Por la noche me llevaron en taxi a la estación de autobuses de Royal Safar (100000 IRR) , para coger el autobús hacia Ahwaz. Menos mal, que el taxista me acompañó a buscar el andén adecuado, porque si no, creo que no me hubiese enterado ni de a dónde tenía que ir.
El autobús, como el anterior en el que me había subido, era bastante cómodo. El viaje hasta Ahwaz duró como 9 horas y media e hizo unas cuantas paradas. Me hizo gracia que el conductor parase junto a un supermercado para hacer la compra de lo que nos iban a proporcionar como desayuno. Durante el viaje, el que iba a ser mi guía estuvo en contacto continuo conmigo por Whatsapp, sobre todo a partir de las 5 de la mañana, para saber por dónde iba y hacerse una idea de a qué hora tenía que ir a buscarme. En estas ocasiones tenía que dar el móvil a algún pasajero para que hablase con él, porque yo no sabía ni dónde estaba.
Debí llegar a la estación de autobuses de Ahwaz en torno a las 7 ó 7:30 de la mañana (ya del día 16 de octubre) y por suerte el guía me localizó.
Ahwaz es la capital de la provincia iraní de Juzestán y tiene más de 1000000 de habitantes. Es una ciudad calurosa y tiene fama de ser la ciudad con el aire más contaminado en todo el mundo, algo lógico teniendo en cuenta que su industria más importante es la petrolífera. No tiene ningún interés turístico y por lo que pude buscar por internet, no hay tampoco muchos servicios en esta área.
Lo primero que hicimos fue buscar alguna cafetería donde desayunar, pero o no había, o estaban cerradas o sólo abrían para almorzar. Acabamos en un hotelillo tomando un desayuno buffet.
De camino a Susa, el primer lugar para visitar en la jornada, me fue contando algunas cosillas de la ciudad y haciéndome las preguntas habituales del modo de vida en otro país. En su caso me dijo que era ingeniero eléctrico y que daba clases en la universidad, pero que para completar el sueldo hacía de guía turístico.
La ciudad bíblica de Susa, hoy en día una ciudad moderna de unos 50000 habitantes, fue una importante ciudad elamita desde mediados del tercer milenio a.c. Incendiada por los asirios en el siglo VII a.c, cobró nuevamente importancia en el siglo VI a.c durante el reinado de Darío I, que la convirtió en capital de invierno del imperio aqueménida. A partir del siglo IV d.c y sobre todo a raíz de las incursiones mongolas, la ciudad quedó en el olvido progresivamente, hasta ser redescubierta por los arqueólogos en el siglo XIX.
Lo primero que vi en la ciudad moderna de Susa fue la tumba del profeta Daniel, donde musulmanes y judíos aseguran que están sus restos. El edificio actual es del siglo XIX, pero se lleva venerando al profeta ahí desde hace 1000 años. Del mausoleo actual destaca la cúpula con forma cónica que posee el edificio.
El autobús, como el anterior en el que me había subido, era bastante cómodo. El viaje hasta Ahwaz duró como 9 horas y media e hizo unas cuantas paradas. Me hizo gracia que el conductor parase junto a un supermercado para hacer la compra de lo que nos iban a proporcionar como desayuno. Durante el viaje, el que iba a ser mi guía estuvo en contacto continuo conmigo por Whatsapp, sobre todo a partir de las 5 de la mañana, para saber por dónde iba y hacerse una idea de a qué hora tenía que ir a buscarme. En estas ocasiones tenía que dar el móvil a algún pasajero para que hablase con él, porque yo no sabía ni dónde estaba.
Debí llegar a la estación de autobuses de Ahwaz en torno a las 7 ó 7:30 de la mañana (ya del día 16 de octubre) y por suerte el guía me localizó.
Ahwaz es la capital de la provincia iraní de Juzestán y tiene más de 1000000 de habitantes. Es una ciudad calurosa y tiene fama de ser la ciudad con el aire más contaminado en todo el mundo, algo lógico teniendo en cuenta que su industria más importante es la petrolífera. No tiene ningún interés turístico y por lo que pude buscar por internet, no hay tampoco muchos servicios en esta área.
Lo primero que hicimos fue buscar alguna cafetería donde desayunar, pero o no había, o estaban cerradas o sólo abrían para almorzar. Acabamos en un hotelillo tomando un desayuno buffet.
De camino a Susa, el primer lugar para visitar en la jornada, me fue contando algunas cosillas de la ciudad y haciéndome las preguntas habituales del modo de vida en otro país. En su caso me dijo que era ingeniero eléctrico y que daba clases en la universidad, pero que para completar el sueldo hacía de guía turístico.
La ciudad bíblica de Susa, hoy en día una ciudad moderna de unos 50000 habitantes, fue una importante ciudad elamita desde mediados del tercer milenio a.c. Incendiada por los asirios en el siglo VII a.c, cobró nuevamente importancia en el siglo VI a.c durante el reinado de Darío I, que la convirtió en capital de invierno del imperio aqueménida. A partir del siglo IV d.c y sobre todo a raíz de las incursiones mongolas, la ciudad quedó en el olvido progresivamente, hasta ser redescubierta por los arqueólogos en el siglo XIX.
Lo primero que vi en la ciudad moderna de Susa fue la tumba del profeta Daniel, donde musulmanes y judíos aseguran que están sus restos. El edificio actual es del siglo XIX, pero se lleva venerando al profeta ahí desde hace 1000 años. Del mausoleo actual destaca la cúpula con forma cónica que posee el edificio.
Seguidamente fuimos a la colina sobre la que asientan los restos de la antigua Susa. Antes de nada entré al Museo Arqueológico (350000 IRR) que muestra hallazgos de la zona (cerámica, una escultura de Hércules abrazando a un león de las Masjed-e Soleiman, etc…
A continuación fuimos al castillo de Morgan, erigido por arqueólogos franceses en el siglo XIX sobre una acrópolis elamita.
Cerca del castillo se encuentra el palacio de Darío (521 a.c), del que quedan poco más que los cimientos.
Seguimos el recorrido y a continuación fuimos al zigurat de Choga Zanbil, el mejor ejemplo de arquitectura elamita que queda en el mundo. El elamita fue un imperio establecido al este de Sumeria, en el actual sudoeste de Irán, entre los milenios IV y III a.c. El zigurat estaba dedicado al dios Inshushinak, el principal de los elamitas y patrón de Susa. Tiene base cuadrangular y consta de 5 torres concéntricas a diferentes niveles. Sobre la parte superior había un templo que sólo era accesible a la élite elamita. El material de construcción es el ladrillo y a la altura de los ojos se pueden observar todavía inscripciones cuneiformes (el primer alfabeto de la historia).
Cabe decir que el mediodía no es el mejor momento para recorrer el perímetro del zigurat. ¡Menudo calor que hacía!. Además, como seguía bastante tocado después de haber subido al templo de Chak, sólo vi el zigurat por dos de los lados.
En la cercana Shushtar paramos a comer en un restaurante ubicado en una casa histórica: Mostowfi House
itsh.ir
Por recomendación del guía pedimos un plato de pescado (casi todo era frito, creo) para 2 y también ensalada. Un precio de 650000 IRR. En el lugar se estaba estupendamente, comiendo sobre un cama típica en medio del patio, pero la comida me sentó bastante mal, no sé si por la ensalada o por lo indigesto del pescado. Tenía dolor de estómago y tuve que probar por 2 veces el baño tradicional iraní en media hora. Incómodo eso de la letrina en el suelo. Pero lo peor vino cuando salimos del restaurante y nos subimos en el coche. Me entró un dolor de estómago fortísimo y le tuve que pedir al guía que me llevase a un hospital.
En la cercana Shushtar paramos a comer en un restaurante ubicado en una casa histórica: Mostowfi House
itsh.ir
Por recomendación del guía pedimos un plato de pescado (casi todo era frito, creo) para 2 y también ensalada. Un precio de 650000 IRR. En el lugar se estaba estupendamente, comiendo sobre un cama típica en medio del patio, pero la comida me sentó bastante mal, no sé si por la ensalada o por lo indigesto del pescado. Tenía dolor de estómago y tuve que probar por 2 veces el baño tradicional iraní en media hora. Incómodo eso de la letrina en el suelo. Pero lo peor vino cuando salimos del restaurante y nos subimos en el coche. Me entró un dolor de estómago fortísimo y le tuve que pedir al guía que me llevase a un hospital.
Según me atendió un médico (o lo que quiera que fuese) terminé con el pantalón bajado y una inyección pinchada en el culo y luego tras contar lo que me pasaba, me mandaron una serie de pastillas, que el guía fue a comprar a una farmacia. Seguí en el hospital hasta que supuestamente una de las pastillas me hizo efecto y se me pasó parcialmente la molestia.
Era más tarde de lo previsto, pero por suerte me dio tiempo a visitar el complejo hidráulico de Shushtar. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, lleva más de 1000 años canalizando el agua del río Karum. Consta de una serie de puentes, presas, canales, etc…, pero lo más destacable son los molinos impulsados por las cascadas artificiales. Cuesta 200000 IRR si se entra y se baja por un sendero hasta el nivel de las cascadas, pero luego averigüé que desde la calle se podía contemplar una buena panorámica. En cualquier caso tampoco lo recorrí todo lo posible por encontrarme mal.
Era más tarde de lo previsto, pero por suerte me dio tiempo a visitar el complejo hidráulico de Shushtar. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, lleva más de 1000 años canalizando el agua del río Karum. Consta de una serie de puentes, presas, canales, etc…, pero lo más destacable son los molinos impulsados por las cascadas artificiales. Cuesta 200000 IRR si se entra y se baja por un sendero hasta el nivel de las cascadas, pero luego averigüé que desde la calle se podía contemplar una buena panorámica. En cualquier caso tampoco lo recorrí todo lo posible por encontrarme mal.
Con esto se acababan las visitas previstas e iniciamos el retorno a Ahwaz. El guía me preguntó que si mantenía el plan de marcharme a Isfahan en autobús esa misma noche o si prefería alojarme en algún hotel de Ahwaz y coger un avión a Isfahan al día siguiente. Valoré esta segunda posibilidad, por no estar muy bien, pero el horario de los vuelos no me interesaba y pasaba de estar más tiempo de la cuenta en esta ciudad, así que mantuve el plan de marcharme esta misma noche a Isfahan. Sólo esperaba que el estómago no me molestase, porque el viaje era bastante largo.
El guía me dejó en la estación de autobuses y me acompañó hasta el mostrador de Royal Safar para cambiar el billete a un horario más temprano (a las 19:30) y me dejó a cargo de alguien de la compañía para que me guiase luego al andén correcto. Me dijo el nombre de la estación en Isfahan, pero como no me quedé con él, pregunté que si era la última parada y me dijo que sí. Luego el guía esperaba que le diese alguna propina adicional por haberme llevado al hospital y comprarme las medicinas, pero como tardaba en encontrar el billete adecuado (no me resultaba fácil identificar los billetes y monedas), se largó con cierto mosqueo. Me dio igual, porque como guía no me aportó demasiado.
El caso es que el autobús no salió a la hora prevista, pasó media hora y tampoco, pregunté varias veces y me “dijeron” que esperase. Al final, un rato después volví a insistir, miraron mi billete y me acompañaron hasta el andén del que salía el autobús. ¡Todo clarísimo!. Salimos con más de una hora de retraso con respecto a la hora indicada en el billete, pero aún se demoraría más por hacer una parada larguísima para comprar en un supermercado. Menos mal que no me molestaba el estómago.
El guía me dejó en la estación de autobuses y me acompañó hasta el mostrador de Royal Safar para cambiar el billete a un horario más temprano (a las 19:30) y me dejó a cargo de alguien de la compañía para que me guiase luego al andén correcto. Me dijo el nombre de la estación en Isfahan, pero como no me quedé con él, pregunté que si era la última parada y me dijo que sí. Luego el guía esperaba que le diese alguna propina adicional por haberme llevado al hospital y comprarme las medicinas, pero como tardaba en encontrar el billete adecuado (no me resultaba fácil identificar los billetes y monedas), se largó con cierto mosqueo. Me dio igual, porque como guía no me aportó demasiado.
El caso es que el autobús no salió a la hora prevista, pasó media hora y tampoco, pregunté varias veces y me “dijeron” que esperase. Al final, un rato después volví a insistir, miraron mi billete y me acompañaron hasta el andén del que salía el autobús. ¡Todo clarísimo!. Salimos con más de una hora de retraso con respecto a la hora indicada en el billete, pero aún se demoraría más por hacer una parada larguísima para comprar en un supermercado. Menos mal que no me molestaba el estómago.