Llegamos a Uyuni a las 5 de la mañana aproximadamente. Cuando bajamos del bus, aun estaba oscuro y estábamos medio dormidas, aparecieron de la nada muchísimos vendedores a los que no hicimos mucho caso. Hubo una chica que nos ofreció algo interesante, por lo menos para ir despertándonos: ir a un bar donde desayunaríamos, con wifi, baño, y ducha. Esas fueron las palabras mágicas para seguirla.
El bar tenía calefacción y el desayuno era bastante decente. Estábamos solas. Al rato llegó la dueña y empezaron las negociaciones. Nos explicó cómo funcionaba la excursión y llegamos a un acuerdo: 3 días de excursión con alojamientos, y todas las comidas, más el desayuno de ese día por 660 bolivianos (87€) por persona. El precio era más o menos lo que habíamos leído por internet.
Después del desayuno preguntamos por la ducha y por 10 bolivianos (1.30€) disfrutamos de una ducha con agua caliente relajante.
Eramos dos personas nuevas y como la excursión empezaba a las 10 de la mañana, después de reorganizar las dos mochilas para llevar lo esencial para los siguientes tres días, fuimos a recorrer el pueblo y comprar agua, galletas y picoteo.
Cuando llegó la hora de salida, llegó nuestro conductor y vimos como era el coche. Cabían 7 personas apretadas, por suerte nosotros eramos 6 y nos toco un grupo bastante bueno e íbamos rotando los asientos. Con todos los ocupantes en el coche comenzaba la aventura. Antes de esto, antes de salir del pueblo el conductor se encargó de pedirnos el dinero para comprar las entradas al parque, 150 bolivianos (20€) por persona.
La primera parada era el cementerio de trenes. Así de primeras es un lugar demasiado turístico, que no llama demasiado la atención. Pero una vez que empiezas a recorrerlo y subirte a los trenes abandonados descubres la magia del lugar. Es realmente impresionante.

La siguiente parada fue un mercadillo de artesanía de figuras de sal en Colchani. Cerca de allí comimos. La comida en estos tour es diferente. El conductor prepara la comida o la recoge en alguna parte del trayecto y en la hora de la comida saca los tupper del maletero del coche, y esta vez comimos en un lugar cerrado con mesas, supongo, preparado para esto.
Después de comer llegaba el gran momento, el GRAN salar de Uyuni.
Desde el momento en el que el coche empezó a circular por encima de la sal ya no podíamos dejar de admirar el paisaje. Era impresionante como podíamos estar encima de aquella grandiosidad.
Es verdad que la primera parada que hizo el conductor la sal estaba bastante sucia, no era blanca sino marrón, según el conductor por el azufre aunque parecía contaminado. Aún asi, ver aquel paisaje infinito, donde el cielo se confundía con el suelo era completamente maravilloso.

Seguíamos dentro del salar y fuimos hasta el primer hotel de sal. A día de hoy este hotel es como un museo, no dejan alojar a gente. Cerca de ahí, caminando llegamos hasta el monumento del Dakar y donde están las famosas banderas de todos los países.
Nos volvimos a montar en el coche e hicimos diferentes paradas por el camino para sacar las típicas fotos con el dinosaurio y haciendo todo tipo de acrobacias para conseguir fotos divertidas y originales, además de admirar el famoso efecto espejo.

Es verdad que es impresionante y nunca en la vida habíamos visto algo igual pero al estar varias horas con el mismo paisaje llega a aburrir. Además parece que pasaban horas y horas y nunca llegábamos al final.
Finalmente fuimos a ver el atardecer y vimos paisaje marrón en lugar de blanco. Muy cerca del final, estaba nuestro alojamiento. Un hostal de sal con habitaciones y baños compartidos y donde había que pagar por la ducha.
Al poco de llegar cenamos, pues había sido un día muy largo con muchísimas emociones y la noche anterior no habíamos dormido demasiado.
De la comida se encargó el conductor como siempre para nuestro grupo. Bastante buena por cierto.
Después de esto nos despedimos y nos acostamos que al día siguiente también tocaba madrugar. Y como no había conexión a internet, ni wifi no teníamos distracciones.
Al día siguiente nos despertamos a las 5 de la mañana, aun con el buen sabor de boca del salar, y fuimos a desayunar. Este día también se encargaba el conductor. Comimos huevos revueltos, pan con mantequilla y mermelada y café o te.
Cuando estuvimos listos subimos al coche. La primera parada fue para ver cactus gigantes, justo al lado del camino.
A partir de ahí comenzamos a ver diferentes laguna de colores, Cañapa, Hedionda... cada una con su encanto y llena de flamencos.
En la hora del almuerzo, cerca de una de las lagunas, el conductor aparcó el coche, abrió el maletero y sacó toda la comida que tenía preparado. Cada uno cogimos nuestro plato y ante semejante paisaje, con todo el silencio que nos rodeaba y bajo los rayos del sol disfrutamos de tan merecido almuerzo.
Luego fuimos al famoso árbol de piedra. Lo malo que ya había empezado a llover y no lo pudimos disfrutar igual. También visitamos la montaña de colores.
Este día era mucho trayecto en coche, y se hacía un poco pesado.
Por fin llegamos a la famosa Laguna Colorada. Es realmente impresionante y se respira muchísima paz. Ese color rojizo es realmente espectacular, y eso que no estaba en todo su esplendor porque no había sol, es más, estaba serenando.
Después de aqui, a las 7 de la tarde aproximadamente llegamos a nuestro siguiente alojamiento. Nos esperaban habitaciones compartidas de 6 personas y un baño mixto, sin ducha.
Dejamos las cosas en nuestra cama y nos esperaba un café caliente con unas galletas. Con el tiempo frío fuera y lloviendo, cerca de una estufa era donde mejor podríamos estar. Como no teníamos nada que hacer, uno de nuestros compañeros sacó unas cartas y nos pusimos a jugar al uno y entre risas y charlas pasamos una tarde bastante divertida.
Así llegó la hora de la cena. Hoy tocaba spaguetti y como sorpresa una botella de vino.
En este hostal cabía la posibilidad de tener wifi, pero para conseguirlo había que caminar 15 minutos desde el hostal. Obviamente nosotros no fuimos. Ya habíamos sobrevivido dos días sin internet y podíamos estar uno mas. A parte, a las 10 de la noche quitaban la electricidad. Solo se podían cargar los teléfonos móviles de 7 de la tarde a 10 de la noche.
Después de la cena pasamos la conversación a la habitación donde estábamos más calientes, y preparándonos para dormir.
En el tercer día de la excursión, nos sonó el despertador a las 3 de la mañana. Nos vestimos y pasamos a desayunar. Hoy había desayuno estrella por ser el último: café y tortitas con dulce de leche, mantequilla y mermelada.
Con la barriga llena nos subimos al coche. Cerca del hostal estaba nuestra primera parada los Geiser Sol de Mañana. Aun estando oscuro son realmente mágicas. Hay de todos los tipos: pequeñas, grandes, altas, bajas... parecía como caminar por Marte, o por lo menos lo que estamos acostumbrados a ver en las películas.
Después de esto, y estamos hablando que serían las 6 de la mañana aproximadamente, llegamos a las aguas termales. El precio de la entrada es de 6 bolivianos y tenemos acceso a baño, lugar donde cambiarte y por supuesto las aguas termales. Estas son 2 piscinas al aire libre con vistas a una laguna donde hay muchos flamencos. Cuando llegamos nosotros no había demasiada gente pero cuando nos fuimos ya no cabía nadie en el agua.
Volvimos al coche, para ir al famoso desierto de Dali, llamado así porque las vistas se parecen a sus cuadros no porque nunca hubiera estado allí
Después de comer, esta vez en un sitio cerrado, pero la comida que llevaba nuestro conductor, pasamos por diferentes lagunas, pero solamente paramos en la laguna Negra. De todas las que vimos fue esta la que más me impresionó. Muy tranquilo, había que caminar unos metros para poder verla y muy cerca de allí había una inmensa cantidad de llamas de todos los tamaños y colores muy tranquilamente comiendo. La siguiente parada fue la antigua Italia, que eran unas rocas gigantes con formas bastante curiosas, después de unas fotos seguimos nuestro retorno hasta el pueblo de Uyuni. Nos quedaban por delante 4 horas por carreteras de tierras con un mismo paisaje por delante
A las 6 de la tarde aproximadamente, después de una vuelta interminable llegamos al pueblo de Uyuni. Lo primero que hicimos fue recoger las mochilas y pedir para volver a ducharnos.
Una ducha después de dos días no tiene precio. Se nos quitó el cansancio del viaje y el madrugón de golpe.
Fuimos a comprar el autobús de vuelta a La Paz, ya con las mochilas, antes de cenar, para tenerlo asegurado y para saber la hora. Lo conseguimos por 60 bolivianos (8€) después de regatear en varias agencias. Además ellos se hacían cargo de las mochilas hasta que saliera el bus a las 9 de la noche.
Con el bus comprado fuimos a cenar. En Uyuni solo hay una calle de restaurantes así que se hizo fácil decidirnos. Entramos en una pizzería, porque a parte de comer queríamos wifi para ponernos al día. La comida estaba bastante buena y dos pizzas con dos bebidas nos costó 88 bolivianos (12€).
Con la barriga llena, nos dirigimos hacia el autobús donde íbamos a descansar durante las siguientes 8 horas, con el pensamiento de haber visitado y disfrutado, por fin, del GRAN SALAR DE UYUNI, un sueño más cumplido.