Jueves 9 de Julio. Hiroshima – Okayama – Kyoto
El día de hoy lo tengo bastante apretado (vaya novedad).
Después de dejar la mochila en el albergue, me dirijo al museo de la paz de Hiroshima. Hasta la primavera de 2016 está cerrada el ala este, por lo que sólo queda abierto al público la Exposición Permanente del Edificio principal. La entrada tiene un precio simbólico de 50Y, y la audioguía (muy recomendable) cuesta 300Y.
He optado por no sacar fotografías dentro (sí se pueden hacer, sin flash). Es un pequeño museo muy intenso, que huye de datos técnicos y se centra en el aspecto más personal de las consecuencias de la explosión de la Bomba Atómica sobre la ciudad.
En el libro de recuerdos me he permitido escribir el comienzo del poema de Pedro Salinas "Cero", del poemario Todo más claro.
El museo está situado en una zona más amplia, el Parque Conmemorativo de la Paz. Se trata de una explanada, donde se puede pasear y reflexionar. Está lleno de emotivos monumentos conmemorativos, pero lo que destaca sobre todo es la llamada Cúpula de la Bomba Atómica, reconocible por todo el mundo.
Si bien para llegar he ido andando pues quería estar allí para las nueve de la mañana, la vuelta la he hecho aprovechando nuevamente el autobús turístico.
En el camino he pasado pior una tasca española, que anunciaba hasta txakoli.
Me despido del hostel con un cafecito con leche, que en la calle me cuesta 400Y, aquí cero patatero. Y me acerco a la estación del shinkasen que me llevará hacia Okayama (12:23)
Se tarda sólo 40 minutos, a pesar de estar a más de 100 kilómetros de distancia GOOGLEMAPS.
Por supuesto, puntualidad extrema. Nuevamente el tren está repleto (yo, por si acaso, siempre he reservado asiento hasta ahora).
En Okayama, según la LP, destaca un jardín (“de los tres más bonitos de Japón”): Okayama Korakuen Garden. Está a unos 25 minutos de la parada del tren, en línea casi recta. No tiene pérdida.
Sin embargo, antes de entrar, me paro a comer en una tasca recomendada por la Lonely, Tori-soba Öta. La especialidad es el tori-soba (poca originalidad), un cuenco de fideos con carne de pollo (a mí me ha parecido lengua de cerdo) y un sabroso caldo. Precio 690Y.
Está en una calle céntrica y amplia. Pero la referencia de la guía no es muy efectiva: “búsquese el cartel azul con letras blancas”. Una foto es más esclarecedora que cualquier frase que escriba.
Si no lo ves es porque es difícil de cojones...
No hay que ir con prisas. Pues lo hacen al momento y han tardado más de 15 minutos en servirme. Desde allí he salido hacia el jardín que queda a diez minutillos. Es realmente bonito. Creo que la parada sí merece la pena.
Está distribuido por pequeñas parcelas dedicadas a diferentes tipos de especies: bosques de bambú, plantaciones de te, jardín japonés, promontorios, estanques, lagos, casas de te, jardines de loto florecidos en esta estación… No sé cuán bonito será en primavera y otoño. Tiene que ser casi literalmente flipante.
A la salida Sur del parque se encuentra el castillo de Okayama, que siguiendo otros diarios y la recomendación de la propia guía, he visto sólo por fuera.
La entrada es de 300Y, si bien hay una entrada conjunta con el jardín por 560Y
Desde allí he salido directo hacia la estación de tren (30’), donde he podido al menos evitar la humedad de Japón, que ya me está empezando a hartar (y sólo llevo dos noches). Recojo la mochila del locker (300Y) y cojo el tren express que me llevará hasta Kyoto (17:30) en algo más de una hora.
Allí me estará esperando Frog, el chico chino residente en la ciudad que me acogerá en su casa (couchsurfing) en principio por seis noches.