MANCORA
Máncora es un balneario ubicado en el norte del Perú. Los días son tranquilos con jornadas de arena, playa y sol. La comida marina norteña es muy variada.
Encontrarás así ceviches preparados con mero, pez espada y langostinos. Ceviche de todos los sabores, tiradito de todos los colores, arroz con infinidad de mariscos, chicharrón con deliciosa salsa tártara… ¡no podríamos recomendarte solo un plato porque todos son deliciosos! Así que, si venís a este lugar prepara tu estómago porque vas a querer comer todos.
Las conversaciones de Jalena y Leandro a orillas del bravo Pacífico en la costa peruana y comiendo un plato típico del lugar que tenía arroz, porotos y carne.
-¡Qué rica comida!
- ¿Te gusta?
-Sí. Todo es nuevo para mí. Comidas raras que nunca probé pero tienen mucho gusto.
-En mi casa se comía muy variado, muchos de la familia cocinaban y cada uno con su estilo. La cocina balcánica en su esplendor con sus sabores y colores.
Si tenés tiempo, ganas y dinero podés visitar playas cercanas como Punta Sal, Zorritos, Las Pocitas, Los Órganos, Cabo Blanco y nadar con tortugas. Nosotros no fuimos ni tampoco hicimos buceo y surf.

Pero un lugar tan tranquilo tiene su costado de ruido y desorden, el tráfico es caótico en su calle principal, las moto-taxi tan pintorescas como veloces y eficientes son demasiadas en esta época del año, sin tantos turistas veraniegos y ocasionan molestias. Un detalle, la diversión a la noche es alta y con volumen, la oferta de tragos, bebidas y música rodean un lugar especial a orillas del espléndido Pacífico.

Una buena opción si estás recorriendo Perú y querés cambiar el paisaje montañoso por el mar y bañarte entre olas mansas o bravas y gaviotas revoloteando.

No te olvides de Máncora que se ajusta a todos los presupuestos.
También en la playa, con una arena suave y dorada, y un mar tranquilo y cálido, las motos de agua y los cuatriciclos sin control pasan entre los que nadan o toman sol ocasionando sobresaltos y peligro.
Es un buen lugar pero... hay que mejorar ciertas cosas.
Los precios bastante más altos que en otros lugares, aunque podés encontrar accesibles.
Nos dimos cuenta que una de las actividades más importantes de Máncora es el surf. Parece que las aguas de este lugar son las mejores del norte peruano para introducirse en ese mundo tan particular.
Conversamos con un joven ecuatoriano que venía a lanzarse a la aventura de subirse a una tabla por primera vez y conocer en primera persona este apasionante deporte como él lo calificó.
Parece que al principio le dio un poco de miedo pero lo hizo con un profesor y todo salió perfecto.
- Jalena ¿no te gustaría verte surcando una de esas olas? Animate y probá.
- Su respuesta fue un no rotundo.
Alquilamos una gran sombrilla y dos reposeras y nos sentamos a disfrutar ese mar tan bravo aunque todo el tiempo que estuvimos lo vimos muy tranquilo.

Nos sorprendió la cantidad de cosas que se venden en la playa. Peruanos y extranjeros caminan ofreciendo comida, tragos cortos y artesanías.
Platanitos con queso. Riquísimos. Parecido a nuestras bananas pero rellenas.
El pan del continente que pedimos son panes rellenos de queso derretido y jamón o chorizo. También hay vegetarianos con albahaca, espinaca o tomate. Este pan tiene historia. Un uruguayo le enseñó a una señora de Máncora como prepararlos y ahora ella los hace y vende en la playa. Son medianos y te llenan bastante.

La vendedora que era muy simpática nos contó la historia de las ballenas.-
-“Sin duda, uno de los momentos más maravillosos que vive la costa peruana es en el que las ballenas jorobadas salen a hacer sus majestuosos saltos por el océano Pacífico. Cada mes de agosto, alrededor de 2000 ballenas llegan desde la Antártida a las playas de Punta Sal, los Órganos y Cabo Blanco, para tener sus crías y comenzar con ellas el viaje de vuelta a la zona sur del planeta”.
Aunque la época se prestaba para avistar las ballenas no tuvimos suerte y no vimos ninguna.
En el pueblo fuimos a un lugar y pedimos alitas a la barbacoa, muy bueno y el plato es muy grande. Había un combo de sándwich de hamburguesa con papas fritas y limonada o chicha que lo dejamos para otro día.
Como un rito de todos los días recorríamos lugares probando el famoso ceviche. Muy rico por cierto.
Después en el hostel comíamos y preparábamos tranquilos omelettes, ensaladas y revuelto de verduras con pollo salteado. En un patio lleno de plantas y el canto de pajaritos con una fría cerveza el día era perfecto y la felicidad plena.
Máncora es conocido en todo el Perú por su gran movimiento nocturno. Las calles de la ciudad se llenan de turistas nacionales e internacionales creando un ambiente muy entretenido en cualquier época del año. Las opciones son infinitas: desde fiestas en hostales de mochileros hasta discotecas o celebraciones.

Como dos turistas tranquilos y con un recorrido largo la noche no fue una opción para la diversión y el mar lo disfrutamos en la orilla mojándonos apenas los pies, las grandes olas especiales para el surf son para valientes y tampoco el tiempo no invitaba a un cálido baño.
A veces la luna redonda y rojiza se reflejaba en ese inmenso mar. Abrazados y emocionados contemplábamos ese espectáculo maravilloso. Éramos viajeros tranquilos. Estar juntos ya era un privilegio.