Se ha quedado una tarde magnífica y vemos a bastante pasaje bajando a tierra para apurar las horas de escala. Suponemos que es gente que ha hecho el Preikestolen o el Lysefjord por la mañana, ha vuelto para comer y van a dar una vuelta por la ciudad hasta el todos a bordo. Por tanto, la ocasión la pintan calva y nos planteamos que es hoy o nunca cuando vamos a poder coger sitio en el Solarium y disfrutar de este espacio. Por ello, nos ponemos la ropa de baño y para allá que nos vamos con la sorpresa de que vuelve a estar lleno de gente o con toallas ocupando plaza. Damos unas vueltas y, por fin, vemos un par de tumbonas vacías que ocupamos con una celeridad rayana en la desesperación.
Toca sestear, relajarse, hidratarse con unas limonadas y holgazanear a conciencia. El entorno es el adecuado para no pasar ni pizca de frío (hace algo de calor, incluso, por el efecto invernadero que provoca el cerramiento acristalado del receptáculo) y el conjunto de minipiscinas y jacuzzis permite refrescarse y divagar la mente de todas, todas.
Toca sestear, relajarse, hidratarse con unas limonadas y holgazanear a conciencia. El entorno es el adecuado para no pasar ni pizca de frío (hace algo de calor, incluso, por el efecto invernadero que provoca el cerramiento acristalado del receptáculo) y el conjunto de minipiscinas y jacuzzis permite refrescarse y divagar la mente de todas, todas.

Estamos ubicados en la proa del barco, en la cubierta 14, por lo que la vista de Stavanger es magnífica. Faltan unos minutos para zarpar y observo que uno de los jacuzzis se queda libre. Nos vamos para allá, raudos como el aire de Pedro Marín, y cogemos un sitio privilegiado dentro del mismo de manera que, apoyados en el borde de la estructura, se despliega ante nuestros ojos toda la inmensa panorámica del puerto: Skagenkaien a la izquierda con la torre Valberg en segundo plano, Gamle Stavanger a la derecha. El barco hace sonar la bocina, leva anclas y muy lentamente hace maniobra marcha atrás para luego hacer el giro en mar abierto y embocar el camino de regreso a Southampton. No hay una nube en el firmamento y la luz del sol incide directamente en la lámina marina creando unos juegos de luces verdaderamente preciosos. No pronunciamos palabra arrullados por el burbujeo del jacuzzi y con la pupila fija en el horizonte. Ya podía haber hecho este tiempo durante más días a lo largo de la semana….
Mientras continúa la maniobra que nos va llevar a la inmensidad del mar le pregunto a mi mujer si antes de ir al jacuzzi ha puesto el móvil en modo avión…. Instantes de tensión…. El respingo e inmediata carrera hacia las tumbonas da la respuesta…. Afortunadamente, me cuenta a la vuelta, todavía pillaba cobertura de tierra pero, menos mal…..
Seguimos en remojo un rato más, nos echamos un rato más en las tumbonas y comprobamos que el agua de la piscina y el jacuzzi de toda la semana ha afectado al color de nuestros trajes de baño de manera que presentan tenues signos de poderse estar destiñendo. ¡Qué le echarán al agua!...
Repasando las actividades de la tarde pensamos que puede ser una buena idea despedirnos de los coches de choque habida cuenta de que mañana, en el día de navegación, va a estar la agenda completa y puede que no nos dé tiempo a acercarnos y rendir los honores que se merece. Por ello, hacemos parada técnica por el camarote y nos acercamos al Seaplex donde la cola para la atracción es bastante pequeña, lo que permitirá más partidas seguidas.
Mientras continúa la maniobra que nos va llevar a la inmensidad del mar le pregunto a mi mujer si antes de ir al jacuzzi ha puesto el móvil en modo avión…. Instantes de tensión…. El respingo e inmediata carrera hacia las tumbonas da la respuesta…. Afortunadamente, me cuenta a la vuelta, todavía pillaba cobertura de tierra pero, menos mal…..
Seguimos en remojo un rato más, nos echamos un rato más en las tumbonas y comprobamos que el agua de la piscina y el jacuzzi de toda la semana ha afectado al color de nuestros trajes de baño de manera que presentan tenues signos de poderse estar destiñendo. ¡Qué le echarán al agua!...
Repasando las actividades de la tarde pensamos que puede ser una buena idea despedirnos de los coches de choque habida cuenta de que mañana, en el día de navegación, va a estar la agenda completa y puede que no nos dé tiempo a acercarnos y rendir los honores que se merece. Por ello, hacemos parada técnica por el camarote y nos acercamos al Seaplex donde la cola para la atracción es bastante pequeña, lo que permitirá más partidas seguidas.

Antes de continuar con el relato creo que es relevante contar que el espacio Seaplex, aparte de funcionar como recinto para el laser tag y los coches de choque, también lo hace como verdadera pista deportiva que es y en la misma se desarrollan actividades de baloncesto, fútbol, voleibol, pickleball e, incluso, patinaje sobre ruedas. En el Cruise Compass de cada día consta las actividades y sus horarios de manera que toda la jornada siempre hay algo programado en este recinto multidisciplinar. Los que quieran practicar deporte más allá de usar el gimnasio tienen una oferta muy completa.
Volviendo con la narración, nos toca la primera partida y vemos que otro par de coches han sucumbido a los “porrazos” y se encuentran allí varados en medio de la pista con lo cual ya son mínimo cinco los que no están operativos y hace que no haya tanta aglomeración de vehículos. Por ello, en esta primera partida me voy a un extremo y practico trompo tras trompo (me hacía ilusión…). Acaba la partida y mientras volvemos a la fila mi mujer me indica que hay un animal de bellota que se está dedicando a embestir de frente y a acorralar a otros vehículos contra los laterales para luego empotrarlos contra los mismos y que a ella le ha hecho una mala maniobra y le ha hecho algo de daño. Como hay tan poca cola se da la circunstancia de que gente que acaba la partida aún tiene sitio para repetir en la siguiente y desde la fila compruebo que el aludido, un joven muy adulto con pinta de ir un poco pasado de vueltas, efectivamente ha cogido la costumbre de usar malas artes y busca constantemente colisionar de frente.
El espíritu del Capitán Trueno y el Jabato acuden a mi llamada y toca en la siguiente partida, por tanto, desfacer los entuertos que este sujeto está llevando a cabo. ¡Voto a bríos, malandrín!... Le digo a mi mujer que esté pendiente de mí y que me vaya siguiendo durante la pista porque donde las dan, las toman y, a la primera oportunidad que se nos brinde, le vamos a hacer la “certín-fortín” (la 13-14 de toda la vida)…. Comienza la partida y en los primeros compases observo a un metro de distancia que el individuo golpea con violencia frontalmente el coche de una señora cercana a la jubilación, que hace un gesto de malestar bastante elocuente. En ese instante la señora y yo cruzamos las miradas y se da uno de esos momentos en los que no hacen falta las palabras porque sin las mismas ya nos lo hemos dicho todo: “¡a por el bellaco!”. Le hago un gesto a mi mujer y un guiño a la señora y dirijo mi coche en dirección al personaje con la idea de acorralarle en una esquina y allí empotrarle a base de bien para que pruebe de su propia medicina. Tras varias pasadas consigo ponerme paralelo a su coche y poco a poco le voy escorando para que se va poco a poco arrimando al lateral metálico de la pista. Seguidamente, pego el volantazo, le corto la trayectoria impactándolo lo suficiente para que su coche se detenga y, en ese momento, llega mi mujer desde atrás a toda pastilla y le hacemos un bocadillo. La cosa no queda ahí porque la señora damnificada ha seguido el curso de los acontecimientos y sin solución de continuidad también le impacta violentamente por el lateral y contra la protección metálica (todavía me duele el sonido del choque). Alborozo a raudales por parte de nosotros tres y parece, además, que el interfecto no se lo ha tomado del todo mal… Ni habiéndolo ensayado habría salido tan bien… Justicia poética….
Como es muy complicado describir la puesta en escena representada durante esos segundos puede que el siguiente diorama haga más comprensible la jugada con el desarrollo aproximado de los acontecimientos:
Volviendo con la narración, nos toca la primera partida y vemos que otro par de coches han sucumbido a los “porrazos” y se encuentran allí varados en medio de la pista con lo cual ya son mínimo cinco los que no están operativos y hace que no haya tanta aglomeración de vehículos. Por ello, en esta primera partida me voy a un extremo y practico trompo tras trompo (me hacía ilusión…). Acaba la partida y mientras volvemos a la fila mi mujer me indica que hay un animal de bellota que se está dedicando a embestir de frente y a acorralar a otros vehículos contra los laterales para luego empotrarlos contra los mismos y que a ella le ha hecho una mala maniobra y le ha hecho algo de daño. Como hay tan poca cola se da la circunstancia de que gente que acaba la partida aún tiene sitio para repetir en la siguiente y desde la fila compruebo que el aludido, un joven muy adulto con pinta de ir un poco pasado de vueltas, efectivamente ha cogido la costumbre de usar malas artes y busca constantemente colisionar de frente.
El espíritu del Capitán Trueno y el Jabato acuden a mi llamada y toca en la siguiente partida, por tanto, desfacer los entuertos que este sujeto está llevando a cabo. ¡Voto a bríos, malandrín!... Le digo a mi mujer que esté pendiente de mí y que me vaya siguiendo durante la pista porque donde las dan, las toman y, a la primera oportunidad que se nos brinde, le vamos a hacer la “certín-fortín” (la 13-14 de toda la vida)…. Comienza la partida y en los primeros compases observo a un metro de distancia que el individuo golpea con violencia frontalmente el coche de una señora cercana a la jubilación, que hace un gesto de malestar bastante elocuente. En ese instante la señora y yo cruzamos las miradas y se da uno de esos momentos en los que no hacen falta las palabras porque sin las mismas ya nos lo hemos dicho todo: “¡a por el bellaco!”. Le hago un gesto a mi mujer y un guiño a la señora y dirijo mi coche en dirección al personaje con la idea de acorralarle en una esquina y allí empotrarle a base de bien para que pruebe de su propia medicina. Tras varias pasadas consigo ponerme paralelo a su coche y poco a poco le voy escorando para que se va poco a poco arrimando al lateral metálico de la pista. Seguidamente, pego el volantazo, le corto la trayectoria impactándolo lo suficiente para que su coche se detenga y, en ese momento, llega mi mujer desde atrás a toda pastilla y le hacemos un bocadillo. La cosa no queda ahí porque la señora damnificada ha seguido el curso de los acontecimientos y sin solución de continuidad también le impacta violentamente por el lateral y contra la protección metálica (todavía me duele el sonido del choque). Alborozo a raudales por parte de nosotros tres y parece, además, que el interfecto no se lo ha tomado del todo mal… Ni habiéndolo ensayado habría salido tan bien… Justicia poética….
Como es muy complicado describir la puesta en escena representada durante esos segundos puede que el siguiente diorama haga más comprensible la jugada con el desarrollo aproximado de los acontecimientos:

El resto de la partida transcurre con normalidad y comprobamos que el personajillo ha tomado buena nota de lo sucedido porque desiste de los impactos directos y practica una conducción normal sin riesgo para las cervicales de los demás participantes en el juego. Suena la bocina de finalización de partida, nos quitamos los cinturones, el bergante coge las de Villadiego, la señora se acerca y me suelta un “good job” (bien hecho) con una sonrisa y cuando salimos de la pista el empleado de la instalación me guiña un ojo y levanta el pulgar de una mano disimuladamente. Infiero que el bribón ha estado haciendo de las suyas desde el comienzo y que ya iba siendo hora de que alguien le pusiera en su sitio….
Echamos un par de partidas más en términos civilizados y nos despedimos con pena suma de los coches en el convencimiento de que lo más seguro es que no nos volvamos a montar en mucho tiempo en uno de estos cachivaches…. Lo que pasa en las Vegas, se queda en las Vegas….
Hoy es la segunda cena de gala y, por tanto, nos recogemos al camarote para acicalarnos como la ocasión lo requiere. Camino del mismo transitamos por cubierta y, pese a hacer algo de frío, la sensación térmica es sumamente agradable en la medida en que el astro rey continúa bendiciéndonos con sus lumínicos, que ya no cálidos, rayos.
Peripuestos como los que más (hoy incluso nos hemos cruzado con una pareja vestidos con el traje típico escocés) llegamos al restaurante y esperamos a que Anne nos traiga la carta. Hoy es la noche Royal y, supuestamente, en el menú deberían servir la archiconocida langosta de Maine, que es un clásico de Royal Caribbean. Yo estaba con la mosca detrás de la oreja porque en la aplicación había desaparecido ese plato pero no me lo podía creer y lo achacaba a un fallo en la aplicación: “como no pongan langosta, hay un motín a bordo seguro…”.”Lo de la Bounty se va a quedar pequeño….”. Pues bien, nuestra camarera nos trae las cartas, en español, y allí no aparece la langosta por ningún lado. Le pregunto entonces sobre el particular y me dice que va a ir a preguntar. Regresa y me dice que está correcto y lo que sucede es que en los cruceros europeos ya no se sirve langosta el día de gala. Bueno, es lo que hay y, realmente, al haberla probado ya en otros cruceros, tampoco es que nos suponga excesiva decepción porque este tipo de langosta, bogavante habría que llamarle, es bastante insípido de sabor y por eso la traen con mantequilla y varios aderezos más. De todas formas, otro recorte más….
La cena transcurre de nuevo con normalidad y llegados los postres un encargado, micrófono en mano, nos informa de que esta noche los cocineros, que nos han estado agasajando durante toda la semana con sus suculentos manjares, van a hacer una actuación en nuestro honor. Dicho y hecho: de las puertas que comunican con las cocinas surge una buena cantidad de cocineros con sus gorros altos y comienzan a bailar a los sones del “danza, kuduro” del cantante Don Omar. De nuevo los comensales levantamos las servilletas y las agitamos siguiendo el ritmo de la canción y todo es bulla y algazara. De repente, puesto que estamos a la entrada del comedor, comprobamos que los cocineros del restaurante Chic, que está enfrente del nuestro, entran bailando y recorren el recinto y los cocineros de nuestro restaurante, Grande, salen y se dirigen hacia el otro, haciendo lo propio. Otro momento divertido, sin duda.
Echamos un par de partidas más en términos civilizados y nos despedimos con pena suma de los coches en el convencimiento de que lo más seguro es que no nos volvamos a montar en mucho tiempo en uno de estos cachivaches…. Lo que pasa en las Vegas, se queda en las Vegas….
Hoy es la segunda cena de gala y, por tanto, nos recogemos al camarote para acicalarnos como la ocasión lo requiere. Camino del mismo transitamos por cubierta y, pese a hacer algo de frío, la sensación térmica es sumamente agradable en la medida en que el astro rey continúa bendiciéndonos con sus lumínicos, que ya no cálidos, rayos.
Peripuestos como los que más (hoy incluso nos hemos cruzado con una pareja vestidos con el traje típico escocés) llegamos al restaurante y esperamos a que Anne nos traiga la carta. Hoy es la noche Royal y, supuestamente, en el menú deberían servir la archiconocida langosta de Maine, que es un clásico de Royal Caribbean. Yo estaba con la mosca detrás de la oreja porque en la aplicación había desaparecido ese plato pero no me lo podía creer y lo achacaba a un fallo en la aplicación: “como no pongan langosta, hay un motín a bordo seguro…”.”Lo de la Bounty se va a quedar pequeño….”. Pues bien, nuestra camarera nos trae las cartas, en español, y allí no aparece la langosta por ningún lado. Le pregunto entonces sobre el particular y me dice que va a ir a preguntar. Regresa y me dice que está correcto y lo que sucede es que en los cruceros europeos ya no se sirve langosta el día de gala. Bueno, es lo que hay y, realmente, al haberla probado ya en otros cruceros, tampoco es que nos suponga excesiva decepción porque este tipo de langosta, bogavante habría que llamarle, es bastante insípido de sabor y por eso la traen con mantequilla y varios aderezos más. De todas formas, otro recorte más….
La cena transcurre de nuevo con normalidad y llegados los postres un encargado, micrófono en mano, nos informa de que esta noche los cocineros, que nos han estado agasajando durante toda la semana con sus suculentos manjares, van a hacer una actuación en nuestro honor. Dicho y hecho: de las puertas que comunican con las cocinas surge una buena cantidad de cocineros con sus gorros altos y comienzan a bailar a los sones del “danza, kuduro” del cantante Don Omar. De nuevo los comensales levantamos las servilletas y las agitamos siguiendo el ritmo de la canción y todo es bulla y algazara. De repente, puesto que estamos a la entrada del comedor, comprobamos que los cocineros del restaurante Chic, que está enfrente del nuestro, entran bailando y recorren el recinto y los cocineros de nuestro restaurante, Grande, salen y se dirigen hacia el otro, haciendo lo propio. Otro momento divertido, sin duda.

Tras la cena toca ver qué hacemos hasta la hora de acostarse. Hoy no hay actuación en el teatro (y no es la primera noche que pasa…). En este aspecto sí hemos echado a faltar algún show más en este recinto pero, afortunadamente, como hay más oferta, siempre hemos tenido algo en el que echar el rato. Esta noche en el 270 está programado el juego “The Crazy Quest” y decidimos darle una oportunidad puesto que había leído que es bastante gracioso. Para cambiar la perspectiva subimos a la planta superior y desde allí tenemos una buena visión del escenario.

The Crazy Quest consiste en que la directora del crucero divide a la audiencia en varios equipos y solicita dos capitanes por equipo incidiendo en que los que salgan, por favor, que lo hagan sin vergüenza o inhibición alguna porque va a ser más divertido (efectivamente, los que salieron ya se habían dejado la inhibición en sus respectivas casas). A continuación va solicitando a los capitanes que le vayan trayendo diferentes objetos o personas de entre el público con un límite de tiempo y se van acumulando más o menos puntos según lo rápido que se sea. No quiero dar muchos detalles de cara a posibles futuros viajeros (porque es un show recurrente en los barcos de Royal Caribbean) pero imagínese el lector el perfil de lo que se pide: desde sujetadores a cordones de zapato, pasando por el pasajero con más kilos o el más alto y finalizando con un desfile de modelos. La acción es trepidante, las carcajadas son continuas, el público se involucra completamente y se pasa todo en un periquete, señal de que es muy entretenido. Nosotros, que íbamos sin ninguna expectativa, lo pasamos bomba y como todo es muy visual, el tema del idioma no supuso ningún obstáculo para ir siguiendo el hilo del concurso. Muy, muy recomendable….
Una vez finalizado y puesto que la Billboard Band vuelve a tocar en el Music Hall allí que nos llevan nuestros pasos y nos echamos unos bailes con éxitos de hoy, ayer y siempre. El ambiente es muy festivo y la gente tiene ganas de jarana porque, además, al día siguiente no hay que madrugar al ser día de navegación. Sin embargo nosotros estamos cansados del insomnio de la noche tempestuosa anterior y decidimos recogernos no sin antes hacer la parada nocturna de rigor por el Café Promenade para pillar unas infusiones calentitas y un ligero refrigerio.
Una vez finalizado y puesto que la Billboard Band vuelve a tocar en el Music Hall allí que nos llevan nuestros pasos y nos echamos unos bailes con éxitos de hoy, ayer y siempre. El ambiente es muy festivo y la gente tiene ganas de jarana porque, además, al día siguiente no hay que madrugar al ser día de navegación. Sin embargo nosotros estamos cansados del insomnio de la noche tempestuosa anterior y decidimos recogernos no sin antes hacer la parada nocturna de rigor por el Café Promenade para pillar unas infusiones calentitas y un ligero refrigerio.

Finaliza otro día, dejamos poco a poco Noruega, el viaje va tocando a su fin y va quedando el poso que todo lo bueno pasa demasiado rápido…. Mañana será otro día…
Buenas noches.
Conclusiones que nos deja la jornada del viernes:
. En los supermercados noruegos hay productos con la denominación First Price. Es la marca blanca de toda la vida y tiene buen precio, dentro de lo caro. La mermelada que compramos en Haugesund era First Price y he de decir que es de las mejores que he probado en mucho tiempo.
. Es ciertamente importante el tener el teléfono móvil en modo avión cuando se está navegando y así evitar que se conecte de manera satelital porque puede derivar en unas facturas de aúpa, sea en forma de llamadas, sea en forma de notificaciones de internet u otros usos.
. En Noruega todo se puede pagar con tarjeta. Por ello nosotros no hemos llevado efectivo ni hemos tenido necesidad de usarlo. Los gastos que hemos hecho han sido siempre abonados con tarjeta independientemente de su importe. Por ello, si no se quiere llevar dinero contante y sonante, no supone mayor problema a la hora de abonar las compras o servicios que se hagan allí.
. Y, por último, en cada día de viaje te puede aguardar una sorpresa u ofrecer la oportunidad de disfrutar de algo inesperado: desde la “caza del zorro”en el Seaplex hasta la juerga imprevista del 270.
Buenas noches.
Conclusiones que nos deja la jornada del viernes:
. En los supermercados noruegos hay productos con la denominación First Price. Es la marca blanca de toda la vida y tiene buen precio, dentro de lo caro. La mermelada que compramos en Haugesund era First Price y he de decir que es de las mejores que he probado en mucho tiempo.
. Es ciertamente importante el tener el teléfono móvil en modo avión cuando se está navegando y así evitar que se conecte de manera satelital porque puede derivar en unas facturas de aúpa, sea en forma de llamadas, sea en forma de notificaciones de internet u otros usos.
. En Noruega todo se puede pagar con tarjeta. Por ello nosotros no hemos llevado efectivo ni hemos tenido necesidad de usarlo. Los gastos que hemos hecho han sido siempre abonados con tarjeta independientemente de su importe. Por ello, si no se quiere llevar dinero contante y sonante, no supone mayor problema a la hora de abonar las compras o servicios que se hagan allí.
. Y, por último, en cada día de viaje te puede aguardar una sorpresa u ofrecer la oportunidad de disfrutar de algo inesperado: desde la “caza del zorro”en el Seaplex hasta la juerga imprevista del 270.