LLEGADA A TERCEIRA.
El aeropuerto de Lajes, en Terceira, se encuentra al norte de la isla, mientas que su capital, Angra do Heroismo, donde nos alojamos las tres noches que estuvimos allí, está en el sur. De modo que tuvimos que cruzarla de un extremo a otro nada más llegar: en realidad, la distancia sólo es de 20 kilómetros por una vía rápida desdoblada, así que el asunto no parecía demasiado complicado.
Recorrido desde el aeropuerto a Andra do Heroismo según Google Maps.
Goldcar sí que tiene oficina en el aeropuerto de Lajes, con lo cual pudimos recoger el coche de alquiler allí mismo. De nuevo quisieron colocarnos un up-grade a precio “ventajoso” que rechazamos. Teníamos más que suficiente con el Ford Fiesta que nos entregaron, casi nuevo, por cierto. Como en Ponta Delgada, les pedí un mapa de carreteras, pero no tenían, así que me dijeron que fuese al mostrador de Turismo, que estaba enfrente. Allí me atendió un señor amabilísimo que no solo me dio un mapa sino todo tipo de folletos e información sobre Terceira. Está claro que quieren promocionar la isla, que no disfruta de tanto turismo como Sao Miguel. También me aconsejó restaurantes, pueblos y rutas de senderismo. Un encanto de hombre, la verdad.
Eran las tres de la tarde y teníamos hambre porque solo habíamos tomado el bocatín que nos dieron en el avión, así que nuestra prioridad era buscar un sitio donde comer. Ya era tarde, con lo cual nos dejamos tentar por el anuncio de un Burger King a 5 minutos en coche. ¡Perfecto! Allá que nos dirigimos.
Enseguida aparecieron el campo verde y las hortensias.
Pero lo que no aparecía ni vivo ni muerto era el Burger King. Entramos en un pueblo grande o una ciudad pequeña, no sé. No sabíamos dónde estábamos porque el google maps de mi teléfono no terminaba de situarse. Parecía Praia da Vitoria, pero ni rastro del Burger King y tampoco veíamos un lugar para comer porque ya era tarde. Después de dar un montón de vueltas, regresamos a la vía rápida, con intención de ir a la capital: allí tenía que haber algún burguer, pizzeria o similar. Y, en efecto, por fin localizamos un área comercial, con la hamburguesería de turno. Criticamos mucho a las cadenas de comida rápida, pero de cuántos apuros nos sacan los King y los Mcdonals, confesémoslo .
Carretera en Terceira.
Después, nos dirigimos a nuestro alojamiento, en el centro de Angra do Heroismo. Se trataba del Hotel Cruzeiro, que resultó una opción muy buena: cómodo, moderno, funcional, muy bien situado y que incluía desayuno y aparcamiento gratuito para el coche, algo fundamental teniendo en cuenta que estábamos en el centro de la ciudad y, por si fuese poco, en plenas fiestas. El hotel es un tanto especial pues quiere destacar por su planteamiento ecológico y hasta los pasillos están decorados con fotografías de árboles e iluminados en tonos verdes. Un poco exagerado, pero bueno. Lo que menos me gustó fue el aire acondicionado a tope en las zonas comunes, ¡qué frío!, y que los interruptores de la luz fuesen inteligentes hasta el punto de dictar (de dictador) cuánto tiempo se podía permanecer en el baño con la luz encendida (no mucho, por cierto), ¡el colmo! Por lo demás muy bien, aunque no tuvimos ocasión de probar su cocina, excepto el desayuno, bastante correcto.
El ecológico hotel Cruzeiro.
ANGRA DO HEROISMO.
La capital de la isla de Terceira tiene algo más de 35.000 habitantes. Es una de las tres capitales de las islas Azores y cuenta con un bello casco histórico que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1983. Su nombre se refiere al orden en que fue descubierta por los primeros navegantes que llegaron a las Azores en el siglo XV.
Su puerto fue muy importante durante los siglos XV y XVI, cuando acudían a su abrigo las expediciones portuguesas y españolas, incluso antes de que comenzaran los viajes a las Indias Occidentales, si bien su importancia comercial se forjó al convertirse en escala casi obligada en las rutas de navegación entre Europa América y puerto de carga y descarga de los productos del resto de islas del archipiélago.
Son notables sus fortificaciones militares de San Sebastián y San Juan Bautista, que datan del siglo XVI, época durante la cual estuvo en poder de la corona castellana. En 1980 se vio sacudida por un violento terremoto que causó varios muertos y afectó a muchos de sus edificios. Posteriormente fue reconstruida.
Visitamos la capital a lo largo de los tres días que estuvimos alojados allí. Sin embargo, voy a unirlo todo en una única etapa para que quede más claro y no dispersar la información.
La tarde de nuestra llegada la dedicamos entera a visitar Angra do Heroismo. El Hotel Cruzeiro está en una plaza donde ya nos encontramos con uno de los “Imperios do Spíritu Santo”, manifestaciones de la arquitectura religiosa popular, típicos de las Azores, aunque es Terceira la isla donde hay más, un total de 68, construidos entre 1670 y 1998. En la fachada se suele poner su nombre y su fecha de edificación. Son edificios pequeños, a modo de capillas u oratorios, muy originales y vistosos por sus llamativos colores, que suelen encontrarse en zonas urbanas o en cruces de caminos. Vimos varios durante nuestro viaje.
Desde el Hotel Cruzeiro, no hay más que bajar una empinada calle (la rua do Galo) que en cinco minutos lleva hasta el centro histórico y el puerto. Esa calle me recordó a algunas de Oporto más que nada por sus cuestas. .
Sin embargo, antes de ir hacia allí, divisamos una iglesia blanca y azul que nos llamó la atención, unos metros más arriba, era el Santuario Nossa Senhora da Conceiçao, del siglo XVIII, que estaba abierta y, por lo tanto, visitamos. A su alrededor, había varios edificios muy vistosos, conformando la Plaza Almeida Garrett.
Después bajamos hasta un punto estratégico de la ciudad, la Plaça Velha, donde está el edificio del Ayuntamiento, construido en 1866. La plaza es amplia y está pavimentada con los típicos baldosines blancos y negros. En ella también hay un imperio.
Esta zona es muy atractiva desde el punto de vista arquitectónico, con casas de fachadas pintadas con alegres e historiados balcones con rejas de forja, muchas de ellos adornados con macetas y flores. Además, la ciudad estaba de fiestas, lo que significaba engalanarse de un modo muy especial, que se notaba, sobre todo, por la noche. Pero ya llegaré a eso.
Desde aquí seguimos cuesta arriba por la Rua Da Se, una de las principales de la ciudad, que nos llevó en pocos metros hasta la Catedral del Salvador, de los siglos XVI y XVII, aunque fue bastante reformada después del terremoto de 1980. No nos coincidió para ver su interior pues su horario de apertura no es demasiado amplio y nos hubiera trastocado bastante las excursiones. Muy cerca se halla el Palacio Bettencourt, del siglo XVIII, que actualmente alberga la biblioteca pública.
La Catedral y las coloridas casas que la rodean.
Callejeando, llegamos hasta el Convento de San Gonzalo, el más grande de la ciudad, fundado en 1545 y renovado posteriormente.
Por callejuelas estrechas, flanqueadas por alegres casonas, de dos plantas la mayoría, de todos los colores o blancas con ventanas enmarcadas en tonos diversos, salimos a la calle Direita, que conduce hasta la bahía y la Marina. Allí, frente al mar, se encuentra la Iglesia de la Misericordia, muy vistosa, del siglo XVIII, donde se estaba celebrando un concierto al que asistimos, ya que nos invitaron a entrar.
Muy cerca se encuentran la Estatua de Vasco de Gama y las Portas da Cidade. Siguiendo a la izquierda, por un paseo paralelo al mar, llegaríamos al antiguo Fuerte de San Sebastián (una Pousada, actualmente), si bien pasamos primero por un hotel moderno de cinco estrellas que pretende camuflarse sin éxito entre las rocas del acantilado. No me gustan estas moles grises, no lo puedo evitar prefiero los alegres colores de las casas tradicionales.
A la derecha, el citado edificio.
Lo más interesante está hacia el otro lado, bordeando la Prainha, una pequeña playa urbana, con bares y restaurantes y un mirador desde el que se tiene una muy bonita vista de la bahía y del caserío escalonado que a ella se asoma.
Al final, se divisa el istmo verde del Monte do Brasil, junto a la que se dibujan los imponentes muros de la enorme Fortaleza de San Juan Bautista, que merece un comentario aparte.
Resulta muy recomendable caminar con tranquilidad por todo este paseo e ir contemplando la estampa cambiante de Angra, cada vez más amplia y colorida, con un encanto particular cuando cae la tarde e incluso cuando ya se ha hecho de noche. Un paseo muy bonito.
En las calles más amplias que dan al puerto hay numerosos bares y restaurantes, algunos con terrazas instaladas en las aceras. Se nos había hecho un poco tarde y no quedaban demasiadas mesas libres, así que entramos en la Tasca das Tías, en la Rua de San Joao. Nos pusieron un plato típico, puchero con caldo, carne, arroz y patatas soufles. Estaba todo muy bueno.
Terminamos la jornada paseando por las calles y el puerto, contemplando la iluminación habitual y la festiva, si bien no encendían todas las luces todos los días sino que iban cambiando las calles iluminadas.
Nuestro paseo por Angra do Heroismo de noche.
La tarde siguiente, cuando volvimos de nuestras excursiones de la jornada, nuevo paseo por el centro y cena en un bar/restaurante donde nos pusieron los mejores tallarines que hemos tomado en mucho, mucho tiempo: el sabor, excelente. Y para beber pedimos, ¡sangría!. Se me olvidó apuntarlo y no recuerdo el sitio exacto, aunque me parece que era un sitio llamado Birou Bar, en la rua de Sao Joao.
El tercer día, por la mañana, fuimos a visitar el Fuerte o Castillo de San Juan Bautista, que se encuentra en las estribaciones de la Reserva Forestal de Recreo del Monte de Brasil, un estupendo espacio verde para caminar e ir en bicicleta. Aparcamos el coche antes de cruzar una entrada vigilada por militares que, pensábamos, estaba cerrada al tráfico de vehículos privados.
Fuimos caminando hasta las inmediaciones del fuerte y nos encontramos con el cartel de una ruta de senderismo muy interesante: el Paseo Panorámico de la Bahía de Angra. Tiene varios puntos para visitar que engloban tanto la ciudad monumental como los fuertes y los miradores. En realidad ya habíamos hechos algunas de los tramos de la ruta, pero nos sirvió para hacernos una idea.
La construcción del castillo o fuerte de San Juan Bautista se inició en 1593, siendo Felipe II rey de España y Portugal, como respuesta a las necesidades de fortificación militar y protección de los navíos que traían cargamentos de plata y otras ricas mercancías desde las posesiones americanas. Posteriormente, fue escenario de diversos acontecimientos de la historia portuguesa, como la revolución liberal de Oporto en 1820 y la restauración de los derechos del rey Pedro IV en 1828. En la actualidad es una de las mayores fortalezas que se conservan en el mundo, solo superada por la de Aguanda en Goa (India). Tiene una superficie de 5 km2 y la muralla está reforzada por cinco baluartes.
Además de su interés histórico y de ver sus imponentes construcciones, como el puente de acceso, las Puertas de Armas de estilo manierista, las torres, la Iglesia de San Juan Bautista, la Ermita de Santa Catalina de Siena, etc.. En cualquier caso, venir aquí ya merece la pena por visitar la Reserva Natural del Monte de Brasil y las fabulosas vistas que deparan sus diferentes miradores.
Monte de Brasil.
Como ya he mencionado, hay varias rutas de senderismo para recorrer el Monte, pero si no se desea o no se dispone de mucho tiempo (como era nuestro caso) también se puede acceder en coche hasta tres de los miradores más significativos:
- el primero no tiene nombre, pero atrae sin remedio por la estupenda panorámica que ofrece de la parte oriental de Angra do Heroismo, en la cual se identifican perfectamente sus edificios más emblemáticos.
- el Miradouro do Alto da Caldeira, desde donde se puede contemplar la enorme caldera donde se originaron las tres erupciones volcánicas que dieron lugar al Monte de Brasil.
- el Miradouro do Pico do Facho, situado en el punto más elevado del monte, donde se conservan unas baterías y se levanta una cruz.
Sin embargo, lo más interesante de este último mirador y lo que lo hace una visita imprescindible en Angra do Heroismo son las fantásticas estampas que se obtienen de toda la capital y de sus alrededores. Si el día está despejado, las fotos salen estupendas. Desde este punto también se puede llegar a pie hasta la estatua de D. Alfonso VI, junto a la que no hay mucho sitio para aparcar y que también presenta otra bonita panorámica.
Por la tarde, horas después, tras haber realizado nuestras excursiones de la jornada, que cuento en otras etapas, nos quedaba una última visita que hacer, de las imprescindibles, en Angra do Heroismo: el Monumento en Memoria a D. Pedro IV y los jardines adyacentes. Este lugar, mejor si se visita al atardecer y, claro está, con tiempo despejado o, al menos, sin niebla. Una vez más, las vistas son una pasada.
Para llegar al alto donde está el monumento, se puede ir de abajo arriba o de arriba abajo. Como yo fui desde el hotel, ya estaba un poco en alto, así que recorrí casi con la lengua fuera las callejuelas que en enorme cuesta subían hasta la parte alta del parque, donde se encuentra el monolito. A su lado los típicos indicadores de madera señalando ciudades y lugares de los cinco continentes y su distancia: a Madrid, 2013 kilómetros.
Y, claro, te pasas un buen rato sacando fotos por aquí y por allá, identificando los sitios y los edificios que ya has visitado, si es el caso. Hay quien preferiría ir aquí primero para orientarse respecto a la ciudad; yo prefiero hacerlo al contrario, si es posible, y reconocer los lugares en los que ya he estado.
Después de un buen rato viendo el sol ponerse, con las correspondientes variaciones en el paisaje, descendí por las escaleras que recorren los jardines y que ofrecen cada vez vistas más cercanas de la capital. En el sentido que lo hice, me evité las escaleras (a cambio de subir la cuesta con la lengua fuera), aunque tampoco es muy gravoso dada la cantidad de paradas para hacer fotos o contemplar las panorámicas. Por lo demás, los jardines son muy bonitos.
Jardines y Convento.
En la parte más baja, se llega a la Casa del Jardín y al Convento de San Francisco. En este sitio hay una puerta que se cierra, por lo cual hay que prestar atención a los horarios.
Entorno del Monumento.
Por la noche, nuevo paseo. Ese día las fiestas en todo su apogeo, con bandas de música, desfiles y demás, lo que supuso un montón de gente en las calles, bares y restaurantes del centro. En las afueras, todo seguía siendo paz y tranquilidad.
Me gustó mucho esta ciudad. Es pequeña y no se tarda demasiado en visitar sus lugares más importantes, pero tiene mucho encanto y merece la pena dedicarle un día tranquilo y completo. Además, durante mucho tiempo recordaré aquellos tallarines con marisco: ¡qué ricos!