JAMBIANI, UN PARAJE PARADISIACO EN LA ISLA DE ZANZÍBAR (TANZANIA) ✏️ Diarios de Viajes de Tanzania6 de agosto de 2010. Por segunda vez en nuestro largo viaje, el sol se había adelantado a nuestro despertar. La larga noche del día anterior nos había transportado hacia el sueño más reconfortante de cuantos habíamos disfrutado hasta el momento...Diario: Viaje al sur de Tanzania y Malawi⭐ Puntos: 5 (6 Votos) Etapas: 22 Localización: Tanzania6 de agosto de 2010. Por segunda vez en nuestro largo viaje, el sol se había adelantado a nuestro despertar. La larga noche del día anterior nos había transportado hacia el sueño más reconfortante de cuantos habíamos disfrutado hasta el momento. Las mosquiteras que adornaban los doseles de nuestros camastros en el Coral Rock resultaban del todo innecesarias, salvo para los expedicionarios de sangre dulce que moraban entre sus sábanas. Muchos de nosotros, los menos aprensivos, confirmábamos que el repelente que habíamos acarreado en el necesser como invitado obligado en nuestro sueño africano - que diría Javier Reverte- volvería en idénticas condiciones a las iniciales. Un tópico más que se descomponía a cada paso de nuestra aventura. Ya no había prisa alguna por tomar nuestros vehículos para dirigirnos hacia otra parte de Tanzania. Nuestra única ocupación para los próximos días la constituía el simple disfrute del paraiso tropical que era Zanzíbar, esa histórica isla en mitad del Índico que había sido testigo de inumerables expediciones hacia el interior de África, allá por el mil novecientos. En nuestro caso, la expedición se había realizado a la inversa de la que esos grandes aventureros europeos habían llevado a cabo en su intento de resolver los enormes enigmas que encerraba el continente para el mundo occidental. Sin duda, en ello influía el decisivo avance que habían experimentado las comunicaciones -principalmente en avioneta- en el continente negro y, por qué negarlo, la perfecta planificación que había llevado a cabo Malaika del viaje que realizábamos, que deseoso de otorgar a los expedicionarios alguna etapa de relax, había previsto unos días en la costa para el ulterior disfrute de sus animados compañeros de aventura. La luz intensa del sol se reflejaba en las aguas turquesas del Índico en esas primeras horas de la mañana mientras desayunaba en las instalaciones centrales del Coral Rock. Allí, servido al ritmo polepolizado de los empleados, tomaba un rico zumo de mango y unas tostadas, acompañado por el cadencial sonido de las olas que acariciaban cada cierto tiempo las rocas sobre la que estaba construido el bar en el que me encontraba. Terminado el solitario desayuno - era de los últimos que había amanecido-, me dirigí hacia la piscina del Coral Rock donde alguno de los expedicionarios tomaba el sol con la inconfundible cara de ¡qué bien lo pasamos anoche! ¿Qué tal el baño?... La piscina infinity- si, de esas en las que se confunde el final de la piscina con el mar situado a su frente-, era el lugar de encuentro de todos los expedicionarios, que aposentados sobre los escalones que la circundaban, disfrutaban de una fría kilimanjaro y, especialmente, del espectacular colorido del agua que iba pacientemente creciendo a su atenta mirada. Y así pasó la mañana, relajados en la piscina remojando nuestras carnes en sus aguas que parecían estar reservadas para uso exclusivo de nuestra expedición. Al fondo, el Índico dibujaba un auténtico mosáico de colores azulverdosos que tendríamos el placer de degustar en la excursión programada para la tarde. No podía dejar de pensar - y creo no ser el único de cuantos estábamos allí-, esto si que es vida... y lo demás... no es vivir. La única toma de decisiones que perturbara nuestra tranquilidad en ese momento se resumía fundamentalmente en: ¿ una kili o una Tüsker? La respuesta era clara: ambas, primero una y luego la otra. La comida en el Coral Rock, aún estando encargada con horas de antelación, suponía algo más de una hora de espera. Uno de los empleados, que ya conocíamos de nuestro viaje del año anterior, parecía estar ajeno a nuestro impetu por saciar el hambre que ya iba apareciendo. En Tanzania todo se resolvía con un Hakuna Matata (No hay problema), y una sonrisa. Ya podías llevar esperando dos horas a que alguien te trajese la triste hamburguesa con patatas que habías pedido que el camarero al preguntarle por ella, sólo te decía ¿una hamburguesa?.... Ah si.... ¡Hakuna matata! para rematar con la frase más mítica de cuantas solían decir: ¡Is coming! ( está viniendo, ya viene para acá). ¿ Is coming? lleva coming más de una hora y media pero coming lo que es coming no acaba de llegar nunca. Al final, uno no tiene más remedio que hacerse al ritmo de vida tanzano y empieza a entender que las prisas, el estress, los agobios, no dejan de ser enfemedades del mal llamado primer mundo. En África todo parece ir a su ritmo y la importancia de las cosas queda relativizada por la propia realidad en que se desenvuelven los nativos. A primera hora de la tarde, el Capitán Chicken hacía acto de presencia en las instalaciones del Coral Rock. Él sería el encargado de llevarnos en varias ngalawas a dar un paseo por las cercanías del arrecife de coral, donde podríamos disfrutar de una nueva actividad: el snorkeling. La ngalawa es una embarcación de un sólo mástil montado sobre un tronco, generalmente de mango aunque puede ser de otro tipo de árboles, que son ahuecados de forma artesanal por los nativos de esta zona de Zanzíbar, creando el habitáculo donde son transportados los pasajeros. Guarda cierta similitud con el Dhow que es otra de las embarcaciones típicas de Zanzíbar, cuyo origen es árabe. Este hombre de tan llamativo nombre -capitán pollo-, ya era viejo conocido de alguno de los expedicionarios que como yo habíamos pasado unos días el año anterior en Zanzíbar. Su presencia nos hacía rememorar aquellos días, y a aquellas personas con quienes habíamos disfrutado tanto el año anterior. La pericia del Capitán Chicken a los mandos de la Ngalawa, nos transportó hasta aguas más profundas donde todos compartimos una sesión de buceo por los restos del arrecife coralino. Los peces payaso y las estrellas de mar de tonos rojizos constituían la fauna imperante del lugar. A pesar de no ser esta una de las mejores zonas de buceo de la isla ( la zona norte posee mayor fama en este aspecto), el simple hecho de viajar en Ngalawa es ya una experiencia. Apoyado en el mástil, intentando mantenerme en equilibrio, veía como la embarcación tomaba mayor velocidad, surcando las aguas tranquilas del Índico. Cuando debíamos tomar otro rumbo, y la vela tenía que ser izada, todos los componentes de la expedición tirábamos fuertemente de la cuerda hasta que se completaba la operación. La vuelta a las instalaciones del Coral Rock la hicimos de forma reposada, disponiendo el capitán las velas de forma que se consiguiera el máximo aprovechamiento de las rachas de viento que azotaban la embarcación. Ya en las instalaciones, aproveché el atardecer para tomar unas instantáneas del paraiso que se situaba a mis pies. El color rojizo de la puesta de sol se colaba entre los palmerales y cocoteros, simulando uno de esos paisajes con tahitianas que pintara el gran pintor post-impresionista Paul Gauguin en sus viajes a la Polinesia. Malaika y los contrayentes aprovecharon para acercarse a uno de los puestos de policía de una zona cercana, donde ultimaron los detalles del enlace que estaba previsto para el día siguiente. Desde allí se desplazaría un comisionado del gobierno tanzano para oficiar la boda. Según sus comentarios, el lugar donde les atendían era digno de ver. Destartalado, sin apenas luz o, como diría Malaika, un lugar muy auténtico. La noche culminó con una tranquila cena frente al mar y algún que otro juego de naipes, tras lo cual, los expedicionarios fueron abandonando las instalaciones centrales de forma progresiva y temprana. Al día siguiente, debíamos contar con fuerzas suficientes para celebrar por todo lo alto el evento que en parte nos había traido hasta allí. Se acercaba uno de los días más esperados, la gran boda tanzana de Kiki y de Eva y todos nosotros estábamos invitados al espectáculo. A buen seguro, sería un gran día. Índice del Diario: Viaje al sur de Tanzania y Malawi
01: VIAJE AL SUR DE TANZANIA Y MALAWI. AEROPUERTOS.
02: ROMA, OSTIA ANTICA Y AEROPUERTO DE EL CAIRO
03: DE DAR ES SALAAM A SELOUS GAME RESERVE
04: RESERVA DE CAZA DE SELOUS Y SABLE MOUNTAIN LODGE
05: DE SELOUS A MOROGORO. LAS MONTAÑAS ULUGURÚ Y SUS GENTES
06: LAS MONTAÑAS UDZUNGWA Y LAS CATARATAS SANJE. TANZANIA.
07: AMANECER EN SANJE Y RUMBO A IRINGA.
08: EL LARGO CAMINO A MALAWI. EL SANTUARIO DE SANGILO.
09: NOS DIÓ UN RAYITO EN MALAWI; DE CHILUMBA A CHINTECHE (KANDE BEACH).
10: A TODO CERDO LE LLEGA SU KANDE BEACH. EL LAGO MALAWI Y SUS GENTES.
11: EL REGRESO A TANZANIA (MBEYA). EL CAMINO HACIA EL PARQUE NACIONAL DE RUAHA.
12: UN GAME DRIVE POR EL PARQUE NACIONAL DE RUAHA (TANZANIA)
13: UN LEÓN RONDANDO NUESTRA TIENDA. RUAHA NATIONAL PARK. EL MZUNGU MASAI.
14: SOBREVOLANDO TANZANIA. NUESTRO PRIMER DIA EN ZANZIBAR.
15: JAMBIANI, UN PARAJE PARADISIACO EN LA ISLA DE ZANZÍBAR (TANZANIA)
16: DE BODA EN ZANZÍBAR. LA BODA SWAHILI DE KIKI Y EVA.
17: LA RESACA POST-BODA DE JAMBIANI.
18: AMARGO ADIÓS A JAMBIANI. UNA TARDE EN STONE TOWN.
19: DESPIDIÉNDONOS DE ZANZÍBAR. UNA TARDE EN EL CAIRO.
20: LAS PIRÁMIDES DE EL CAIRO Y EL MUSEO EGIPCIO.
21: REGRESANDO A ESPAÑA. VISITA EXPRESS A ROMA, LA CIUDAD ETERNA.
22: EL FIN DE LA AVENTURA. ÁFRICA EN EL RECUERDO.
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