Hoy sábado tengo la última excursión prevista: Kazegi.
Ahora que acabo de volver, he de reconocer que es una excursión larga (unas 10 horas) pero indispensable. La más interesante de las que he hecho hasta ahora.
Kaizegi no está cerca, por lo que el viaje se hace pesado, pero aún así tienes algunas paradas panorámicas en el recorrido que lo alivian. Así, por ejemplo, se para en el lago situado en Ananuri, junto a otra de las miles de iglesias ortodoxas del país. El paisaje es idílico.
Pero sin lugar a dudas, el punto fuerte es cuando llegas a Kazvegi. El panorama a tus pies es precioso. Sin embargo, puede ser más. Desde el pueblo te meten en unos todo terrenos para subir por un camino que no se puede llamar ni de cabras hasta la cima donde se encuentra ubicado el monasterio gergeti.
La verdad, cuando llegas arriba, ni te acuerdas de que hay un monasterio allá. Tan bonito es el paisaje que se puede contemplar. Allí hemos hecho un millón de fotos Elvira y yo (ya que hablar no es posible porque ella habla tanto inglés como yo ruso).
Hemos comido en el propio pueblo, comida típica georgiana compartida: una sopa llamada Kharcho y otro plato similar con carne y vegetales llamado Chanakhi.
Desde allí tocaba volver a Tbilisi, si bien hemos parado en un par de sitios: una formación rocosa provocada por el agua; una especie de pamukale en pequeñito. Y también en un lugar donde se ha erigido un memorial a la colaboración entre Georgia y Rusia (aunque, que yo sepa, la relación entre estos países no es de amantes). El lugar tiene posiblemente las mejores vistas del día, lo cual es decir mucho.
A las 19:00 hemos llegado a la capital, después de acompañar a Elvira a su autobús, como había tiempo, he decidido acercarme a la Catedral de Sameba. Espectacular su ubicación y majestuosa en su diseño exterior. Sin embargo, por dentro resulta muy fría. Estaban oficiando alguna misa y tampoco me he parado en exceso.
Ahora que acabo de volver, he de reconocer que es una excursión larga (unas 10 horas) pero indispensable. La más interesante de las que he hecho hasta ahora.
Kaizegi no está cerca, por lo que el viaje se hace pesado, pero aún así tienes algunas paradas panorámicas en el recorrido que lo alivian. Así, por ejemplo, se para en el lago situado en Ananuri, junto a otra de las miles de iglesias ortodoxas del país. El paisaje es idílico.
Pero sin lugar a dudas, el punto fuerte es cuando llegas a Kazvegi. El panorama a tus pies es precioso. Sin embargo, puede ser más. Desde el pueblo te meten en unos todo terrenos para subir por un camino que no se puede llamar ni de cabras hasta la cima donde se encuentra ubicado el monasterio gergeti.
La verdad, cuando llegas arriba, ni te acuerdas de que hay un monasterio allá. Tan bonito es el paisaje que se puede contemplar. Allí hemos hecho un millón de fotos Elvira y yo (ya que hablar no es posible porque ella habla tanto inglés como yo ruso).
Hemos comido en el propio pueblo, comida típica georgiana compartida: una sopa llamada Kharcho y otro plato similar con carne y vegetales llamado Chanakhi.
Desde allí tocaba volver a Tbilisi, si bien hemos parado en un par de sitios: una formación rocosa provocada por el agua; una especie de pamukale en pequeñito. Y también en un lugar donde se ha erigido un memorial a la colaboración entre Georgia y Rusia (aunque, que yo sepa, la relación entre estos países no es de amantes). El lugar tiene posiblemente las mejores vistas del día, lo cual es decir mucho.
A las 19:00 hemos llegado a la capital, después de acompañar a Elvira a su autobús, como había tiempo, he decidido acercarme a la Catedral de Sameba. Espectacular su ubicación y majestuosa en su diseño exterior. Sin embargo, por dentro resulta muy fría. Estaban oficiando alguna misa y tampoco me he parado en exceso.