14 de febrero. Dormimos como angelitos durante la noche. La isla tiene un clima muy benigno y aunque de día hace calor, durante la noche la brisa marina hace que refresque y se duerma perfectamente sin necesidad de ventiladores o aire acondicionado. Además uno puede abrir con tranquilidad las ventanas ya que para nuestra sorpresa, no había mosquitos.
Ese día como ya se lo habíamos prometido a las niñas, se lo dedicaríamos a Anakena que es una playa hermosa y amplia de arenas blancas, con palmeras y aguas color turquesa y donde de acuerdo a la leyenda, fué el lugar en que habitó Hotu Matua´a, el primer rey de la isla junto a su familia.
Pero además de todas estas características paradisíacas de la playa, la misma tiene un condimento único en el mundo: tiene moais. Allí mismo, a 200 o 300 metros del agua se encuentra el fabuloso Ahu Nau Nau que cuenta con 7 estatuas muy bien conservadas en las cuales se ven detalles imposibles de ser apreciados en otros moai, como tatuajes, terminaciones y vestimentas.
Además, casi al lado de este, se encuentra también el Ahu Ature Huki, un solitario moai de aspecto antropomorfo, aparentemente más antiguo que sus estatuas vecinas. Para los que leyeron el libro Aku Aku, esta estatua es la primera restauración hecha por la expedición noruega de Thor Heyerdhal en 1956.
Para llegar a la playa en auto, se toma a la salida del pueblo la carretera que bordea el aeropuerto, donde nace luego un camino que atraviesa la isla por su centro. Muy fácil y con unos paisajes maravillosos.
El paisaje de la isla se compone de suaves colinas, muy verdes todas y llena, como dije anteriormente, de caballos pastando a sus anchas lo cual crea un marco hermoso.
En pocos minutos cruzamos la isla de punta a punta y llegamos a Anakena. Hay estacionamiento gratuito para los autos y varios puestos de comidas, bebidas y venta de souvenirs.
Lo pasamos increíble en la playa. Como era día de semana había poca gente. Buscamos la sombra de una palmera y pasamos horas disfrutando del agua que era cálida y tranquila y comiendo algunos bocadillos que llevamos desde la casa. También aproveché para sacar infinidad de fotos a los fantásticos moais que le dan a la playa un ambiente único y misterioso.
El sol es muy fuerte, pero una constante y fresca brisa marina que cruza constantemente la isla disimula un poco el efecto de sus rayos, lo cual puede ser traicionero ya que uno puede tender a confiarse y pensar que no le hará daño, pero recomiendo usar protector solar de alta graduación. Esa misma noche, de regreso en casa, nosotros mismos pudimos comprobar como el sol había dejado marcas en nuestros cuerpos en las partes donde no nos habíamos pasado correctamente el protector.
Ya entrada la tarde emprendimos regreso a Hanga Roa y al pasar por el pueblo vimos que ese día como parte de los festejos de la Tapati había una especie de desfile, donde cientos y cientos de personas se dividían en dos grupos, partiendo cada uno de ellos desde los dos extremos opuestos del pueblo, vestidos todos a la vieja usanza Rapa Nui, con los cuerpos pintados y hermosos adornos de plumas, caracoles y otros elementos. Había hombres, mujeres y niños por igual. Algunos iban a pié, otros tirando con cuerdas unas pesadas estructuras de madera, otros en carrozas e inclusive hasta gente montada a caballo.
Una vez iniciado el desfile, cada grupo pasaba por un lugar donde un jurado contaba la cantidad de personas y luego los dos grupos concluían finalmente todos juntos en el escenario principal de la fiesta.
Por supuesto que paramos y nos mezclamos entre la gente sacando muchísimas fotos. Vimos que también había muchos turistas que habían ido allí más temprano y estaban también vestidos y pintados al estilo Rapa Nui. Verdaderamente era una fiesta total e integrada entre los locales y los turistas.
Un simpático joven local se ofreció a pintar la cara de mis niñas así que ellas felices de la vida!
Estuvimos casi dos horas disfrutando en la calle principal del pueblo de este espectáculo, luego recorrimos un poco de la hermosa costa que tiene Hanga Roa y volvimos a nuestra casa para bañarnos y comer algo.
Luego, cerca de las 10 de la noche subimos al Jeep y fuimos al lugar del escenario principal a ver la llegada de las carrozas. Todo seguía dentro de un gran clima de fiesta. En el escenario había músicos tocando y lentamente por la calle de al lado comenzaban a llegar las carrozas con gente, estatuas hechas en madera, etc.
Esa noche nos tocó dejar el auto junto al cementerio del pueblo que tiene una particularidad, y es que cada tumba tiene unos farolitos pequeños que iluminan las sepulturas por la noche y crean un marco conmovedor.