Egunon. 5'30 para variar. Puede que por las tórridas noches. Durante todo el viaje la temperatura no ha bajado de 40 grados. A día de hoy parezco senegalés de bíceps a uñas y de cuello a coronilla, y finlandés el resto del cuerpo. Mr. albañil del año.
Voy a ver si la ducha me despereza y de paso me quita el shock de la feria de Abril hindú de ayer. Ciao.
Estamos en el Foreign Exchange Department del State Bank of India. Oyendo esto uno se imagina una entrada de colosales columnas y gente con maletines desplazándose por un suelo, casi espejo, de mármol blanco. La realidad no tiene desperdicio. Son las 11'30 y salimos a las 9 a cambiar moneda. Acabamos, después de una pateada mortal y luego de un Rickshaw, en este “banco”, único sitio parece ser de toda Kota, para esta complicada transacción que es cambiar 100 euros por rupias. Surrealismo duro. Ya sabeis, si venis por la zona, venid con rupias o disfrutad de un viaje en el tiempo.
Hemos subido a este departamento de la 1ª planta y hemos entrado por una puerta en el espacio-tiempo a una oficina con mesas de variado formato y desgaste. La del jefe que nos ha atendido era de fórmica como las de la cocina de mis abuelos. Hemos tenido que apuntar primero y firmar luego, los números de serie de todos los billetes que le hemos dado, y uno nos lo ha devuelto porque tenía un pegote del tamaño de una lenteja. Han contado los 4 billetes, 5 o 6 personas distintas varias veces cada uno, del derecho del revés, a través de un flexo, de canto...
Detrás del jefe, había en las ventanas unas cortinas imposibles de encontrar en el rastro o en los encantes, y una caja fuerte de película del oeste de esas que le ponían 10 cartuchos de dinamita. Después de hacer la anotación en unos bacterianos legajos incunables que han hecho toser a toda la clientela, ha mandado al mozo de los cafés a hacer una fotocopia de nuestros pasaportes a la calle, después de pedirnos las 2 rupias del importe. Nos mandan a una ventanilla vacía de la planta baja, dónde hay una docena de paisanos practicando una melé de rugby, mientras 2 policías con trabucos con unos cañones de más de 1 metro vigilan la puerta de entrada detrás de un mostrador de madera. Al cabo de un cuarto de hora, baja otro tipo del piso de arriba, habla con uno de los de abajo, nos pide los billetes que nos había devuelto hacía 5 minutos, los vuelve a contar y a mirar al trasluz, y gracias a Vishnu conseguimos ser los felices poseedores de 10000 INR ONLY, terminación ésta que en la India añaden siempre, desde al precio de una mansión, 60 millones de rupias ONLY, hasta a un paquete de pipas, 1 rupia ONLY.
Buscamos un hotel cercano y tomamos bajo los ventiladores, aire, una mirinda y un Mountain dew, que es como un sprite. Pillamos un rickshaw y volvemos a la estación de trenes en la otra punta. Vamos de taquilla en taquilla hasta encontrar la que corresponde, pero nunca corresponde ninguna. La gente mete el codo para incrustarse delante tuyo o se te apoya y lanza el brazo y la mano por delante hacia el agujero de la ventanilla con habilidad de profesional de dardos. Ya estamos acostumbrados y poniendo los brazo en jarra, hacemos pantalla. En un cuarto de hora a pesar del ruido y el habla inaudible de una amable pero desganada taquillera, capturamos 2 billetes a Delhi a 625 INR (9 eu) c/u para manaña miércoles 30 en el expreso de las 6 de la mañana.
Caminamos por Station road bajo un sol de justicia y paramos a comer en un restaurante con nombre vasco, el Kasturi. Ordenamos un thali rajasthaní (6 cuencos con dal,bafta, gutta, kdi, pulao y chotni) por 125 INR (1'8 eu), 1 malani Kofta que son una especie de albóndigas ligeras de queso y nueces en una salsa gravy tipo korma por 80 INR (1'2 eu), y una botella de agua. De camino al hotel, chorrean cataratas por la frente hasta que conseguimos llegar al hotel, encargar un Rickshaw para mañana a las 5 de la mañana, y meternos corriendo en la habitación a enchufar el aire acondicionado.
La tarde nada reseñable. No ha habido bote por el río Chambal, aunque sí un paseo por sus jardines, frente a una enorme central eléctrica, y cansancio. Hasta mañana.
Voy a ver si la ducha me despereza y de paso me quita el shock de la feria de Abril hindú de ayer. Ciao.
Estamos en el Foreign Exchange Department del State Bank of India. Oyendo esto uno se imagina una entrada de colosales columnas y gente con maletines desplazándose por un suelo, casi espejo, de mármol blanco. La realidad no tiene desperdicio. Son las 11'30 y salimos a las 9 a cambiar moneda. Acabamos, después de una pateada mortal y luego de un Rickshaw, en este “banco”, único sitio parece ser de toda Kota, para esta complicada transacción que es cambiar 100 euros por rupias. Surrealismo duro. Ya sabeis, si venis por la zona, venid con rupias o disfrutad de un viaje en el tiempo.
Hemos subido a este departamento de la 1ª planta y hemos entrado por una puerta en el espacio-tiempo a una oficina con mesas de variado formato y desgaste. La del jefe que nos ha atendido era de fórmica como las de la cocina de mis abuelos. Hemos tenido que apuntar primero y firmar luego, los números de serie de todos los billetes que le hemos dado, y uno nos lo ha devuelto porque tenía un pegote del tamaño de una lenteja. Han contado los 4 billetes, 5 o 6 personas distintas varias veces cada uno, del derecho del revés, a través de un flexo, de canto...
Detrás del jefe, había en las ventanas unas cortinas imposibles de encontrar en el rastro o en los encantes, y una caja fuerte de película del oeste de esas que le ponían 10 cartuchos de dinamita. Después de hacer la anotación en unos bacterianos legajos incunables que han hecho toser a toda la clientela, ha mandado al mozo de los cafés a hacer una fotocopia de nuestros pasaportes a la calle, después de pedirnos las 2 rupias del importe. Nos mandan a una ventanilla vacía de la planta baja, dónde hay una docena de paisanos practicando una melé de rugby, mientras 2 policías con trabucos con unos cañones de más de 1 metro vigilan la puerta de entrada detrás de un mostrador de madera. Al cabo de un cuarto de hora, baja otro tipo del piso de arriba, habla con uno de los de abajo, nos pide los billetes que nos había devuelto hacía 5 minutos, los vuelve a contar y a mirar al trasluz, y gracias a Vishnu conseguimos ser los felices poseedores de 10000 INR ONLY, terminación ésta que en la India añaden siempre, desde al precio de una mansión, 60 millones de rupias ONLY, hasta a un paquete de pipas, 1 rupia ONLY.
Buscamos un hotel cercano y tomamos bajo los ventiladores, aire, una mirinda y un Mountain dew, que es como un sprite. Pillamos un rickshaw y volvemos a la estación de trenes en la otra punta. Vamos de taquilla en taquilla hasta encontrar la que corresponde, pero nunca corresponde ninguna. La gente mete el codo para incrustarse delante tuyo o se te apoya y lanza el brazo y la mano por delante hacia el agujero de la ventanilla con habilidad de profesional de dardos. Ya estamos acostumbrados y poniendo los brazo en jarra, hacemos pantalla. En un cuarto de hora a pesar del ruido y el habla inaudible de una amable pero desganada taquillera, capturamos 2 billetes a Delhi a 625 INR (9 eu) c/u para manaña miércoles 30 en el expreso de las 6 de la mañana.
Caminamos por Station road bajo un sol de justicia y paramos a comer en un restaurante con nombre vasco, el Kasturi. Ordenamos un thali rajasthaní (6 cuencos con dal,bafta, gutta, kdi, pulao y chotni) por 125 INR (1'8 eu), 1 malani Kofta que son una especie de albóndigas ligeras de queso y nueces en una salsa gravy tipo korma por 80 INR (1'2 eu), y una botella de agua. De camino al hotel, chorrean cataratas por la frente hasta que conseguimos llegar al hotel, encargar un Rickshaw para mañana a las 5 de la mañana, y meternos corriendo en la habitación a enchufar el aire acondicionado.
La tarde nada reseñable. No ha habido bote por el río Chambal, aunque sí un paseo por sus jardines, frente a una enorme central eléctrica, y cansancio. Hasta mañana.