Guilin es una ciudad mucho más pequeña que las que hemos visto hasta ahora. También la había visitado anteriormente con lo que sé que no hay mucho que ver, aunque resulta un buen centro de operaciones para nuestra ruta. Nos alojamos en el mismo sitio en el que estuve también anteriormente. Está bien situado respecto a la zona más turística y tiene un ambiente relajado aunque está siempre lleno. De aquel viaje tengo…tenemos…unos recuerdos imborrables que me hacen reír con el paso del tiempo aunque por momentos fue algo difícil. ¡Pero eso forma parte de otro viaje y otras protagonistas.!
Mientras reponemos fuerzas nada más llegar, en el bar del hostal, conocemos a Sara, una asturiana afincada en una ciudad cercana de Beijing (que catxis no recuerdo cuál es). Se va con Lorenzo, francés, a Yangshuo en el crucero por lo que nuestra conversación no dura más de 20 minutos. Aún así, ese tiempo nos da para hablar de muuuuchos temas. Sara desprende un entusiasmo arrollador que contrasta con nuestra falta de energía. Es de las pocas españolas que hemos conocido en este viaje. En otros tiempos, cuando viajabas, chutabas una piedra y te salía un español debajo, pero la crisis ha hecho mella en nuestros bolsillos y por ende, en nuestras posibilidades de ver mundo.
Nos quedamos abajo hasta que Sara y Lorenzo se van de excursión. De alguna manera nos han traspasado parte de su alegría y por momentos, el cansancio ha salido de nuestros cuerpos, pero en cuanto se van, subimos a descansar con el aire acondicionado de la habitación a tope. La humedad en la ciudad es del 94% hoy. Ambas nos quedamos frititas encima de nuestras respectivas camas sin casi ni enterarnos.
Cuando nos levantamos insisto a M en salir a pasear por la ciudad. Porque aunque no tenga muchos atractivos tiene un paseo que bordea el río, un parque con pagodas, una zona peatonal,..
Salimos dispuestas a visitar lo que aquí llaman la Colina del Elefante porque es una roca que se asemeja a un elefante bebiendo agua con la trompa. Aiiiii aviso a navegantes: absténgase de entrar aquellos viajeros que tienen muchas mejores cosas que hacer en la vida, como por ejemplo, contar las manchas de escupitajos del suelo, (si fuera España, diría “manchas de chicle”, porque nosotros también somos unos guarros, pero de otras maneras, aunque nos parezcan más “normales”).
Yo estoy sudando como una cerda cochina a punto de entrar en el matadero. Encima he tenido la genial idea de subir al pico de la colina. ¿Pero quién narices, me llama a hacerlo?. M se queda al cobijo de una buena sombra, pero la zona apesta a no sabemos qué y tampoco es que pase un buen momento esperándome.
Las dos somos insoportables irritadas y nos conocemos lo suficiente como para saber lo que tenemos que hacer. Le pido a M que me recuerde, de ahora en adelante, que tenemos a/c y que, por tanto, lo que nos espera fuera, es completamente diferente al micro clima generado en la habitación.
Al regresar al hostal, intento comprar los billetes de tren para nuestro próximo destino, pero no les funciona demasiado bien internet y me dicen dónde puedo conseguirlos. El lugar, en concreto, cierra en media hora, así que, aún acalorada como estoy, salgo por la puerta tan pronto como he entrado.
En el CITS no queda ni cristo cuando llego. Hay luz en el mostrador, e intento que el guarda de seguridad me aclare si ya está cerrado, o bien he llegado en el momento “baño”, pero como no entiende mi chinglish, salgo con el rabo entre las piernas. De camino al hotel veo lo que parece una agencia de viajes y me atrevo a intentarlo con ellos. Hay una chica joven en el mostrador que parece que sí me va a vender los billetes. La chica llama a su padre, que estaba fura del local y éste cuando entra y descubre qué es lo que quiero comprar, se enfada mucho y empieza a gritar en chino. Yo le miro sorprendida porque no sé qué ley ancestral debo haber roto. El caso es que por lo que parece no quieren venderme los billetes de tren. Le doy las gracias al señor con toda la ironía que puedo, pero eso de la ironía ya sé que no lo entienden muy bien los chinos.
Mañana salimos hacía la villa de Dazhai, en Longshen, desde la estación de autobuses anexa a la de tren, así que saldremos un poco antes y lo intentaré directamente desde la estación.
Salimos a pasear y cenar por las calles de Gulin ahora que el sol está bajo. Hay mucha actividad nocturna en esta ciudad, porque la verdad es que sí se presta a hacer algunos paseos en cuanto el canalla del sol, esconde sus garras lejos de las pieles inocentes y blanquecinas de algunos de nosotros.
Mientras reponemos fuerzas nada más llegar, en el bar del hostal, conocemos a Sara, una asturiana afincada en una ciudad cercana de Beijing (que catxis no recuerdo cuál es). Se va con Lorenzo, francés, a Yangshuo en el crucero por lo que nuestra conversación no dura más de 20 minutos. Aún así, ese tiempo nos da para hablar de muuuuchos temas. Sara desprende un entusiasmo arrollador que contrasta con nuestra falta de energía. Es de las pocas españolas que hemos conocido en este viaje. En otros tiempos, cuando viajabas, chutabas una piedra y te salía un español debajo, pero la crisis ha hecho mella en nuestros bolsillos y por ende, en nuestras posibilidades de ver mundo.
Nos quedamos abajo hasta que Sara y Lorenzo se van de excursión. De alguna manera nos han traspasado parte de su alegría y por momentos, el cansancio ha salido de nuestros cuerpos, pero en cuanto se van, subimos a descansar con el aire acondicionado de la habitación a tope. La humedad en la ciudad es del 94% hoy. Ambas nos quedamos frititas encima de nuestras respectivas camas sin casi ni enterarnos.
Cuando nos levantamos insisto a M en salir a pasear por la ciudad. Porque aunque no tenga muchos atractivos tiene un paseo que bordea el río, un parque con pagodas, una zona peatonal,..
Salimos dispuestas a visitar lo que aquí llaman la Colina del Elefante porque es una roca que se asemeja a un elefante bebiendo agua con la trompa. Aiiiii aviso a navegantes: absténgase de entrar aquellos viajeros que tienen muchas mejores cosas que hacer en la vida, como por ejemplo, contar las manchas de escupitajos del suelo, (si fuera España, diría “manchas de chicle”, porque nosotros también somos unos guarros, pero de otras maneras, aunque nos parezcan más “normales”).
Yo estoy sudando como una cerda cochina a punto de entrar en el matadero. Encima he tenido la genial idea de subir al pico de la colina. ¿Pero quién narices, me llama a hacerlo?. M se queda al cobijo de una buena sombra, pero la zona apesta a no sabemos qué y tampoco es que pase un buen momento esperándome.
Las dos somos insoportables irritadas y nos conocemos lo suficiente como para saber lo que tenemos que hacer. Le pido a M que me recuerde, de ahora en adelante, que tenemos a/c y que, por tanto, lo que nos espera fuera, es completamente diferente al micro clima generado en la habitación.
Al regresar al hostal, intento comprar los billetes de tren para nuestro próximo destino, pero no les funciona demasiado bien internet y me dicen dónde puedo conseguirlos. El lugar, en concreto, cierra en media hora, así que, aún acalorada como estoy, salgo por la puerta tan pronto como he entrado.
En el CITS no queda ni cristo cuando llego. Hay luz en el mostrador, e intento que el guarda de seguridad me aclare si ya está cerrado, o bien he llegado en el momento “baño”, pero como no entiende mi chinglish, salgo con el rabo entre las piernas. De camino al hotel veo lo que parece una agencia de viajes y me atrevo a intentarlo con ellos. Hay una chica joven en el mostrador que parece que sí me va a vender los billetes. La chica llama a su padre, que estaba fura del local y éste cuando entra y descubre qué es lo que quiero comprar, se enfada mucho y empieza a gritar en chino. Yo le miro sorprendida porque no sé qué ley ancestral debo haber roto. El caso es que por lo que parece no quieren venderme los billetes de tren. Le doy las gracias al señor con toda la ironía que puedo, pero eso de la ironía ya sé que no lo entienden muy bien los chinos.
Mañana salimos hacía la villa de Dazhai, en Longshen, desde la estación de autobuses anexa a la de tren, así que saldremos un poco antes y lo intentaré directamente desde la estación.
Salimos a pasear y cenar por las calles de Gulin ahora que el sol está bajo. Hay mucha actividad nocturna en esta ciudad, porque la verdad es que sí se presta a hacer algunos paseos en cuanto el canalla del sol, esconde sus garras lejos de las pieles inocentes y blanquecinas de algunos de nosotros.