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En nuestra visita a Sant Julià de Lòria, quizás una de las parroquias más olvidadas cuando deseas hacer turismo (tradicionalmente se ha ido allí de compras por la cercanía con la frontera con España) nos adentramos en la Carretera de la Rabassa para subir a unos 1.700 metros de altitud y visitar Casa Gendret. Forma parte de una de las visitas del bus turístico para dar a conocer a los productores locales.
En este caso dejamos el bus en la carretera y nos adentramos por un camino de tierra de cierta bajada. Llegamos a una finca humilde donde nos reciben un gato y la propietaria de la empresa. Y allí nos muestra su pequeña plantación de frutas donde vemos fresas, frambuesas, grosellas, tomate verde (porque, como nos cuenta, a esta altura nunca maduran), ruibarbo o moras. Probamos algunos frutos recién cogidos. También hay una plantación de tabaco que, si bien es lo que más dinero genera, está en mal momento. Francia les compraba normalmente pero ahora has disminuido los pedidos.
Lo que menos me gusta de esta visita es que la señora explique las penas. Está bien ver que la vida de los pequeños productores es complicada pero la visita no puede ser de una hora y media de lamentos y sin decir ni una palabra sobre el proceso de elaboración de las mermeladas y confituras.
Después pasamos a una especie de almacén donde nos dan a probar, a los que queremos, algunas confituras (probé la de mora y la de frutos rojos) y podemos comprar. Me decido por una de sauco con rosa (me dejan probar la de sauco sola y con rosas y me decanto por ésta; ambas son muy dulces, como un caramelito) y la de tomate verde. Y es que no quiero limitarme a algo muy tradicional sino ir un poco más allá. Hubiera cogido la de ruibarbo pero me comenta la guía que es un poco fuerte.
Las conservas se hacen con el mínimo azúcar posible, sin colorantes ni conservantes. Se nota que son naturales y tienen mucho sabor. Eso sí, hemos constatado que es más caro comprarlas allí que lo que pueden costar en alguna Oficina de Turismo o en el centro comercial Pyrinéees.
Desde allí tenemos vistas del Bosque de la Rabassa, el más grande de Andorra.
Terminada la visita volvemos al autobús. A la altura 1.600 vemos Naturlàndia. Se trata de un parque de aventuras cuya atracción más famosa es el tobotronc. También están el Airtrekk o el tiro con arco. En la cota 2.000 se puede practicar esquí de fondo o ver el parque de animales.
El Airtrekk es un recorrido entre cuerdas, plataformas y pasarelas, equipado con un arnés y cogido por una guía de seguridad. Se ve la instalación desde la carretera. También se ve el tobotronc; de hecho, pasamos con el autobús por debajo.
El tobotronc es el tobogán de naturaleza más largo del mundo, con un recorrido de 5,3 km. El recorrido se hace en un trineo biplaza y va desde la cota 2.000 hasta la 1.600.
También se puede ir en segway, buggies, hay camas elásticas, algunos talleres, una granja escuela, etc.
No es barato. La tarifa de adultos es de 30 euros en verano y de 35 en invierno.
Nosotros nos detenemos en Juberri. Se trata de un pequeño pueblo de 200 habitantes con unas vistas extraordinarias. De esas vistas, que ya hemos disfrutado en Casa Gendret, podemos gozar en los Jardines Juberri (aunque, como siempre, las visitas en el bus turístico sean demasiado breves).
Este parque no es que sea inmenso pero está distribuido en terrazas y en una zona que en parte es boscosa por lo que transitar por él implica muchas subidas y bajadas. Requiere tiempo y no solo por el terreno sino por la cantidad de figuras que hay.
Se crearon en 2005 cuando una familia (en unas guías pone que es alguien de la zona pero a nosotros nos dijeron que era Madame Ricard, viuda del propietario de unos famosos licores franceses) pide al Comú que les deje hacer unos jardines especiales en una parte de sus terrenos.
Todas las esculturas que vemos son obra del escultor Ángel Calvente. Allí vamos a encontrarnos un portal de Belén, un rebajo de ovejas, una cerda con sus cerditos, un oso entre los árboles a punto de atacar, ciervos, caballos, jirafas, elefantes, caimanes, gallos, etc. Hay una réplica de Sant Joan de la Caselles, otra de la Estatua de la Libertad, una cabeza olmeca, dinosaurios, fuentes al estilo Versalles, bancos con forma de animales...
Son muy famosas las esculturas de las manos gigantes. La verdad es que más que por su interés artístico está bien para ir descubriendo las figuras y hacerse fotos con ellas. Las vistas desde sus 1.250 metros de altitud son preciosas. Ah, y es gratis.
Vemos de pasada la iglesia de San Esteban de Juberri, de estilo románico.
De la ciudad de Sant Julià de Lòria puede destacarse su iglesia de Sant Julià y sant Germà, románica aunque reformada en 1941 y ampliada entre 1975 y 1976. En esas reformas destruyeron parte del conjunto original del templo. Se conserva el campanario del siglo XII así como una Verge del Remei del siglo XIII, un Cristo del siglo XVII y un altar barroco.
Lo más destacable de esta parroquia, que esta vez no hemos visitado pero que sí que vi hace años, es la preciosa iglesia de Sant Serni de Nàgol. Caminando desde Sant Julià de Lòria por carretera (la Carretera de Nàgol) son unos 2,5 kilómetros.
Igualmente, hay un pequeño paseo para recorrer varias de las ermitas de la Parroquia de Sant Julia de Loria y se encuentra marcado por símbolos amarillos. Se trata del Camino de Sant Marti y Sant Serni. Primero se pasa por la ermita de Sant Martí, iglesia románica del siglo XI empotrada en una peña. Tengo que admitir que no la conozco. Luego sigue ascendiendo hasta llegar a Sant Serni. Su construcción data del año 1054 con anexos de los siglos XVII y XVIII. Es una iglesia muy bonita en un lugar privilegiado pero seguramente no es de las más visitadas de Andorra. Se alza sobre un peñasco sin ningún tipo de cimentación.
Es un templo pequeño, con una nave rectangular con cubierta de madera y ábside semicircular. Tiene campanario de espadaña de doble abertura. El pórtico se construyó en época reciente (siglos XVII o XVIII).
Las pinturas del interior son destacables. Se representan ángeles adorando al Agnus dei y una gran iconografía sobre la lucha entre el bien y el mal (san Miguel venciendo al dragón). Se trata de las pinturas murales románicas más antiguas del Principado de Andorra, contemporáneas del periodo de construcción de la iglesia.
También albergaba una cruz espinosa procesional, ubicada ahora en el Espai Columba, y un retablo del siglo XV dedicado al patrón de la iglesia, primer obispo de Tolosa, con los anagramas de Cristo y la Virgen.
No tan bonito como ésta es el Santuario de Canòlich. Tengo que admitir que ninguna de las veces que he ido a Andorra lo he visitado. Y es que ni me han hablado maravillas de él ni en fotos me parece destacable. A pesar de que es uno de los principales santuarios de Andorra, el edificio es demasiado moderno.
El edificio actual es de principios del siglo XX, aunque hay referencias que indican que el sitio de Canòlich ya existía en época medieval (1176). El santuario conserva un retablo barroco del siglo XVIII y unos murales de cerámica, obra del artista Sergi Mas. La talla de la Verge de Canòlich, del siglo XII, está en Sant Julià y Sant Cebrià.
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