La excursión de ese día era a los sarcófagos de San Jerónimo, un pequeño pueblo cerca de Cuispes donde hace relativamente poco tiempo se descubrieron unos sarcófagos casi de casualidad. El nombre quechua de los sarcófagos es purunmacho, que significa padre antiguo, y son tumbas Chachapoyas de forma antropomorfa con rasgos humanos y mandíbula alargada. Los de San Jerónimo son bastante pequeños, se cree que estaban destinados a niños hijos de la clase más alta de la cultura Chachapoyas. Existen otros sarcófagos, los de Karajía, que son más grandes y que se pueden visitar desde Chachapoyas, pero nosotros nos decantamos por los de San Jerónimo aconsejados por Jarvik, pues están mucho menos frecuentados y el paisaje es una pasada.
El pueblo de San Jerónimo queda al otro lado de la carretera que pasa por Pedro Ruiz, con lo cual desde Cuispes hay que bajar hasta Pedro Ruiz y luego coger la carretera hacia Chachapoyas para desviarse al rato a la derecha y empezar el ascenso hacia San Jerónimo. Al pasar por Pedro Ruiz aprovechamos para comprar agua y algo de queso y pan en una tiendecita, pues esa sería nuestra comida. San Jerónimo es un pueblo que se suele quedar aislado en época de lluvias, pues el camino es muy malo (muchísimo peor que el que sube a Cuispes) y se embarra de mala manera, con lo que sólo los 4x4 pueden subir. Si vais en época de lluvia, tendréis que hacer la excursión en 4x4, pero si no se puede hacer en motocarro, como hicimos nosotros. Eso sí, es necesario un motocarro de más potencia de lo habitual (y el motor sufre bastante) así que no todos los conductores están dispuestos a llevaros. Desde la Posada te organizan todo y por S/90 consiguieron un conductor que nos acompañó todo el día y nos llevó sin problemas, aunque tuvimos que parar un par de veces en plena subida porque se le calentaba el motor. Un tío muy majo.
Al legar a San Jerónimo te dan la opción de contratar caballos para hacer más llevadera la excursión, pero nosotros no podíamos por temas de alergia, así que iba a tener que ser todo andando. La gente del pueblo tiene montada una especie de casetita donde te venden las entradas (S/10 por persona). También hay que pagar al guía, que es un señor del pueblo que te acompaña (S/30). En total, esta excursión nos costó S/140 e íbamos solos, como un tour privado (bueno, con nuestro guía y nuestro conductor)
El camino hacia los sarcófagos se divide en tres partes: primero hay una subida bastante larga y cansada, luego hay un tramo más llano y finalmente hay una subida bastante dura por una pared prácticamente vertical para llegar a los sarcófagos, que están casi colgados de la pared vertical de la montaña, como buenos restos Chachapoyas, ya que a esta cultura se la conoce como “los guerreros de las nubes”. Para que os hagáis una idea:
Sarcófagos de San Jerónimo
Como veis, súper accesibles! Lo cual es normal, si querían evitar saqueos (aunque no siempre lo conseguían). Los caballos solo son útiles en la primera subida, pues el tramo llano es más llevadero y en la segunda subida no hay sitio para ellos, así que no nos arrepentimos de no llevarlos. Realmente creo que no son necesarios. Cuando termina la primera subida hay como una torre de vigilancia (o mirador, según se mire) de madera, y allí hicimos una pequeña pausa. Justo por allí pasa un riachuelo y había unos paisanos mascando coca que llevaban un perro, un cachorro de pastor alemán precioso. El perro se puso a beber en el río y recuerdo que pensé “pobre, le va a entrar de todo!”, y a los cinco minutos nuestro conductor se puso a beber también. Esta gente debe tener el estómago a prueba de bichos!
El tramo llano es bastante largo y se me hizo un poco pesado porque había mucho barro. Cuando termina este tramo llegas a la base de la pared vertical de la que cuelgan los sarcófagos, hay un puente de madera muy mono, y aquí empieza la subida de verdad.
Camino de los sarcófagos
Esta subida ya es metidos en vegetación, con mucha humedad, y se hace dura pero no hace falta ser Juanito Oiarzabal para hacerla. Yo creo que mi problema fue que el guía iba bastante rápido y claro, yo me quedaba atrás porque no podía seguir su ritmo. Cuando llegamos arriba vimos restos de fortificaciones Chachapoyas y muchos huesos, pero no los sarcófagos. Resulta que como están colgados ahí de esa manera, han tenido que construir una especie de mirador a partir de un árbol que crecía hacia afuera, para poder asomarse a verlos:
Mirador de los sarcófagos
Esto tiene mucho mérito, y es la gente del pueblo la que se encarga de mantener los escalones y la plataforma de madera en su sitio, y los caminos despejados. Ahí entiendes perfectamente dónde va el dinero que pagas por la entrada y el guía. Todo el esfuerzo valió la pena, porque la vista desde el árbol de los sarcófagos y del valle por el que habíamos venido es magnífica (la vista hacia abajo también, pero abstenerse los que tengan vértigo!):
Sarcófagos de San Jerónimo
Es sorprendente que hayan resistido todo este tiempo, pero es gracias a que están tan inaccesibles y han estado escondidos tanto tiempo. Aun así, ha habido saqueos y se han robado algunas de las momias del interior. En alguno de los agujeros se ven los huesos, y otros se ven vacíos. Nos contaron que se ha descubierto también otro grupo de sarcófagos un poco más arriba, pero el acceso es complicado y estaban trabajando en ello, construyendo una escalera para llegar. Nosotros no pudimos verlos.
En este lugar tan increíble, justo bajo los sarcófagos, hay una cueva donde nos sentamos a comer el queso y el pan que habíamos comprado esa mañana. Estábamos muertos de hambre después de la subida y nos hubiéramos comido un buey, pero nuestros guías se limitaron a mascar coca. Es increíble cómo se sustentan a base de eso!! El camino desde San Jerónimo habían sido 5 km y tardamos 2 horas en llegar hasta los sarcófagos.
Después de comer emprendimos el camino de vuelta, que se hizo mucho más corto que el de ida (hora y media). En total fueron 3 horas y media andando más el tiempo que estuvimos en los sarcófagos y comiendo. En San Jerónimo volvimos a montarnos al motocarro y otra vez de vuelta a Cuispes (que se tarda un buen rato). Por el camino nuestro conductor paró para comprar guarapo a una señora que lo vendía junto al camino. El guarapo es como un zumo de caña de azúcar y la buena señora lo vendía, junto con algunas frutas, porque según nos contó el conductor pertenecía a un pueblo muy cercano a San Jerónimo que se había visto tan afectado por las intensas lluvias que hubo a principios de este año en la zona que el suelo se había empezado a hundir y todos los habitantes tuvieron que abandonar el pueblo. Ahora vivían en una especie de campamento improvisado junto a la carretera, y algunos de ellos sacaban algo de dinero para subsistir vendiendo guarapo y frutas en el camino a la gente que iba y venía de San Jerónimo. Nos bebimos unos vasos y compramos granadas y unos plátanos pequeñitos buenísimos que habíamos descubierto allí en Cuispes (los llaman “isla” y tienen la carne como naranja).
Esa tarde, ya de vuelta en Cuispes y después de una buena siesta para recuperarnos, nos tomamos unas merecidas cervezas mientras charlábamos con los padres de Jarvik (qué gente tan encantadora!). Volvimos a cenar con nuestros compañeros de posada, el grupo de Alicante, que ese día creo recordar que habían estado en Gocta, y nos fuimos a dormir, que al día siguiente teníamos otra buena caminata para llegar a Yumbilla.