Después de un sencillo desayuno incluido dejamos Mariposa por la carretera 49, número que hace referencia al encuentro de oro en California (1949). Toda esta región se desarrolló en gran medida gracias a ese descubrimiento y eso fue posible porque, más que los buscadores, los que se enriquecieron fueron todos aquellos que les abastecían o aprovechaban el oro encontrado de un modo u otro. Y me explico. Se trataba de aquellas personas que abrieron alojamientos para ellos o los que vendían el alcohol que bebían o las herramientas que usaban. También ganó mucho dinero un hombre cuyo nombre conocemos bien, el señor Levi Strauss, inventor de los jeans. Este empresario judío originario de Alemania emigró a Nueva York con su familia siendo muy joven. En 1853 se trasladó a San Francisco para abrir una mercería que se hizo cada vez más importante. Su compañía, como digo, fue la primera en producir pantalones vaqueros. ¿Y qué relación puede tener esto con los mineros?. Muy sencillo. En 1872 un sastre le cuenta a Levi Strauss que los bolsillos de los pantalones se descosían muy fácilmente en el trabajo de las minas. Entre los dos idearon un nuevo modelo, el de los pantalones con remaches en las esquinas de los bolsillos. Así pues se puede decir hablando en propiedad que no inventó los vaqueros como tal, puesto que los marineros genoveses ya los usaban, sino que se cogieron de modelo y se pusieron esos característicos remaches.

También se hicieron de oro, y nunca mejor dicho, Henry Wells y William G. Fargo, fundadores de la Wells Fargo Company, que atendía las necesidades postales y bancarias de aquellas personas. Uno de los lugares donde se fundó uno de esos bancos fue precisamente Mariposa, lugar de parada de los primeros carromatos de transporte de oro. Finalmente se tiene que hablar de los cuatro grandes magnates del ferrocarril, Charles Crocker, Mark Hopkins, Collins P. Huntington y Leland Standford (fundador de la Universidad que lleva su nombre). Ellos fundaron en 1861 el Central Pacific Railroad y en 1868, asociados con otros, crearon la Pacific Union Express Company. En 1870 esa compañía se fusionó con la Wells Fargo. En 1869 se construyó el primer ferrocarril transcontinental de Estados unidos.
Pero California no sólo le debe mucho al oro. También a la plata que se descubrió en 1859 al este de Sierra Nevada y que se trasladaba a San Francisco, haciendo que la ciudad se desarrollara espectacularmente. Precisamente a esa importante ciudad que es hoy nos dirigimos, abandonando ya las visitas a los parques nacionales. La expectación para muchos es muy grande porque a menudo se habla de la belleza de esa ciudad. Por mi parte siento pena de haber dejado de ver parques para entrar ya de lleno en ciudades.
Antes de llegar a San Francisco recorremos una zona agrícola que nos empieza a dar una idea de la importancia de la agricultura en California. Se trata de uno de los motores de su economía, no en vano allí se crían más de 300 productos. Agua no falta porque se trae del río La Pluma y llega al valle central. No obstante recientemente se están cerrando muchas granjas porque se está buscando un modo de producir energía con la alimentación de los animales y eso ha hecho que suban tanto los precios que los ganaderos ya no vean posibilidades de obtener ganancias o incluso subsistir. Uno de los productos más importantes de California es la uva.

Después de esas zonas agrícolas, trabajadas en su mayor parte por mexicanos, llegamos a Oakland, el puerto más cercano y barato de la región. Después sólo nos queda cruzar por el Bay Bridge para llegar a San Francisco. Nos recibe mucha niebla, bastante habitual en la ciudad debido a la cercanía del océano Pacífico.
La primera parada la hacemos, cómo no, en uno de los principales puntos turísticos de san Francisco, el muelle 39. Esta antigua zona pesquera de la ciudad, el llamado Fisherman’s Wharf, se ha convertido ahora en un reclamo para turistas. Se trata de un espacio abierto a dos niveles lleno de tiendas y restaurantes cuyo punto más divertido sea quizás el rincón lleno de leones marinos apilados sobre plataformas sobre el agua.

Los restaurantes no son baratísimos y en su mayoría ofrecen pescado y marisco, en especial cangrejo. Nos decantamos por uno que nos habían recomendado, el Crab House.

La media ración de cangrejo (Killer Crab) se presenta en un recipiente ardiendo y con salsa de ajo. Llama la atención aunque mucho más si el animal viene entero, como en algunas mesas de detrás. Y para no mancharte te ponen un babero. Yo, como no como nada de eso, me decanté con una buena hamburguesa acompañada de patatas fritas con ajo y perejil (muy buenas). El cangrejo entero cuesta más de 30 $ y el medio unos 25 $.
Por allí también hay algunos museos poco significativos, el acuario, el submarino Pampanito (en el muelle 45), de la Segunda Guerra Mundial, y el barco Jeremiah O’Brien, que participó en el desembarco de Normandía. Ya sabemos cómo gustan esas cosas en EEUU.
Algunos compañeros de grupo decidieron contratar un paseo de una hora en barco por la bahía (del que volvieron muy satisfechos). Nosotros lo obviamos porque al día siguiente teníamos previsto ir a Alcatraz y a Sausalito y veríamos lo mismo.
Después de comer y de la visita al muelle 39 subimos de nuevo al bus para hacer un recorrido por la ciudad de un par de horas más o menos. Pasamos primero por el muelle original de los pescadores sicilianos que ahora se dedica a restaurantes. Al otro lado de la calle vemos enormes almacenes de ladrillo. Más allá se alza, ahora en desuso, la antigua fábrica de chocolate Ghirardelli. Actualmente, al parecer, hay comercios y restaurantes. Y también por allí está el bar Buena vista que, según nuestra guía, es muy famoso.
Pasamos con el bus por la célebre calle Lombard, famosa por los giros que deben hacer los coches para vencer su extremada inclinación, y nos metemos de lleno en los barrios italiano y chino para acabar viendo el enorme templo de san Pedro y san Pablo, la iglesia católica más grande de la ciudad. Luego recorremos de pasada el barrio financiero, en el que destacan la Torre Transamérica y el edificio de granito de Mammoth Lakes del Banco de América (tiene 52 pisos). La Transamérica, en Montgomery Street (el nombre de la calle hace referencia a un general del ejército naval de los EEUU), es el edificio más emblemático de la ciudad de San Francisco. Se terminó en 1972 y causó una enorme polémica por su forma piramidal. Hoy está completamente aceptado y no se entendería el skyline sin él. Como curiosidad se debe decir que es resistente a los terremotos (algo que es habitual en san Francisco) y que produce toda la electricidad que consume.
En cuanto al banco de América destaca entre los demás edificios no sólo por su altura sino por su color, más oscuro que el resto. Se fundó en 1904 y en 1906, al día siguiente del terremoto que asoló la ciudad, el fundador abrió una sucursal con toda la documentación que pudo salvar del incendio. Fue el único banco que trabajó en pleno caos.
Recorremos un poco la calle Market y subimos hasta alcanzar la Union Square, la plaza más importante de san Francisco. Lleva el nombre de “unión” porque fue el lugar que se eligió para las manifestaciones de apoyo al ejército de la Unión en la Guerra civil. Allí se encuentran muchas tiendas como Tiffany’s y famosos grandes almacenes como Macy’s o Nordstrom. También allí está el hotel St. Francis, el hotel más antiguo de la ciudad después del Palace. Se inauguró en 1904 y ha sido escenario de muchas películas.

Continuamos nuestro recorrido en autobús por la ciudad y pasamos por delante del Alcazar Theatre, con fachada de inspiración oriental. Se construyó en 1917 en el llamado estilo renacimiento exótico. Se destruyó en 1982, a pesar de los esfuerzos de los vecinos por salvarlo, y volvió a abrir sus puertas en 1993.
A pesar de lo bonito de la fachada de este teatro, la guía nos recomienda que no paseemos solos por este lugar y mucho menos de noche. San Francisco llama la atención por la gran cantidad de vagabundos que hay en las calles, en unas cantidades exageradas. Muchos de ellos tienen problemas mentales derivados en su mayor parte del alcohol y las drogas. Aunque no vimos que ninguno fuera agresivo conviene extremar las precauciones.
Pasamos después por el Civic center, la plaza donde se alza el bonito edificio del ayuntamiento, reconocible fácilmente por su cúpula. Esta zona está plagada de personas sin techo. Hablaré de ella más tarde. Por allí también están las salas de sinfonía, de ópera y el Ballet de san Francisco.

Avanzamos hasta llegar a Hayes Valley, el que la guía considera el barrio “pijo” de la ciudad, con muchas tiendas y restaurantes que no son turísticos sino para la gente joven de San Francisco. La ropa allí no proviene de grandes cadenas sino que son tiendas con productos originales. Y por eso es todo tan caro.
No tardamos en encontrarnos con las típicas casas de madera de estilo victoriano que han hecho famosa a la ciudad. Si bien normalmente vemos las llamadas Painted Ladies, junto a Alamo Square, la ciudad está plagada de ellas. Eran las casas de ciudadanos de clase media que hizo dinero en la época de la búsqueda de oro. Detrás todas tienen jardín. Vale la pena dar una vuelta por la ciudad, aunque sea en bus, para verlas porque son muy bonitas.
El barrio de Haight-Ashbury se hizo muy famoso en los años 50 por ser la cuna del movimiento beat. Actualmente se considera el barrio hippie. Lo atravesamos para acabar subiendo a una de las siete colinas que conforman la ciudad, como si de Roma o de Jerusalén se tratara. La colina de Twin Peaks son en realidad dos picos gemelos (de ahí su nombre) desde los que es posible obtener una de las más espectaculares vistas de la ciudad. Quizás muchos lo quieran relacionar con la célebre serie de TV, aquélla en la que se buscaba al asesino de Laura Palmer, pero no tienen nada que ver. Cuando subimos nos sorprendió el humo de un incendio, que se veía perfectamente desde la parte superior. Creemos que estaba en la zona de Misión pero no creo que fuera de extrema gravedad. Como curiosidad de estos dos picos decir que cuando los españoles llegaron aquí en el siglo XVIII no le dieron este nombre tan bonito sino uno mucho menos delicado como es el de Las tetas de la Chola (la chola es una india).

Después de hacer unas cuantas fotos (es conveniente llevar algo para abrigarse porque en San Francisco puede soplar el viento y allí arriba se siente con bastante fuerza) bajamos hacia otro de los barrios de la ciudad, el de Castro. Las banderas del arco iris que se ven por todos lados nos dan una pista. Estamos en el barrio gay de la ciudad. Incluso algunas casas han sido pintadas de color malva.
Desde allí nos dirigimos a uno de los parques de san Francisco, el de mayor tamaño de la ciudad, el Golden Gate Park. Este parque se extiende desde un extremo de Haight-Ashbury y llega hasta el océano Pacífico y cubre más de 400 hectáreas. Para que os hagáis a la idea es bastante más grande que Central Park de Nueva York (y los que hayan estado en esa ciudad ya sabrán que es grande). Eso hace que recorrerlo a pie entero sea algo complicado pero al parecer hay minibuses que te llevan a los distintos puntos de interés. Nosotros paramos en la zona donde está la Academia de ciencias y algún que otro museo (a los que no entramos). Como la parada era corta nos dedicamos a dar un paseo para ver las estatuas de algunos personajes conocidos como Schiller (autor de Guillermo Tell), Goethe, Verdi o incluso Cervantes con don Quijote y Sancho a sus pies. También nos asomamos al jardín japonés. Por allí rondaba algún famoso o algún político porque había policías y guardaespaldas pero por más que preguntamos no conseguimos saber de quién se trataba.
Después de unos minutos volvimos al bus para dirigirnos a la zona de Presidio. El nombre proviene del presidio de san Francisco o Presidio Real de san Francisco. Actualmente es un parque pero había sido una zona fortificada ya que los españoles establecieron allí su cuartel militar en el siglo XVIII. Ahora el 20% está gestionado por el Servicio Nacional de Parques y el resto pertenece al Gobierno federal, que tiene algunas casas en alquiler. Y evidentemente terminamos la visita incluida en una de las imágenes más famosas del san Francisco, el puente Golden Gate.

Este puente es uno de los más famosos del mundo, reconocible por su color rojo (en realidad es naranja internacional). Une la Península de san Francisco con Marin y fue construido en la década de los años 30 del siglo pasado. Tiene una longitud total de aproximadamente 2,7 kilómetros y mide más de 220 metros de altura (es, por tanto, uno de los puentes colgantes más largos y altos del mundo). Conviene abrigarse bien porque junto al puente hace mucho frío (viento helado). Después de las fotos de rigor nos dirigimos al hotel.
El Holiday Inn Civic Center es un hotel que está bastante bien, situado muy cerca del Civic Center y de la Market street. El único “problema” es la cantidad de vagabundos que hay por los alrededores (pero, ya sigo, a nosotros no nos pasó nada).
Aprovechamos el tiempo hasta salir para la visita opcional de la noche para dar una vuelta por los alrededores y acercarnos al Ayuntamiento. Como dije tiene una cúpula que llama muchísimo la atención. Es la quinta cúpula más grande del mundo. El edificio se inauguró en 1915 y es de estilo Beaux Arts. Se construyó después de que el anterior quedara destrozado con el terrible terremoto que azotó la ciudad en 1906. Dicen que se parece mucho a Los Inválidos de París y a mí, que es un edificio que me encanta, así me lo pareció también.
El interior (se puede entrar gratuitamente después de pasar por el control de seguridad) impresiona por sus dimensiones. La escalera principal es espectacular. Ese día no se podía subir por ella y tenías que buscar rutas alternativas porque estaban preparándolo para un evento. Y no es raro (de hecho nos pasó) ver entrar y salir parejas para casarse. El City Hall también ha sido escenario de varias películas como La roca o Planes de boda.
Muy cerca encontramos el Museo de Arte asiático.
Después de un corto paseo volvimos al hotel para encontrarnos con la parte del grupo que iba a hacer el recorrido nocturno. Salimos con un poquito de retraso sobre la hora prevista y nos dirigimos en primer lugar a la parte original de la ciudad, el Civic Center. La guía nos vuelve a hablar de los grandes problemas que tiene la ciudad con la presencia de tantas personas sin hogar. Al parecer existe un proyecto para cambiar un poco el barrio y prueba de ello es que Twitter ha comprado uno de esos edificios para establecer allí su sede. Pasamos evidentemente ante el Ayuntamiento y el museo de arte asiático, el edificio del Gobierno federal y otro en el que nacieron las Naciones Unidas. Entre el 25 de abril y el 26 de junio de 1945 tuvo lugar en San Francisco la Conferencia de San Francisco en la que se aprobó la Carta de la Organización de las Naciones Unidas, que fue firmada por 51 estados. El edificio se encuentra detrás del ayuntamiento.
Seguimos por la calle Van Ness, que en su origen se hizo para usarla como cortafuegos en caso de peligro, y nos dirigimos a la colina de Nob Hill, un barrio acomodado de la ciudad (la gente suele llamarle popularmente Snob Hill). Por allí se encuentran hoteles tan relevantes y caros como el Fairmont y la Grace Cathedral, cuya fachada es muy parecida a Notre dame de París. Se construyó en 1964 y es uno de los edificios religiosos más importantes del país.
Muy cerca del hotel Fairmont se alza el Pacific Union Club, un club social privado (muy selecto) ubicado en la casa de uno de los magnates de la plata, el señor James Clair Flood. Esta estructura de piedra roja consiguió sobrevivir al terremoto de 1906, que afectó gravemente a esta zona. El sismo tuvo una magnitud de entre 7,9 y 8,6 grados, hubo aproximadamente 3000 muertos y unas 300.000 personas perdieron sus casas. Lo peor, sin embargo, no fue el terremoto sino el fuego. La ciudad estuvo ardiendo varios días y más de 500 manzanas de San Francisco quedaron en ruinas.
En Nob Hill se rodaron algunas escenas de la película Vértigo, concretamente el edificio de apartamentos Blocklebank en el 1000 de Mason Street, muy cerca del Hotel Fairmont. También aparecen la Mansión Flood (actual Pacific Union Club) y la Grace Cathedral. Pero es que visualizando esa película es fácil reconocer muchos rincones de la ciudad. Además de los ya mencionados hasta el momento la protagonista salta al mar en Fort Point, debajo del puente Golden Gate, el museo en el que aparece la pintura que ella va a ver continuamente es el Palacio de la Legión de Honor de California y la lápida de Carlota Valdés está en la Misión Dolores.
Volviendo a Nob Hill decir que el hotel Fairmont, uno de los más lujosos de la ciudad, estaba casi termjnado antes de que tuviera lugar el terremoto de 1906. La estructura sobrevivió pero el interior quedó muy dañado (pueden verse algunas fotos en Internet) y no se abrió hasta 1907. En 1945 se alojaron en él estadistas internacionales que habían acudido a san Francisco para la conferencia que acabó con la aprobación de la Carta de las Naciones Unidas. Aparecía en una conocida serie de TV de los años 80 protagonizada por James Brolin y Connie Selleca llamada Hotel.
Continuamos avanzando, recorriendo las calles tan empinadas que han hecho célebre la ciudad y viendo de vez en cuando el también famosísimo “cable car” (el tranvía histórico) y llegamos al primer punto donde bajaremos del autobús, el barrio de Chinatown.

Se define a Chinatown, el barrio chino, como una ciudad dentro de otra ciudad y se podría decir que es así. Atravesando una de las puertas puramente chinas, la puerta del dragón, nos adentramos en un mundo distinto, donde impera el feng shui y donde en las casas predominan los colores rojo y verde, el primero signo de la felicidad y el segundo de la longevidad. Sobre los edificios, muchos de ellos tiendas típicas, se alzan templos, ya sean confucionistas, daoístas o budistas. Estamos en el barrio chino más antiguo de América y la comunidad china más grande fuera de Asia (aunque un pequeño paseo no nos permita darnos cuenta). Se creó en la década de 1840 debido a que muchos chinos que llegaron en busca de oro se quedaron en América para la construcción del ferrocarril. Debido a la rivalidad con los irlandeses se establecieron en un barrio todos juntos y allí formaron sus asociaciones.
El barrio tiene dos calles principales, la Avenida Grant (con la Puerta del Dragón o Chinatown Gate), en la esquina de Bush con Grant y la Calle Stockton, menos turística pero más parecida a lo que podemos encontrar en la verdadera China. Lamentablemente todos vamos con prisas y no nos adentramos demasiado pero en la Plaza Portsmouth es posible ver, igual que en Chinatown de Nueva York, personas haciendo tai chi o ancianos jugando al ajedrez. Nosotros nos quedamos en esa zona más turística y no acabamos de ver toda la esencia del barrio pero tuvimos la suerte de adentrarnos por una callejuela para ir a la fábrica de las galletas de la fortuna. En San Francisco encontramos la fábrica más antigua, la Golden Gate Fortune Cookies. Hicimos fotos de refilón, la guía compró una bolsita para todos y nos fuimos. Qué buenas estaban. Dejando de lado lo que digan los papelitos de dentro sobre la buena (o mala fortuna) que tendrás estaban verdaderamente ricas y casi todos repetimos. Aún con la bolsa de galletas en la mano (la llevaba yo porque con mis uñas se abría pronto y la guía me encargó que hiciera yo el reparto- sí, fui buena y le di a todos, no me las quedé para mí por mucho que mi lado demoníaco dijera constantemente que lo hiciera) entramos en una tienda de té. Allí probamos (sin pagar) varios tipos (uno rojo con frutas, otro con ginseng y un tercero de jazmín acompañados de bolitas de wasabi) y nos fuimos por donde habíamos venido, sin que los desconfiados chinos nos dejaran entrar al WC.

Haciendo un nuevo guiño a los cinéfilos, ¿quién no recuerda las escenas finales de una película de Roman Polanski llamada precisamente Chinatown?. Pues aquel barrio chino, como es de imaginar después de ver la película, no es el de San Francisco sino el de Los Ángeles, del que hablaré cuando trate esa ciudad.
Pasar de Chinatown a Little Italy casi ocurre en un suspiro. Subes una calle y de repente te topas con un colorido mural que hace referencia a grandes estrellas del jazz. Ése es el punto de unión entre ambos barrios.
En el barrio de North Beach, al que pertenece italiano, cerca de los locales de jazz (y de alterne) encontramos un pequeño callejón que lleva el nombre del célebre escritor Jack Kerouac, en la esquina del bar Vesubio (Vesubio café), donde se reunían todos los “beats”, movimiento literario de los años 50 del siglo XX que apostaba por la poesía coloquial al tiempo que jugaba con drogas y alcohol. Allí está también la librería consagrada a ese movimiento, la famosa City Lights Books donde, por supuesto, se puede comprar el libro más famoso del beat más famoso, En la carretera de Kerouac. Al otro lado de la calle, enfrente de la Transamérica y llamando la atención por su color verde y su curiosa forma vemos el edificio de Zoetrope, propiedad de Francis Ford Coppola. Es típica la foto de ambos edificios.
Desde todas partes de la ciudad prácticamente se ve también la Coit Tower, de 64 metros y construida en 1933 en lo alto de una de las colinas, la Telegraph Hill. Debe su fama a la película Vértigo. Lleva el nombre de la persona que la mandó construir, la excéntrica dama Lillie Hitchcock Coit, famosa porque solía ayudar siempre que había un incendio. Tanto es así que actualmente es la patrona del cuerpo de bomberos de san Francisco.
Subimos de nuevo al bus, que ya nos espera, y atravesamos Jackson Square, uno de los barrios comerciales más antiguos de la ciudad. Aunque muchas de las casas han sido reforzadas para aguantar terremotos, es fácil ver allí restos de la época de la fiebre del oro. También encontramos muchas tiendas de antigüedades.
Continuamos hasta nuestra siguiente parada, el hotel Hyatt Regency. El hotel, construido por el arquitecto John Portman, el mismo que hizo el Westin Bonaventure de Los Ángeles (al que van muchos españoles), tiene protección antisísmica. Se construyó en 1973 y destaca por sus ascensores exteriores (iguales a los del Westin), transparentes y con forma de pastillas. En este hotel se rodaron escenas de la famosa película de 1974 El coloso en llamas. Además de ver el vestíbulo y cómo suben y bajan los ascensores aprovechamos para ir al WC.
El hotel se sitúa en la zona llamada Embarcadero cuyo edificio más importante es el Ferry Building, terminal del transbordador. Se construyó en 1892 en estilo Beaux Arts y en su momento era el más alto de la ciudad, debido a su torre del reloj inspirada en la Giralda de Sevilla.
Volvimos a subir al autobús aunque esta vez para hacer un recorrido bastante corto, nuevamente al muelle 39 para cenar. Al principio quisimos entrar en el Bubba Gump, famosísimo por haber creado después de la película Forrest Gump, había tanta gente que nos echamos atrás. En su lugar entramos en un restaurante italiano, la pizzería Luigi’s, y fue una buena elección. Yo cené unos buenísimos ravioli de espinacas rellenos de ricota con trocitos de tomate natural. Luego aprovechamos el tiempo que aún teníamos (en total nos habían dado una hora y media) para ver algunas tiendas.
Después de cenar nos dirigimos a ver las luces que han colocado en el Puente de la Bahía, por el que entramos en la ciudad. En marzo de 2013 el puente se convirtió en la mayor escultura iluminada por luces LED del mundo gracias al artista neoyorkino Leo Villareal. El sistema de pequeñas luces que van siguiendo una determinada secuencia abarca una extensión de 3 kilómetros a una altura máxima de 152 metros. Está previsto que lo vean millones de personas en el plazo de dos años, hasta el 5 de marzo de 2015. La longitud total de este puente es de 7200 metros, casi 3000 como puente colgante hacia el este y más de 3000 hacia el este.
Después de verlo cogimos el bus para atravesarlo y llegar a la Treasure island, una isla artificial en la bahía desde la que se obtiene una vista magnífica de la ciudad con la que terminamos la visita.