El miércoles 30 de julio nos trasladamos a Wonosobo, donde dormiríamos 2 noches en el Kresna Gallery Hotel, un buen hotel en un edificio colonial bastante bonito. Después de intentarlo en un par de sitios y no ponernos de acuerdo con el precio, acabamos contratando un coche con el hotel para visitar el día siguiente la meseta de Dieng, parando en todos los sitios típicos.
Fuimos a comer a un restaurante al lado mismo del hotel, recomendado por la Lonely Planet, el Krishna Garden Restaurant. Muy agradable, mesas en un jardín, tranquilo, con comida sencilla, pero buena y nada cara y una propietaria encantadora, que además hablaba inglés muy bien. Un remanso de paz en una ciudad que nos pareció bastante fea, la verdad. Después de comer dimos una vuelta por el mercado (ufffff, con lo que a mi me gustan los mercados en Asia y de este salí por patas), un parque (sucio, sucio, muy sucio), las calles del centro, un par de centros comerciales caóticos y calurosos y el alun alun, quizá el único sitio que nos gustó un poco, más que por el sitio, por la vidilla que había, con un montón de gente `paseando, jugando, comiendo…
El mercado de Wonosobo
Las vistas desde el centro comercial
Por la mañana temprano salimos hacia la meseta de Dieng. Poco nos imaginábamos que iba a ser uno de los peores días del viaje. Yo iba con muchas ganas. Las fotos que había visto me parecían preciosas. Pero… lo que no tuvimos en cuenta es que era el primer día de vacaciones y unos mil millones de indonesios decidieron que Dieng era un buen lugar para escapar de las calores del verano. TODO EL MUNDO estaba allí. Los paisajes son preciosos, los templos interesantes, pero las aglomeraciones, los gritos y la suciedad lo hicieron bastante insoportable.
El coche aparco en el complejo Arjuna y no nos pudo acompañar a ningunos de los otros sitios, de tan enormes que eran las caravanas que se organizaron. Realmente, a pie se llegaba antes, pero teniendo en cuenta que de un sitio a otro solía haber unos dos o tres quilómetros, acabamos bastante muertos.
El complejo Arjuna...
... o Disneyland, no estoy segura.
Kawah Sikidang
Las patatas de Dieng
Pero ahí no acabó todo. De vuelta a Wonosobo se organizó la caravana más salvaje que he visto jamás. Coches y coches y motos y motos sin avanzar ni un solo centímetro. Derrumbamiento de rocas en la carretera. Después de un par de horas (muy distraídas, eso sí, haciéndonos fotos con gente de otros coches), los coches empiezan a moverse. Avanzamos unos 50 metros. Dos coches más adelante, una furgoneta se avería y se queda atravesada en la carretera. Volvemos a empezar. Otra vez parados. Finalmente, consiguen apartarla. Y entonces es cuando se lió todo de verdad. Las motos (había motos por millares) en un sentido y otro invadieron el carril contrario y, claro, no pasaban ni unas ni otras. Ni por el arcén ni por la carretera. La policía no podía llegar para poner orden… En fin, aquello era tan alucinante que hasta me olvidé de hacer fotos. Total, que teníamos prevista la llegada al hotel sobre las 2 de la tarde y llegamos a las 7.
Tal y como estábamos no había ánimos ni para salir a cenar (y eso que, con la movida, no habíamos comido más que unas patatas fritas) y nos quedamos en el restaurante del hotel, muy recomendado. Cenamos bien. Un poco caro, pero rico de verdad, solos en un comedor enorme…
Fuimos a comer a un restaurante al lado mismo del hotel, recomendado por la Lonely Planet, el Krishna Garden Restaurant. Muy agradable, mesas en un jardín, tranquilo, con comida sencilla, pero buena y nada cara y una propietaria encantadora, que además hablaba inglés muy bien. Un remanso de paz en una ciudad que nos pareció bastante fea, la verdad. Después de comer dimos una vuelta por el mercado (ufffff, con lo que a mi me gustan los mercados en Asia y de este salí por patas), un parque (sucio, sucio, muy sucio), las calles del centro, un par de centros comerciales caóticos y calurosos y el alun alun, quizá el único sitio que nos gustó un poco, más que por el sitio, por la vidilla que había, con un montón de gente `paseando, jugando, comiendo…
El mercado de Wonosobo
Las vistas desde el centro comercial
Por la mañana temprano salimos hacia la meseta de Dieng. Poco nos imaginábamos que iba a ser uno de los peores días del viaje. Yo iba con muchas ganas. Las fotos que había visto me parecían preciosas. Pero… lo que no tuvimos en cuenta es que era el primer día de vacaciones y unos mil millones de indonesios decidieron que Dieng era un buen lugar para escapar de las calores del verano. TODO EL MUNDO estaba allí. Los paisajes son preciosos, los templos interesantes, pero las aglomeraciones, los gritos y la suciedad lo hicieron bastante insoportable.
El coche aparco en el complejo Arjuna y no nos pudo acompañar a ningunos de los otros sitios, de tan enormes que eran las caravanas que se organizaron. Realmente, a pie se llegaba antes, pero teniendo en cuenta que de un sitio a otro solía haber unos dos o tres quilómetros, acabamos bastante muertos.
El complejo Arjuna...
... o Disneyland, no estoy segura.
Kawah Sikidang
Las patatas de Dieng
Pero ahí no acabó todo. De vuelta a Wonosobo se organizó la caravana más salvaje que he visto jamás. Coches y coches y motos y motos sin avanzar ni un solo centímetro. Derrumbamiento de rocas en la carretera. Después de un par de horas (muy distraídas, eso sí, haciéndonos fotos con gente de otros coches), los coches empiezan a moverse. Avanzamos unos 50 metros. Dos coches más adelante, una furgoneta se avería y se queda atravesada en la carretera. Volvemos a empezar. Otra vez parados. Finalmente, consiguen apartarla. Y entonces es cuando se lió todo de verdad. Las motos (había motos por millares) en un sentido y otro invadieron el carril contrario y, claro, no pasaban ni unas ni otras. Ni por el arcén ni por la carretera. La policía no podía llegar para poner orden… En fin, aquello era tan alucinante que hasta me olvidé de hacer fotos. Total, que teníamos prevista la llegada al hotel sobre las 2 de la tarde y llegamos a las 7.
Tal y como estábamos no había ánimos ni para salir a cenar (y eso que, con la movida, no habíamos comido más que unas patatas fritas) y nos quedamos en el restaurante del hotel, muy recomendado. Cenamos bien. Un poco caro, pero rico de verdad, solos en un comedor enorme…