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Aún no he hablado de mis compañeros de habitación. Hasta la fecha he tenido un francés y un coreano, ambos deambulando un mes entero por el país, por separado. Ambos son jóvenes y muy simpáticos. Al parecer, el pobre francesito de Lyon no ha podido dormir más de tres minutos seguidos, pues el coreano debía de roncar más que un oso. Ya le he dicho, que lo primero que se mete en las mochilas son los tapones para los oídos, más importantes que los cargadores de los móviles. Según me ha comentado, a la madrugada ha salido al Convenience Store de la esquina del hostel (abren 24 horas y hay un montón), peo no tenían tapones, así que se ha quedado en el lobby del hostel un buen rato. Pobrecico.
Ayer ponía que igual el tiempo despejaba hoy a partir de las 12:00, así que no me he arriesgado a madrugar para volver a Soraksan. Lo dejo para mañana que anuncian un día soleado. Así que el plan de hoy pasa por ir a las playitas próximas.
Desayunando, me han comentado dos señoras (suiza y australiana que viajan juntas desde hace unos 30 años en plan mochileras, aunque viven en partes tan distantes) que Gangneung era su próximo destino. Concretamente iban a dormir un par de noches en un barco, que está encima de una pequeña colina. Os lo juro, así me han dicho (lo he checkeado por internet). Se encuentra un poco más al sur de Gangneung (Jeondongjin). Casualmente es el mismo sitio que me recomendó el matrimonio con el que coincidí en la roca esa de las infinitas escaleras de Seoraksan.
Mirando el mapa he visto que desde Gangneung sale un tren que para en la zona.
Para ir a Gangneung hay autobuses cada 20-25 minutos. El viaje dura una hora escasa. Cuesta unos 6000 KRW. El autobús es flipantemente cómodo, del estilo de que puedes reclinar el asiento hasta casi la posición horizontal y no tocas al que está detrás tuyo. Como todos los destinos (salvo Seoul Dong) tiene la salida desde la estación intercity (no express).
En la propia estación de autobuses de Gangneum se encuentra la oficina de turismo. Allí me ha dicho el señor que lo lleva (un poco seco), que el tren famoso está en construcción aún. Al parecer, celebran el año próximo aquí las olimpiadas de invierno, y para esa fecha tiene que estar terminado. La opción es coger un autobús, pero que sale sólo cada dos horas, lo que me limitaría demasiado el día de hoy.
En consecuencia he optado por acercarme con el autobús urbano 202 a la "famosa" playa de Gyeongpodae. Se trata de una lengua de arena de unos dos kilómetros, protegida por un paseo marítimo de pinos. Es muy bonita.
No había nadie en la playa, tal vez porque hacía un poquito (apenas nada) de viento. He dado una vuelta por la zona y optado por quedarme a comer allí mismo. Hay un montón de sitios para hacerlo, algunos bastante elegantes. Yo he tirado la casa por la ventana y he entrado en uno, formado por reservados (tipo casa japonesa), completo para mí.
El problema, como os podéis imaginar, que no sabían decir en inglés ni "Hello". Gracias al translator de Google (el mejor invento después del GPS), he conseguido preguntarles si podía quedarme allí (me parecía demasiado elegante). Sin problemas...
Una vez me llevan a mi reservado, me viene la dueña, hablando por el móvil... y me lo pasa a mí. Al parecer se trataba de su hijo que me pregunta qué quiero comer.... Jodé y yo qué sé... si seguro que pida lo que pida me pica como para hacerme un pearcing en la lengua y no enterarme....
Bueno al final le digo que le asesore él mismo a su madre, que yo quiero probar comida coreana. Al de unos 10 minutos ha entrado una camarera con un cuenco como de verduras diversas y otro de arroz blanco. Al de unos segundos vuelve a entrar con otros tres pequeños cuencos más... Se repite otra vez la imagen, con más cuencos pequeñitos... ahora me traen un pez hecho al grill .... ahora (aún no he empezado a comer) otros tipo gambas rebozados ...
Espero un par de minutillo más, porsiaca, pero parece que ya han terminado. Esta foto la he sacado antes de que entraran las dos últimas veces:
Lo primero que he comido ha sido el pescado a la parrilla, muy rico, con bastantes espinas (me entretiene, no me molesta) y sobre todo, lo imporante, no picaba. El resto ya ha sido otra cosa... lo del piercing.
Por supuesto me he terminado el libro de agua fría que te ponen al principio y la señora me ha traído una pepsi (45cl) al ver que no tenía bebida. Lo mismo ha hecho con la sopa (riquísima) que se ve a la derecha de la foto. Ha visto que la he terminado antes de empezar el cuenco del arroz con las verduras y me ha traído otra más... Así que como consejo, no os terminéis los cuencos antes de tiempo

He estado aproximadamente una hora allí, comiendo, tranquilo y escuchando los podcast de la cadena Ser.
El precio unos 12-13€
El plan se copletaba con la visita a naksan, a unos 20' de Sokcho. En vez de Subir hasta Sokcho y volver a bajar, se puede subir desde Gangneung, en un autobús que hace paradas por los pueblos. El autobús de Guangjeon a Naksan (6000 krw) tarda unos 50 minutos en llegar. Hay que tener cuidado, pues no tiene parada en una terminal de autobuses propiamente dicha.
En Naksan destaca su playa (en mi opinión tan buena como la vista a la mañana) y, sobre todo, el santuario de Naksansa. Ambos sitios están muy próximos entre ellos.
También en la playa de Naksan la gente se mete al agua con ropa. Demostrado: los coreanos le tienen miedo al sol. El agua estaba realmente fría, pero qué hostias, soy de Bibao.
Sin embargo, lo que más me gustó de todo el día, sin lugar a dudas, fue el santuario de naksansa (3000 krw). Se trata de un espacio muy grande, donde bien puedes estar una hora paseando por allí.

Al parecer debe de ser típico aprovechar para ver la salida del sol, dado su emplazamiento en un acantilado.
Pero es muchísimo más… su integración con la naturaleza y el mar es simplemente fantástica. Es un sitio de visita obligada y muy bien conectado con Sokcho, a donde llegué con un autobús urbano (1800krw) hacia las 18:30.
Como llegué prontito, aproveché para visitar un par de sitios que me interesaban: el mercado callejero de la ciudad y el observatorio del puerto.
El mercado callejero es muy extenso y está sensacional. Te dejan mirar sin agobios, hay de todo tipo de comidas súper raras. Siguiendo mi costumbre he comprado para comer allí mismo algunas cosillas “extrañas” que al final he compartido con los compis del hostel, ya que me he vuelto loco cuando he visto un puesto con “churros” (sic). Jodé, me he puesto las botas.
Lo dicho, el mercado, sobre todo de alimentos, es visita obligada. La otra minivisita era la del observatorio del puerto, donde la gente sube a ver el amanecer. No lo sé aún, pero como mañana madrugo para ir a Soraksan, igual me acerco, dependiendo de la hora a la que salga “Lorenzo”. A pesar de que era ya la tarde, se puede aprovechar para ver las montañas de Seoraksan al fondo y el perfil de Sochko.
Me ha llamado mogollón la atención la cantidad (decenas) de restaurantes en la zona del puerto que venden o preparan una especie de centollos-godzilla. El precio al parecer debe de estar a partir de 40€/kg. Evidentemente, no me he arriesgado a gastar esa pasta para una cosa que seguro que sólo me sabe a las infinitas especias picantes con las que cocinan todo.
Ya de vuelta al hostel, ofrezco la compra que he hecho en el mercado (los coreanos se han tirado a por ella) y me he encontrado con renovación del dormitorio: un chico de Singapur, otro de Seoul y otro… de Madrid!!! Qué ilusión me ha hecho poder hablar en castellano, decir tacos, hablar alto…
Sin embargo, lo más curioso ha sido cuando nos presentamos a los compañeros de habitación. El coreano me pregunta de qué parte de España somos. Cuando le digo que soy de Bibao… el muy cabroncete, que habla poco más inglés que yo coreano, me suelta en menos de 10 segundos: Muniain, Laporte, Ander Herrera, Llorente, Javi Martinez,… os lo juro,… Andrés (el madrileño) y yo nos hemos quedado con la boca abierta.
Ya el pobre hombre ha flipado cuando le he enseñado la camiseta del Athletic que siempre llevo a mis viajes (la tengo reservada para la subida al Fuji).


Ha sido un auténtico esperpento.