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El despertador no tuvo ninguna clemencia y volvió a levantarnos a la hora acostumbrada. El día estaba completamente despejado y el termómetro marcaba 12ºC fuera de la casa.
Al entrar en el comedor, nuestra anfitriona ya estaba esperándonos para servirnos el rico desayuno. Charlando un poco con ella, nos preguntó por nuestros planes y le comentamos que, al haber llegado a la Calzada del Gigante al atardecer, nos apetecía volver para disfrutarla de día.
Al entrar en el comedor, nuestra anfitriona ya estaba esperándonos para servirnos el rico desayuno. Charlando un poco con ella, nos preguntó por nuestros planes y le comentamos que, al haber llegado a la Calzada del Gigante al atardecer, nos apetecía volver para disfrutarla de día.
Como no queríamos llegar muy tarde, no nos recreamos con el desayuno y a las 8h50 nos pusimos en marcha. A las 9h15 ya estábamos de nuevo en el parking del museo del ferrocarril. Desconocemos el motivo, quizás porque era pronto, pero seguía cerrada la oficina para poder pagar el aparcamiento. Dejamos el coche y subimos al hotel. Aquí pudimos comprobar que solo dejaban aparcar a sus huéspedes puesto que había una persona controlando el acceso. Tienen baños en el exterior, que estaban abiertos y que pudimos utilizar gratuitamente. ¡Un alivio! jejeje
Cuando quisimos llegar a la zona de columnas de basalto no llegaban a ser las 10h y tampoco había mucha gente. Sí pudimos observar que había vigilantes debidamente identificados y que habían puesto una zona de protección para que la gente no se acercase demasiado al borde del mar y así, evitar algún que otro susto. Lo cual no evita que siempre esté el que tiene que saltarse las normas, lo cual como siempre decimos, repercutirá en el futuro al resto de visitantes porque terminarán por poner vallas permanentes. Pero es una pelea perdida de antemano.
La verdad es que la mañana estaba perfecta para dar un paseo y disfrutar de esta maravilla de la naturaleza. Desde la primera vez que lo vimos, siempre hemos dicho que, junto a Yellowstone, éste ha sido uno de los sitios que más nos habían llamado la atención.
Poco más de las 11h vimos que ya había una concentración de gente importante y decidimos que nos batíamos en retirada. Para no tardar mucho, subimos en el autobús que hace el trayecto hasta el centro de visitantes. El precio es de £1,20 por persona.
Poco más de las 11h vimos que ya había una concentración de gente importante y decidimos que nos batíamos en retirada. Para no tardar mucho, subimos en el autobús que hace el trayecto hasta el centro de visitantes. El precio es de £1,20 por persona.
Siguiendo la ruta de la costa, nos acercamos hasta las ruinas del castillo de Dunseverick. Según se cuenta, San Patricio visitó el castillo en el siglo V y bautizó a Olcán, un hombre local que más tarde se convirtió en obispo de Irlanda. El fuerte de piedra original fue atacado por los vikingos en el 870 d. C. Como no queda mucho en pie, no dedicamos mucho tiempo a la visita, pero sí que aprovechamos para disfrutar del entorno donde se encuentra.
Seguimos adelante por la costa y llegamos a White Park Bay. Una preciosa playa de cinco kilómetros situada en el pueblo de Ballycastle. Además de las increíbles vistas, nos llamó la atención que había vacas en la arena, a pocos metros de la orilla del mar.
Nuestra siguiente parada, fue el pintoresco puerto de Ballintoy. Lo teníamos apuntado en nuestro itinerario porque habíamos unas fotos en internet y la verdad es que tenía muy pinta. Lo que no sabíamos es que era una localización de la “archiconocida” serie de HBO, Juego de Tronos. Y lo descubrimos cuando vimos llegar un minibús y se empezaron a bajar gente disfrazada de personajes de la serie. Por cierto, tenemos que confesar que no hemos visto la serie. De hecho, creo que ni siquiera llegamos a terminar el primer capítulo.
Curiosidades aparte, la verdad es que el sitio está muy bien y disfrutamos de la visita. Como se nos hizo la hora de comer y no teníamos nada comprado, comimos en el único sitio que hay en el puerto. Una pequeña casita de piedra y muy coqueta, que está junto al mar. Unos sándwiches muy ricos, refrescos y un postre para quitar el hipo por £14,10. Hay baños públicos gratuitos al lado del pequeño aparcamiento público.
A las 14h30 llegamos a una de las atracciones, junto con la Calzada del Gigante, más conocidas de la Causeway Coastal Route es Carrick-a-Rede Rope Bridge, un puente de cuerda de 20 metros colgado a una altura de 30 metros sobre las rocas y que una la tierra con la pequeña isla de Carrickarede. Aunque hace tiempo pescadores de la zona se acercaban a pescar salmones, en la actualidad apenas hay ya y la isla y el puente ha quedado, únicamente, como atracción turística.
El precio de las entradas es de £9,50 por persona y aunque puede parecer un poco caro para un puente y una pequeña isla, es lo que tienen las atracciones turísticas. A nosotros nos apetecía cruzarlo porque en 2006 hacía algo de viento y aunque estaba abierto, Anna no cruzó, así que esta vez, no lo pensamos.
Desde las taquillas (que no existían entonces, porque te daban el ticket directamente al ir a pasar el puente), hay un breve y agradable paseo a lo largo de la costa. Las vistas son también maravillosas, así que fuimos aprovechando para sacar fotos. Te dan un ticket con una hora “estimada” para pasar. Por lo que no tienes que ir corriendo, pero tampoco dormirte en los laureles.
Tenemos que mencionar que el puente lo pueden cerrar sin previo aviso si las condiciones meteorológicas no permiten que el paso sea seguro. Suponemos que, si pilla alguien en el otro lado, la rescatarán, jejeje. En cuanto se levanta una pequeña brisa, los trabajadores salen hasta la mitad del puente y miden la fuerza del viento.
Desde las taquillas (que no existían entonces, porque te daban el ticket directamente al ir a pasar el puente), hay un breve y agradable paseo a lo largo de la costa. Las vistas son también maravillosas, así que fuimos aprovechando para sacar fotos. Te dan un ticket con una hora “estimada” para pasar. Por lo que no tienes que ir corriendo, pero tampoco dormirte en los laureles.
Tenemos que mencionar que el puente lo pueden cerrar sin previo aviso si las condiciones meteorológicas no permiten que el paso sea seguro. Suponemos que, si pilla alguien en el otro lado, la rescatarán, jejeje. En cuanto se levanta una pequeña brisa, los trabajadores salen hasta la mitad del puente y miden la fuerza del viento.
La isla es muy pequeñita y se ve en cuatro pasos. Eso sí… hay que tener cuidado de no acercarse demasiado al borde de los acantilados porque suelen soplar rachas fuertes de viento que hacen que te tambalees con facilidad o casi no puedas moverte del sitio.
A la hora de marchar, Anna se adelantó un poco para sacarme una foto mientras cruzaba el puente. Aunque pueda parecer que voy muy tranquilo, la verdad es que no lo estaba, porque justo se había levantado un poco de brisa y el puente se movía más de lo que me hubiera gustado, jejeje.
Siguiendo hacia el este, llegamos al castillo de Kinbane, que está situado en un largo y estrecho promontorio de piedra caliza que se entra en el mar, a unos 5 km de Ballycastle. El nombre Kinbane significa “cabeza blanca” y se refiere a la piedra caliza blanca sobre la que se encuentra el castillo.
Aunque no queda mucho del castillo, quizás lo más atractivo es el entorno donde se encuentra y, además, la visita es gratuita. Eso sí, para llegar hasta el castillo, hay que bajar unas cuantas escaleras (que luego hay que subir, claro).
Aunque no queda mucho del castillo, quizás lo más atractivo es el entorno donde se encuentra y, además, la visita es gratuita. Eso sí, para llegar hasta el castillo, hay que bajar unas cuantas escaleras (que luego hay que subir, claro).
Sobre las 17h llegamos a The Dark Hedges, una recta de un kilómetro y medio en la carretera Bregagh, entre Armoy y Stranocum flanqueada por hayas en ambos lados. Según hemos podido leer estas hayas fueron plantadas por la familia Stuart en el siglo XVIII.
Esta avenida se ha hecho famosa a raíz de aparecer en Juego de Tronos y esto hace que sea visitada por cientos de curiosos y fans de la serie. Nosotros nos encuadramos en el primer grupo (ya hemos dicho que no hemos visto la serie), y es que, para ser justo, la carretera es muy fotogénica.
Esta avenida se ha hecho famosa a raíz de aparecer en Juego de Tronos y esto hace que sea visitada por cientos de curiosos y fans de la serie. Nosotros nos encuadramos en el primer grupo (ya hemos dicho que no hemos visto la serie), y es que, para ser justo, la carretera es muy fotogénica.
Aunque nuestra intención era fotografiar los arboles al atardecer, preferimos acercarnos unas horas antes para ver cómo era el sitio y elegir un sitio donde ponernos llegado el momento.
Cuando llegamos, lo primero que pudimos comprobar, es que no hay sitio para aparcar el coche. La carretera parece que está cerrada al tráfico de vehículos excepto para vecinos. Los que llegan en coche particular, entran un poco en la carretera y dejan el coche lo más pegado a la zanja. Como mucho, entran media docena de coches. Nosotros tuvimos suerte y justo acababa de salir un coche, así que, anduvimos listos y ocupamos su sitio.
Al bajarnos del coche, pudimos confirmar lo que ya nos habían advertido en el foro; “que nos íbamos encontrar con muuuuuuuuucha gente”. Y más cuando llegaron un par autobuses y se bajaron “ordas de fans”, algunos disfrazados que querían revivir las escenas de la serie. Coincidimos con un chico argentino que iba con un compañero de bus australiano con el que estuvimos charlando un ratillo.
Cuando llegamos, lo primero que pudimos comprobar, es que no hay sitio para aparcar el coche. La carretera parece que está cerrada al tráfico de vehículos excepto para vecinos. Los que llegan en coche particular, entran un poco en la carretera y dejan el coche lo más pegado a la zanja. Como mucho, entran media docena de coches. Nosotros tuvimos suerte y justo acababa de salir un coche, así que, anduvimos listos y ocupamos su sitio.
Al bajarnos del coche, pudimos confirmar lo que ya nos habían advertido en el foro; “que nos íbamos encontrar con muuuuuuuuucha gente”. Y más cuando llegaron un par autobuses y se bajaron “ordas de fans”, algunos disfrazados que querían revivir las escenas de la serie. Coincidimos con un chico argentino que iba con un compañero de bus australiano con el que estuvimos charlando un ratillo.
Como todavía teníamos un rato hasta la hora del atardecer, decidimos volver a Ballintoy Harbour porque nos había quedado pendiente sacar la foto del puerto desde la carretera. Además, ahora la luz era mucho mejor que al mediodía.
Por el camino, hicimos una parada técnica en Ballycastle para comprar la cena en un Subway que encontramos (£5). También aprovechamos para merendar unos cafés con unos scones. (£5,38).
Cuando llegamos a Ballintoy Harbour ya no había nadie y pudimos parar en la estrecha carretera que baja al puerto para sacar la foto que nos faltaba. Qué contraste verlo a una hora u otra, tanto por la luz como por el gentío o la calma total que se respiraba a estas horas.
Por el camino, hicimos una parada técnica en Ballycastle para comprar la cena en un Subway que encontramos (£5). También aprovechamos para merendar unos cafés con unos scones. (£5,38).
Cuando llegamos a Ballintoy Harbour ya no había nadie y pudimos parar en la estrecha carretera que baja al puerto para sacar la foto que nos faltaba. Qué contraste verlo a una hora u otra, tanto por la luz como por el gentío o la calma total que se respiraba a estas horas.
A las 19h30 volvimos a The Dark Hedges y cuando entramos en la carretera, nos llevamos la agradable sorpresa que casi no había nadie. De hecho, sólo había un coche aparcado. Anna casi me tira del coche… Me gritó: ¡corre que ya cierro yo el coche!! Y es no nos creíamos que íbamos a poder fotografiar The Dark Hedges sin gente. La verdad es que, entre que la luz del atardecer y que no había nadie, el sitio tenía su encanto.
A las 20h45 volvimos al B&B y, mientras cenamos los bocatas que habíamos comprado por la tarde, descargamos las fotos que habíamos hecho durante el día… que eran muchas.
Como estábamos a tan sólo 20 minutos de The Dark Hedges, preguntamos a nuestra anfitriona a ver si no le importaba que madrugáramos para fotografiar el amanecer y luego volviéramos a desayunar. Por supuesto, nos dijo que por ella no había ningún problema y por sí nos entreteníamos, quedamos con ella a las 8:30. Así también estaba avisada por sí oía ruidos a unas horas poco ortodoxas.
Como estábamos a tan sólo 20 minutos de The Dark Hedges, preguntamos a nuestra anfitriona a ver si no le importaba que madrugáramos para fotografiar el amanecer y luego volviéramos a desayunar. Por supuesto, nos dijo que por ella no había ningún problema y por sí nos entreteníamos, quedamos con ella a las 8:30. Así también estaba avisada por sí oía ruidos a unas horas poco ortodoxas.
*** final del día 17***
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