Desde el aeropuerto al centro lo más cómodo es coger un Bolt. Si te va la marcha puedes salir a pelearte con los cientos de taxistas que te abordarán a la salida de la terminal, pero ese no fue mi caso. Por 700 chelines me llevó al centro y pude por fin encontrarme con mi amigo Stewart, que estaba allí esperándome. Eran todavía las 8 de la mañana y teníamos todo el día por delante para explorar la ciudad.
Nairobi es una gran ciudad africana, con todo lo que ello conlleva. Tiene alrededor de 5 millones de habitantes, mucho ajetreo y un tráfico horroroso. Tenlo en cuenta para tus desplazamientos.

El inicio de un viaje siempre es de intendencia. Tuve que cambiar dinero en el banco y comprar una sim de Safaricom para a continuación meter el dinero que tenía en efectivo en Mpesa. El orden debe ser ese porque necesitas una línea de teléfono local para poder darte de alta en Mpesa. Parece poco, pero se llevó media mañana. Hay que hacerse a la idea de que aquí todo va despacio. A los europeos inmersos en nuestra ajetreada vida en la que todo debe ser inmediato y no podemos perder tiempo ni aburrirnos, nos viene estupendamente. Terapia anti estrés.
Dedicamos el resto de la mañana a visitar el museo nacional de Kenia. La entrada para extranjeros cuesta 12€. A priori me pareció cara, pero el museo, a mi juicio, merece la pena. Toca todos los palos: desde la evolución humana mostrando restos encontrados precisamente en la región de Turkana (la región en el norte a la que me dirijo) pasando por animales autóctonos disecados y algunos de sus esqueletos hasta varias salas muy interesantes acerca de las distintas tribus que pueblan el país con sus trajes y costumbres propias. Realmente interesante. También puedes aprender un poco sobre la transición desde la época colonial británica hasta su independencia en 1963 liderados por Jomo Keyatta.

No soy turista urbano, no me atraen las ciudades, pero, como a todo viajero le sucede, en algún momento tienes que pasar por ellas. En el caso de Nairobi, si tienes que hacer tiempo para esperar un transporte o cualquier otra casuística, visitar el museo nacional es una buena opción. Además tienen una tienda de souvernirs, la única que vi en todo el viaje.
Por la tarde nos fuimos a la zona de salida de los matatus (furgonetas) que se dirigen al norte. Está junto a la estación de tren y lo primero que podría decir es que es una zona de contrastes. Las calles aledañas son un hervidero de gente que va y viene, bien sean viajeros o bien sean oportunistas en busca de su oportunidad para sacarse unas perras (legal o ilegalmente, allá cada cual). Hay que tener cuidado, pero me encantan estos sitios, aquí está la esencia de la ciudad. Unas pocas calles más allá encuentras muchos edificios oficiales como la casa presidencial, algunos ministerios o la sede del banco central. Como podrás imaginarte en esta zona las aceras están impecables, las avenidas son anchas y hay zonas ajardinadas. Lo dicho, contrastes.
Cenamos nyama choma, uno de los platos nacionales. Literalmente significa carne asada, pero según me dijeron no vale cualquier carne, principalmente se usa carne de cabra o de ternera.
A las 21 cogemos el matatu que nos llevará hasta Kitale en unas 7 horas.
