Uno de los principales atractivos de Kunming es precisamente el bosque de piedra, que pasó a formar parte del patrimonio de la Unesco en 2007. La leyenda del lugar narra que la joven Yi, enamorada de alguien con quien no se le dejó desposar. Eso fue un drama tan grande que por ello acabó convirtiéndose en piedra en este mismo bosque. El caso es que esto por lo que parece sucedió hace 270 millones de años, que es el tiempo que se estima que tienen de antigüedad las formaciones rocosas.
La estación de autobuses del Este es el punto al que tenemos que ir para coger un autobús que nos lleve al parque. Me han dicho que salen cada 30 minutos, pero no tengo muy claro si conseguiré hacerme entender. Por si a caso he pedido que me escriban en chino el destino, aunque finalmente ShiLin es fácil no sólo de pronunciar sino también de entender en la boca de los occidentales.
Una vez en el autobús, tardamos casi 2 horas en recorrer los 100 kilómetros que nos separan de nuestro destino. Las afueras de la ciudad son tremendamente interesantes: hay multitud de pequeños invernaderos en nuestro camino y la tierra rojiza de las montañas que pasamos, contrasta de forma extrema con el verde de los árboles.
Ya en el sitio, vamos dónde Vicente, es decir dónde va la gente. Caminamos unos 300 metros hasta la taquilla del parque, allí añadimos a la entrada del complejo (175 yuanes) un extra (25 yuanes) por coger un tren eléctrico que nos subirá y bajará de la montaña.
Pasamos muchas horas en el parque, seguramente más de las necesarias. Pero nos gusta meternos en los caminos que parecen hechos a capricho de la naturaleza, aunque al final la mano del hombre siempre aparezca en algún rincón. Aunque ahora el complejo está asfaltado y arreglado para el turismo, no cuesta nada imaginarse cómo era el paraje hace tantos millones de años. Quizás con animales grandiosos merodeando por la zona y sacando la cabeza por entre las piedras.
Hace un sol de justicia y aunque yo acabo cubriéndome la cabeza con mi estupenda gorra fake coreana y M tapa su cabeza con el paraguas a modo de sombrilla, acabamos absolutamente tostadas y congestionadas por el sol.
Cuando creemos que ya ha sido suficiente, deshacemos el camino hecho fácilmente, usando los mismos medios de transporte. 10 horas más tarde de haber salido, llegamos al hostal. Estamos absolutamente acaloradas y asqueadas. Yo subo a pegarme una ducha para enfriar un poco mi piel. Tengo un bonito moreno paleta del que seguro costará deshacerme.
Poco más nos queda hacer hoy. Cenamos en el hostal y volvemos a disfrutar de la terraza de la misma. Aprovecho que por fin tengo una conexión wifi un poco potente para subir fotos al blog. Nos relajamos hasta que el bullicio del gentío nos parece insoportable. De todas maneras, ya es tarde y la insolación que llevamos encima no ayuda a mantenerse despierta.
La estación de autobuses del Este es el punto al que tenemos que ir para coger un autobús que nos lleve al parque. Me han dicho que salen cada 30 minutos, pero no tengo muy claro si conseguiré hacerme entender. Por si a caso he pedido que me escriban en chino el destino, aunque finalmente ShiLin es fácil no sólo de pronunciar sino también de entender en la boca de los occidentales.
Una vez en el autobús, tardamos casi 2 horas en recorrer los 100 kilómetros que nos separan de nuestro destino. Las afueras de la ciudad son tremendamente interesantes: hay multitud de pequeños invernaderos en nuestro camino y la tierra rojiza de las montañas que pasamos, contrasta de forma extrema con el verde de los árboles.
Ya en el sitio, vamos dónde Vicente, es decir dónde va la gente. Caminamos unos 300 metros hasta la taquilla del parque, allí añadimos a la entrada del complejo (175 yuanes) un extra (25 yuanes) por coger un tren eléctrico que nos subirá y bajará de la montaña.
Pasamos muchas horas en el parque, seguramente más de las necesarias. Pero nos gusta meternos en los caminos que parecen hechos a capricho de la naturaleza, aunque al final la mano del hombre siempre aparezca en algún rincón. Aunque ahora el complejo está asfaltado y arreglado para el turismo, no cuesta nada imaginarse cómo era el paraje hace tantos millones de años. Quizás con animales grandiosos merodeando por la zona y sacando la cabeza por entre las piedras.
Hace un sol de justicia y aunque yo acabo cubriéndome la cabeza con mi estupenda gorra fake coreana y M tapa su cabeza con el paraguas a modo de sombrilla, acabamos absolutamente tostadas y congestionadas por el sol.
Cuando creemos que ya ha sido suficiente, deshacemos el camino hecho fácilmente, usando los mismos medios de transporte. 10 horas más tarde de haber salido, llegamos al hostal. Estamos absolutamente acaloradas y asqueadas. Yo subo a pegarme una ducha para enfriar un poco mi piel. Tengo un bonito moreno paleta del que seguro costará deshacerme.
Poco más nos queda hacer hoy. Cenamos en el hostal y volvemos a disfrutar de la terraza de la misma. Aprovecho que por fin tengo una conexión wifi un poco potente para subir fotos al blog. Nos relajamos hasta que el bullicio del gentío nos parece insoportable. De todas maneras, ya es tarde y la insolación que llevamos encima no ayuda a mantenerse despierta.