Tras otro desayuno más de banana pancakes (se me había olvidado mencionarlo, pero ese fue el desayuno por excelencia del viaje… y qué rico estaba!), nos pusimos en marcha con nuestra scooter rumbo a Paradise Cave. La carretera está bien, pero se atraviesan zonas pobladas y hay que ir con cuidado por los niños, perros, gallinas, etc que se te pueden cruzar. El paisaje es precioso, todo verde lleno de arrozales y montañas.
Phong Nha Ke Bang
Paradise Cave es una de las cuevas más visitadas de la zona, quizás porque está considerada la más espectacular. Aunque es muy larga (más de 30 km), sólo se visita el primer kilómetro, a no ser que vayas en los tours guiados de 4 ó 7 km. Si te conformas con ese primer kilómetro puedes ir por libre. Una vez aparcada la moto (5,000D) y pagadas las entradas (250,000D por persona), el acceso es sencillo, aunque hay dos opciones: puedes coger una especie de coche eléctrico, como un carrito de golf, que cuesta creo recordar 15,000D ida y 25,000D i/v por persona, o puedes ir andando, unos 10-15 minutos en llano. Tanto si vas andando como si vas en buggy, la subida a la entrada de la cueva no te la quita nadie: más de 500 escalones que con el calor que hacía nos parecieron el doble. Lo aviso porque hay gente que paga el buggy pensando que les lleva hasta la misma entrada y no es así, ojo.
La subida merece la pena: la cueva es, sencillamente, espectacular. Se recorre andando sobre unas pasarelas de madera y hay algo de iluminación, pero está muy bien puesta y no chirría. Las formaciones de todo tipo son impresionantes. He leído que suele estar bastante petada con grupos enormes que llegan en bus; no sé si porque era pronto o porque era ya temporada baja entrando en época de lluvias pero nosotros estuvimos casi solos. Nos tiramos una hora recorriéndola, y bien a gusto porque estaba fresquita y veníamos acalorados de la dichosa subida.
Paradise Cave
Cuando salimos de la cueva era ya casi la hora de comer, pero los restaurants que vimos allí no nos llamaron la atención y decidimos ir a la Dark Cave, nuestra segunda visita del día, y buscar algún sitio para comer allí. Comimos algo rápido en uno de los restaurantes de la entrada (145,000D) y nos acercamos a sacar las entradas. Habíamos leído que a partir de septiembre la entrada era más barata por ser temporada baja, pero por lo visto han dejado de diferenciar entre temporada alta/baja y la entrada era carísima: 450,000D por persona si queríamos hacer todas las actividades. Aunque alguna no nos interesaba tanto, el paquete completo era la mejor opción, y después de discutir un poco con ellos a ver si nos bajaban el precio (no hubo manera) acabamos aceptando. Tienes que entrar en bañador, descalzo, y no puedes llevar nada de valor (ni cámaras, ni móvil, ni reloj, ni nada de nada). Hay taquillas donde puedes dejar tus cosas (te dan ellos el candado, aunque mejor llevar uno propio) y te proporcionan un casco con linterna, un chaleco salvavidas y un arnés para la tirolina. También te hacen ver un video de seguridad que no cuenta mucho y la gente no le hacía mucho caso.
Entrada a la Dark Cave
Esta cueva es radicalmente distinta a las dos que ya habíamos visitado: es una experiencia, digamos, más “sensorial”. El acceso, para empezar, es a través de la tirolina más larga de Vietnam (no sé si eso es realmente reseñable porque no creo que haya muchas tirolinas en Vietnam, pero así te lo venden), seguida de un refrescante baño en el río para llegar a la entrada de la cueva. La cueva está a oscuras, y al contrario que Paradise Cave, no está iluminada, así que no se trata tanto de observar estalactitas como de intentar no piñarse mientras vas con tu linterna y casco de espeleólogo con agua hasta la cintura por un río subterráneo. Llega un punto en que se acaba el agua y empieza el barro, que resbala lo suyo. Se atraviesan estrecheces y se te hunden los pies en barro, y yo que soy muy asquerosita y esas cosas me dan mucho repelús llegué a plantearme qué demonios estaba haciendo ahí dentro. El plato fuerte llega al final: llegas a una cavidad más grande donde el agua/barro te llega a la cintura, y ahí te quedas un rato a remojo y a oscuras. Es como estar metido en un batido de chocolate espesito, y es curioso porque el barro hace que flotes, es casi imposible hundirse. Algunos se untaban barro hasta en las pestañas, yo me dediqué a flotar y a intentar que no me entrara barro en los oídos… La verdad es que mola, a pesar de mis remilgos. Si te quedas un rato quieto se te van hundiendo los pies en el barro y luego cuesta bastante salir. Es una experiencia curiosa, pero no llevéis un bañador al que tengáis mucho cariño (y ni se os ocurra llevar uno blanco!!). Yo todavía soltaba barro mientras me bañaba en Halong Bay días más tarde. Después de un rato flotando en el barro, te llevan de nuevo a la entrada de la cueva donde puedes quitarte un poco el barro en el río subterráneo, y te montan en unos kayaks inflables para volver a la zona de taquillas, pero una vez allí todavía queda otra actividad para los que se han quedado con ganas de más (o para quien todavía tenga barro por todas partes): otra tirolina más pequeñita y una red suspendida sobre el río en plan Humor Amarillo que da para unas risas. Cuando ya te has cansado de estar a remojo te puedes dar una ducha rápida allí mismo para intentar limpiar un poco el bañador (en balde). Como no pude hacer fotos dentro de la cueva, os dejo este enlace y este otro por si queréis ver cómo es.
Al final entre unas cosas y otras salimos de allí que eran ya las 4 pasadas y habíamos echado el día. Volvimos tranquilamente con la motillo al pueblo y nos tomamos unas cervezas con unos rollitos (80,000D) antes de ir al homestay para darnos una merecida ducha, y esa noche cenamos allí mismo porque pensamos que la comida casera no podía estar mala – y teníamos razón. Esa noche dormimos como bebés, pero a mitad de la noche nos despertó un ruido en la habitación que yo creo que era una rata o algo así... aunque no vimos nada.