Aunque amanecemos rodeados de nubes, al menos no llueve. Con 14º nos vamos hacia St. Gilgen, pueblo a orillas del Wolfgansee, donde dejamos el coche en el aparcamiento 2, en Helenenstrasse (4€ todo el día), muy cerca de la estación del Zwölferhorn, en Konrad-Lesiak-Platz 3.
Las cabinas son nostálgicas, como las publicitan, y la subida es lenta, perfecta para recrearse en las aguas del Wolfgansee y Fuschlsee. No había nada específico para niños, pero la vez anterior, que hicimos una visita relámpago al pueblo, nos quedamos con ganas de subir. Nada más salir del teleférico, hay un mirador desde el que se pueden ver, con día claro, varios lagos: el Krotensee, el Wolfgansee, Zellersee, Mondsee…
Hay varios senderos; nosotros hicimos una ruta circular de hora y media, 3.5 km, siguiendo las señales Pillstein-Panoramarundweg, acompañados de vez en cuando por vacas que se cruzaban en la carretera
Es sencilla, por camino de grava; en la web señalan que puede hacerse con un carrito de bebé.
En algunas zonas el camino se estrecha o va por zona con vegetación, como la subida hasta una cruz desde la que se tienen buenas vistas.
Nos quedamos con algunos rincones para el recuerdo.
De vuelta, desde el mirador que está junto al restaurante de la estación, vemos el Krotansee, detrás del Wolfgansee, el Zellersee y el Mondsee.
En la bajada casi entre nubes cargaditas de agua, nos fijamos en dos “alm” que están en la falda de la montaña. Nos enganchamos a la wifi de la estación inferior, ya en el pueblo, y elegimos el Alpengasthof Sausteigalm, en Laim 59. Nos dirigimos hacia Brunn y llegamos a una arboleda espectacular, casi oscura. Caminamos bajo la lluvia fina que empezaba a caer hasta el gasthof, un sitio que nos encantó, pequeño, muy casero, con el perro enorme de la familia merodeando la casa recubierta de madera, con las típicas chimeneas de cerámica verde, la abuela haciendo punto, el olor de la cocina repartiéndose… Era como estar en el comedor de una casa particular. La carta no es muy amplia (dos tipos de sopa, dos tipos de postre…), pero comimos muy bien con una Nuddelsuppe (tallarines en caldo con cebollino), Knöddelsuppe (sopa con una bola de pan y un sabor a carne…), un Salzburger schnitzel (relleno con queso y speck) acompañado de sauercroft de col y papas con mantequilla y cebollino, y salchichas blancas con ensalada. No se puede decir que pasáramos hambre, no. No tenemos fotos, porque a veces comer, agarrar al terremoto en un comedor lleno de gente y manejar la cámara es tarea difícil
La lluvia descargó fuerte cuando salimos, ya con 13 grados, y nos acompañó en nuestra vuelta a Hallstatt. Para bajar lo hicimos siguiendo la Perfalleckstrasse, en Tiefbrunnau (Faisteanu), que conecta directamente con Fuschlsee.
Las cabinas son nostálgicas, como las publicitan, y la subida es lenta, perfecta para recrearse en las aguas del Wolfgansee y Fuschlsee. No había nada específico para niños, pero la vez anterior, que hicimos una visita relámpago al pueblo, nos quedamos con ganas de subir. Nada más salir del teleférico, hay un mirador desde el que se pueden ver, con día claro, varios lagos: el Krotensee, el Wolfgansee, Zellersee, Mondsee…
Hay varios senderos; nosotros hicimos una ruta circular de hora y media, 3.5 km, siguiendo las señales Pillstein-Panoramarundweg, acompañados de vez en cuando por vacas que se cruzaban en la carretera
Es sencilla, por camino de grava; en la web señalan que puede hacerse con un carrito de bebé.
En algunas zonas el camino se estrecha o va por zona con vegetación, como la subida hasta una cruz desde la que se tienen buenas vistas.
Nos quedamos con algunos rincones para el recuerdo.
De vuelta, desde el mirador que está junto al restaurante de la estación, vemos el Krotansee, detrás del Wolfgansee, el Zellersee y el Mondsee.
En la bajada casi entre nubes cargaditas de agua, nos fijamos en dos “alm” que están en la falda de la montaña. Nos enganchamos a la wifi de la estación inferior, ya en el pueblo, y elegimos el Alpengasthof Sausteigalm, en Laim 59. Nos dirigimos hacia Brunn y llegamos a una arboleda espectacular, casi oscura. Caminamos bajo la lluvia fina que empezaba a caer hasta el gasthof, un sitio que nos encantó, pequeño, muy casero, con el perro enorme de la familia merodeando la casa recubierta de madera, con las típicas chimeneas de cerámica verde, la abuela haciendo punto, el olor de la cocina repartiéndose… Era como estar en el comedor de una casa particular. La carta no es muy amplia (dos tipos de sopa, dos tipos de postre…), pero comimos muy bien con una Nuddelsuppe (tallarines en caldo con cebollino), Knöddelsuppe (sopa con una bola de pan y un sabor a carne…), un Salzburger schnitzel (relleno con queso y speck) acompañado de sauercroft de col y papas con mantequilla y cebollino, y salchichas blancas con ensalada. No se puede decir que pasáramos hambre, no. No tenemos fotos, porque a veces comer, agarrar al terremoto en un comedor lleno de gente y manejar la cámara es tarea difícil
La lluvia descargó fuerte cuando salimos, ya con 13 grados, y nos acompañó en nuestra vuelta a Hallstatt. Para bajar lo hicimos siguiendo la Perfalleckstrasse, en Tiefbrunnau (Faisteanu), que conecta directamente con Fuschlsee.