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A veces nos cruzamos con algunas jirafas, pero ni elefantes, ni leones. En algunas zonas se ven señales claras de que los elefantes han cruzado por allí hace poco, sin embargo, en la mayoría de los sitios las cacas se ven secas. Quizás los elefantes ya se están dirigiendo al norte, puesto que comienza la temporada de lluvia.
En un punto del camino si que encontramos señales de su paso reciente. Son animales poco sutiles que no dejan pistas, sino autopistas.
Nos entretenemos con la jirafas en una charca. Son una amplia manada y las fotografiamos en todas las posturas y posiciones.
También descubrimos el mayor avance en la evolución de las jirafas: la jirafa de dos cabezas, que con una bebe y la otra otea el horizonte en busca de cualquier peligro.
Junto a la charca, hay un enorme bandada de pájaros tejedores comunes "Quelea Quelea", el ave silvestre más común del planeta, los chinos entre las aves. ¿A que no lo conocéis? Pues hay unos 1500 millones de individuos y son auténticas plagas en el Africa Subsahariana.
Va entrando la tarde y va siendo hora de que nos vayamos acercando hacia Namutoni, nuestro último campamento. Todavía nos acercamos a ver si hay suerte en alguna de las charcas menos frecuentadas, pero una de ellas está ya completamente seca y en otra solo se ve algunos animales tranquilos.
El paisaje está muy bonito: tiene una luz especial debido a las nubes y la luz del atardecer.
Pinchando en Etosha
A unos 10 km de Namutoni, el coche comienza a hacer cosas raras y se enciende una luz en el salpicadero, que parece indicar que las ruedas no tienen nada de adherencia.
Paro el coche y le digo a Eva que mire por su lado, a ver si alguna rueda está más baja. Me comunica que la rueda de atrás no está baja, sino pinchada.
Miro alrededor y el sitio me da muy mala espina. A la derecha hay arbustos altos, lugar perfecto para esconderse los leones. A la izquierda, una gran pradera con bastante herbívoros... su cena.
Me pongo a pensar un poco y lo primero que se me ocurre el llamar a la casa de alquiler del coche. Inmediatamente me coge el teléfono y me indica que tengo que cambiar la rueda. Yo le digo que estoy en medio de Etosha y que puede ser peligroso. Y él me contesta, como si explicase a un niño, supongo que pensaba: "estúpido turista no querrá que vaya yo desde Windhoek a cambiarle la rueda."
Me dice que sí, que bien, que estoy en Etosha... pero que tengo que cambiar la rueda.
Después de escudriñar con especial atención los arbustos de alrededor, me bajo del coche y abro las puertas, para poder sacar la rueda que va justo detrás y debajo de medio equipaje. La segunda rueda de repuesto va debajo del coche y es incluso más complicada de sacar, como ya me lo había advertido el de la casa de alquiler.
Busco el gato y las herramientas, intento sacar la rueda del compartimiento de atrás, pero pesa mucho y se engancha en los bordes y como la tengo que sacar a pulso no lo consigo. ¡Yo soy más de oficina que de campo!
Al poco tiempo paran dos coches y me ofrecen ayuda. Uno de ellos es un guía que vuelve de vacío hacia Okaukuejo.
Tiene 150 kilómetros por delante, pero me ayuda a cambiar la rueda. Me advierte de que es una zona peligrosa por culpa de los leones. Le he dado las gracias al hombre y continúa su camino y nosotros continuamos hacia el campamento. También es mala suerte pinchar apenas 10 km del asfalto después de haber recorrido 3000 km por tierra. El susto lo llevamos en el cuerpo.
Territorio de Leones
Apenas hemos andado 5 km y vemos que en una pradera hay un gran león y frente a él, otro. Los dos se desafían con roncos rugidos pero manteniéndose una distancia como de un kilómetro. Cuándo rugen, la pradera tiembla. Me fijo en que como a 1 km más allá, hay dos coches parados en un camino secundario, de lo cual deduzco que han encontrado algo interesante.
Así que me dirijo al sitio. Eva está inquieta. No le gustaría que volviésemos a pinchar. La verdad es que después de lo del pinchazo, un poco asustados sí que estamos, pero venga nos arriesgamos.
Al llegar donde estaban los dos coches, descubrimos siete hermosas leonas tumbadas en un lugar muy parecido a donde habíamos pinchado: Bosque con arbustos para descansar a la derecha y la pradera para cazar a la izquierda.
De vez en cuando, alguna de ellas bosteza y deja ver enormes colmillos de unos 10 cm. No puedo dejar de imaginarme lo que suponen estás 7 máquinas de matar cuándo salen a cazar, pudiendo hacer un lazo o herradura de más de un kilómetro: Difícil de escapar para cualquier presa.
Observamos que no hay ninguna cría o adolescente con ellas. Supongo que en la manada debió cambiar de rey hace poco.
Nos deleitamos fotografiandolas. Son tan hermosas como peligrosas. En cuanto los niños se mueven en el coche ellas alzan la mirada. Como diciendo, ¿nos traeis la cena?
Está a punto de atardecer. Continuamos el camino hasta la siguiente charca unos kilómetros más adelante nos cruzamos con una familia de jirafas y al llegar a una última charca, hay más herbívoros, alguno de ellos retozando en el agua, de lo cual deducimos que no hay grandes carnívoros en la zona (además de nuestra manada de leones).
Como no le vemos demasiado interés, cogemos esta vez la ruta hacia el campamento.
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