Al igual que el día anterior desayunamos en el restaurante Egon y salimos a la calle. Esta vez el día pintaba mucho mejor, no había neblina y el cielo parecía bastante despejado. Nuestra primera visita del día iba a ser uno de los sitios más famosos de Oslo: el parque Vigeland, conocido sobre todo por sus esculturas al aire libre. El parque está situado fuera del centro, y aunque se puede llegar andando preferimos coger un tranvía y así ahorrar tiempo para aprovechar más el día. Desde la plaza de la estación se puede coger el tranvía 12, que recorre muchos de los sitios más turísticos de la ciudad y te deja justo en la puerta del parque. Para comprar el billete lo más fácil es bajarse la app RuterBillett y comprarlos ahí, ya que no se puede pagar en el tranvía ni en el bus.
Nos recibió una puerta monumental con una verja, y tras cruzarla, una gran avenida flanqueada por árboles. En primavera o verano debe ser mucho más bonito que en invierno, con todo verde, pero al menos con la nieve también tenía su punto. Recorrimos la avenida principal viendo las esculturas. La verdad es que dieron pie a hacernos innumerables fotos imitando sus poses, pasamos un rato muy divertido.


Para volver al centro tomamos de nuevo el tranvía 12, pero esta vez nos paramos un poco antes para visitar el Palacio Real. Este edificio de corte neoclásico, muy parecido a otros palacios reales de toda Europa, fue construido como residencia de la familia real noruega, y todavía cumple esa función. En verano es posible visitar su interior, pero inviernos nos tuvimos que conformar con verlo por fuera. Al menos pillamos la hora del cambio de guardia, donde los guardas del castillo se dirigen a la Fortaleza de Akerhus todos los días a las 13:30.

Desde el palacio ya sí que fuimos andando hacia el centro. Pasamos de nuevo por el ayuntamiento, para verlo con mejor luz que el día anterior, y nos dirigimos hacia la Fortaleza de Akerhus.

Este complejo está formado por varios edificios como el castillo, el museo de la Resistencia, la oficina de información.... Está situado junto al mar y al lado del centro, lo que la convierten en uno de los iconos de la ciudad. Data de 1300, cuando la ciudad se trasladó desde su ubicación original (que visitamos el día anterior). Al ser 1 de Enero las distintas dependencias estaban cerradas, así que nos conformamos con dar un paseo por la las murallas, las plazas interiores y ver la vistas desde allí. Sin duda es uno de los monumentos más destacables de Oslo y que hay que incluir sí o sí. Tiene dos entradas. Nosotros entramos por la trasera, ubicada en la calle Akersgata. La principal es más espectacular, con su foso y puente levadizo, que fue la que utilizamos para salir.

Al salir de la fortaleza buscamos un sitio para comer, en esta ocasión elegimos el Peppes Pizza de la plaza de la estación, al lado de nuestro hotel. Esta cadena tiene muchos establecimientos por todo Oslo, y en Tromso también vimos, y se puede considerar de comida rápida y abundante, aunque no de gran calidad, y con un precio bajo para ser Noruega. Tras la comida fuimos al hotel a por las maletas y de allí al aeropuerto, ya que esa tarde teníamos el vuelo a Tromso. Compramos unos sándwiches o wraps en el aeropuerto para cenar en el hotel, ya que llegábamos tarde y no encontraríamos nada abierto a nuestra llegada.
El aeropuerto de Tromso es pequeño, así que enseguida recogimos las maletas. Nuestro hotel en las siguientes noches fue el Raddison Blu, situado en pleno centro de la ciudad. Para llegar podíamos pedir un taxi, pero es mucho más económico ir en bus y nos dejaba casi en la puerta. Al igual que en Oslo lo mejor es bajarse la app correspondiente para comprar los billetes, en este caso es Troms Billet. Nosotros salimos al exterior donde están los taxis y el bus del aeropuerto (Flybussen, mucho más caro que el bus urbano), y había leído que para llegar a la parada del autobús urbano había que cruzar todo el parking por abajo. Como vimos que el parking tenía dos niveles al aire libre dimos por hecho que había que ir por ahí y allá que nos lanzamos con las maletas por encima de la nieve. ERROR. Lo que hay que hacer es bajar en ascensor a la planta de abajo y allí cruzar el aparcamiento subterráneo para llegar a la parada del bus. Hay varias líneas urbanas que pasan por el aeropuerto, la 24, 40 y 42. Según el destino en la ciudad conviene una más que otra. En nuestro caso cogimos el 40 o el 42, que nos dejaban al lado de nuestro hotel.
Cuando llegamos tuvimos algunos problemas con las reservas. En la mía y la de Víctor nos habían dado una habitación con dos camas en vez de una, pero nos lo arreglaron rápidamente, pero en el caso de Cira y Alejandro les tocó pelearse con la recepcionista porque decía que no tenían el desayuno incluido cuando ellos sí que lo tenían contratado. Dentro del hotel hay varios tipos de habitaciones. Víctor y yo cogimos la superior, que además de ser más espaciosa y con baño más grande, incluye cafetera nesspresso y unas buenas vistas al mar y la montaña de enfrente. Lo hicimos principalmente para intentar ver las auroras desde la habitación. Según habíamos leído, en esas fechas en Tromso está la noche polar, es decir, que no sale el sol en ningún momento, por lo que pensamos que podríamos tener suerte de ver las auroras desde la cama ya que teníamos 4 noches contratadas allí. Estuve un rato con la cámara haciendo fotos nocturnas pero no hubo suerte, no pillé ninguna aurora y eso que estaba despejado esa noche.