar el crecimiento de los árboles que estaban antes en ese lugar, balcones que dejan huecos para no cortar una palmera, etc. Se respira respeto por el ambiente. Ya sea por las normas legales, por dinero de turistas o por convicción el resultado es saludable; cada región podría “vender” esa característica a los turistas potenciando recursos locales y valores en cualquier lugar del mundo.

Con las últimas luces entramos en un sendero sobre una zona inundable con aves al que volveremos mañana con más tiempo.
Compramos una rebanada de bacalao y lo preparamos con arroz y salsa. Todo es más caro que en Puerto Ayora.
Ducha y a dormir. La isla recicla el total de aguas grises (lavatorio, ducha y cocina) y las utiliza para riego en espacios públicos. Nuestro complejo provee el agua caliente mediante paneles solares.