LAS GARGANTAS DEL CARANÇA (GORGES DE LA CARANÇA).
Son muchas las rutas de senderismo que hemos recorrido en tierras francesas, por eso siempre que vamos al país vecino y hay alguna interesante cerca intentamos reservar alguna jornada para hacerla. Y las gargantas (gorges) no faltan precisamente en Francia, y menos aún en los Pirineos. Recuerdo, por ejemplo, las fantásticas Gargantas de Kakueta, a las que fuimos durante nuestro primer viaje a Navarra, cuando nos alojamos en Isaba. En esta ocasión, en los Pirineos Orientales, descubrí esta joyita consultando en internet y enseguida me llamó la atención: una especie de Ruta del Cares, incluyendo un sendero excavado en la roca a una altura de vértigo sobre un río cristalino, cruzando pasarelas y puentes tipo Indiana Jones, con la ventaja de que es circular, pues se vuelve por la otra ladera de la garganta. Bueno, en realidad esa es la variante que nosotros escogimos porque hay varias opciones, más cortas y más largas, más fáciles y más complicadas, por los altos, los intermedios o a la orilla del río… En cualquier caso, el sitio es una maravilla natural, así que merece la pena ir a verlo y caminar lo que apetezca.
Situación de las Gargantas del Carança (Gorges de la Carança).
Para visitar este sitio hay que llegar hasta Thuès-Entre-Valls, a unos 36 kilómetros de la frontera española (desde Puigcerdà) y a 30 de Llivia, con 40 minutos en coche por la N-116. Sin entrar en la población, hay un indicador que lleva hasta el aparcamiento de las Gorges de la Carança, que, como es habitual en Francia, es de pago.
Itinerario desde Llivia en una captura de Google Maps.
En pleno agosto y con un día espléndido, no hay ni que decir que estaba todo a tope, si bien encontramos hueco en el aparcamiento, lo cual nos vino realmente bien, pues se encuentra a unos pocos metros del inicio de la ruta. Tiene 190 plazas y barrera automática. También vimos un bar y mucha gente: familias de picnic, jovencitos en el río, senderistas y escaladores que iban más o menos lejos, etc. Lo primero que hicimos, fue tomarnos los bocatas que llevábamos para almorzar, pues ya eran las dos de la tarde y sin su peso en la mochila iríamos más ligeros durante la caminata.
Carteles informativos en el comienzo de la ruta (final en nuestro caso).
NUESTRA RUTA.
No tardamos en ver un cartel, del que pongo una foto, con las distintas variables que existen para conocer las Gargantas del Carança. Previamente, nos habíamos decantado por una opción que vimos en wikiloc, consistente ir por un sendero que asciende hasta la Chambre d’eau y continua por la Corniche hasta encontrarse con el río y desde allí volver por la otra ladera completando una ruta circular que se presentaba asequible para realizar en media jornada y bastante atractiva.
Lo hicimos de ese modo y los datos que reflejó mi copia de wikiloc, cuya ruta y perfil pongo a continuación, fueron los siguientes:
Longitud: 11,30 kilómetros
Duración: 4 horas
Tipo de ruta: circular
Desnivel: altitud mínima 830 metros, altitud máxima: 1157 metros
Grado de dificultad: yo lo pondría como medio o moderado. Hay tramos llanos y fáciles, pero otros son muy empinados, tanto de subida como de bajada, existen piedras, rocas y algún paso un poco complicadillo. Por lo demás, puede dar vértigo a personas sensibles, si bien en toda la parte del sendero que va excavado en la roca hay un cable de acero para asegurarse. Aunque no resulta imprescindible ir sujetándolo de continuo, en algunos puntos concretos es mejor utilizarlo. También existen varios puentes y pasarelas y algunos se mueven bastante. En fin, una pequeña aventura muy entretenida y en la que se contemplan unos panoramas espléndidos. Naturalmente, me refiero a condiciones climatológicas favorables y con terreno seco. En cualquier caso, únicamente se trata de mi particular y modesta opinión una vez hecha la ruta, ya en estas valoraciones cada cual es cada cual y es quien mejor debe conocer su nivel.
Duración: 4 horas
Tipo de ruta: circular
Desnivel: altitud mínima 830 metros, altitud máxima: 1157 metros
Grado de dificultad: yo lo pondría como medio o moderado. Hay tramos llanos y fáciles, pero otros son muy empinados, tanto de subida como de bajada, existen piedras, rocas y algún paso un poco complicadillo. Por lo demás, puede dar vértigo a personas sensibles, si bien en toda la parte del sendero que va excavado en la roca hay un cable de acero para asegurarse. Aunque no resulta imprescindible ir sujetándolo de continuo, en algunos puntos concretos es mejor utilizarlo. También existen varios puentes y pasarelas y algunos se mueven bastante. En fin, una pequeña aventura muy entretenida y en la que se contemplan unos panoramas espléndidos. Naturalmente, me refiero a condiciones climatológicas favorables y con terreno seco. En cualquier caso, únicamente se trata de mi particular y modesta opinión una vez hecha la ruta, ya en estas valoraciones cada cual es cada cual y es quien mejor debe conocer su nivel.
Para iniciar la caminata, en vez de seguir de frente hacia el puente del tren, bajo el que están los paneles informativos, como hace la mayor parte de la gente, para llegar mucho antes a las pasarelas del río (versión en principio más fácil y cómoda, apropiada para ir con niños pequeños y que luego se puede prolongar lo que se desee, incluso hacer nuestra ruta a la inversa), cruzamos un puente a nuestra derecha para internarnos enseguida en el bosque a través de un sendero que trepa por la montaña con un desnivel bastante acusado.
En ese tramo, que no es muy largo, sudamos tinta china por el esfuerzo y el calor. No íbamos engañados, pues en el propio cartel informativo se anuncia como un sendero muy escarpado. De modo que rápidamente tuvimos a nuestros pies un bonito abismo, al fondo del cual se adivinaban las casas del pueblo, el parking y la carretera.
Esta parte no tiene mayor interés, así que sin entretenernos demasiado alcanzamos un alto y giramos a la izquierda, atravesamos una especie de gruta y salimos a la cornisa que recorre el desfiladero, donde nada más asomarnos nos quedamos alelados con las panorámicas. Impresionantes, tanto mirando hacia adelante como hacia atrás. La máquina de fotos empezó a echar humo y no paró en mucho rato.
Allí empezaba el sendero excavado en la roca. Salvo que se padezca de vértigo, en general se camina bien, pues en su mayor parte tiene anchura suficiente (un metro o metro y veinte, calculo), el terreno estaba en buenas condiciones y, como he mencionado, cuenta con cable de acero, así que no recuerdo haber pasado apuros. De todas formas, mejor detenerse al cruzarse con gente y extremar las precauciones en todo momento: en fin, cuestión de sentido común.
Por lo demás, tuvimos la suerte de que no estaba muy concurrida, ya que la mayor parte de los excursionistas se quedaron abajo, junto al río, sobre todo los que iban con niños, pues esta zona puede resultar peligrosa para los más pequeños.
Según avanzábamos, fuimos alternando más boscosos con otros sobre el precipicio, un señor precipicio, por cierto. A menudo, con mucho cuidado, claro está, no podíamos vencer la tentación de asomarnos al vacío para intentar descubrir el río, a nuestros pies, escondido muy al fondo.
Llegamos a un tramo corto pero un poquito más complicado, pues el techo de roca era más bajo y nos obligaba a agacharnos para no darnos un coscorrón en la cabeza. Además, el terreno, más pedregoso, aparecía roto en algunas zonas. Prestando atención y sujetando el cable con la mano, lo pasamos sin mayores problemas.
En esta caminata en concreto, se cumple el dicho de que "una imagen vale más que mil palabras", así más que contar, narrar o explicar, lo mejor que puedo hacer es poner unas cuantas fotografías para dar al menos una idea de lo que se contempla y cómo.
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Los paisajes son fantásticos, tanto en la parte más alta, la primera que recorrimos, como la que sirve de aproximación al nivel del río. Al margen de prestar la lógica atención por la altura a que se camina, la ruta nos resultaba cómoda, ya que íbamos en llano o en bajada, pero con una pendiente muy suave.
Cruzamos una pasarela metálica suspendida y, al fin, alcanzamos las orillas del Carança y dejando sus aguas a nuestra izquierda, empezamos a seguir su curso, a veces con la ayuda de puentes y pasarelas.
Aunque no resulta tan agreste y espectacular como la de la cornisa, esta zona me pareció preciosa y disfrutamos de la sucesión de cascaditas formadas por el río y la frondosa vegetación del bosque, que nos proporcionaba sombra y frescor.
Luego llegamos a un puente realmente digno de una película de Indiana Jones, de color amarillo, suspendido sobre el río, con una escalera que se las trae, suelo de rejilla y laterales de cuerda. Además, se movía un montón… ¡Menudo estilazo el mío!
En fin, fue muy, muy divertido. Nos reímos mucho. Y, además, el entorno era magnífico. ¡Qué sitio tan bonito!
Desde allí, se inicia el retorno por el otra orilla del río. Sin embargo, avanzamos unas decenas de metros más hasta llegar a unas cascadas muy bonitas. Aquí, ya sin sendero, tuvimos que saltar de piedra en piedra y el terreno se volvió bastante resbaladizo, así que dimos la vuelta sin llegar mucho más allá.
Creíamos que el retorno lo haríamos manteniéndonos a nivel del río, pero para nuestra sorpresa la senda empezó a ascender y ascender, de modo que en cuestión de minutos estábamos a bastante altura, con lo cual el paisaje se abrió a nuestro alrededor y las vistas volvieron a ser espléndidas.
Pasamos justo enfrente de la cornisa por cuyo sendero excavado en la roca habíamos caminado anteriormente y que distiguiamos con toda claridad, si bien en las fotos salió algo oscuro porque el sol había superado ya la montaña, que le hacía hacía sombra. Además, la luz nos daba de cara, con lo cual los reflejos eran molestos.
El sendero se volvió rocoso y estrecho, con continuas subidas y bajadas, bastante incómodo, lo que nos requirió movernos con tiento en algunos puntos, si bien en un par de puntos delicados hay cuerdas para agarrarse.
Al fin, llegamos nuevamente al nivel del río, donde el sendero, allí casi llano, se civilizó, lo que nos dio la ocasión de disfrutar con tranquilidad de un paisaje que se volvió más oscuro cuando el sol quedó detrás de las montañas, pero que continuaba siendo muy bonito, ya que el río serpenteaba encajonado en el desfiladero por cuyo fondo transita la senda y donde no falta alguna que otra pasarela.
Después de unas cuatro horas de caminata, parando solo para hacer fotos, alcanzamos de nuevo el aparcamiento. Antes de irnos, pudimos contemplar el tren amarillo al que me referí en la etapa anterior pasando por un puente casi sobre nuestras cabezas.
Tomamos una cervecita en el bar y pagamos directamente en la máquina del parquímetro, que admite efectivo y tarjetas. No recuerdo lo que nos costó, pero creo que no fue caro. Estábamos bastante cansados, aunque muy contentos con una excursión que nos había gustado mucho.
De camino hacia Llivia, teníamos pensado parar en Mont-Louis para ver su fortificación, que también es Patrimonio de la Humanidad al igual que las que habíamos visitado por la mañana en Villefranche de Conflent, pero se nos había hecho tarde, así que preferimos ir directamente al hotel y dejarlo para el día siguiente, si es que nos daba tiempo.