![]() ![]() 6 DÍAS EN ALSACIA Y SELVA NEGRA ✏️ Blogs de Alemania
Un recorrido de 6 días por dos grandes desconocidas de Europa: Alsacia y Selva Negra.
1.200 kilómetros de paisajes preciosos, pueblos encantadores, buena comida y cerveza barata, ¿se puede pedir más?Autor: MaxDD Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (5 Votos) Índice del Diario: 6 DÍAS EN ALSACIA Y SELVA NEGRA
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Etapas 4 a 6, total 8
Hoy me he despertado antes de la hora prevista porque por la ventana entra más luz de la prevista. Me asomo a la ventana para descubrir el fantástico día que hace. Hoy sí que se disfruta una vista espectacular del castillo desde el apartamento. Enfrente sólo hay viñedos y más viñedos, perfectamente alineados.
Vistas desde el apartamento ![]() Con el sol en todo lo alto, no hay tiempo que perder. Nos ponemos en marcha rumbo a Schiltach. Casi desde que pasamos Offenburg, vamos siguiendo el curso del río Kinzig. Los paisajes son preciosos, no al nivel de Suiza, porque en Suiza las montañas son más escarpadas y los valles más profundos y espectaculares, pero éstos son también preciosos: verdes de muchas tonalidades, agua por todos lados, prados inmensos. ¡Es todo muuuuy bonito! Más bonito que el paisaje que nos encontramos ayer en la Alsacia, que resultaba hasta monótono con tanto viñedo. Es todo tan idílico que el camino hasta Schiltach se nos hace hasta corto. Llegamos y aparcamos en uno de los parkings gratuitos que hay al otro lado del río. Cruzamos el puente y nos acercamos a la oficina de turismo, que está en la Marktplatz, el centro neurálgico del pueblo. Nos hacemos con un mapa y vamos siguiendo la ruta que en él se propone. Es muy pequeño, así que se recorre con mucha facilidad, ahora eso sí, tiene unas cuestas de cuidado, menos mal que hemos ido a primera hora de la mañana cuando aún estamos frescos jajaja. Marktplatz Es muy parecido a los pueblos de la Alsacia, se nota mucho la influencia germánica en éstos últimos, sin embargo en la Selva Negra los pueblos tienen una apariencia más rural. Tiene pinta de que aquí hace un frío en invierno… El recorrido del mapa nos lleva de nuevo a cruzar el río, pasando por donde tenemos aparcado el coche, para ir siguiendo andando un paseo muy agradable que hay en su ribera norte. Se respira paz y tranquilidad, ya que no hay un sólo turista a pesar de estar en pleno agosto. El paseo tiene bancos para sentarte a disfrutar de las vistas del pueblo desde el río, con la curiosidad de que algunas de las casas que dan al río, están como colgadas, al estilo Cuenca, por decir algo. Durante los siglos XVIII y XIX Schiltach tuvo el monopolio del transporte de la madera de los arboles que se cortaban en los bosques de la Selva Negra hasta Estrasburgo. Los troncos se deslizaban por las laderas de las montañas hasta el río, donde se construían con ellos unas largas barcas de hasta 200 metros de longitud. Así emprendían un largo viaje bajando por el Kinzig hasta el Rin, y por él hasta los Países Bajos donde se vendía la madera. Es por ello que en el río hay una muestra de cómo se hacía ésto hasta hace bien poco. A orillas del río también hay un camping atestado de tiendas de campaña. Allí de noche tiene que haber hasta osos… además de hacer un frío que alucinas. El pueblo nos ha gustado mucho, aunque la arquitectura de las casas es realmente parecida a la de la Alsacia, por lo que tampoco nos impresiona demasiado. El siguiente objetivo es Hornberg. Llegamos en poco tiempo, los paisajes siguen siendo muy bonitos, por lo que la ruta se hace muy agradable. Llegamos, y la primera impresión es que el pueblo es bastante más feo que Schiltach. Aparcamos en una zona azul, estrenando la tarjeta que viene en el coche, en la que tú marcas, supongo que de buena fé, la hora a la que tienes previsto regresar a por el coche, y mientra tanto puedes aparcarlo gratis. Nos acercamos a la oficina de turismo y está cerrada de 12:00 a 14:00… éstos alemanes y sus horarios raros… Nos damos una vuelta por el pueblo, pero no tiene nada especial. Lo que más destaca es su situación, enclavado en mitad de un valle que el río Gutach ha ido abriendo con el paso de los años. Hornberg Desde cualquier punto del pueblo se vé un torreón encima de la montaña, por lo que le preguntamos a una lugareña como subir, y en perfecto alemán nos indica lo justo para que nos entendamos jejeje. Subimos y las vistas desde arriba son muy bonitas, se vé perfectamente el valle en el que estamos, sobre todo en un día tan soleado como hoy, así como las vistas sobre el pueblo, más grande de lo que parece desde abajo. Hornberg desde el torreon Se respira aire puro y limpio. Leemos que toda esta zona es famosa desde hace siglos por la calidad del aire, y no nos extraña. Lo único que se oye desde arriba es el sonido del agua. Cerca del torreón hay unos bancos en los que dan ganas de quedarse disfrutando de la tranquilidad, pero éstos alemanes comen a unas horas muy extrañas, y no podemos despistarnos si no queremos acabar comiendo en un McDonalds jajajaja. Vistas del valle El plan es el mismo de ayer, poner rumbo a Triberg y ver si encontramos algún sitio decente y barato por el camino. Llegamos a Triberg pero nos pasamos la salida a la zona más turística. Nos damos cuenta cuando llegamos al final del pueblo… Damos la vuelta y tras varios pasos en falso, por fin encontramos por dónde acceder. La verdad es que resulta extraño que en un pueblo tan turístico, probablemente el que más de la Selva Negra, esté tan mal señalizado. Aparcamos en un parking de pago que hay cerca de la calle principal. Teníamos pensado aparcar en el parking intermedio de las cascadas, pero no nos da tiempo a verlas antes de comer. Lo primero es eso, comer. Lo hacemos en un sitio muy auténtico muy cerca de la entrada principal de las cascadas. Es nuestro primer contacto con la comida alemana, así que nos ponemos finos de salchichas y cerveza, pero somos incapaces de dar con el codillo. Somos tan inteligentes que no nos hemos traido el nombre del plato en alemán, así que no hemos sido capaces de pedirlo… En la oficina de turismo nos comentan que prácticamente da igual entrar a las cascadas por la zona de abajo que por la zona media, así que decidimos dejar el coche en el parking en el que está. La entrada son 4 euros por cabeza. Están en un entorno muy bonito, pero las cascadas en sí no son nada del otro mundo, imagino que en primavera bajará una barbaridad de agua, pero en verano no nos resultan muy espectaculares. Triberg Waterfalls Además de eso, para llegar hasta arriba la pendiente es bastante pronunciada. Se pueden hacer 3 rutas: desde 45min la más corta a 1h30m la más larga. Nosotros decidimos hacer la más corta, que estamos recién comidos y la subida se las trae. Podeis ver las 3 rutas en el folleto turístico: http://www.triberg.de/fileadmin/Dateien/Dateien/4._Freizeit_u._Tourismus/2011-04_FLYER_Wasserfall_englisch.pdf El resto de la tarde habíamos pensado pasarlo en Freiburg, pero en vez de hacer la ruta directa, pensamos que lo mejor es hacer un tramo de la Schwarzwald Panoramastrasse. Es una ruta de unos 50 km, que va desde Hinterzarten, pasando por Breitnau, St. Märgen, St. Peter, cruzando el macizo Kandel, hasta llegar a Waldkirch. No llegamos a hacer la ruta completa porque se nos va de tiempo si queremos disfrutar tranquilamente de Freiburg, pero la parte de ruta que hacemos nos resulta sencillamente preciosa. Se te pierde la vista viendo prados verdes, con casas repletas de flores, subidas y bajadas por carreteras estrechas pero perfectamente asfaltadas. Para el que disfrute con la naturaleza, el paisaje es precioso, y si te gusta conducir, ésto es el paraiso. En general, creo que toda la carretera B500 es una maravilla. Llegamos a Freiburg y aparcamos en un parking que hay en la Karlsplatz, muy cerca de la catedral. El parking nos resulta bastante barato, así que lo recomendamos. Nos acercamos dando un paseo hasta la catedral, sigue haciendo un día fantástico y las terrazas de la Münsterplatz están a reventar, así que nos sentamos a tomarnos un café y un helado para reponer fuerzas. ¡Nos encanta el ambiente de la plaza! Plaza de la Catedral Había pedido que me mandaran a casa un plano de la ciudad, en el que hay una ruta recomendada por la ciudad, así que la seguimos al pie de la letra. Freiburg ha sido la gran sorpresa del viaje, quizás no sea la ciudad más bonita monumentalmente hablando, pero es que pocas ciudades he visto en el mundo (y llevo unas cuentas) que tengan tantísimo ambiente. Las calles estaban abarrotadas de gente joven (que no turistas) tomando algo, las terrazas llenas, placitas encantadoras, bicis por todos lados. Almacenes Históricos de la Münsterplatz Disfrutamos el paseo como en pocos sitios. Por supuesto que por el camino vamos viendo lo más típico de la ciudad: los Almacenes Históricos de la Münsterplatz; la Martinstor, que es una de las puertas a la ciudad antigua, tan típica de las ciudades de Centroeuropa; la Universidad; la Rathausplatz, muy bonita también y con mucho ambiente; y sin duda, la zona que va desde la Schwabentor, que estaba en obras, hasta la Augustinerplatz. Es una zona de canales, plagada de terrazas, donde le echamos el ojo a un cervecería al aire libre que está a reventar de gente. Martinstor Friburgo Terrazas en Augustinerplatz Recorremos la ciudad en 1h30 o así, y decidimos que la mejor manera de finalizar el día es hacerle una visita a la cervecería que hemos bicheado antes. Llegamos y no hay una mesa libre, pero nos damos cuenta de que allí las mesas las comparten… así que buscamos una mesa grande en la que sólo había 2 chicas sentadas, y ni cortos ni perezosos nos sentamos en el otro extremo de la mesa jejeje. Hasta yo, que no soy cervecero, acabo pidiendo cerveza porque es lo que toca. Nos pedimos varias raciones de salchichas y pasamos allí un par de horas disfrutando del ambientazo. A eso de las 21:30 decidimos que ya va siendo hora de partir, así que ponemos rumbo al parking. A pesar de la hora, la ciudad sigue teniendo muchísima vida. Pasamos por la Münsterplatz de nuevo, que no está muy iluminada pero tiene un ambiente muy bucólico y bonito de noche. En menos de 1h estamos en Durbach de nuevo. Hace una noche espectacular, así que aprovechamos para dar una vuelta por el pueblo. Buscamos una zona apartada porque es noche cerrada y se vé el mejor cielo estrellado que mis ojos han podido contemplar. Se ven hasta estrellas fugaces. Donde estamos no se oye ni un murmullo, se respira una calma y una tranquilidad que en el mundo en el que vivimos es difícil contemplar. De vuelta a la casa hablamos de la aparentemente vida tranquila y feliz que tiene la gente aquí… Ha sido un broche magnífico para un día muy completo… mañana nos espera Estrasburgo, la ciudad más grande que visitaremos en el viaje, ¡así que toca descansar! Etapas 4 a 6, total 8
Hoy nos damos un poco de tregua y nos levantamos cerca de las 9:00, ya que Estrasburgo está a pocos km del apartamento. El día se ha vuelto a levantar nublado, pero parece que a lo largo del día clareará (o no, como ya veréis más adelante…).
En apenas 30 minutos estamos entrando en Estrasburgo. Tenía apuntado aparcar en el P+R de Rives de 'lAar, pero por alguna razón no conseguimos dar con él, así que acabamos aparcando en el de Elsau, porque está señalizado desde que entras a Estrasburgo. Los P+R son parkings que están a las afueras de la ciudad, en los cuáles puedes aparcar el coche todo el día, y por 2,85€ dan billetes de tranvía ida y vuelta para el conductor y hasta 6 acompañantes. Es cómodo, sencillo y barato, además de rápido, porque te ahorras el tráfico de una ciudad grande, y en 8 paradas de tranvía te plantas en el centro. Nos bajamos en la parada de Broglie, y seguimos las señales hasta la oficina de turismo, que al final descubrimos que está en la plaza de la Catedral. Se nota que es una ciudad francesa, los alrededores del centro tienen un aire parisino, con edificios muy señoriales, aunque sin grandes avenidas, ya que todo el centro está formado por calles de máximo 2 carriles o peatonales. Llegamos a la Catedral, y obviamente los ojos se nos van hacia esa pedazo de mole, enclavada en una plaza en la que no hay ángulo para que te quepa en una foto, de lo grande que es, en ese sentido me recordó un poco a la de Viena. Antes de entrar nos acercamos a la oficina de turismo a por un mapa, que cuestan 1,5€. Aviso que la versión en español está traducida a lo Google Translator… te pegas unas risas, pero realmente es bastante lamentable... Nos planteamos la opción de la Strasbourg Pass, porque incluye la ruta en barco y la subida a la torre de la catedral, pero aún no tenemos claro que vayamos a coger el barco, porque el cielo está un poco loco… Con el mapa en nuestro poder, empezamos la ruta recomendada, una vez más. Ésta comienza en la misma Place de la Cathédrale. Además de la Catedral, justo al lado de la oficina de turismo está la Maison Kammerzell, que es Patrimonio de la Humanidad. Es muy bonita y muy llamativa por ser una edificación tan oscura, en contraste con el resto de edificios de la plaza. Se nota que es el edificio más antiguo del entorno. Maison Kammerzell y Catedral Plaza de la Catedral Como he comentado antes, la Catedral es inmensa, y con millones de detalles, sobre todo en los pórticos de cada una de las 3 entradas que tiene. Uno de los pórticos de entrada Detalles del pórtico Chirría un poco el hecho de que sólo tenga una torre, sería más estética si fuese simétrica, pero aún así es espectacular. Hasta que se construyó la Catedral de Colonia en el siglo XIX, era la más alta del mundo. Si ahora nos impresiona, imaginaos en el siglo XV... En ese momento no podemos entrar porque la cierran durante el “show” del reloj astronómico de las 12:30h. Como tenemos que volver para subir a la torre, decidimos seguir con la ruta y entrar por la tarde. Catedral desde atrás Seguimos por el Palace Rohan, también en la plaza, y que contiene 3 museos a los que no entramos. Es curioso pero no imprescindible. Salimos por uno de los laterales de la plaza hasta la Place du Marché, una de las plazas más bonitas de la ciudad. El recorrido que va desde la Catedral hasta aquí, pasando por la Rue du Maroquin, es muy muy bonito. La plaza está llena de terrazas repletas de gente, entre otras cosas porque está empezando a asomar el sol. Place du Marché Seguimos la ruta propuesta bordeando el río, hasta llegar a la Petite France. El camino para llegar hasta ahí nos deja un poco fríos. Tiene algún edificio salvable, pero por lo general es todo bastante sosete. Afortunadamente todo cambia en cuanto vislumbramos al fondo los canales de la Petite France… La zona es preciosa, destacando especialmente los alrededores de la Place Benjamin Zix. Es impresionante lo bien cuidado que lo tienen todo, no hay casa a la que le falte un detalle… Petite France Nos damos una vuelta por las esclusas, desde donde hay una vista muy bonita. Miramos la ruta y vemos que si seguimos andando nos alejaremos un poco de aquí, así que decidimos comer en La Corde A Linge, un restaurante en la plaza tan bonita que hemos visto antes. Hacemos un poco la turistada, porque pagas más por el sitio que por la comida, pero bueno, es la única vez en todo el viaje en que se nos fue un poco el precio, tampoco pasa nada, y la verdad es que la vista que teníamos desde nuestra mesa era fantástica. Pedimos codillo y Spätzle, una especie de pasta muy típica de la zona. Hasta en ésto se nota la influencia germánica, los platos típicos son alemanes. Comemos en la plaza que hay a la derecha, en un sitio espectacular Terminamos de comer y seguimos la ruta, que nos lleva hasta los Puentes Cubiertos, una antigua estructura defensiva, y siguiente la ladera del río, hasta el Barrage Vauban, el sistema regulador de las aguas, desde el que hay una vista muy bonita de la Petite France en primer plano, y la Catedral al fondo. Vistas desde el Barrage Vauban Ahora queda volver de nuevo hasta la Place de la Cathédrale, pero esta vez pasando por la Grand Rue, una calle peatonal bastante larga, muy señorial y muy bonita, llena de tiendas y restaurantes, y que termina en la Place Gutenberg, desde la que nace la Rue Merciére, la famosa calle desde la que se echan todas las fotos de la Catedral, y desde donde se vé la gransiosidad de ésta. Además, la calle está atestada de gente, pero en sentido positivo, hay un ambiente muy guay. Rue Merciére Por la mañana no habíamos podido entrar a la Catedral ni subir a la torre, así que aprovechamos. Por dentro es bonita, pero no tan espectacular como por fuera. Lo que más destaca es el Pilar de los Ángeles, que como su nombre indica es un enorme pilar con tallas de los ángeles en él, y el famoso reloj astronómico, el cuál no vimos en movimiento, pero es bastante bonito porque tiene todos los mecanismos a la vista. Reloj astronómico Tras eso, salimos a la calle, y en uno de los laterales está la subida a la torre. Cuesta 5€ por barba, y la subida son 336 escalones, todos en escalera de caracol… Las vistas desde arriba son espectaculares, pero la subida es durilla y mareante, aviso. Pero merece la pena, porque desde arriba se ve casi toda la ciudad. Por el tipo de tejados, se distingue perfectamente la zona nueva de la vieja. Está todo muy chulo. Vistas de la zona vieja La otra parte de la ciudad, con las Instituciones Europeas al fondo Ahora queda la bajada, que es casi peor que la subida como tengas un mínimo de vértigo, porque algunos de los laterales de la almena por la que vas bajando están abiertos. Ahora eso sí, ¡la vista es acojonante! Lo siguiente que queremos hacer es coger el Batorama, el barco que recorre la ciudad hasta las Instituciones Europeas. Llevamos barruntando qué hacer desde que llegamos esta mañana, porque queremos cogerlo sólo en caso de que haga buen tiempo, ya que si hay previsión de que pueda llover lo hacen en un barco cubierto, y pierde toda la gracia. Aún es pronto para cogerlo, así que de camino al embarcadero, que está al lado del Palais Rohan, decidimos parar a tomar un café en Le Monmartre, una cafetería que hay por el camino. Nos sentamos en una mesa de la terraza, al lado del carril bici, y flipamos con el hecho de que haya pocos accidentes con el trajín de ciclistas que hay, y los instintos suicidas que tienen algunos de ellos… Nos fijamos que de 17:00 a 20:00 hay hora feliz de cerveza, así que nos apuntamos el sitio para volver más tarde jejejeje. El tiempo sigue siendo bueno, así que decidimos bajar al muelle a coger el Batorama. Son 12,50€ por persona e incluye auriculares con información a lo largo de todo el camino sobre lo que vas viendo, aunque la verdad es que lo que te cuentan tampoco es apasionante. Afortunadamente, nos ha tocado el barco descubierto. Lo primero que hace el barco es poner rumbo a la Petite France, accediendo al barrio a través del sistema de esclusas. Resulta curioso ver cómo salvamos 3-4 metros de desnivel montados en el barco jejeje. El barrio sigue siendo muy bonito, pero tiene más encanto visitado a pie… Petite France desde el Batorama De ahí llegamos a los Puentes Cubiertos, y de ahí rodeando toda la isla por el norte, hasta llegar a los barcos reconvertidos en restaurantes que están en la bifurcación que va a las Instituciones Europeas. De aquí hasta la zona europea se nos hace bastante más ameno porque no la hemos visitado a pie. En poco tiempo, llegamos hasta el Consejo Europeo, el Parlamento Europeo y el Tribunal de Derechos Humanos. La zona es muy moderna, y toda la ladera del río que llega hasta allí está llena de palacetes. La verdad es que es bastante curioso, con un poco más de tiempo no hubiese estado de más acercarnos a ver las Instituciones Europeas por dentro. Según nos cuentan, se eligió Estrasburgo como sede de tantos organismos por su situación geopolítica tras la 2ª Guerra Mundial, como ejemplo de paz y convivencia entre dos paises enfrentados en la guerra, como Alemania y Francia. Si algo nos ha sorprendido de la Alsacia son los innumerables recuerdos a los caidos en ambas guerras mundiales, así como la cantidad de disputas en la Historia que ha habido por ésta zona entre Francia y Alemania. La ruta de vuelta es la misma que la de ida, así que nos resulta un poco más de lo mismo. De todas formas hace una temperatura muy buena y el paseo resulta agradable. De todas formas, para mi gusto el paseo en barco es prescindible. Bajamos del Batorama, y comienza lo que todo el día venía llamandose: “LA ODISEA DEL IMÁN”... Resulta que mi madre y mi hermana tienen la costumbre de comprar imanes allá por donde van, y como Estrasburgo es la ciudad más grande del viaje, pensaron que sería el sitio ideal donde comprarlos como recuerdo. Tras entrar a varios sitios de souvenirs a lo largo de la mañana, al final acabaron dejando la búsqueda para la tarde. De modo que cuando nos bajamos del Batorama, el siguiente objetivo era dar un paseo por el centro mientras buscábamos un sitio donde comprar un par de imanes. Sin embargo, Estrasburgo nos tenía preparada una pequeña sorpresita… y es que lo que parecía una apacible tarde soleada se convirtió, de repente y sin dar ningún aviso, en el aguacero más grande del reino. Aquello parecía el fin del mundo, y no estábamos, indumentariamente hablando, preparados para la catástrofe… no quiero ni pensar si semejante diluvio nos pilla en el barco… Nos refugiamos como pudimos, con tan mala suerte de que para cuando cesó la lluvia, las tiendas de souvenirs ya habían cerrado… sí, es todo muy dramático y doloroso, tampoco quiero hurgar mucho en tan profunda herida... Volvemos a la cafetería donde nos habíamos tomado el café para aprovechar la hora feliz de cerveza jejeje, y para cuando salimos se estaba haciendo ya de noche, así que decidimos poner rumbo de nuevo a la Petite France, con la idea de probar las tartes flambées, un plato típico de la zona. Encontramos un sitio muy chulo, la Petite Alsace, donde estaban bastante baratas. Es una especie de pizza con masa de hojaldre, no estaban mal, pero ésto en España es una pizza de masa fina de toda la vida jejeje. Cenamos en el restaurante que tiene terraza, aunque lo hicimos dentro Cuando salimos del restaurante eran casi las 22:00, así que nos fuimos directos a la Catedral, donde a las 22:15 hacían un espectáculo de luces sobre la fachada… o no... Cuando llegamos allí, la gente estaba agolpada esperando el espectáculo, sin embargo, parecía que aquello no terminaba de arrancar, porque sólo se proyectaba sobre una parte de la fachada, no había música… ¡un desproposito! Al final dijeron por megafonía que por motivos técnicos no había show. En España se habría producido una batalla campal y hubieran linchado al encargado del show, pero aquí no, aquí mantenían la calma… éstos franceses qué correctos son… A las 22:30 había otro intento, así que decidimos esperarnos, ¡y esta vez sí! ¡Hip hip hurra! Catedral de noche La proyección estaba bastante chula, te iban contando los diferentes eventos que ha sufrido la ciudad a lo largo de su historia, o eso nos pareció a nosotros que contaba jajaja. Además, el juego de luces sobre la fachada le daba un aire más impresionante aún, aunque imagino que algún cristiano habrá perdido la razón al ver la Catedral hasta arriba de colorines jajaja El día llegaba a su fin, así que cogimos el tranvía de vuelta al P+R, de ahí al coche, y en media hora o así estábamos de vuelta en Durbach. El día siguiente era nuestro último día efectivo de viaje, y ¡Heidelberg nos esperaba! Etapas 4 a 6, total 8
Amanece un día buenísimo, así que no tenemos tiempo que perder. Nuestro primer destino del día es Heidelberg. Es el sitio más alejado al que iremos en éste viaje, y no pertenece a la Selva Negra, pero es una especie de capricho mío, ya que le tenía ganas a ésta ciudad desde hace bastante tiempo. Es de ese tipo de sitios de los que siempre se habla bien en foros como LosViajeros.
A pesar de la distancia, llegamos en un pispas porque la mayor parte del trayecto es por autovía. Vamos directos al parking en el que tenía apuntado aparcar, que está en la Karlsplatz, muy cerca del funicular que sube al castillo. Como todos los días, el parking está en un sitio espectacular. No hay nada como leerte un par de diarios y aparcar a tiro hecho… Salimos del parking, y lo primero que nos llama la atención son las hordas de turistas que hay en la ciudad. Supongo que influye el día tan bueno que hace, pero no estamos acostumbrados en lo que llevamos de viaje a ver tantísima gente.... Es el precio a pagar por visitar una ciudad tan turística como ésta jejeje. Lo segundo que nos llama la atención es el castillo, que se vé desde cualquier punto de la ciudad, imponente como él solo. La verdad es que parece un palacio más que un castillo… más adelante subiremos, pero primero hay que ver la ciudad. De Heidelberg no llevamos mapa desde casa, así que lo primero es buscar la oficina de turismo y coger uno. Ésta se encuentra en la Marktplatz, la plaza principal de la ciudad, muy cerca de donde hemos aparcado, aunque no es fácil de ver, porque está dentro del ayuntamiento, en el que por cierto, se están celebrando 2 o 3 bodas, a tenor de la cantidad de novias que hay en la plaza jajajaja. Markplatz La plaza está llena de terrazas con muchísimo ambiente, algo que se ha convertido en habitual durante el viaje, y cerca de las terrazas, muchos sitios donde venden imanes, así que paramos en uno de ellos para que no vuelva a suceder la catástrofe del día de ayer y nos quedemos sin imanes… Con ellos en nuestro poder, ¡podemos empezar a turistear en condiciones! Tenía apuntado que en el mapa venía una ruta recomendada por la ciudad, pero nada de eso, así que decidimos recorrerla un poco por libre. Desde la Marktplatz sale la calle principal de la ciudad, la Hauptstrasse, que atraviesa la ciudad de éste a oeste. Es bastante bonita, está llena de tiendas, restaurantes, y ¡abarrotada de turistas! La Hauptstrasse abarrotada de turistas Vamos paseando tranquilamente, sin pararnos a ver nada concreto, hasta llegar a la Universitätsplatz, donde se encuentra la biblioteca, muy bonita, y la Peterskirche, con sus torres de color verde tan típicas alemanas. La iglesia está cerrada, pero la zona es bien bonita y se merece el desvío desde la calle principal. Volvemos hasta ésta, y la recorremos hasta el final. Es bastante larga, pero el paseo se hace muy agradable, aunque el día se está empezando a poner un poco feo… Se avecinan nubarrones... Llegamos hasta la Bismarckplatz y cruzamos el puente hasta donde comienza el Paseo de los Filósofos (Phylosophenweg). Se trata de una ruta bastante larga, que va paralela al río, y desde donde se tiene una vista fantástica de la ciudad, pero tenemos entendido que la ruta pica hacia arriba y es bastante dura, y por mucho que merezca la pena, no queremos reventarnos subiendo, así que decidimos recorrer la ribera del río Nekkar por abajo. Ribera del rio Nekkar por donde discurre el Paseo de los Filósofos Las vistas de la ciudad vieja con el castillo al fondo son muy muy bonitas, además de que todo el margen izquierdo del río está lleno de palacetes. Conforme nos vamos acercando al Puente de Carlos (Karlbrücke), el día se va abriendo de nuevo. El puente es muy bonito, se da un aire al puente de Praga, quizás no tan espectacular, pero aún así merece mucho la pena, sobre todo por la puerta con torreones que hacen de entrada a la parte vieja de la ciudad. Desde el mismo puente hay una vista muy chula de las dos riberas del río, tanto de la que hemos venido como de la parte vieja. Justo tras el puente se accede directamente a la Marktplatz por un calle que tiene mucho encanto, llena de restaurantes. Todavía el hambre no aprieta en exceso, así que decidimos visitar el castillo. Hay dos formas de subir: a pata o en funicular. En mis tiempos mozos la subida a pata estaba garantizada, pero me estoy volviendo muy exquisito jajajaja. El funicular se coge en la Kornmarkt, muy cerca de la Marktplatz, y cuesta 6 euros, entrada al castillo incluida. Se llega arriba en un santiamén. Diría que lo mejor del Castillo son las vistas sobre la ciudad, porque el castillo-palacio en sí no tiene mucha cosa, salvo la plaza interior que sí que es preciosa. Vistas desde el castillo Lo que sí es curioso de ver es el pedazo de barril de vino que hay en el interior, con capacidad para contener… ¡228.000 litros de vino! Cuenta la historia que para fabricarlo hicieron falta 130 robles… éstos alemanes son unos borricos… La verdad es que el barril es enorme, en sus buenos tiempos se tardaba de 60 a 100 días en consumir todo el vino que había en su interior… El que dicen es el barril de vino más grande del mundo... A la salida volvemos a coger el funicular de bajada, que hay hambre. Comemos en una terraza de la Marktplatz, en la que por enésima vez nos ponemos moraos de salchichas… En una de estas terrazas de la Markplatz comimos Después de comer volvemos al parking y nos dirigimos a nuestro siguiente destino: Speyer. Íbamos a Speyer un poco a ciegas, simplemente porque habíamos leido que tenía la catedral románica más grande de Europa. No teníamos ningún tipo de referencia turística, y sin embargo ha sido una de las sorpresas más agradables del viaje. Para empezar, tuvimos que aparcar casi en Mordor, porque la ciudad estaba literalmente invadida por gente disfrazada de lo primero que tuviesen en el armario y que pasase por medieval. Todo valía, desde lo gótico a lo manga, pasando por elfos, hadas, o cualquier tipo de ser mitológico que se os ocurra. Algunos daban verdadero miedo, y otros tantos se notaba que vestían así todos los días, así que estaban en su salsa. La excusa era una especie de festival de música, aderezado con feria medieval y gente bebiendo vino en cuernos vikingos. Sencillamente memorable jajajajaja. Pero aquí nosotros hemos venido a hacer turismo, aunque daban ganas de comprarse un cuerno y llenarlo de cualquier brevaje salvaje… Llegamos a la Domplatz, la plaza principal, donde está la Catedral. Es enooorme y bonita por fuera, pero por dentro está un poco desangelada. Aún así nos siguen impresionando una mole así en el año 1030, cuando empezaron a construirla. Imaginad lo que tuvo que ser para la época. Catedral de Speyer De la plaza de la Catedral sale la calle principal, la Maximilianstrasse, una calle amplia, semipeatonal y sencillamente preciosa, llena de casas de colores, terracitas, y que termina en la Altpörtel, la entrada con torreones de la ciudad. Maximilianstrasse La ciudad es muy coqueta y nos está encantando, además, no sabemos si por el festival o por ser sábado, pero hay bastante buen ambiente. Atravesamos las puertas de la ciudad y vamos paseando hasta dos iglesias muy grandes que se ven casi desde la Catedral. Altpörtel Una no recuerdo como se llamaba, pero la otra es la Gedächtniskirche, que destaca por su estilo gótico y su techo de colores. Es sorprendente que en una ciudad tan relativamente pequeña, haya semejante proporción de iglesias importantes, pero si tenemos en cuenta que la ciudad fue fundada por los romanos, algo de historia debe tener… Gedächtniskirche Retornamos sobre nuestros pasos, y vamos regresando hasta la plaza de la Catedral, pero ésta vez pasando por la Korngasse, que discurre paralela a la calle principal, por no ir a la vuelta por el mismo sitio, y de ahí de nuevo hasta el coche atravesando el fiestón que hay liado por el festival. La Korngasse a la izquierda, y la Maximilianstrasse con la Catedral al fondo Speyer nos ha encantado, como será, que se nos ha hecho demasiado tarde para ver lo que teníamos planeado para el resto de la tarde, que era recorrer la B500 parando en el lago Mummelsee y en las ruinas de la abadía Allerheiligen. Así que decidimos ir directos a Gengenbach, la cuál teníamos pensado visitar al día siguiente, pero la previsión del tiempo es un poco agorera y lo mismo nos quedamos con las ganas, así que más vale aprovechar el día de hoy al máximo, que sigue haciendo una tarde muy buena. Y claro, para aprovechar el tiempo no hay nada mejor que una autovía sin límite de velocidad jajajaja. ¡Qué gustazo! Lo mejor es cuando vas conduciendo plácidamente a 200 km/h por una carretera recta y perfectamente asfaltada, y una ráfaga de luces largas te deslumbra por el retrovisor… miras, y ves a 300m un coche que viene “un poco rápido”. Te apartas a la derecha y de repente te pasa un puñetero avión a 300 km/h jojojojo, ¡qué borricos! Eso es viajar al futuro y no lo del Delorean… El camino hasta Gengenbach está salpicado de praderas y lagos, y en uno de ellos vemos reflejado un castillo espectacular: el castillo de Ortenberg. Nos planteamos visitarlo al día siguiente por la mañana, pero resulta que es un albergue… ¡para que luego diga la gente que los albergues son cutres! Llegamos a Gengenbach y el sol ya se ha ido, aunque todavía queda un poco de luz natural. Aparcamos fácil muy cerca de la plaza principal, y nos acercamos a la oficina de turismo, que obviamente está más que cerrada jajaja, de modo que sólo nos queda nuestra intuición para recorrer el pueblo, o no… porque nos damos cuenta que en suelo hay una serie de flechas, que si las sigues, te va llevando por los lugares más pintorescos, es como un juego jejeje. Calle principal de Gengenbach Y lo mejor de todo es que es sencillamente precioso, no hay un rincón del pueblo que no sea bonito, y además se nota que no es un decorado, de hecho en la calle más destacada, la Engelgasse, hay una casa con una familia tomando unas cervecillas tan ricamente. Engelgasse, aunque la foto no le hace justicia... No sabríamos decir si es el pueblo con más encanto de los que hemos visitado, pero es un colofón maravilloso del viaje, una especie de resumen de los pueblos que hemos visto estos días: casas de entramado de madera decoradas con flores de mil colores, calles estrechas, empedradas, todo impecable, perfectamente cuidado… Ya anocheciendo en Gengenbach Nos planteamos cenar allí, pero ni hay hambre ni hay mucha oferta, así que ponemos rumbo al apartamento, parando previamente en un supermercado para comprar algo para picar cuando lleguemos. El día ha sido completísimo, pero el viaje se acaba pronto... Etapas 4 a 6, total 8
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