![]() ![]() Ruta por el Oeste Americano ✏️ Blogs de USA
Ida Madrid – San Francisco, vuelta desde Los Ángeles y dos semanas en medio para recorrer el Lejano OesteAutor: Vetonia Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (10 Votos) Índice del Diario: Ruta por el Oeste Americano
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Etapas 16 a 18, total 20
Viernes, 27 de septiembre de 2019
Tomamos dirección sur, por la 89-A. De camino, aparte de otra carretera llena de rincones preciosos, nos encontramos con una pequeña concentración de indios, haciendo el indio. Su música rítmica y repetitiva y trajes de colorines nos hicieron parar a echar un vistazo y, pidiendo permiso, hicimos unas fotos, e incluso un corto video. Parece tratarse de encuentros habituales de familias de la zona para recordar a sus niños cantes y bailes tradicionales, y estuvo, cuando menos, curioso de presenciar. Nuestro viaje iba a entrar en una nueva fase, centrándonos en las visitas que fueran posibles a los pueblos e hitos que pudiéramos ver de la Ruta 66. Pero antes, tras no haber podido incluir Mesa Verde en nuestro circuito, algo que lamentaba, ni tampoco el Cañon de Chelly, como alternativa menor pero interesante, porque hubiera supuesto alargar aún más el trayecto de Utah, nos dirigimos al Castillo de Moztezuma, en la zona de Sedona. Ni es un castillo ni Moztezuma estuvo nunca por allí, pero al menos son los restos de unas viviendas al estilo de los indios Pueblo, de adobe bajo una protección de rocas de una cueva natural. ![]() Estábamos lo más al sur que llegaríamos en esta zona, cerca ya a la zona donde empieza el desierto de Mojave, y la temperatura no tenía nada que ver con la boscosa y fresca Flagstaff. Fue un rato agradable, en un espacio igual de bien preparado para las visitas que todos los visitados hasta el momento. Volvimos a comprobar el buen talante que mantienen los rangers de los parques. Transmiten verdadera satisfacción por estar donde están y haciendo lo que hacen, en general parecen muy contentos con el trabajo que realizan. Una lástima no entender inglés, porque estuvimos junto a una charla explicativa que daba una chica a un pequeño grupo de visitantes, respondiendo preguntas y sacando sonrisas con sus comentarios. De allí nos fuimos a Sedona. La población está muy turistizada, como la mayor parte de las que visitaríamos de allí en adelante. Aquí el enfoque era una mezcla entre poblado del oeste, pueblo mejicano y ciudad de vacaciones para relax. Al parecer hay varios centros de relajación y ondas espirituales por esta zona. ![]() Encontramos un establecimiento que publicitaba su café expreso y allí nos tomamos el de media mañana. También acabamos comiendo en el mismo sitio, aunque sin saberlo, ya que entramos por otra puerta para acabar en la misma terraza. En Sedona descubrimos una de las actividades que realizan los jubilados de la zona. Ejercen de rangers voluntarios atendiendo preguntas de turistas y, suponemos, vigilando por el buen discurrir del día y la convivencia pacífica de sus habitantes. Por supuesto, proliferan los comercios de recuerdos y artesanías. Esta vez nos dio por los textiles y de allí me traje paños de cocina, una manta mejicana y algunos tapetes y posavasos. También cayó una fuente de fibras vegetales coloreadas, muy bonita. ![]() Este día, sin largos desplazamientos y sin tener que buscar hotel (seguiríamos en Flagstaff una noche más) nos cundió bastante y abandonamos la zona para regresar a la Interestatal 40. Saliendo de Sedona para tomar la autovía paramos en un mirador. Al acercar la vista al suelo, al lado del sendero de gravilla, descubrí un hormiguero y me fijé para ver si había algún bicho llamativo cerca. No vi ninguno, pero oí algo. Nunca he tenido la ocasión de ver en directo una serpiente de cascabel, pero una lleva vistos muchos documentales de naturaleza y mucho cine rodado por este tipo de territorios y el sonido, cascabeleo y bufido, me dejó pocas dudas. Rápidamente regresé al sendero marcado y busqué a mi hermano con la mirada. Andaba haciendo fotos por los alrededores y lo primero que me vino a la mente es que ese día yo llevaba las deportivas, pero él calzaba sandalias abiertas. Le llamé a voces para que regresara y nos metimos en el coche. No íbamos a ver mucho de la famosa Ruta 66, así que decidimos aprovechar las horas de la tarde para ir lo más al Este que llegaríamos en este viaje. Winona Pues Winona no estaba donde aparece en el mapa. Solo vimos el puente y algún vecino que se bajó del coche para recoger la correspondencia de su buzón, situado junto a muchos otros en una larga hilera junto a un camino. Winslow Nos saltamos algunos hitos de la ruta, bien porque no acertamos a ver a tiempo la salida o porque no nos llamaban especialmente la atención, como las dos flechas enormes clavadas en tierra, y llegamos a Winslow para buscar iconos de la 66. ![]() Unos chiquillos se ofrecían a sacar fotos para sacarse unas monedas, tenían aspecto de escolares, no de mendigos. ![]() ![]() Pasamos a ver por fuera el hotel La Posada, con bastante buena pinta, la verdad. Dejamos pasar las agradables horas del crepúsculo disfrutando de los cielos coloreados y regresamos a nuestra cita con el jacuzzi del motel. Por el camino tuvimos varias ocasiones de ver los larguísimos trenes de mercancías. Esta noche cenamos en el restaurante aledaño, tipical americano. (Por cierto, las tarjetas de ING son como los pimientos de padrón, unas veces van y otras no). Etapas 16 a 18, total 20
Sábado, 28 de septiembre de 2019
La sensación de fin próximo nos invadió. Dejábamos nuestro centro de operaciones y emprendíamos camino hacia Los Ángeles, última parada antes de volar de nuevo a Madrid y cerrar este hermoso capítulo de nuestras vidas. En medio, una noche más en ruta. Había calculado hacerlo cerca de Needles, porque estaba más o menos hacia la mitad del camino, nos tocaría decidir sobre la marcha de nuevo, en función de cómo se nos diera el día. Tenía marcados multitud de puntitos en mi mapa, pero era plenamente consciente de que íbamos a saltarnos la mayoría, nos tendríamos que centrar en los hitos más relumbrantes. Williams. ![]() La parte cercana a las vías es donde estaba desperezándose la especie de barrio del Far West que tienen preparada para las fotos, con sus reproducciones de cárcel, de saloons, de porches y escaleras, todo de madera de colorines. Empezaban a llegar los camareros y encargados de locales, varios vestidos al estilo de los cowboys. Como apenas había nadie, nos entretuvimos con el recorrido y las fotos. Más hacia el “centro” estuvimos en el Centro de Información para Visitantes, donde mi hermano compró un fantástico libro con fotos estupendas de la Ruta. Yo salí con un Cadillac rosa. Eso sí, de cartón para montar con apenas cuatro dobleces. Es uno de los recuerdos más graciosos que me traje. Entre las tiendas y las gasolineras de atrezo, vestigios de otra época, dejamos pasar buena parte de la mañana y comimos en el ya citado Twisters 50´s, mi hermano una especie de pescado rebozado y yo un sándwich de jamón y queso. ![]() Seligman. Más de lo mismo. Muchos coches de hace 50 años, algunos aparcados a la puerta de las tiendas y locales monotemáticos. Otros circulando. Mucho muñeco de personajes típicos americanos, que a mí nunca me han hecho demasiada gracia, la verdad. Café, y bueno, en Historic Seligman Saudries. ![]() A partir de allí nos desviamos de la interestatal para tomar uno de los pocos tramos que quedan de la auténtica 66. Íbamos a la caza de los que fueron originalmente emplazamientos de los puestos de abastecimiento, primero de las caravanas de colonos y, más tarde de las multitudes que recorrían la ruta durante la Gran Depresión para acercarse a la tierra prometida de la verde California. Laaaaaargas rectas entre parajes desérticos, matorrales y aquí y allá, algún tipo de casa, más bien viejos remolques y móvil homes. Típica imagen de camino de entrada a un rancho con la “puerta” formada por tres troncos y el símbolo del propietario en el centro, perdida entre la nada circundante a un lado de la carretera. ![]() Peach Spring Estábamos pasando por la parte sur de la Reserva India de Hualapai y esperaba ver algo de esta nueva tribu. Paramos en Peach Spring, donde creí que podía haber algún puesto de artesanía o un pequeño museo o algo. Solo encontramos un moderno Hotel con Spa, que sí tenía tienda y algo de museo, pero muy poca cosa y como muy poco auténtico, y caro. Antes del viaje me vi muchas películas relacionadas de alguna manera con los paisajes que íbamos a recorrer, y una de ellas fue Las Uvas de la Ira. Este tramo de la 66, con alguna entrada a ranchos en sus cunetas y la desolación de las tierras rojas de Arizona, mezcladas con los amarillos de su pobre vegetación marchita tras casi todo el verano ya transcurrido, eran los escenarios por los que Henry Fonda conduciría el viejo camión en que se trasladaba toda su familia y todas sus posesiones. Hicimos varias paradas buscando algunos de los puntos que aparecen reseñados en las guías. Pero la sorpresa era descubrir que estos americanos, con 50 años de antigüedad ya colocan la etiqueta de “histórico”. Casos como el del hotel Frontier, en Truxton, simple ruina de un feo edificio de los años 70, como multitud de los que tenemos a orillas de viejas carreteras por toda nuestra geografía. Eso sí, tuve oportunidad de sacar alguna foto de dos hermosos ejemplares de árbol de Josué que allí había. Enfrente, una estación de servicio. Valentine. Una de esas gasolineras de época nos llamó la atención en Valentine. Allí parecía no haber nadie, pero al empezar a movernos para las fotos oíamos a alguien que trabajaba con alguna herramienta eléctrica, y que la paraba. Apareció ante nosotros un chico con el que entablamos conversación, gracias a que él hablaba un poco de español. Era, Rubén, californiano, llevaba solo un par de meses con el negocio. Una pequeña tienda para vender recuerdos en el local de una vieja gasolinera. Lo estaba rehabilitando todo él mismo. Detrás se veía alguna construcción, donde debía estar su casa. Nos comentaba que no quería vender los típicos souvenirs made in china, si no cosas hechas por él, en madera y metal. Su pasión eran las minimotos, tenía reproducciones (tamaño triciclo) de algunos modelos famosos y estaba trabajando en una versión de la Harley de Dennis Hopper en Easy Rider. Amablemente, se ofreció para hacernos alguna foto a los dos juntos, situados en la zona de los surtidores, ya inservibles pero muy pintones de su estación de servicio. Aunque no le compramos nada, nos comprometimos a hacer algún comentario sobre su negocio en redes sociales. Lo malo es que somos usuarios muy parcos en publicaciones…. ![]() Hackberry General Store ![]() No sólo porque no parece que se haya hecho ni una triste reforma desde principios del siglo pasado, también por su entorno, verdadero batiburrillo de coleccionista aislado (tapacupos, otras piezas de vehículos, coches de desguace con su encanto escondido bajo el óxido y la pintura casi inexistente ya) y el propietario, que debe tener unos 120 años, aproximadamente. Más por hacer algún mínimo gasto que porque me gustara especialmente, salí con un cubilete para bolis hecho con un cacho de goma decorada con el estilo Ruta 66, cosida en forma de cilindro y una tapa de lo que parece goma de neumático pegada como fondo. Allí vimos a una pareja que llegaba cuando ya casi nos estábamos yendo que nos llamó la atención por llevar cada uno de ellos una cartuchera con su revólver al cinto. No estaban disfrazados. Tanto él como ella parecían muy cómodos con sus sombreros de cowboy y su arma. Daban la sensación de llevar esos dos “complementos” de su vestuario como quien lleva el reloj de pulsera, en cualquier ocasión y para todos los días. Una de las cosas que nos parecían llamativas eran las filas de buzones en cualquier cruce de la carretera con algún camino polvoriento. Vimos muchos. Paramos junto a otra de estas filas en otra gasolinera de “ adorno” (cuidado que hay pocas estaciones de servicio en las carreteras, solo en las poblaciones y éstas están muy alejadas unas de otras) porque tenían un Kokopelli de metal de unos dos metros de alto que me llamó la atención. Tuvimos ocasión de presenciar en alguna de nuestras paradas, como algún vecino pasaba con el coche a recoger el correo y desaparecía después, seguido por una nube de polvo en el vacío circundante. Ni una casa a la vista, a saber dónde leería la carta, pero cerca, no. También pudimos presencial la mitad de una persecución policial. Digo la mitad porque solo vimos al coche de policía, sirena al viento, tomar un desvío y avanzar velozmente por uno de esos caminos. Igual perseguía a alguien o igual solo acudía a alguna emergencia recibida. También comprobamos que, ciertamente, la policía para a los vehículos al lado de la carretera. Ya, es algo normal, aquí también lo hacen, pero ver el coche blanco y negro de un sheriff, con la sirena puesta, detener al que viene de frente o al que va detrás de ti, da cierto morbo y algo de miedillo. Kingman La intención era llegar ese día hasta Needles, para avanzar en nuestro camino hacia Los Ángeles un poco más, pero se nos hizo de noche llegando a Kingman y decidimos que, para no saltarnos este pintoresco pueblo, y su famoso restaurante, mejor nos quedábamos aquí a pasar la noche. No teníamos reserva para ese día, pero sí una lista de alojamientos seleccionados por precio. Nos quedamos en las afueras, bueno al comienzo de los edificios, porque centro-centro, estos pueblos no tienen. Era el Travel Lodge, barato, cutrecillo, pero suficiente y con sus Harleys a nuestra misma puerta, como debe ser. Se había levantado una buena ventolera y nos instamos para pasar la noche siguiendo el procedimiento ya casi automático de sacar de las maletas solo lo necesario. Dado que por la mañana nos iríamos temprano, decidimos ir en busca de nuestra cena al famoso Mr D´z. De camino, nos encontramos con el fotografiado depósito de agua con el rótulo de Kingman. Pasamos un rato fotografiando el exterior del restaurante, los bancos color de rosa, la señal de 66 pintada en el suelo del aparcamiento y algo más de atrezo que tienen por allí. Pero la noche estaba desapacible y nos metimos a cenar enseguida. Había visto muchas fotos de este típico restaurante decorado al estilo de los años 50 y, en efecto, no defrauda, podrías cruzarte en la puerta del baño con el mismísimo John Travolta vestido con chupa de cuero al que esperaba la melindrosa Olivia Newton-John en cualquiera de las mesas o de los taburetes del local. La misma carta tiene forma de vinilo, y el mismo tamaño que cualquier LP. Nos tomamos otras buenas hamburguesas y un batido compartido. Nunca llegamos a pedir más de uno; con lo que ponen en la copa y lo que te dejan en la coctelera da de sobra para dos personas. A la mañana siguiente, salimos pronto, como siempre, para recorrer algún punto más de la población. Etapas 16 a 18, total 20
![]() Ruta 66 y fin de rutaKingman - Outman - Needles - Bagdag Café - Peggy Sue's 50's Diner - Los Ángeles
Domingo, 29 de septiembre de 2019
Llegamos al mismo aparcamiento del D´z, ahora más desierto aún que la noche anterior para dedicar un rato al entorno, coche de policía “decorativo”, el depósito de agua, la señal del suelo, el propio edificio del restaurante y sus adornos, de nuevo sacando fotos, ahora con luz diurna. ![]() Desde allí quedaba muy cerca el parque donde tienen aparcada la locomotora Santa Fé, grande, grande, más fotos. ![]() Iniciamos la última etapa rodada de nuestro viaje, para llegar hasta el océano Pacífico, si fuera posible, antes del anochecer, para disfrutar de las últimas luces del día en la playa, aunque sería otra vez imposible, no estábamos muy afortunados con esto de los atardeceres. Salimos a la carretera, la I-40, para desviarnos hacia la Outman Hwy enseguida. A visitar el pueblo de los burros. Outman El pueblo es otro tenderete para turistas. Otra calle única bordeada por sus correspondientes porches de edificios del antiguo oeste. Incluso queda algo de auténtico, visible en el Durlin Hotel, con su fachada de adobe y aire mejicano, o, mejor, español. Muy propia yo por aquellos lares con mi sombrero de la tierra. Hoy el sol apretaba bastante. Buscamos nuestro café mañanero con regular fortuna y nos paseamos entre las tiendas y los burros que campan salvajes por este antiguo pueblo de mineros que los dejaron atrás cuando los filones se fueron agotando. Incluso presenciamos una especie de encierro a toda velocidad que se marcaron entre lo que parecían dos bandas rivales y un buen ejemplo de agresividad asnal con el coro de rebuznos a todo volumen y coreografía completa de coces y mordiscos. ![]() ![]() La carretera nos llevaba (mejor dicho, nuestro Arizono) hacia la frontera. Pero la frontera de dos estados. Íbamos a dejar Arizona, con todo lo que nos había ofrecido para regresar a la dorada California. Needles No estaba en la lista de lugares a visitar, pero ya que el río Colorado se nos mostraba azul y brillante en una mañana tan luminosa, paramos en Topock primero y cruzamos a Needles, ya en suelo californiano, en busca de alguna panorámica fronteriza. Poco más que el río y el carromato del cartel del pueblo. Siguiendo la I-40 de nuevo la idea era desviarnos hacia el sur para recorrer otro tramo original de la 66, pero decidimos saltarnos este paso y continuamos hacia el Bagdag Café, en la Interestatal. Buscábamos un sitio para parar pero ni con estas vistas panorámicas era posible distinguir alguna estación de servicio o similar. Bagdag Café Es el mismo edificio de la película y, ahora, más que bar, es otro puesto de souvenirs. Te dejan pasar tras la barra para hacerte fotos y el batiburrillo de recuerdos acumulados es agobiante. Pero el sitio sigue siendo visitado, había bastante gente porque llegó un autobús de turistas. El siguiente tramo se nos hizo pesado. El paisaje monótono, las rectas eternas y tras cada cambio de rasante, otra aún más larga. Pero para la hora de comer (algo más tarde de lo habitual en esos días) llegamos a Barstow para desviarnos a Yermo, a otra visita ineludible de todo buen rutero. Peggy Sue's 50's Diner Otro restaurante de “época”. Pero, seguramente, el rey entre ellos. Enorme, muchas mesas y sus camareras vestidas como en las pelis. Gran aparcamiento con un precioso Corvette entre los coches de los clientes. Un muñeco de esos que no me gustan en el baño de las chicas, representando a un vaquero de espaldas y “apuntando” a la pared. También había otras imágenes, tanto di- como tridimensionales de personajes tipical americanos, Elvys, Marilyn, los Blues Brothers, etc. Otra buena hamburguesa, batido y café aguachirri recargable. Estábamos a más de 120 millas de Los Ángeles pero nos encontramos las primeras retenciones nada más salir a la I-15. Nos parecía increíble y luego la cosa se despejaría a ratos, porque lo que teníamos delante no era normal. Una cosa son los atascos de entrada a una gran ciudad un domingo por la tarde y otra cosa era tenerlos más de 200 kms antes. Con todo ello, obviamos hacer más paradas si no era imprescindible. Mi hermano tomó el volante y yo el mapa en el móvil para intentar acertar a la primera en nuestra ruta hacia el último hotel del viaje. No fue fácil, pero conseguimos (aun con algún renuncio rápido en algún cambio de carril) acertar en los vericuetos de las autopistas de hasta seis carriles de acceso a esta desparramada ciudad. Los Ángeles No entraba en nuestros planes dedicarle nada de tiempo a Los Ángeles. Había preferido organizar los días disponibles en todo lo anterior y, materialmente, no había más días para dejar espacio a Hollywood y todo lo demás. Solo íbamos a dormir cerca el aeropuerto desde el que despegaría nuestro avión. En el Sea Horse Inn, cerca de Manhattan Beach. Llegamos ya de noche, sin posibilidad de ver el sol ocultándose en el Pacífico, se había escondido hacía rato. Hicimos una pequeña compra en un Target cercano (cerca en coche, fuimos andando y el paseo no fue tan corto) para cenar y nos retiramos a nuestro aposento. Uno de los mejores moteles del viaje, aunque no daba desayunos. Etapas 16 a 18, total 20
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