María durmió como un bebé y yo también conseguí al fin descansar medianamente bien, después de varias noches “semitoledanas”. En cualquier caso, el jet lag aún seguía dando sus últimos coletazos y nos despertó a las 5 y pico, ya con el sol sobresaliendo por encima de las montañas situadas al este de la ciudad.
En unas pocas horas íbamos a celebrar nuestra boda, ahí es nada, así que nos pusimos lo más guapos que pudimos y a eso de las 7 y media bajamos al parking a por el Hyundai para dirigirnos otra vez hacia el Downtown. Nuestros planes pasaban, de entrada, por la recogida de la Licencia Matrimonial en las oficinas del Condado de Clark -muy próximas al Freemont Experience, donde habíamos estado la noche anterior-, y después queríamos ir a desayunar al afamado buffet del Golden Nugget antes de acercarnos a la Chapel de A Las Vegas donde teníamos reservada la ceremonia a las 10 y cuarto. Cuando planificábamos en casa esta jornada del viaje, siempre terminábamos haciendo la misma chanza: “ya que nos vamos a casar, hagámoslo con el estómago bien lleno, ¿eh?, no vaya a ser que en mitad de la boda nos dé una pájara, un desfallecimiento o algo”
La intención que teníamos era, pues, la de volver a dejar el coche en el aparcamiento del Golden Nugget. Pero poco antes de llegar allí encontré otro, llamado Douglas Parking, justo una manzana más cerca del Clark County, por lo que cambié de idea sobre la marcha y me metí en éste. Fue una mala decisión, como comprobaríamos algo más tarde.
Habíamos reservado por internet la cita -a las 8 de la mañana- para recoger la licencia matrimonial sin tener que esperar colas en las oficinas del Condado de Clark, pero la verdad es que este trámite previo nos lo podríamos haber ahorrado, porque la afluencia de público a esas horas era ridícula. Cinco personas contadas. Cubrimos con calma el papeleo fijándonos bien en que todos los nombres estuviesen correctamente escritos, pues en caso contrario sería necesario corregirlos con posterioridad y el asunto se complicaba mucho. Abonamos los 60 $ de rigor, y salimos del edificio administrativo con el documento en nuestro poder… ¡y mucho apetito, que llevábamos casi 24 horas sin probar apenas bocado!
En la guía Trotamundos habíamos leído una crítica muy positiva referida al desayuno-buffet del hotel Golden Nugget, así que nos apetecía valorarlo por nosotros mismos. Mereció la pena. El nivel general de los platos en éste quizá esté algo por debajo de los del breakfast del Flamingo, -no demasiado-, pero es que cuesta poco más de la mitad -tan solo 11 $ por persona-, y por eso, en relación calidad-precio, nos quedamos sin duda con el buffet del Golden Nugget. Recomendable al 100%.
Procuramos que el atracón no llegase a los extremos del día anterior y para ello tuvimos que controlarnos bastante. Abandonamos el local muy satisfechos -en todos los sentidos- y nos encaminamos hacia el Douglas Parking a recoger nuestro vehículo. Y al meter el ticket en la caja automática de Self-Pay, nos llevamos la sorpresa: 10 $ por menos de 2 horas… ¡Carallo con el señor Douglas! Lo cierto es que la culpa fue mía, por no haber reparado en los carteles indicadores de los precios antes de entrar al aparcamiento. Pudo haber sido porque en esta ocasión esos carteles eran de menor tamaño, o por ir un poco despistado… o quizá por las dos cosas juntas.
En cualquier caso, cuando subimos de nuevo al coche ya se nos había olvidado por completo el “crujío”, puesto que los dos teníamos cosas más importantes en las que pensar.
- Hala, venga, hora de casarnos, vamos pallá, -le dije a María para rebajar un poco la tensión del momento-.
- Oye, si ves que tal, lo dejamos, ¿eh?, -me contestó ella, antes de soltar una sonora carcajada de las suyas-.
Y punto final a la tensión del momento.
Al llegar a la capilla, nos esperaba un ministro mexicano -de Leon de Guanajuato, según nos explicó- y otra joven empleada de A Las Vegas Wedding Chapel que ejerció de testigo de boda. Esta chica era bastante simpática, y se cachondeaba un poco de la sencillez de la ceremonia diciéndonos, con un puntito de sorna, que a ver si volvíamos allí para celebrar nuestra renovación de votos pero ya en un plan menos austero, contratando a Elvis y demás… Y nosotros le seguimos la guasa, por supuesto:
- Sísí, descuida, que eso haremos… no tengas la más mínima duda de ello.
Todo salió conforme a lo previsto. Un acto muy sobrio, tranquilo, y de corta duración, como deseábamos. Nos pusimos de acuerdo con el ministro para que por la tarde nos acercase a nuestro hotel las dos copias del certificado de matrimonio que estaban incluidas en el servicio express que habíamos estipulado. Unas cuantas fotos, y regresamos al Stratosphere con una sonrisa en la boca.
Después de tanto cansancio acumulado, ya nos estábamos mereciendo un paréntesis de verdadero relax y por eso, al llegar a la habitación, decidimos que nada mejor que inaugurar nuestro recién estrenado matrimonio dándonos un buen bañito en la piscina del recinto del hotel. Echamos mano de las chanclas y los bañadores y allá nos fuimos. El calor a estas alturas de la mañana era ya exagerado y, por lo tanto, no hay palabras para describir el rato maravilloso que pudimos disfrutar dentro del agua, con el mirador de la torre y el X-Scream allá arriba, unos 300 metros por encima de nosotros.
Nos dio mucha pereza abandonar la piscina, pero tras un par de horas largas disfrutando en el agua, terminamos por subir de nuevo a la habitación para darnos una ducha y arreglarnos sin demasiada parsimonia, ya que a las 4 habíamos quedado en el Starbucks de abajo con el ministro mexicano. Nos trajo las dos copias del certificado de matrimonio, charlamos durante más de media hora -se le veía interesadísimo por la situación económica española- y un poco antes de las 5 nos despedimos de él, subimos los certificados a la habitación y regresamos al lobby del hotel, a comprar los tickets para los Thrill Rides.
El hecho de estar alojados en el Stratosphere nos daba derecho al acceso gratuito a la torre y, además, si queríamos adquirir las entradas para subir a las impactantes atracciones de arriba nos aplicaban un estimable descuento. Como teníamos previsto ir varias veces al mirador -para ver Las Vegas desde allí en diferentes momentos del día- y ambos pensábamos montar en los Thrill Rides, estas dos ventajas incluidas en el resort fee eran otro motivo adicional por el que habíamos elegido este hotel.
Lo que pasa es que algo debió de cruzársele a María por la cabeza en el último instante, ya que justo antes de ponernos a la cola me miró con cara de circunstancias y me dijo que acababa de caer en la cuenta de que su afán por experimentar nuevas sensaciones no daba para tanto, y que casi mejor que los tickets me los comprara para mí solo…
Y eso hice.
Nos pusimos a continuación en la cola de acceso a los ascensores que suben a lo alto de la torre. Al llegar al control fui el involuntario co-protagonista de un gag humorístico, porque el tipo de seguridad me pedía que hiciera nosequé con el recipiente que te dan para que dejes en su interior tus objetos personales cuando pasas el escáner y yo le miraba y le preguntaba “what?, what?” Tras lo cual él me volvía a recitar la misma retahíla de palabros extraños, y así tres o cuatro veces, hasta que al final creo que me dejó por imposible y me hizo un gesto resignado para que siguiera adelante. Ni que decir tiene que María se tronchaba literalmente viendo la escenita desde un segundo plano.
El ascensor sube de modo vertiginoso y, como no podía ser de otra manera, al llegar arriba los oídos acusaron la diferencia de presión y notamos algo de dolor, por eso nos vimos en la obligación de dedicarle un minutito o dos a bostezar, tragar saliva y demás remedios de andar por casa. Una vez recuperados del trance otorrínico (?), accedimos sin perder un solo instante al observatorio interior. La sensación al ver Las Vegas y sus alrededores desde todo lo alto es sencillamente apabullante, ya que el mirador acristalado permite la visión hacia abajo, y a 300 metros del suelo, aquello impone un poco.
Tema musical: "Only because of you" (ROGER HODGSON)
Tema musical: "Morning sun" (HAPPY THE MAN)
Después de pasar un largo rato recorriendo la sala circular interior y gozando de las formidables vistas -la cámara de vídeo y la fotográfica echaban humo-, salimos un momento a la terraza exterior. Si se la compara con la otra, resulta un tanto decepcionante. Para empezar, el espantoso calor canicular en el mirador de fuera no se soporta nada bien, y además la visión panorámica es aquí bastante menos espectacular, porque una estructura metálica ciertamente antiestética -y me imagino que también antisuicidios- obstruye la mayor parte del borde externo de la terraza e impide casi por completo la observación de la ciudad con una perspectiva más o menos vertical.
Por contra, esta terraza sí es el lugar indicado para contemplar desde cerca los tres Thrill Rides en plena actividad y escuchar los aterrorizados gritos de alguno de los atrevidos usuarios. Durante veinte o treinta minutos me entretuve grabándolo todo.
Primero me interesé por el espeluznante X-Scream, en el que un vehículo se desliza por una plataforma móvil en dirección al vacío y frena en el último momento:
X-Scream con sonido ambiente
Muy cerca del X-Scream se encuentra el Big Shot, que con sus 329 metros es la atracción que alcanza una mayor altura en todo el mundo. No diferiría gran cosa de las caídas libres de cualquier parque temático europeo si no fuese por su particular emplazamiento, en plena cúspide de la construcción más alta de Nevada.
Big Shot con sonido ambiente
Y al otro lado de la torre está el Insanity, la segunda atracción más alta del mundo, en la que una estructura circular mantiene colgadas en el aire a diez personas antes de ponerse a girar a 40 millas por hora.
Tema musical: "Xanadu" (RUSH)
Hasta el año 2005 la oferta de atracciones de la torre Stratosphere incluía una montaña rusa llamada High Roller. ¡Quién la hubiera pillado! Fue desmantelada a finales de aquel año, pero todavía quedan en youtube algunos vídeos muy ilustrativos sobre su escalofriante recorrido. He aquí uno de ellos:
High Roller con sonido ambiente
Y después de ver cómo la gente se divertía, -o no-, pensé que ya había llegado el momento de tomar el toro por los cuernos y lanzarme a vivir yo mismo la experiencia. Quise estrenarme con el Insanity, pero cuando llevaba un buen rato esperando en la cola -al sol-, nos avisaron de que la atracción se cerraba temporalmente a causa de una revisión rutinaria. Buen comienzo. Un poco contrariado me dirigí al X-Scream, a ver si en esta ocasión había más suerte… ¡Y vaya si la hubo! Me tocó en el segundo asiento de adelante, y puedo asegurar que en ese preciso momento en el que de pronto ves aparecer el abismo delante de tus propias narices, la descarga de adrenalina es de las que hacen época. Uaaahh.
A continuación me encaminé al Big Shot. María me esperaba abajo, grabando con la cámara. No estuvo mal, aunque creo que esta atracción impresiona un poco menos que las otras dos. En cualquier caso, merece igualmente la pena, por supuesto.
Cuando por fin reabrieron el Insanity, estuve atento para ponerme de los primeros en la cola. Y creo que fue el thrill ride que más me gustó de los tres, porque aquí permaneces colgado a 300 metros de altura durante varios minutos, y te da tiempo a disfrutar muchísimo con la sensación tan fuerte que provoca la contemplación de las avenidas repletas de coches y los edificios de la ciudad justo debajo de ti.
El resto de la tarde lo empleamos en recorrer los entresijos de la parte alta de la torre. Nos tomamos algo en el agradable lounge, le echamos un vistazo al restaurante giratorio - recordando nuestro añorado Piz Gloria, en los Alpes Suizos- y dimos por finalizada nuestra visita con una última vuelta completa por los 360 grados de la sala panorámica interior. Tras ello, bajamos a la habitación a darnos una nueva ducha, que después de haber pasado tanto calor era lo que más nos apetecía.
Con los últimos rayos de sol del día, volvimos a salir. Imposible estar en Las Vegas y no acercarse al centro de la ciudad para ver las luces del Strip nocturno, así que hacia allá nos dirigimos. Todavía cerca del hotel, nos detuvimos brevemente en uno de esos supermercados en los que se puede encontrar de todo, tan típicos allí, con la intención de empezar a abastecernos para el road trip propiamente dicho, de cuyo arranque ya sólo nos separaban algo más de 24 horas. Compramos una nevera de porexpan con el tamaño justo para poder encajarla detrás de los asientos delanteros del coche, un generoso pack de botellas de agua, zumos de frutas y alguna cosilla más en plan aperitivo.
Aparcamos de nuevo en el self parking del París, porque el día anterior nos había resultado la mar de cómodo y su situación era inmejorable, así que no tenía sentido complicarse la vida buscando otro. Atravesamos el hotel igual de maravillados que la primera vez, y al salir del lobby hacia el Strip ya se había hecho de noche, lo cual nos permitió disfrutar desde el primer instante con la archiconocida iluminación de los principales edificios del Boulevard luciendo en todo su esplendor. Una imagen en verdad inolvidable.
Tema musical: "Timeless" (ROUSSEAU)
Tema musical: "Wurensh" (IQ)
Cruzamos al otro lado del Strip y nos acercamos al gran estanque para contemplar en vivo y en directo el famosísimo espectáculo de las fuentes del Bellagio. Buscamos un hueco entre el gentío y nos quedamos a ver cómo el agua danzaba al ritmo de dos canciones: “Big Spender”, perteneciente al musical Sweet Charity -dirigido por Bob Fosse en los años 60- y, diez minutos después, un ñoño-bodrio empalagoso hasta la náusea llamado “God bless the USA”, de un tal Lee Greenwood.
Fuentes del Bellagio con sonido ambiente (I)
Fuentes del Bellagio con sonido ambiente (II)
Nos hubiese encantado finalizar la jornada con un prolongado paseo a lo largo de la zona más animada del Strip, desde el Venetian al Planet Hollywood, pero la noche era tremendamente calurosa y los excesos físicos del día anterior empezaban a pasarnos factura. Con cada nuevo paso que intentábamos dar, un creciente cansancio se iba apoderando más y más de nosotros, así que pronto nos dimos cuenta de que no quedaba más remedio que decir “basta por hoy”. A las diez o diez y pico agitamos nuestra particular bandera blanca y nos batimos en honrosa retirada hacia el Stratosphere. Ya en la habitación, apenas nos dio tiempo a cenar un par de pequeños sandwiches antes de meternos en la cama. Necesitábamos descansar.
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