La mañana que visitamos La Valeta, nuestra guía nos comentó que se iba a cambiar el programa de las dos últimas jornadas del viaje por cuestión de disponibilidad de la nueva guía local que nos habían asignado. De modo que el último día se haría la excursión de día completo a la isla de Gozo en vez de la de media jornada que estaba prevista, y esta pasaría al día anterior. Como nosotras teníamos la entrada del Hipogeo para el último día, el cambio suponía que si íbamos a Gozo con el grupo perderíamos la reserva. Y teníamos claro que no queríamos perderla, así que decidimos hacerlo todo ya por nuestra cuenta. Nuestra guía lo entendió perfectamente y se portó muy bien, ya que nos entregó los billetes para el ferry y los pases que pudo para otras visitas que haría el grupo ya sin nosotras.
Detalle de un plano que nos dieron en una Oficina de Turismo.


No madrugamos demasiado y luego nos daríamos cuenta de que fue un error. Después de desayunar, tomamos el autobús nº 41, que nos llevó hasta la terminal del ferry en Cirkkewwa. Creo recordar que tardamos en torno a media hora y por el camino vimos parte del norte de la isla, que nos pareció algo más verde que lo demás que ya habíamos visto. Cuando llegamos, estaba saliendo un barco y tuvimos que esperar hasta que zarpó el siguiente. Llevábamos el billete de ida y vuelta que nos dio la guía. Te lo comprueban a la vuelta, a la ida se sube al ferry sin enseñar nada.


Fue el peor día que tuvimos en Malta, y no porque lloviera, que no cayó ni una gota durante toda nuestra estancia allí, sino porque el cielo tenía un feo tono marrón por culpa de la calima, lo que influyó en el paisaje y todavía más en las fotos, que salieron muy feas.


Aun así, al pasar cerca de la isla de Comino, pudimos divisar los acantilados, una torre vigía, la Laguna de Cristal y el precioso color turquesa de su Laguna Azul. Una lástima que no nos diera tiempo a visitarla. El ferry de Malta a Gozo no para en Comino. Según vi, hay que hacer una excursión específica, durante la cual puedes pasar varias horas en Comino, algo que en una sola jornada no nos podíamos permitir.


La travesía en el ferry acaba en el puerto de Mgarr, desde donde se avista un panorama que me pareció bastante llamativo, con las torres de varias iglesias encaramadas en las colinas que rodean el muelle, así como una especie de fuerte, que luego me enteré es el Arsenal Fort Chambray.



Si no se dispone de vehículo propio, para visitar Gozo hay que valerse de los autobuses públicos, que recorren casi toda la isla. Sin embargo, es preciso comprobar los trasbordos necesarios y calcular bien los tiempos. Como nosotras ya íbamos un poco pilladas, decidimos utilizar uno de los autobuses turísticos que tienen un itinerario fijo, parando en muchos de los puntos más importantes de la isla. Aunque salía algo caro (20 euros por persona el día completo), enseguida nos cuenta de que era nuestra mejor opción para ver lo más posible sin volvernos locas con los horarios y las conexiones. Ninguna de nosotras dos había subido nunca antes en ese tipo de autobuses. En fin, para todo hay una primera vez y casi siempre es bueno probar de todo. Hacía fresquito y tuvimos que ponernos los chubasqueros y sus capuchas para protegernos del viento. Claro que se podía ir en el interior del autobús, pero… ¿quién se conformaba?


Nos dieron unos auriculares para conectar a unas tomas en los asientos, a través de los cuales podíamos seguir las explicaciones de lo que veíamos en varios idiomas, incluido el español. Bueno, unas veces funcionaba y otras, no.

Después de mirar y remirar el folleto informativo, nos enteramos más o menos de cómo funcionaba el asunto y decidimos que nuestra primera parada la haríamos en los Templos de Ggantija. Claro que antes disfrutamos de la ruta panorámica con que nos obsequió el autobús, que se metió por caminos que realmente no pensábamos que fuese capaz de surcar un vehículo de tales dimensiones.


Lástima que el día estuviese tan feo y que el color del cielo adquiriese un horrible tono marrón grisáceo en vez de azul, porque aquellos paisajes nos resultaron incluso más atractivos que los de la isla de Malta.

Gozo y Malta comparten patrimonio y una historia en común, pero la isla menor, al estar peor fortificada, fue la que se llevó la peor parte durante los ataques de piratas y fuerzas extranjeras. Así, durante la invasión de 1551, los otomanos pasaron por alto las ciudades fortificadas, pero asolaron los campos malteses y se enseñaron con Gozo, esclavizando a toda la población. Además, sus recursos naturales son más limitados que los de su vecina mayor, por lo que su economía tradicionalmente se ha basado en la agricultura, lo que también ha condicionado el paisaje.

Templos de Ggantija.
El autobús nos dejó al lado del acceso a los Templos de los Gigantes, según la traducción del maltés. Llevábamos ya las entradas, que cuestan 10 euros, los adultos; 8, los seniors, jóvenes y estudiantes, y 6 los niños mayores de 5 años.


Los templos se encuentran en un parque muy agradable –salvo que en verano te achicharre el sol, claro- con un itinerario señalizado que se recorre fácilmente a través de unas pasarelas.

Antes de salir al exterior, hay una zona de museo muy interesante, con mucha información y piezas encontradas en los templos, entre ellas dos cabezas de piedra caliza y varias figuritas humanas. Algunas son réplicas, pues las auténticas están en el Museo Arqueológico de Gozo o en el Nacional de La Valeta.


Me habían comentado que estos templos están en muy mal estado y que no resultan demasiado espectaculares. Sin embargo, particularmente me impresionaron, sobre todo teniendo en cuenta que datan de hace más de cinco mil años, lo que les convierte en las construcciones humanas más antiguas que se mantienen en pie, por delante de las pirámides de Egipto y de Stonehenge. El complejo empezó a ser excavado en 1828.



Constan de dos sistemas de patios sin conexión entre sí. El Templo Sur, aproximadamente del 3600 a.C., está mejor conservado y tiene cinco ábsides por los cuatro del Templo Norte, que se calcula fue erigido seis siglos después. El patio del Templo Sur mide 23 metros de ábside a ábside y la altura de la pared es de ocho metros. Entonces no se utilizaba el arco, ni tampoco parece factible que pudieran poner una piedra de esa longitud encima, por lo que se supone que el techo pudo ser de madera o pieles.


Hay evidencias de que el interior fue pintado en tonos ocres o rojos. El suelo está cubierto con losas, adornadas algunas con espirales y dibujos.

Las paredes exteriores estaban formadas por enormes megalitos, el mayor de los cuales pesa cincuenta toneladas. Se cree que la increíble supervivencia de estos templos se debe a que los huecos entre los muros internos y externos se rellenaban con tierra o escombros.

El hallazgo de huesos en su interior hace pensar que se realizaban ofrendas religiosas con sacrificios de animales y también parece probado que se utilizaba el fuego.

Desde donde se encuentran los templos, a lo lejos, se distingue claramente la mole de la Iglesia de Xewkija, dedicada a San Juan Bautista y que cuenta con una de las cúpulas más grandes del mundo, más alta incluso que la de Mosta, aunque con un diámetro menor.

Recorriendo Gozo.
Volvimos al autobús y continuamos nuestro vertiginoso recorrido por la isla. Estábamos un poco perdidas, sin saber muy bien cómo montar nuestro itinerario porque la mañana avanzaba más deprisa de lo que nos hubiera gustado. La siguiente parada del autobús era en Marsalforn, un antiguo pueblo de pescadores que se ha convertido en un lugar muy turístico por sus playas, sus hoteles y sus restaurantes. Quizás sus calas merezcan la pena yendo en coche, pero como no era nuestro caso, decidimos pasarlo por alto y, así, ganar tiempo.

De camino, entre campos de cebada, olivos y viñas, vimos el Molino de Xaghra, de 1724, la escultura del Cristo Resucitado, situada en la cima de una colina (en otras circunstancias, hubiera subido hasta allí) y algunas casas que me llamaron la atención en poblaciones que no he conseguido identificar.

También divisamos una buena panorámica de Victoria y su ciudadela, pero todavía no estaba acostumbrada al traqueteo y el viento de la parte descubierta del autobús y la foto no me salió como me hubiese gustado.

Entonces, tuvimos que elegir entre bajarnos en la siguiente parada, en la capital, o seguir el itinerario del autobús, que, más tarde volvería a pasar por allí. Decidimos asegurar y quedarnos en Victoria. Pero esa visita y el resto de nuestro recorrido por Gozo lo comento en las dos etapas siguientes para no hacer esta demasiado larga.