Los Moher me rematan definitivamente ✏️ Diarios de Viajes de IrlandaDe Killarney a Galway cada vez más cabreado. El día siguiente amaneció frío, nublado, gris, húmedo y lluvioso. Esto me suena, pensé. O a lo mejor lo dije en alto, aunque estaba solo. Mucha gente, chusma generalmente, cree que es de locos hablar...Diario: IRLANDA CABREADO⭐ Puntos: 4.2 (29 Votos) Etapas: 7 Localización: IrlandaEl día siguiente amaneció frío, nublado, gris, húmedo y lluvioso. Esto me suena, pensé. O a lo mejor lo dije en alto, aunque estaba solo. Mucha gente, chusma generalmente, cree que es de locos hablar solo. Para nada, es algo sano y recomendable, sobre todo cuando pasas bastante tiempo sin compañía, como un viaje en solitario. Yo hablo con frecuencia conmigo mismo, incluso a veces no estoy de acuerdo con mis propias ideas, pero nunca llego a una discusión fuerte, y menos aun a las manos. A veces, incluso, hago apuestas, por ejemplo con el número de km hechos en un día. Uno dice: “pues hoy serán entre 150 y 200”; otro, que soy yo también, claro, dice: “pues yo digo que entre 200 y 250”. Lo bueno de esto, es que así casi siempre acierto. Pensaba visitar la península de Dingle, pero como seguía lloviendo, qué novedad, lo descarté. Otro palo como el del día anterior sería mi hundimiento definitivo. De camino a Galway, donde haría dos noches, me dirigí a Tralee. Tiene un museo recomendado en la guía, pero no era barato y no se incluye en la tarjeta. Además, un canal y un enorme molino de viento cuya foto en la oficina de turismo me animó a no visitarlo. El núcleo urbano, nada especial. Visita prescindible, al menos para mí. Sin embargo, a unos 7 km se encuentra Ardfert. Pueblo pequeño pero que tuvo una catedral y un par de iglesias sencillas, hoy todo en ruinas. Se paga por entrar en el local cubierto donde apenas hay nada, pero estaba cerrado por ser festivo. El resto, entrada libre, al menos cuando yo fui no había nadie y estaba abierto. Bueno, no es gran cosa; pero si hay tiempo y se visita lo siguiente, vale la pena acercarse hasta aquí. Y lo siguiente, a solo 1 km, son las ruinas de otro monasterio. Una vez más, rodeadas de campo, solitarias, la torre, restos de la iglesia y hasta de un pequeño claustro muy sencillo forman un romántico conjunto que se merece una visita. En la ruta, el Desmond Hall en Newcastle West. Un castillo-palacio cuya visita se incluye en la tarjeta. Pero solo pude verlo por fuera, (lo que es prescindible) ya que estaba cerrado. Otra frustración. Poco antes de Limerick, se llega a Adare. En este pueblo hay un castillo en ruinas al borde del río. Vale la pena echarle un vistazo, pero no conseguí visitarlo porque el recinto estaba cerrado también, supongo que porque era Jueves Santo y todos se habrían ido a visitar los monumentos o a una procesión en la ciudad. Enfrente, un convento con una iglesia cuyo interior no tiene nada de especial y un miniclaustro muy simple. Perfecto para aparcar aquí y de paso hacer la foto al castillo. Pasé de largo la ciudad de Limerick sin parar en ella, lo que vi no me pareció atractivo y creo que no tiene interés. A pocos km, siguiendo hacia Galway, otro castillo: Bunratty, mejor conservado, pero estéticamente poco vistoso por fuera. Incluye un museo de muebles de entrada cara, me quedé fuera porque no se incluye en la tarjeta Heritage. Está pegado a la autopista de la que se entra y sale cómoda y muy rápidamente. Camino de Moher, el pueblo de Ennis que tiene nada menos que 4 monasterios en ruinas, todos medievales. Visité en las afueras el de Santa Clara, similar al de Ardfert, aislado, solitario y romántico. Abierto siempre, libre. Y en el centro del pueblo el de Innis, entrada 4€, gratis con la tarjeta. No está mal, vale la pena, aunque no dejan de ser siempre construcciones más bien sencillas, de reducidas dimensiones y sin apenas decoración. Este conserva algunos restos de relieves en una tumba. La chica da toda clase de explicaciones; en inglés, claro. Y siempre sobre el monasterio, no sobre su vida sentimental y mucho menos sexual, pero esto hay que comprenderlo, los sajones no son tan abiertos y comunicativos como nosotros los latinos, que enseguida lo contamos todo, sin tapujos. El más interesante es el de Quin, a unos 14 km al sur, pero cerrado hasta temporada de verano. Lástima, con lo que me gustan los monasterios. Demasiado lejos para verlo solo por fuera. Otro, unos 12 km al norte, tampoco fui. En Innis visité también el Museo de la ciudad, gratuito, pero no vale mucho. Atención, viene ahora la mayor atracción turística de Irlanda, su más famoso lugar, tatatachánnnn, su seña de identidad, el non plus ultra, el imprescindible para cualquier mortal, o no, que visite el país, porque los dioses también deben venir a conocer este único espacio natural: los acantilados de Moher. Todos hemos oído hablar de este mítico lugar desde que éramos bebés, incluso antes. Aunque en Innis a ratos me acompañó la lluvia, siempre tan cariñosa conmigo en este viaje, me dirigí al Olimpo irlandés con una gran excitación, la cosa no era para menos, nadie puede visitar el país sin venir a ver esto, incluso en excursión de un día desde Dublín, aunque sea un auténtico disparate. Mucha gente no piensa, solo actúa por imitación, generalmente de otros seres humanos, pero también hay casos de personas, muy simples, eso sí, que acaban imitando gestos y actitudes de otros primates menos evolucionados, como los orangutanes o chimpancés. Tiene que haber de todo entre 7.000 millones de personas. En Moher no hay orangutanes, lo que hay son unos acantilados de unos 200 metros de altura, que no es poco, pero en España los hay más altos. El lugar se ha ganado el honor de ser un sitio mítico, o casi. Lo raro es que no sea una tradición venir aquí a contemplar la puesta de sol, como en otros lugares, donde la gente, generalmente sin personalidad, que hace lo que los demás, sin pararse a pensar en su sentido, se juntan con cientos o miles de otros seres humanos, que también actúan por imitación, para disfrutar ese momento mágico y místico. Así ocurre en Angkor Wat, Capadocia o Ibiza. Para ver amaneceres se van a Borobudur en Java o al Sinaí, adonde llegan tras una furiosa pateada cuesta arriba desde las 2 de la mañana. Con la lengua fuera y sin haber dormido, claro, qué planazo, maravilloso. Todo el mundo vuelve fascinado de estos encuentros en la tercera fase, nadie reconoce que no compensa, hasta algunos parece que sufren una metamorfosis y se vuelven muy espirituales. ¿Sabrán que la salida del sol también se puede ver desde la terraza o el tejado de su casa? Yo creo que no. Se me ocurre una propuesta muy interesante, por ejemplo, ver el amanecer en Borobudur y la puesta de sol en Ibiza, ¡¡¡pero el mismo día!!! Basta que lo haga uno y lo cuente en el Foro para que se convierta pronto en una moda y lo hagan miles. La cosa tiene su punto, ¿eh?, hay que imaginarse un amanecer en el Sinaí y luego venga a correr para llegar a la puesta de sol en la pirámide de Chichén Itzá. Hay que estudiar esto, promete. Pero claro, en Irlanda se ve poco al astro rey, por eso no se ha popularizado. Lástima de sol para ver esto, pensaba yo ingenuamente de camino, verlos nublado y con lluvia no es lo mismo. Qué ingenuo, con lluvia, dice, ojalá fuera eso. A pocos km, el destino ya se cebó en mí climatológicamente hablando, y una de las más espesas nieblas que he visto y me ha impedido ver jamás, aparece casi de repente y sin avisarme. Yo creía que no podía haber algo peor que la lluvia en ese momento crucial de mi existencia. Desde mi Primera Comunión estaba esperando ese momento, contemplar esta maravilla geológica de la naturaleza. De geo algo podía tener, pero de lógica no tenía nada. Por la pinta, juraría que es la misma niebla cojonera del anillo de Kerry, la muy asquerosa y jedionda ella. Me persigue, parece que no tiene otra cosa que hacer, nadie más a quien fastidiar el viaje. Hundido ya en la miseria al no ver nada e imaginarme el panorama tratando de ver y unido al hecho de que aquí van a la caza del turista obligándote a dejar el coche en un aparcamiento de pago y caro, cuando en realidad estás en pleno campo, decidí no parar y asumir definitivamente que este era ya sin duda el peor viaje de mi vida. Y que no podría hacer nada para evitarlo. A algún país le tenía que tocar, le tocó a Irlanda, y mira que me caía bien. Maldita la hora en que decidí venir aquí en Semana Santa, ahora entiendo perfectamente lo que padeció Jesús aquella semana, porque para mí es también como una Pasión: en Glendalough me latigaron, en Rock of Cashel me azotaron, en Kerry me colocan una corona de espinas y en Moher me clavaron las manos . Todo encajaba, ese día era Jueves Santo. La acumulación de frustraciones y decepciones era ya demasiada y hasta la visión se me nubló con las lágrimas. Pensé, solo me falta darme un tortazo con el coche. Me di cuenta de que no eran lágrimas, sino que volvía a llover, porque le di al limpiaparabrisas y se me despejó la visión. Menos mal, ya me preocupaba este exceso de sensibilidad. Pero la visibilidad llegaba solo hasta los 7 metros, claro, porque la puta niebla seguía allí. Como no pude hacer foto de los acantilados -me quedé con las ganas y seguramente para siempre, porque no creo que vuelva a Irlanda- pongo una de los que hay cerca de mi casa, hoy he estado allí y no creo que sean menos espectaculares. Y a los pobres nadie les hace caso Muy deprimido y cabreado, cabreadísimo en realidad, traté de consolarme con el resto de las aparentemente numerosas atracciones de Burren, incluida una zona de sorprendentes formaciones calizas que debieron quedar ocultas por la niebla o porque no cogí la carretera adecuada, el caso es que no vi nada de esos otros paisajes sorprendentes, solo el castillo de Dunguaire, sencillo, pero en bonito emplazamiento en plena orilla del mar. Y llegué a Galway, directo al alojamiento a lamerme las heridas: el Anno Santo Hotel, sencillo, bien, buen precio, 35 € la noche, tuvo el honor de ser mi casa las dos noches siguientes. Galway. No he visto nada llamativo en esta ciudad. Hay quien dice en el Foro que es una ciudad muy interesante, me pregunto yo qué ciudades conocerá quien esto afirma. Solo he visto ligeramente atractivo el paseo junto al mar, algo que siempre supone un aliciente en cualquier núcleo urbano. De todas formas, es un buen lugar para tomarlo como base y visitar zonas cercanas. Evidentemente, quien busque alguna zona animada con bares y pubs seguramente lo acabe encontrando, pero eso para mí no significa que sea un lugar para visitar. Y cené en uno de los restaurantes más conocidos de la ciudad, famoso por su pasta. Tuve que esperar, estaba petado, no entiendo tampoco esa veneración y mitificación de un vulgar plato de espaguetti. Índice del Diario: IRLANDA CABREADO
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