![]() ![]() Ruta por el Oeste Americano ✏️ Blogs de USA
Ida Madrid – San Francisco, vuelta desde Los Ángeles y dos semanas en medio para recorrer el Lejano OesteAutor: Vetonia Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (10 Votos) Índice del Diario: Ruta por el Oeste Americano
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Etapas 4 a 6, total 20
Lunes, 16 de septiembre de 2019
Compré dos Muni diarios individuales de 24h por 5$ cada uno. Por supuesto, el jet lag hizo aparición y a eso de las 2 de la mañana nos despertamos, pero, al menos, nos volvimos a dormir con cierta facilidad para arrancar sobre las 8 ya desayunando. Con la aplicación del transporte en el móvil empezamos a coger autobuses (pobres sustitutos de los maravillosos tranvías) para acercarnos a la famosa calle Lombard. Había turistas, pero no aglomeración y descendimos por las escalinatas laterales haciendo fotos y disfrutando de las vistas tan peculiares de esta ciudad formada por cuestas y mar y puentes y pobres y músicos callejeros y chinos y murales y casitas preciosas por todos lados. ![]() ![]() Comimos en horario americano, alrededor de las 12h ya nos daba hambre. Y en plan típico, la famosa sopa Clam Chowder, una blanca y otra roja, atendidos por una amable mejicana. ![]() Tomando la línea F fuimos hacia el sur. Callejeando, con paradas en la Little Italy a la caza de un buen café. Durante el ratito de tomarlo en una mini terraza, me ofrecieron comprar un viejo Fiat 600, justo los chicos de la mesa de al lado, con acento italiano. Luego nos dedicamos a buscar el Zoetrope, sorpresa para mi hermanito, y muy de su gusto, claro. Allí tiene sus oficinas American Zoetrope, una compañía de producción cinematográfica fundada por Francis Ford Coppola y George Lucas. En el bar no tomamos nada, pero igualmente nos dejaron pasar y hacer alguna foto del interior, plagada de imágenes icónicas de gente del cine, del buen cine. Fotos de reuniones, de rodajes, de encuentros entre protagonistas de los de delante y de los de detrás del foco. El edificio es original, tipo mini-Flatiron, pero en verde. Es emocionante asomarse al mundo que existe tras el resultado que son las películas, las grandes películas, las obras maestras del cine. ![]() Desde allí, era fácil dar una vuelta por China Town, y lo hicimos, buscando nuestros habituales imanes y recuerdos baratos. Cayeron varias camisetas, mis guantes para el horno con la imagen de la ciudad, unas gafas de sol y algún otro enredo de poca monta. Tras un respiro para reponer fuerzas en el Hostel emprendimos el camino hacia el siguiente objetivo: El Golden Gate. Pero no fue algo muy directo que digamos. De camino, en el autobús, reconocí en el plano un punto marcado no como imprescindible, pero sí como interesante: el palacio de bellas artes. Así que nos bajamos alguna parada antes de la prevista. La estructura exterior con sus columnas y su estanque nos mostró sus colores más encendidos con el sol ya bajando. Fue un agradable paseo y deparó alguna foto interesante, también. ![]() En el plano se veía muy cerca el comienzo de la playa de Crissy Field, y, en realidad, la playa lo está. Pero mis incesantes lecturas previas sobre miradores del famoso puente, apuntaban un poco más allá. Un poco. El paseo desde el acceso al Crissy Field Center, que es lo que teníamos enfrente, hasta los espacios donde la playa se ensancha y muestra mejores vistas del Golden Gate fue agradable, pero un poquito más largo de lo previsto. ![]() Disfrutando de la agradable temperatura, las vistas de la ciudad a nuestra espalda y la silueta rojiza del afamado puente al frente, nos fuimos cruzando (y nos fueron adelantando, mi ritmo de caminante no es muy alto) con todo tipo de paseantes, a pie o en bici, con perros (uno en la mochila de un ciclista y con gafas de sol perrunas), o sin él. El paseíto fue largo y llegamos al pie de la mole de hierro ya con la noche cayendo a nuestro alrededor, por lo que las fotos buscadas de la luz incidiendo en horizontal sobre el puente no fueron posibles, nos quedamos sin la luz del atardecer en el punto buscado. Esto nos volvería a pasar más veces a lo largo del viaje, una lástima, porque dudo mucho que puedan repetirse las visitas a estos espectaculares escenarios. Pues eso, llegados al punto donde Kim Novak se lanza a las aguas de la bahía en Vértigo, emprendimos la subida hasta la parte de la carretera, desde donde se podría coger un autobús hacia el centro de la ciudad. La subida, casi a oscuras ya, se me hizo durilla. Incluso obligué a una paradita en un banco desde el que las vistas nos mostraron que la iluminación nocturna del Golden Gate no es gran cosa. La tiene más bonita el puente de la bahía, que visitamos en nuestra primera tarde en la ciudad, el día anterior, de hecho. No encontramos la parada con demasiada facilidad, y eso que lo había mirado muchas veces en Google, antes del viaje, y sobre la marcha; pero tras cruzar un túnel y dar alguna vuelta, dimos con ella. De regreso a “nuestro barrio” vimos, como el día anterior, la gran cantidad de gente sin hogar que pulula por la zona. Unos más locos que otros, hablando solos o entre ellos, o con el primero que se les cruza, pero, aunque el olor que desprenden no es agradable, lo cierto es que no vimos que causaran ningún problema a nadie. Cenamos temprano (habíamos comido pronto también), una especie de plato combinado en una cafetería frente al Hostel, con pollo empanado como ingrediente principal. Nosotros somos poco sofisticados para la comida y EEUU no es precisamente, por lo que llevo visto, abundante en establecimientos de cocina casera. Fritos y más fritos, estupendas hamburguesas, buenísimas las patatas fritas y, en general, estupendos los dulces, galletas, brownies, batidos, tartas y demás “guarrerías”, pero no saben lo que son unas buenas lentejas. Etapas 4 a 6, total 20
Martes, 17 de septiembre de 2019
Comenzamos nuestro último día en San Francisco como el anterior, desayunando muy bien en la cocina comunitaria. El café, penoso, por supuesto, pero me mataba la gusa de cafeína mañanera. Mi hermano llevaba sus sobrecitos de Cola Cao y había leche para calentar. Tostadas, algo de fruta, yogures, alguna bollería y máquina para hacer gofres (que no usamos). Y, tras el desayuno, rodeados en su mayoría por gente joven, nos pusimos en marcha. Hoy había planeado, para matar el ansia de tranvías, recorrer al menos la línea F completa. Funciona con vagones “heredados” de diferentes ciudades del mundo, nosotros tomamos uno proveniente de Milán. Para llegar a la cabecera nos fuimos en autobús hasta Hyde, en las proximidades del Pier 39, a los pies de la fábrica de chocolates de Girardelli, donde estuvimos un rato disfrutando del buen tiempo mirando la bahía y un par de grandes veleros allí amarrados. ![]() ![]() ![]() Esos tiempos muertos disfrutando de un pitillo, hablando con tu compañero de viaje, o en silencio, los recuerdo de cada viaje como joyas que se van engarzando en el collar que me quedo de cada destino. Por supuesto, la biblioteca tiene baños públicos y es algo que siempre viene bien. Me llamó la atención la cantidad de indigentes que hacían uso de las mesas, de los libros y, sobre todo, de los ordenadores públicos. La FOTO que buscaba de la ciudad eran las Painted Ladies con la ciudad moderna al fondo, y así nos fuimos hacia Álamo Square. Imposible, a media mañana, sacar alguna imagen un poco limpia de gente en medio, pero se hizo lo que se pudo. ![]() ![]() Siguiente parada: Haight Ashbury, el barrio Hippy. ![]() Nos tomamos una cervecita en otra terraza, con permiso para fumar. Encontramos el estanco en que se ha convertido el bajo del edificio donde vivió de Jimi Hendrix, copado de imágenes del guitarrista y el mundo musical de los años 60-70. Y pudimos ver la fachada color de rosa de la casa donde habitó Janis Joplin. En el extremo del barrio, ya pegado al Golden Gate Park, está Amoeba Music. Según el experto, una de las mejores tiendas de discos en las que ha estado, si no la mejor. Allí se pasó un buen rato, mientras yo compraba algo de comer en un Whole Foods Market, que nos tomamos sentados en un tronco en el renombrado parque; aunque no llegamos más que a pocos metros de la entrada. Nos fuimos a descansar un rato al hostel y a dejar las compras de la mañana, con intención de coger otro bus para cruzar el Golden Gate y sacar las fotos de las vistas desde el otro lado, pero, tras esperar un montón, no llegó el que necesitábamos y decidimos cambiar de planes. La calle California nos había llamado la atención cada vez que la veíamos en perspectiva. Es tan larga y tan empinada que parece irreal. Nos cogimos otro bus con la idea de recorrerla de arriba abajo. Pero nos bajamos en la cumbre de la colina, junto a la Grace Catedral y eso fue un error, no volvió a pasar otro autobús. Nos acercamos a otro cruce, ya pelados de frío con la noche cerrándose, para ver si había otras opciones de las que nos indicaba el fantástico CityMaper y, tras una larga espera, por fin nos embarcamos en otra línea. Por cierto que los taxis de San Francisco no son para nada homogéneos, los hay de todos los colores. Este trayecto resultó ser inolvidable por la anécdota que presenciamos: Junto a nosotros, subió al bus una señora china bastante mayor, algo perfectamente normal. El conductor se paró en un cruce sin semáforos ni parada de bus, pero también podía ser alguna norma que sigan los autobuseros de San Francisco de manera habitual. Pero tardaba en arrancar, más de lo que se tarda en mirar si viene otro vehículo. Y lo hacía para esperar a un ciclista que bajó por la calle de la izquierda y que se dispuso a encajar la bici en los soportes delanteros que llevan los autobuses, para, con su casco y su culote, subir al coche, era un joven chino. Pero no para acomodarse como pasajero, si no en el asiento que el conductor que llevábamos le cedió. Al parecer, estábamos presenciando el cambio de turno más original que nunca habíamos imaginado. Ahí no terminaban los acontecimientos de la inesperada parada. La anciana señora china se acercó al nuevo conductor para entregarle la bolsa que llevaba y se entretuvo en mostrarle tappers y abrirlos para lo que parecían instrucciones y la descripción completa de los platos que le traía para cenar. Tras ello, tanto ella como el primer conductor habían abandonado el vehículo y nos pusimos de nuevo en marcha. Mi hermano y yo nos mirábamos alucinados, sabiendo que estábamos en una de las ciudades más modernas del mundo, la más europea de las norteamericanas, según dicen, y no en una ruta rural en lo más profundo de una selva amazónica, o asiática, para el caso. La cena esa noche fue económica, compramos unas cosillas en la licorería de la puerta de al lado del hostel y nos las tomamos en la habitación. Etapas 4 a 6, total 20
Miércoles, 18 de septiembre de 2019
Hoy tocaba abandonar el Orange Village Hostel y emprender la ruta. La reserva del coche estaba hecha para recoger en la misma calle O´Farrel, así que pudimos ir tras el desayuno a por el vehículo y regresar con él a la puerta para meter las maletas. Lloviznaba. Nos entregaron un Hyundai Kona, bastante más pequeño de lo que esperaba por un Toyota Rav4 o similar. Tengo que agradecer a un argentino con el que coincidimos en el párking las cuatro directrices que me dio para la conducción de un automático. Fue claro y conciso y enseguida le cogí el truco. Como el día anterior no habíamos conseguido llegar a los miradores del lado opuesto del puente, decidimos abandonar la ciudad por ese lado en lugar de por la salida más directa hacia el Este, por el puente de la bahía. Primero desde View Vista Point, con imágenes bastante nítidas aunque demasiado frontales y luego subimos (con discusión y triple recorrido por el puente debido a que no acertamos con la salida correcta) hacia Battery Spencer. El mejor mirador del Golden Gate, cuando no hay niebla. Allí, el día nublado se nos cerró con la famosa niebla densa que oculta el puente por completo desde pocos metros de distancia. Corría algo de aire y esperamos, junto a algunos otros optimistas, a que se despejara lo suficiente para sacar LA FOTO. Hice muchas, con la esperanza de que llegaran a ser algo interesante si lograba editar mis maravillosos archivos RAW, pero lo cierto es que cada vez iba a peor y tuvimos que abandonar. Luego en casa, editando, en efecto conseguí alguna imagen aprovechable. Aunque no, por supuesto, una foto nítida de la bahía con puente en primer plano y ciudad al fondo, como las que aparecen en las revistas de viaje. Abandonamos San Francisco cruzando el Richmond-San Rafael Bridge, dirección a la Interestatal 580, para lo que tuvimos que pasar por toda la zona de Berkeley y Oakland, con mucho tráfico. Paramos a comer en un Burguer King de un área de servicio. Llevaba marcados varios Wallmart que nos pillarían de paso en nuestro camino hacia Oakhurst, ya a las puertas del Parque Nacional de Yosemite, para pasar la noche en el Mountain Trade Lodge. En el primero de ellos, aunque hicimos algo de compra, no tenían el modelo barato de la nevera de corcho y hubo que parar en el siguiente para conseguirla. En Manteca, un pueblo grande. Dando vueltas por las afueras para localizar la entrada al súper, pudimos ver el típico barrio residencial que vemos en las películas americanas, la sensación era de estar en un escenario. Como todo el mundo dice, la nevera de corcho es una gran inversión. Renovando el hielo cada mañana en el hotel de turno, no solo mantiene fresco el contenido sino que, además, enfría lo que vayas metiendo, el agua lo fuimos enfriando así durante todo el viaje. Merendamos en un párking de lo que habíamos comprado y me sustituyeron a los mandos por la tarde. Fue un bonito recorrido a lo largo de un territorio fértil, campos de maíz, granjas como las de las pelis, carteles que llaman la atención por su inocencia y por lo hortera y “casero” de sus mensajes, y la luz de la tarde, preciosa, iluminando las colinas que nos acercaban a las estribaciones de Sierra Nevada. Nuestro primer encuentro con un motel de carretera. Era de los más baratos de la zona, por lo que me lo temía algo cutre, pero no fue tan terrible. Las camas enormes, la habitación grande, con puerta directa a la calle. Eran como casitas. Eso sí, para llegar, ya de noche, y dado que está en una curva y poco iluminado, hay que ir muy pendiente y aun así, no es fácil. Pero gracias al maravilloso GPS pude advertir al chófer, aunque con poca antelación, lo que me ganó alguna protesta. ![]() Mobiliario e instalaciones viejos, pero tanto el baño como las sábanas estaban limpios. Como todos los que utilizamos, tenía nevera y microondas, y hasta cafetera. Cenamos de lo que habíamos comprado y dormimos bien. Etapas 4 a 6, total 20
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