Abandonamos San Francisco pasando nuevamente por el barrio de Castro y tomamos la Highway 1 (también llamada Cabrillo). Cabrillo era un portugués que, sin embargo, y aunque parezca extraño, estaba el servicio de los reyes de España. Poco se sabe de los orígenes de Juan Rodríguez Cabrillo. Al parecer formó parte de la expedición de Pánfilo de Narváez, que fue enviada a México para someter a Hernán Cortés. Curiosamente acabó acompañando a Cortés en la conquista de Tenochtitlan y después participó en las conquistas de Guatemala, El Salvador y Honduras. Cuando Pedro de Alvarado murió se comisionó a Cabrillo para continuar con los planes de aquél de explorar el litoral norte del océano Pacífico. El navegante pretendía encontrar la mítica ciudad de Cíbola que se pensaba que estaba por allí y el estrecho inexistente de Anián que se decía que unía el Pacífico y el Atlántico.

En 1542 encontró lo que él llamó “puerto muy bueno y seguro”, la Bahía de San Diego. Después llegó a San Pedro (Puerto de los ángeles) y a Santa Mónica, hoy parte de Los Ángeles. En octubre del mismo año atraca en Santa Bárbara, en noviembre en Santa María y pocos días más tarde en el condado de Monterey.
En todo nuestro viaje de ese día iremos siguiendo el Camino real, la antigua vía de comunicación terrestre que unía las misiones de la Baja y la Alta California. La primera misión franciscana que se estableció en el territorio entonces español de la Alta California (la llamada Nueva España) fue la de San Diego de Alcalá, en San Diego. La última fue la de San Francisco Solano, en 1823 en Sonoma. La guía nos cuenta algunos detalles de Sonoma, situada en el valle del mismo nombre y uno de los principales centros de producción de vino de California. En 1824 se empezó a elaborar vino allí a partir de la uva criolla. Actualmente es famosa por el vino blanco, siendo mucho más conocido y apreciado el tinto del Valle de Napa.
En todo nuestro recorrido vemos magníficas playas del Pacífico (poco aptas para el baño pero sí para el surf), en las que abundan los islotes y rocas, algunas muy parecidas a los Faraglioni de la Isla de Capri. En esta zona se dan algunas de las olas más altas del mundo, las Mavericks, que alcanzan 7 metros de altura pero que pueden llegar incluso hasta los 15 ó 20. Surferos de todo el planeta vienen aquí buscándolas.
Vemos también, como no es de extrañar en California, grandes plantaciones agrícolas (fresas, alcachofas, etc).
Y al fin llegamos a Monterey. El navegante Sebastián Vizcaíno desembarcó en esta bahía en 1602 y le puso el nombre de Monterrey (con la llegada de los americanos perdió una “r”). Con el tiempo la ciudad llegaría a ser capital de California. Una de las actividades industriales más importantes de su pasado fue la de las conservas de pescado, principalmente sardinas. En la Segunda Guerra Mundial se envasaban 200.000 toneladas de pescado al año. Todas esas fábricas estaban en la zona de Cannery Row.

No obstante la sobreexplotación hizo que poco a poco todas esas industrias fueran quebrando y hoy en día la zona se ha convertido en un reclamo turístico, con tiendas, bares y un importante acuario. Se nos ofrece verlo pero preferimos, dado que el tiempo es escaso, dar una vuelta por la ciudad, a pesar de que dicen que es muy importante. Inaugurado en 1984 y ampliado en 1996 está considerado como uno de los mejores del mundo. Tiene un tanque con varias especies de peces (incluidos los tibures) pero dicen que lo que más llama la atención son las medusas. A pesar de la gran publicidad que se le da me pregunto si podrá superar al Oceanografic de Valencia. Ambos suelen aparecer en la lista de los mejores acuarios del mundo. Merece la pena entrar si se dispone de tiempo.


Más arriba se puede hacer un recorrido para ver varias casas de interés histórico, entre otras la que habitó Robert Louis Stevenson. Después de dar un corto paseo vimos también el Fisherman’s Wharf, que me pareció más típico que el de San Francisco. También pueden verse allí leones marinos durmiendo y hay varias oficinas en las que contratar una excursión en barco para ver ballenas. En las puertas de muchos locales te dan para probar si quieres un vasito de sopa de pescado y en algunos puede comprarse un bocadillo (enorme) relleno de crema de cangrejo. Como el pescado no me gusta optamos por comprar algo para comer en una tienda en Cannery Row.

Después de la visita (algo corta para mi gusto) volvimos a coger el autobús y continuamos por la carretera, viendo playas llenas de formaciones rocosas llenas de pájaros y mucha gente bañándose, a pesar de que el agua está helada. Incluso había hasta una boda.
Pronto entramos en una de las zonas más bonitas (y exclusivas) del lugar, “17-Mile Drive”. Sus orígenes se encuentran en la fundación, en 1880, del Hotel del Monte por la Pacific Improvement Company. Posteriormente, en 1916, se proyecta la creación del Pebble Beach Golf Links, que se abrió al público en 1919. Aquí jugó Tiger Woods.
Este tramo de carretera, muy exclusivo, requiere el pago de una entrada para ingresar. Junto con Malibú es la región más cara de California. Aquí vivió Clark Gable, tuvo una casa Gene Hackman y también Clint Eastwood. Precisamente pasamos por delante de la finca de este último, que tenía las puertas abiertas, como invitándonos a entrar.
Hicimos una parada de unos 20 minutos en un lugar llamado Bird Rock. Es posible bajar a la playa y pasear (o hacerte fotos) entre las rocas mientras ves leones marinos, cormoranes, pelícanos marrones o ardillas terriblemente gordas por las porquerías que la gente les da para comer (ya sabemos que mueren por ello).

En 17-Miles Drive también vemos secuoyas de California y ciertos árboles que la guía no supo decirnos si eran encinas o robles pero que tienen unas hojas rojas que al tocarlas provocan un dolor horrible a algunas personas, en especial a las propensas a tener reacciones alérgicas.
No tardamos en llegar a la ciudad de Carmel. En la zona de urbanizaciones se ha mantenido aún como un pueblo antiguo, sin electricidad en las calles ni pavimento de cemento. Pero la cosa cambia cuando llegas al centro y lo encuentras todo lleno de tiendas selectas y galerías de arte. hay una zona de tiendas que parecen salidas de los cuentos de hadas. Es muy conocido entre los cinéfilos porque Clint Eastwood fue alcalde de la localidad. En la actualidad sigue viviendo en el Valle de Carmel.

Esa noche dormimos en la ciudad de Santa María, la más grande del condado de Santa Bárbara. En el Valle de Santa María se rodaron las películas Piratas del Caribe: el cofre del hombre muerto y Piratas del Caribe en el fin del mundo. También la cinta Entre copas, de 2004, y, entre otras, la versión de 1923 de Los diez Mandamientos del gran Cecil B. de Mille.
Nos alojamos en el hotel histórico Santa María Inn, bastante bonito. Todas las habitaciones llevan el nombre de un personaje (la mía se llamaba John Wayne) y en una de las salas se ven fotografías de las personalidades que se han alojado allí.
Muy cerca caminando está el ayuntamiento y enfrente un centro comercial. Cerca también hay una tienda muy grande de ropa y un supermercado. Para comer hay algunos restaurantes cercanos aunque en el hotel se puede cenar, bien en el bar (aros de cebolla, hamburguesas, etc) o en el elegante restaurante. La guía nos comenta que disponen de un menú cerrado por el que nos decantamos. ¡Qué gran elección!. De primer plato se puede escoger entre una ensalada verde, una ensalada César o una sopa casera (que estaba deliciosa, con pollo y verduras); de segundo plato ternera stroganoff con parpadelle (buenísima), pasta con berenjenas, atún con tomates cherry y patatas o unas bolas de marisco con langostinos, espinacas salteadas, almejas y patatas a lo pobre. De postre sólo había una crème brulee de chocolate blanco y Frangelico para chuparse los dedos. La cena incluía agua y pan normal o con aceitunas negras y costó 22$ (sin propinas).