[align=right]29 de marzo. Hoy tocaba un día de excavaciones a las que llegar con nuestro ya querido circumvesuviano.
En primer lugar fuimos a Torre Anunziatta, a visitar la villa de Oplontis o Villa de Popea, porque parece ser que era de la la esposa de Nerón, ¡gracias Victor por recomendarla tanto!. La villa data de los primeros tiempos imperiales y fue descubierta en el siglo XVIII durante la excavación del canal del Sarno. Los trabajos arqueológicos continuaron en los años 60 del siglo pasado y hay zonas de difícil recuperación al estar esos espacios ocupados por instalaciones militares, carreteras y el Sarno. Es una villa residencial y de ocio que parece que no estaba ocupada cuando la erupción.
[align=center]Villa de Oplontis o de Popea
En primer lugar fuimos a Torre Anunziatta, a visitar la villa de Oplontis o Villa de Popea, porque parece ser que era de la la esposa de Nerón, ¡gracias Victor por recomendarla tanto!. La villa data de los primeros tiempos imperiales y fue descubierta en el siglo XVIII durante la excavación del canal del Sarno. Los trabajos arqueológicos continuaron en los años 60 del siglo pasado y hay zonas de difícil recuperación al estar esos espacios ocupados por instalaciones militares, carreteras y el Sarno. Es una villa residencial y de ocio que parece que no estaba ocupada cuando la erupción.
[align=center]Villa de Oplontis o de Popea
Las salas tienen unas pinturas al fresco de gran calidad y suntuosidad, siendo muy reconocidas, sorprende la gran piscina y los diversos jardines y patios. fue una visita exquisita e inolvidable. Una villa delicada, bella y con unas pinturas y ambientes que nos hicieron disfrutar muchísimo, además de ser abarcable y con poca gente, a excepción de algún grupo de escolares, que nos estamos encontrando en todos los sitios. ¡Gracias a ese personal docente tan voluntarioso! La visita nos llevó una hora y da para más.
Después de nuevo con la circumvesuviana, que ese día no nos falló, a "Pompei scavi". Pompeya para los que la conocéis y para los que no, es inmensa, siempre llena de gente, imprescindible de ver pero agotadora. Aunque me gustan los espacios más pequeños, un recorrido por sus calles, entrar a sus tabernas y casas, algunas con grafitis, las termas stabianas, el lupanar, el teatro, los moldes de quienes quedaron inmortalizados en el momento en que los cubrió la lava, no puede dejar de hacerse y hay que ir con tiempo para saborear todo lo que ofrece.
Parece que hubo asentamiento en esta zona desde el siglo VI a.C, e incluso antes, habitada por distintos pueblos, siendo ocupada por Roma en el año 80 a.C. La ciudad fue un importante punto de paso de mercancías, tanto por mar como por tierra. La ciudad ya había sido gravemente dañada por un terremoto en el año 62, y aún se estaba trabajando en las reparaciones cuando ocurrió la erupción del Vesubio del año 79.
No hay que dejar de callejear por todos los sitios y especialmente ver el Foro, el Teatro grande y el chico, el simpático mosaico del "cave canem", el lupanar, la casa del fauno, las Termas Sabianas, el huerto, el Templo de Apolo, la casa de Octavio Quartio, la casa de la Venus de la Concha, y sobre todo la impresionante "Villa de los misterios". Bueno lo mejor es llevar una guía bien completa e ir siguiéndola con el plano.
Comimos en el bar de dentro de la excavación, comida que no pasará a la historia pero que te permite parar, descansar y refrescarte con una buena cerveza. La visita nos llevó al menos 5 horas, como ya la conocíamos nos detuvimos en lo que más nos gustaba y sí que nos ha entristecido lo deteriorada que se ven algunas casas. Salimos por la villa de los Misterios y otra vez a Sorrento.
Llegamos a casa a descansar sobre las 18,00, y a las 19,30 fuimos a recoger el coche del alquiler para ir el día siguiente a Paestum. Ya que teníamos coche nos fuimos a cenar a Positano, pueblo de la costiera amalfitana, situado a lo largo de una empinada ladera hasta el mar, lugar de vacaciones de lujo y famosos que ya empiezan a llegar a abrir sus villas. Tras una carretera llena de curvas, como en los foros de viaje había leído que el coche sólo se podía aparcar arriba en la carretera, cuando vimos una hilera de coche aparcados así lo hicimos. Bajar andando por la carreterita sinuosa y las escaleras que llevan a la parte baja nos llevó tres cuartos de hora, y además nos dimos cuenta que la recomendación de aparcar será para el verano porque vimos aparcamientos a 3€ la hora en la parte baja y con sitios libres, ¡qué pardilla!. Mereció la pena la visita nocturna, las vistas al mar, su hermosa iglesia y su urbanismo. Menos mal que descubrimos el autobús interno que nos subió en un plis plas, y que en una corta caminata llegamos a una trattoria, “C’Era una Volta”, donde cenamos de maravilla una receta positana: tagliateles con ceci (garbanzos) y gamberis, aceite, ajo y albahaca, ¡exquisitos!, y unos macarrones con mozzarella, berenjenas y pomodoro. De postre una tarta caprese de chocolate y almendras que ni os cuento cómo estaba.
Volver tras el vinito y por la sinuosa carretera tuvo un mérito, y es que el rubio ya es casi santo. Llegamos sobre las 23,30, como os podéis imaginar agotados.[/align]
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