Salar de Uyuni ✏️ Travel Journeys of Bolivia

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Salimos de La Paz con destino a uno de los lugares que con más ansias espero conocer durante este viaje, el Salar de Uyuni.

Este inmenso desierto de sal, el más grande del mundo, con más de 10.000 Km2 y una profundidad media de 100 mts. es la mayor reserva de litio del mundo y uno de los lugares más codiciados por las multinacionales mineras. Por suerte para ellos, la ley es clara, solo los mineros afincados y apuntados en la cooperativa de Colchani pueden trabajar en el salar.


Para llegar a Uyuni desde La Paz, necesitas un día entero. Primero, tomamos el bus turístico con destino a la ciudad de Oruro, a donde llegamos a la hora de comer. Aquí tomaremos el tren que nos dejará en la estación de Uyuni.

Una vez más. Necesario hacer reserva anticipada del hotel de Uyuni, hay que tener en cuenta que el tren llega a Uyuni a las 3 de la madrugada, así que si no tienes una reserva en un hotel, no vas a encontrar nada abierto y vas a tener que esperar en la estación a que nazca el día y estamos a unos 3.600 metros de altura, es invierno en la zona y en la estación no hay calefacción, así que si debes esperar mucho rato, abrígate bien.

A primera hora de la mañana, vienen a buscarnos al hotel con los 4x4 con los que recorreremos el salar. Antes de entrar en el salar propiamente dicho, nos detenemos en el cementerio de trenes. Aquí se están oxidando lentamente un montón de viejas locomotoras que se usaban antiguamente para transportar la sal hacia los puertos del Pacifico. A principios del siglo XIX, en la llamada Guerra del Pacifico, Bolivia perdió su salida al mar en beneficio de Chile, quedando el país sin ningún puerto marítimo desde el que exportar sus productos. Aun a día de hoy, existe una disputa internacional acerca de estas tierras perdidas por Bolivia que se están dirimiendo en las cortes internacionales.


Después de visitar el cementerio ferroviario, entramos ya en el salar, poco a poco, empiezan a aparecer pequeños montículos de sal, secándose para ser recogidos una vez secos y seguimos adentrándonos en la inmensidad blanca del salar.
Un paisaje cada vez más y más impresionante, la inmensidad del lugar, una interminable llanura blanca, rota solamente por la visión de algunas montañas a lo lejos y el cielo azul nos hacen sentir muy pequeños, ni un alma alrededor, aunque sabemos que al igual que nosotros, otros grupos de turistas andan también por aquí, pero en esta gran planicie salada, es muy fácil sentirse totalmente solo y no ver a nadie más durante mucho rato.


Nos vamos deteniendo, para tomar fotos y observar el paisaje y al cabo de una hora de camino, llegamos a una casa, antiguo hotel, totalmente construida en bloques de sal. Hay más de uno de estos hoteles y si alguno quiere y paga el precio que piden por ello, puede dormir en uno de ellos.


En el punto donde nos encontramos, hay un mástil con cientos de banderas, de países y regiones de todo el mundo. Por lo que se puede ver, es algo típico llegar hasta aquí y plantar la bandera de tu país o región, cientos de ellas ondean al viento.
Continuamos la ruta y poco a poco, nos vamos acercando al lugar donde comeremos. La Isla del Pescado.


Esta isla, es una formación rocosa que emerge de la sal, poblada por unos inmensos cactus. Es, sin duda, el lugar de reunión de todos los que andan por el salar y aquí se congregan decenas de coches a la hora de comer.


Aprovechamos para subir hasta el punto más alto de la isla, la subida no es excesivamente dura y recomiendo encarecidamente hacerla. No solo porque las vistas desde la cima sean de una belleza increíble, sino porque además, al subir y al bajar, vas pasando entre cactus de hasta 9 metros de alto, verdaderamente impresionantes.
La gran mayoría de la gente, una vez ha comido aquí, regresan ya en dirección a Uyuni o a algún otro punto de salida del salar. Nosotros, en lugar de esto, continuamos con rumbo norte, hasta llegar al volcán Tunupa, donde termina el salar y se encuentra un pequeño pueblo, que parece salido de uno de los westerns de Clint Eastwood, donde en un pequeño albergue, pasaremos la noche.


Si tienes la fortuna de contar con una noche clara, observar el cielo desde aquí es una experiencia, alejado de cualquier fuente de iluminación, sin contaminación alguna y a una altura de más 3.000 metros, la visión del cielo nocturno es apabullante.
Pero no solo para poder ver el cielo nocturno nos hemos quedado a dormir aquí, a la mañana siguiente, realizamos una pequeña excursión a pie, subiendo por la falda del extinto volcán. En sus laderas, se pueden encontrar multitud de pequeñas cuevas y algunas de ellas fueron utilizadas hace cientos de años, como tumbas y monumentos funerarios, aun a día de hoy, se pueden encontrar momias en algunas de estas cuevas.


Nosotros tuvimos la suerte de poder acceder a una de ellas, en la que vimos casi una decena de momias, aun con sus tarros de ofrendas junto a ellas, sus arcos, ropas y el resto del ajuar funerario intactos.


Después de visitar la cueva y subir un poco más por la ladera del volcán para poder observar el paisaje, descendemos de nuevo hasta el albergue, donde comemos y volviendo a cruzar el salar, nos dirigimos ya en dirección sur, hacia el que será nuestro próximo destino, la zona de las lagunas altiplánicas.

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