Y casi sin darnos cuenta había llegado el último día de estancia en Nueva York. Después de desayunar y de cargar las maletas, emprendimos camino hacia el Bajo Manhattan. Nos bajamos del autobús en Battery Park, ya que parte del grupo iba a hacer una excursión opcional a la Estatua de la Libertad y la Isla de Ellis, a la que nosotros no nos apuntamos. Y tampoco fuimos por libre. Pese a que entra en la Go City, nos dábamos por satisfechos con haberla visto tan cerca durante el crucero y preferimos seguir pateando.

Lo primero que hicimos fue dirigirnos al One World Trade Center para visitar su observatorio, situado entre los pisos 100 y 102, a 386 metros de altura. El edificio, que se terminó de construir en 2014 al lado de donde estaban las Torres Gemelas, alcanza los 541 metros de altura, siendo a fecha de hoy el séptimo más alto del mundo y el primero del hemisferio occidental.


Acababan de abrir cuando llegamos a la puerta y no había mucha gente todavía. Igual que los otros miradores que visitamos (excepto el Empire State), no requiere reserva previa, con lo cual pasamos a la taquilla, donde nos escanearon la tarjeta Go City y nos dieron las entradas. Tras pasar el control de seguridad, tomamos el ascensor, que nos subió en un abrir y cerrar de ojos mientras disfrutábamos de una proyección con la evolución de Nueva York y sus edificaciones. Supongo que pretende remedar un viaje en el tiempo; y lo consigue. Nos gustó.

Después de ver otro audiovisual, pasamos al Observatorio, un espacio circular acristalado que presenta unas vistas soberbias sobre la ciudad y su entorno, un poco diferente a las que ofrecen los otros miradores al ser tan alto y estar situado bastante más al sur, lo que permite divisar mejor y con todo detalle la Downtown, incluyendo los puentes de Manhattan y Brooklyn, una bonita estampa de la Estatua de la Libertad, la Isla de Ellis y el resto de islas, además de un amplio panorama de Nueva Jersey.



Lástima que el eterno problema de los reflejos en los cristales -que además están sucios- se agudizara aquí todavía más, porque de no haberlos sería realmente espectacular y saldrían unas fotos fantásticas. Quizás se pueda utilizar algún filtro, no lo sé. Por mi parte, hice lo posible para llevarme alguna imagen potable.






Al salir, mi marido y yo nos separamos, ya que queríamos ver cosas distintas. A mí me apetecía volver al Puente de Brooklyn para contemplar las vistas con otra luz. No sé cómo, me metí por Seaport, frente al embarcadero, con edificios antiguos, unos destartalados y oros restaurados para albergar restaurantes y terrazas, vacíos a esa hora; luego, me topé con un faro blanco de 18 metros de altura, que rinde homenaje a las víctimas del Titanic. Erigido por suscripción popular en 1913, tras varias vicisitudes y emplazamientos, ahora está en el cruce de las calles Fulton y Pearl. Por cierto, que el culto a Halloween y sus calabazas ya hacía furor por todas partes. No me puedo imaginar cómo será todo durante los días de la celebración.



Siguiendo un indicador, por unas escaleras casi escondidas, encontré la subida peatonal al Puente de Brooklyn, que estaba a tope de gente, con numerosos vendedores callejeros ofreciendo todo tipo de artículos. Por la mañana, con una luz diferente, pues los edificios a un lado y otro parecían tomar vida, reflejando color y calor. Lo volví a cruzar enterito, volviendo a hacer muchas fotos.



Desde Brooklyn Bride Park, se divisan unas panorámicas fantásticas del Distrito Financiero; lo mismo que desde la zona cercana (bueno, se tarda un buen rato en ir de un lado a otro, más de lo que parece en el mapa) de Dumbo y Pebble Beach (playa de los guijarros). No pongo fotos porque son parecidas a las que tomé desde el barco.



Regresé al Bajo Manhattan y tras dar un paseo por Chinatown, me moví ya sin prisas por Civic Center, descubriendo edificios y lugares interesantes en los que no había reparado antes, por ejemplo, el Ayuntamiento de Nueva York, ubicado en el centro de un parque. Construido entre 1803 y 1812, es el ayuntamiento más antiguo de los EE.UU. y figura inscrito como edificio histórico. No pude acercarme mucho porque se estaba celebrando una recepción a una delegación francesa y tenían cortado el paso. Al lado, vi un curioso y antiguo acceso al metro, ahora sin servicio.


Entonces divisé varios edificios históricos un conjunto imponente en contraste con las enormes y modernas moles de cristal del Distrito Financiero: el antiguo Palacio de Justicia, la Corte Surrogada de Nueva York o el fantástico Manhattan Municipal Building, un impresionante rascacielos de principios del siglo XX, que con sus 35 pisos y 175 metros de altura es uno de los mayores edificios gubernamentales del mundo y está declarado monumento nacional.



Más adelante, las fachadas con columnas de la Corte de Justicia y el Tribunal del Condado de Nueva York enmarcan Foley Square, que cuenta con un pequeño parque, en cuyo centro una escultura representa el triunfo del espíritu humano. Muy cerca está la Iglesia católica de San Andrés, Es una maravilla ir descubriendo en esta zona edificios de principios del siglo XX, con sus elaboradas fachadas, por ejemplo el fantástico Woolworth Building, de 1913, que durante unos años fue el más alto del mundo.



A la derecha, el Woolworth Building.

Tras pasar junto a la Iglesia de la Trinidad, volví hacia Battery Park, donde recuperé fuerzas con un perrito caliente y una coca-cola. Luego di un paseo por este parque, desde el cual salen los barcos turísticos que van a la Estatua de la Libertad, y también los ferris que comunican Manhattan con Governors Island y con Staten Island; este último lo utilizan muchos turistas para contemplar gratis y más de cerca la Estatua de la Libertad, pues la panorámica desde los miradores de este parque es muy lejana.Me decepcionó mucho, esperaba bastante más.





Las taquillas de los cruceros que van a la Estatua de la Libertad y a la Isla de Ellis se encuentran en el interior de un fuerte de planta circular, construido a principios del siglo XIX, y que ahora alberga un pequeño museo. Había mucha gente y las colas para acceder a los barcos eran larguísimas. Mejor madrugar si se quiere hacer esta visita.




En Battery Park hay varias esculturas y se divisan unas buenas panorámicas de los rascacielos cercanos, pero es especialmente llamativo el skyline de Nueva Jersey, sobre todo ya desde el Robert F. Wagner Jr. Park, que está al lado. Mucha gente corre y hace deporte en esta zona, que cuenta con bancos, terrazas y jardines.



