Ruta 66 ✏️ Diarios de Viajes de USAWilliams - Seligman - Peach Spring - Valentine - Hackberry General Store - Kingman. Sábado, 28 de septiembre de 2019. La sensación de fin próximo nos invadió. Dejábamos nuestro centro de operaciones y emprendíamos camino hacia Los Ángeles, última...Diario: Ruta por el Oeste Americano⭐ Puntos: 5 (10 Votos) Etapas: 20 Localización: USASábado, 28 de septiembre de 2019 La sensación de fin próximo nos invadió. Dejábamos nuestro centro de operaciones y emprendíamos camino hacia Los Ángeles, última parada antes de volar de nuevo a Madrid y cerrar este hermoso capítulo de nuestras vidas. En medio, una noche más en ruta. Había calculado hacerlo cerca de Needles, porque estaba más o menos hacia la mitad del camino, nos tocaría decidir sobre la marcha de nuevo, en función de cómo se nos diera el día. Tenía marcados multitud de puntitos en mi mapa, pero era plenamente consciente de que íbamos a saltarnos la mayoría, nos tendríamos que centrar en los hitos más relumbrantes. Williams. Habíamos pasado al lado, sin ver nada, el día que volvimos de noche del Gran Cañón, y estaba cerca, algo más de 30 millas recorriendo unas hermosas carreteras bordeadas por bosques de pinos, por lo que aterrizamos prontito a la entrada de este decorado, que es lo que parece en su mayor parte este pueblo. Justo a la entrada, localizamos una enorme señal de la Ruta junto a las vías del tren y allí pasamos un rato, sacando fotos. Al lado estaba el Twisters 50´s típico café decorado al estilo de los años 50, en ese momento estaba cerrado todavía, y la foto la sacamos a través de los cristales de la puerta. Acabaríamos comiendo justo allí porque el resto de la mañana lo pasamos turisteando por las dos calles (de nuevo eso era prácticamente todo) que conforman este pueblo. La parte cercana a las vías es donde estaba desperezándose la especie de barrio del Far West que tienen preparada para las fotos, con sus reproducciones de cárcel, de saloons, de porches y escaleras, todo de madera de colorines. Empezaban a llegar los camareros y encargados de locales, varios vestidos al estilo de los cowboys. Como apenas había nadie, nos entretuvimos con el recorrido y las fotos. Más hacia el “centro” estuvimos en el Centro de Información para Visitantes, donde mi hermano compró un fantástico libro con fotos estupendas de la Ruta. Yo salí con un Cadillac rosa. Eso sí, de cartón para montar con apenas cuatro dobleces. Es uno de los recuerdos más graciosos que me traje. Entre las tiendas y las gasolineras de atrezo, vestigios de otra época, dejamos pasar buena parte de la mañana y comimos en el ya citado Twisters 50´s, mi hermano una especie de pescado rebozado y yo un sándwich de jamón y queso. Seligman. Más de lo mismo. Muchos coches de hace 50 años, algunos aparcados a la puerta de las tiendas y locales monotemáticos. Otros circulando. Mucho muñeco de personajes típicos americanos, que a mí nunca me han hecho demasiada gracia, la verdad. Café, y bueno, en Historic Seligman Saudries. Aquí encontramos unas tiendas enormes, y en una de ellas pasamos un buen rato. Me compré un bonito perchero de hierro con osos y árboles y mi hermano encontró camisetas estupendas, entre otras, una muy chula del Gran Cañon. A partir de allí nos desviamos de la interestatal para tomar uno de los pocos tramos que quedan de la auténtica 66. Íbamos a la caza de los que fueron originalmente emplazamientos de los puestos de abastecimiento, primero de las caravanas de colonos y, más tarde de las multitudes que recorrían la ruta durante la Gran Depresión para acercarse a la tierra prometida de la verde California. Laaaaaargas rectas entre parajes desérticos, matorrales y aquí y allá, algún tipo de casa, más bien viejos remolques y móvil homes. Típica imagen de camino de entrada a un rancho con la “puerta” formada por tres troncos y el símbolo del propietario en el centro, perdida entre la nada circundante a un lado de la carretera. Tuvimos oportunidad de ver varios de esos trenes kilométricos que recorren en todas direcciones Estados Unidos, llevando y trayendo containers de sabe dios dónde y hacia dónde. Peach Spring Estábamos pasando por la parte sur de la Reserva India de Hualapai y esperaba ver algo de esta nueva tribu. Paramos en Peach Spring, donde creí que podía haber algún puesto de artesanía o un pequeño museo o algo. Solo encontramos un moderno Hotel con Spa, que sí tenía tienda y algo de museo, pero muy poca cosa y como muy poco auténtico, y caro. Antes del viaje me vi muchas películas relacionadas de alguna manera con los paisajes que íbamos a recorrer, y una de ellas fue Las Uvas de la Ira. Este tramo de la 66, con alguna entrada a ranchos en sus cunetas y la desolación de las tierras rojas de Arizona, mezcladas con los amarillos de su pobre vegetación marchita tras casi todo el verano ya transcurrido, eran los escenarios por los que Henry Fonda conduciría el viejo camión en que se trasladaba toda su familia y todas sus posesiones. Hicimos varias paradas buscando algunos de los puntos que aparecen reseñados en las guías. Pero la sorpresa era descubrir que estos americanos, con 50 años de antigüedad ya colocan la etiqueta de “histórico”. Casos como el del hotel Frontier, en Truxton, simple ruina de un feo edificio de los años 70, como multitud de los que tenemos a orillas de viejas carreteras por toda nuestra geografía. Eso sí, tuve oportunidad de sacar alguna foto de dos hermosos ejemplares de árbol de Josué que allí había. Enfrente, una estación de servicio. Valentine. Una de esas gasolineras de época nos llamó la atención en Valentine. Allí parecía no haber nadie, pero al empezar a movernos para las fotos oíamos a alguien que trabajaba con alguna herramienta eléctrica, y que la paraba. Apareció ante nosotros un chico con el que entablamos conversación, gracias a que él hablaba un poco de español. Era, Rubén, californiano, llevaba solo un par de meses con el negocio. Una pequeña tienda para vender recuerdos en el local de una vieja gasolinera. Lo estaba rehabilitando todo él mismo. Detrás se veía alguna construcción, donde debía estar su casa. Nos comentaba que no quería vender los típicos souvenirs made in china, si no cosas hechas por él, en madera y metal. Su pasión eran las minimotos, tenía reproducciones (tamaño triciclo) de algunos modelos famosos y estaba trabajando en una versión de la Harley de Dennis Hopper en Easy Rider. Amablemente, se ofreció para hacernos alguna foto a los dos juntos, situados en la zona de los surtidores, ya inservibles pero muy pintones de su estación de servicio. Aunque no le compramos nada, nos comprometimos a hacer algún comentario sobre su negocio en redes sociales. Lo malo es que somos usuarios muy parcos en publicaciones…. Hackberry General Store Probablemente, el sitio más auténtico de este tramo de la 66. No sólo porque no parece que se haya hecho ni una triste reforma desde principios del siglo pasado, también por su entorno, verdadero batiburrillo de coleccionista aislado (tapacupos, otras piezas de vehículos, coches de desguace con su encanto escondido bajo el óxido y la pintura casi inexistente ya) y el propietario, que debe tener unos 120 años, aproximadamente. Más por hacer algún mínimo gasto que porque me gustara especialmente, salí con un cubilete para bolis hecho con un cacho de goma decorada con el estilo Ruta 66, cosida en forma de cilindro y una tapa de lo que parece goma de neumático pegada como fondo. Allí vimos a una pareja que llegaba cuando ya casi nos estábamos yendo que nos llamó la atención por llevar cada uno de ellos una cartuchera con su revólver al cinto. No estaban disfrazados. Tanto él como ella parecían muy cómodos con sus sombreros de cowboy y su arma. Daban la sensación de llevar esos dos “complementos” de su vestuario como quien lleva el reloj de pulsera, en cualquier ocasión y para todos los días. Una de las cosas que nos parecían llamativas eran las filas de buzones en cualquier cruce de la carretera con algún camino polvoriento. Vimos muchos. Paramos junto a otra de estas filas en otra gasolinera de “ adorno” (cuidado que hay pocas estaciones de servicio en las carreteras, solo en las poblaciones y éstas están muy alejadas unas de otras) porque tenían un Kokopelli de metal de unos dos metros de alto que me llamó la atención. Tuvimos ocasión de presenciar en alguna de nuestras paradas, como algún vecino pasaba con el coche a recoger el correo y desaparecía después, seguido por una nube de polvo en el vacío circundante. Ni una casa a la vista, a saber dónde leería la carta, pero cerca, no. También pudimos presencial la mitad de una persecución policial. Digo la mitad porque solo vimos al coche de policía, sirena al viento, tomar un desvío y avanzar velozmente por uno de esos caminos. Igual perseguía a alguien o igual solo acudía a alguna emergencia recibida. También comprobamos que, ciertamente, la policía para a los vehículos al lado de la carretera. Ya, es algo normal, aquí también lo hacen, pero ver el coche blanco y negro de un sheriff, con la sirena puesta, detener al que viene de frente o al que va detrás de ti, da cierto morbo y algo de miedillo. Kingman La intención era llegar ese día hasta Needles, para avanzar en nuestro camino hacia Los Ángeles un poco más, pero se nos hizo de noche llegando a Kingman y decidimos que, para no saltarnos este pintoresco pueblo, y su famoso restaurante, mejor nos quedábamos aquí a pasar la noche. No teníamos reserva para ese día, pero sí una lista de alojamientos seleccionados por precio. Nos quedamos en las afueras, bueno al comienzo de los edificios, porque centro-centro, estos pueblos no tienen. Era el Travel Lodge, barato, cutrecillo, pero suficiente y con sus Harleys a nuestra misma puerta, como debe ser. Se había levantado una buena ventolera y nos instamos para pasar la noche siguiendo el procedimiento ya casi automático de sacar de las maletas solo lo necesario. Dado que por la mañana nos iríamos temprano, decidimos ir en busca de nuestra cena al famoso Mr D´z. De camino, nos encontramos con el fotografiado depósito de agua con el rótulo de Kingman. Pasamos un rato fotografiando el exterior del restaurante, los bancos color de rosa, la señal de 66 pintada en el suelo del aparcamiento y algo más de atrezo que tienen por allí. Pero la noche estaba desapacible y nos metimos a cenar enseguida. Había visto muchas fotos de este típico restaurante decorado al estilo de los años 50 y, en efecto, no defrauda, podrías cruzarte en la puerta del baño con el mismísimo John Travolta vestido con chupa de cuero al que esperaba la melindrosa Olivia Newton-John en cualquiera de las mesas o de los taburetes del local. La misma carta tiene forma de vinilo, y el mismo tamaño que cualquier LP. Nos tomamos otras buenas hamburguesas y un batido compartido. Nunca llegamos a pedir más de uno; con lo que ponen en la copa y lo que te dejan en la coctelera da de sobra para dos personas. A la mañana siguiente, salimos pronto, como siempre, para recorrer algún punto más de la población. Índice del Diario: Ruta por el Oeste Americano
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